James Hansen fue el primero en alertar a las instituciones en EEUU de los efectos del calentamiento global en 1988
"Lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema. Lo reconocimos en 1992 y lo volvimos a reconocer en París en 2015. Lo que no hemos hecho es acordar cómo solucionarlo"
El papel de Obama
Subir el precio del combustible fósil
Aún hay tiempo
"El movimiento anticientífico se intensificó y ahora estamos muy atrasados".
"Estoy convencido de que resolveremos el problema", señala. "Pero no antes de que haya una cantidad de sufrimiento desproporcionado y que debería haberse evitado".
"Lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema. Lo reconocimos en 1992 y lo volvimos a reconocer en París en 2015. Lo que no hemos hecho es acordar cómo solucionarlo"
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| Hansen: "Trump es un obstáculo pasajero en la lucha contra el calentamiento" EFE | 
 Han pasado treinta años desde que un científico de la  NASA alertó
 a la población de la amenaza del cambio climático y de las emisiones 
causadas por la actividad humana. El mismo científico que hizo sonar la 
alarma en ese momento avisa ahora a la población de que la comunidad 
internacional no ha hecho nada para frenar los peores efectos de este 
fenómeno.
A Donald Trump y  a muchos otros conservadores les gusta afirmar que el cambio climático es una patraña.
 En una entrevista en su casa de Nueva York, James Hansen, un 
excientífico de la NASA de 77 años, explica que lo que es pura patraña 
es haber hecho creer a la población que se estaban haciendo esfuerzos 
por frenar el cambio climático.
Se considera que Hansen fue el primero en alertar a la 
gente de los efectos del calentamiento global cuando en 1988 ante una 
Comisión del Congreso de Estados Unidos declaró que "estaba un 99% 
seguro" de que el aumento brusco de las temperaturas estaba vinculado 
con la actividad humana.
Desde entonces, las 
emisiones de gases de efecto invernadero se han multiplicado a pesar de 
las repetidas y cada vez más preocupantes advertencias de los 
científicos que han seguido los pasos de Hansen y que acumulan una gran 
cantidad de pruebas en este sentido, y que afirman que la civilización 
está al borde de la catástrofe.
"Lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema", explica Hansen a  The Guardian:
 "Lo reconocimos en 1992 (en la cumbre de Río) y lo volvimos a reconocer
 en París en 2015 (en la cumbre sobre el cambio climático). Lo que no 
hemos hecho es acordar cómo solucionarlo. Las promesas de París son 
papel mojado. Los gobiernos nos han estado estafando desde los años 
noventa".
La lista de culpables que ha elaborado 
Hansen incluye nombres que resultan familiares, como el lobby de la 
industria de los combustibles fósiles, pero también incluye nombres más 
sorprendentes, como el de Jerry Brown, el gobernador progresista de 
California, y la canciller alemana Angela Merkel. Según el científico, 
"los dos hacen ver que están intentando resolver el problema" pero luego
 les falta ambición y han rechazado la energía nuclear baja en emisiones
 de carbono".
El expresidente Barack Obama es uno de sus blancos.  En un libro muy crítico que está a punto de publicar,
 Hansen afirma que el expresidente "fracasó estrepitosamente" en todo lo
 relativo al cambio climático e impulsó medidas que "se hicieron tarde, y
 eran ineficaces y partidistas".
El papel de Obama
Hansen incluso acusa a Obama de haber  dejado pasar la oportunidad de frustrar la destrucción por Donald Trump de las  medidas contra
 el cambio climático por haberse negado a llegar a un acuerdo sobre la 
demanda que el científico, su nieta y otros 20 jóvenes presentaron 
contra el Gobierno. Le acusaron de poner en peligro el medio ambiente de
 forma anticonstitucional.
"Al final del mandato de Obama, Estados Unidos afirmó que reduciría el 80% de las emisiones en 2050", recuerda Hansen.
"Nuestra demanda pide una reducción del 6% anual así que pensé, 'es una
 cifra similar, lleguemos a un acuerdo'. que era una cifra parecida. Lo 
planteamos a la gente de Obama, pero él se opuso. Era una oportunidad 
excelente. Lo abordamos justo después de la victoria de Trump. Si 
hubiéramos llegado a un acuerdo extrajudicial, Estados Unidos no habría 
sido capaz legalmente de llevar a cabo todas las iniciativas absurdas 
que ha impulsado Trump, que está volviendo a activar todo tipo de 
fuentes de combustible fósil".
Las frustraciones de Hansen parecen eclipsar cualquier satisfacción que pudo obtener con los elogios que obtuvo tras  su discurso ante los congresistas de Estados Unidos el 23 de junio de 1988.
 En esa ocasión, Hansen, hijo de unos agricultores de Iowa, explicó con 
voz calmada que la humanidad estaba entrando en una nueva era: "Hemos 
identificado el efecto invernadero, que está cambiando nuestro clima".
Tras su testimonio, Hansen habló con los medios de comunicación: "Ha 
llegado la hora de dejar de hablar tanto y reconocer que el efecto 
invernadero es una realidad". Presentó los resultados de unas 
investigaciones recientes que pronosticaban que 1988 sería el año más 
cálido de la historia, así como proyecciones para el calor bajo tres 
escenarios de emisiones diferentes.
El mundo ha 
seguido obedientemente el "escenario B" de Hansen. "Lo estamos siguiendo
 a rajatabla", afirma Hansen ahora, con temperaturas globales que 
subieron alrededor de un grado en el último siglo.
Obviamente sus conclusiones no surgen de la nada. El físico irlandés 
John Tyndall confirmó en los años 50 del siglo XIX que el dióxido de 
carbono es un gas que atrapa el calor. En 1985 se celebró un encuentro 
de científicos en Villach, Austria, y la conclusión final fue que en el 
siglo XXI la temperatura aumentaría de una forma sin precedentes. Al día
 siguiente a la comparecencia de Hansen ante el Congreso, el   New York Times afirmó que los cambios que se estaban produciendo "afectarían a la vida en la tierra durante siglos".
Tras tres décadas de esfuerzos diplomáticos, la comunidad 
internacional, con la excepción de Trump, ha acordado que la temperatura
 debería aumentar menos de dos grados respecto a la era preindustrial. 
Sin embargo, lo cierto es que a lo largo de estos años las temperaturas 
se han disparado (en 1988 se  emitieron 20.000
 millones de toneladas de dióxido de carbono, y en 2017, 32.000 millones
 de toneladas) y los recortes prometidos por los gobiernos son 
insuficientes si se quiere alcanzar la meta de mantener el aumento por 
debajo de los dos grados.
A pesar del notable 
crecimiento de energías renovables como la solar y la eólica, Hansen 
cree que solo un impuesto sobre los combustibles que producen carbono 
podría revertir la situación.
Subir el precio del combustible fósil
"La solución no es complicada, no estamos hablando de alta tecnología",
 indica Hansen. "No conseguiremos reducir las emisiones si no le damos a
 los combustibles fósiles un precio acorde con el coste real. Los 
científicos han sido muy honestos. Necesitamos gravar con más impuestos 
un producto que luego consume la población".
Hansen 
tenía detractores incluso antes de su comparecencia ante el Congreso. 
Recuerda que la misma mañana de su presentación, un compañero de la NASA
 le dijo que "ningún científico respetable" afirmaría que el mundo se 
estaba calentando. Explica que tras su comparecencia, el gobierno de 
Estados Unidos (bajo el mandato de George Bush) se entrometió y censuró 
sus trabajos.
En 2013 se jubiló y se convirtió en 
activista y fue arrestado mientras participaba en una manifestación ante
 la Casa Blanca para protestar contra el oleoducto de Keystone.
La respuesta de la comunidad internacional ante el aumento de las 
temperaturas no fue contundente y ahora el cambio climático es una 
realidad. Seguramente en 2040 ya se habrá sobrepasado el objetivo fijado
 en París de que la temperatura no aumente más de 1,5 grados. Cada vez 
que un bloque de hielo de la Antártida se estrella contra el océano se 
tienen que cambiar los pronósticos sobre el aumento del nivel del mar. 
Algunas islas podrían desaparecer.
Aún hay tiempo
"No es demasiado tarde", subraya Hansen: "Existe una tasa de reducción 
de las emisiones que es viable para mantenerse por debajo de los 2 
grados. Para hacerlo es necesario gravar las emisiones de carbono".
En declaraciones a  The Guardian,
 John Holdren, el principal asesor científico de Obama, ha explicado que
 en lo relativo al acuerdo de París se acordó todo lo que se podía 
acordar sin el apoyo del Congreso y que es "problemático" alcanzar 
compromisos vinculantes.
A pesar de puntualizar que 
no siempre está de acuerdo con algunas de las propuestas de Hansen, sí 
reconoce que es una de "las voces más eminentes" de la ciencia que 
estudia el cambio climático.
"Pobre Jim Hansen. Es un
 héroe trágico", afirma Naomi Oreskes, una académica de Harvard que 
estudia historia de la ciencia. "Su historia recuerda la maldición de 
Casandra (según la mitología griega nadie creía sus profecías a pesar de
 ser ciertas) porque puede entender y diagnosticar lo que está pasando, 
pero es incapaz de convencer a los demás para que actúen. A todos nos 
han educado para creer que el conocimiento es poder, pero Hansen 
demuestra que esto no es cierto. El poder es poder".
Algunas compañías de combustibles fósiles como Exxon y Shell han 
ejercido este poder de forma agresiva, a pesar de que décadas antes de 
que Hansen hiciera saltar la alarma ya eran muy conscientes de los 
peligros del cambio climático. Fundaron una red para atacar los estudios
 científicos sobre el cambio climático y dieron dinero a políticos 
afines. Más tarde, se unió el grueso del Partido Republicano 
estadounidense, que ahora reniega de las acciones encaminadas a frenar 
el cambio climático.
"Obama estaba comprometido con 
la causa, pero no podía hacer mucho con el Congreso que tenía", dijo 
Oreskes. "Culpar a los demócratas y a Obama es malinterpretar el 
contexto político. Había una enorme red organizada que transmitía un 
mensaje de confusión y duda".
Michael Oppenheimer, un
 científico que investiga el cambio climático y que también expuso su 
opinión sobre el aumento del nivel del mar en la sesión del Congreso de 
1988, afirma que la lucha para frenar el cambio climático ha sido 
"desalentadora".
"El movimiento anticientífico se intensificó y ahora estamos muy atrasados".
"Estoy convencido de que resolveremos el problema", señala. "Pero no antes de que haya una cantidad de sufrimiento desproporcionado y que debería haberse evitado".
 
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