Jason Brennan / M. A |
En su libro, Contra la democracia (Deusto) –que comparte título con un conocido panfleto anarquista editado en España en tiempos recientes–, Brennan afirma que la democracia no es la única forma justa de Gobierno y, de hecho, nos lleva a tomar decisiones irracionales, que no son buenas para nadie. Propone, en cambio, implantar una epistocracia: el poder de los que saben.
De todo esto charlamos antes de que el filosofo imparta una charla en el think tank liberal Juan de Mariana, que coedita el polémico libro.
¿Por qué cree que la democracia está fracasando?
Creo que la democracia se
ha construido con fallos. En general, sigue haciéndolo bastante bien. Es
el mejor sistema que hemos logrado poner en funcionamiento. Los lugares
democráticos siguen siendo mejores lugares para vivir que los no
democráticos, en la mayoría de los casos. Ha fallado en la medida en que
tiene problemas y debemos repararlos. Los problemas son estructurales,
no son cosas efímeras. No se trata de cambiar algo que está ocurriendo
en el sistema en la actualidad, hay algo mal con el sistema en sí, y
tiene que ver con los incentivos que damos a los votantes. Esto es lo
que más me preocupa. La democracia da a la gente el poder de gobernarse,
pero a la vez incentiva a cada votante individual a actuar neciamente.
La razón es que tu voto como individuo no cuenta, da igual que te quedes
en casa, qué votes, o que lo hagas a favor de tus intereses o en
contra. Básicamente esto lo sabes y tienes pocos incentivos para
informarte, para emitir tu voto buscando la verdad o promoviendo tus
valores. Eres libre de usar tu voto de forma idiota.
¿Qué porcentaje de la población cree que no está preparada para votar?
Hay muchos datos, de
muchos países, sobre qué saben los votantes, aunque en particular no hay
muy buenos datos sobre España. En sitios como Alemania, Reino Unido,
Estados Unidos o Canadá, en los que por varias razones hay instituciones
que recopilan información sobre los votantes, en torno al 25 % está
decentemente informado sobre los hechos básicos. Saben cosas como quién
está en el Gobierno o qué ha hecho. El 25 % de los votantes no sabemos
si saben algo. Si les damos cuatro elecciones para responder una
preguntan solo la mitad responde bien, por lo que no sabemos si no saben
nada o conocen un cuarto de las respuestas, porque no podemos
distinguirlo. El 50 % restante lo hace peor que si contestaran
aleatoriamente: comenten errores sistemáticos. Esa es la gente que vota:
la gente que no vota sabe aún menos. Solo el 25 % de la población en la
mayoría de los países democráticos tiene un conocimiento político
básico, y eso no significa que sepan de economía, ciencias políticas o
sociología, nada de teoría para interpretar los hechos, pero conocen
algo los hechos. La población bien informada es en realidad menor al 25
%.
En el libro habla de tres tipos de votantes: hobbits, hooligans y vulcanianos. ¿Quiénes son?
Si has visto las películas o has leído El señor de los anillos sabrás que los hobbits
no se preocupan del mundo exterior, aunque haya una batalla existencial
entre el bien y el mal. No les interesa. Quieren cuidar sus granjas,
fumar en pipa y comer mucho: vivir la vida. El equivalente de esto en
política es el típico ciudadano que escoge no votar. No encuentran
interesante la política, tienen muy pocas opiniones sobre ella, las que
tienen no son estables, no tienen realmente una ideología y están
tremendamente desinformados. Tiene sentido: lo que no te importa no lo
conoces. No tiene nada de malo ser un hobbit, he escrito incluso
un libro defendiéndoles, pero son así. Si miras a la gente que suele
votar es diferente. Tienden a estar mejor informados, pero además están
enormemente sesgados. Y cuando digo sesgado no hablo de que tengan una
opinión, no hay nada de malo en ello, hablo de sesgos en el sentido de
que no están abiertos a aceptar que se pueden equivocar, buscan fuentes
de información que confirman lo que ya creen, no confían en la gente que
está en desacuerdo con ellos y además tienen una actitud muy negativa
hacia la gente de otros partidos: piensan que son estúpidos y malos. Y
esto es básicamente lo que es la democracia: el gobierno de hobbits y hooligans.
La gente a la que llamo vulcanianos
no existe realmente. Es el tipo ideal de votante, desapasionado y
científico que cree solo en la evidencia. La razón por la que hablo de
los vulcanianos no es porque sea uno, ni porque piense que deben
mandar, es porque cuando lees lo que la mayoría de filósofos y
politólogos dicen sobre la democracia y sobre cómo debería funcionar, lo
que tienen en mente es qué harían los vulcanianos. Pero no somos vulcanianos y creamos teorías políticas que presuponen que existen, cuando en realidad solo tenemos hobbits y hooligans. La pregunta es ¿cómo debemos diseñar las reglas para que el Gobierno de hobbits y hooligans funcione mejor?
¿Quienes son más peligrosos?
Bueno, los hobbits
se quedan en casa, por lo que no hacen gran cosa y además cuando votan
lo hacen de forma un poco aleatoria, así que no hacen mucho daño. Son
los hooligans los más peligrosos. Y la razón por la que son
peligrosos no es porque sean fanáticos a la hora de impulsar su
particular ideología, lo peligroso es que son de un partido. Un buen
ejemplo es la elección de Trump. Hace dos años la mayoría de la gente
que votó a Trump no creía en sus políticas, le votó solo porque iban a
votar a los republicanos de todas formas. Si los republicanos ponen de
candidato a una persona desagradable y colérica, que va a romper todas
las alianzas de los Estados Unidos y fastidiar al comercio, le van a
apoyar igual, porque es su equipo. Si por lo que sea un idiota maligno
es nominado van a apoyarlo. Tienen lealtad ciega. Y eso es bastante
peligroso.
Pero ¿no cree que la
eliminación del sufragio universal tal como lo conocemos nos puede
llevar a una sociedad aún más oligárquica y con un mayor nepotismo?
Creo que existe la
posibilidad de que esto ocurra. En el libro describo diferentes formas
de implementar lo que llamo epistocracia, y esta forma de hacerlo
[eliminar el sufragio universal] es la más peligrosa, así que no es la
que apoyaría más. Es algo que se puede considerar, y no creo que sea tan
malo como la gente piensa, pero en vez de esto el sistema que creo que
mejor funcionaría no sería restringir el sufragio, sino hacer algo a lo
que llamo “Gobierno por oráculo simulado”, que tiene menos peligros. Lo
que hacemos es dejar que todo el mundo vote, incluso los niños, no
tienes que restringir el voto por edad, da igual. Cuando votan hacen
tres cosas. Primero, nos dicen quién son y anónimamente recopilamos su
información demográfica. Lo segundo que hacemos es pedirles que hagan un
examen sobre conocimientos políticos básicos, cosas como quién es el
primer ministro, qué partido controla el Parlamento, a qué partido
pertenece el primer ministro, qué cambios políticos ha habido
recientemente, alguno datos sobre el país, como la tasa de desempleo, si
el país ha crecido en los últimos tres años, etc. Este test no
determina quién tiene derecho a votar, solo recopila información. Por
último, le preguntamos qué quieren: que escojan un partido, un
candidato, su decisión en un referéndum... Cuando tenemos esta
información podemos usarla con modelos estadísticos bastante simples
para estimar que querría un país demográficamente idéntico si todo el
mundo estuviera bien informado. No damos realmente votos extra ni se los
quitamos a nadie, pero es como si por arte de magia supiéramos qué
votaría la gente en España si hubiera sacado la máxima puntuación en el
test de conocimientos políticos. No estamos dando poder extra a los
blancos, ni a los ricos, solo estamos tomando el conocimiento de la
gente y haciendo un mejor trabajo con él.
Con este sistema la
autoridad electoral tendría un enorme poder. ¿Cómo evitar que no lo use
en sus propios y puede que maliciosos intereses?
Sí. Hay que considerar
varias cosas, primero, cómo van a usar estos datos las autoridades. Creo
que estos datos tendrían que ser públicos. Cuando la gente vota se
crean conjuntos de datos, que son públicos, y todo gran medio de
comunicación tendrá periodistas que analizarán los resultados y nos
dirán qué dicen. No tenemos que depender de ellos para interpretar los
resultados, porque serán públicos, y hay unas matemáticas que todos
conocen y que dan un cierto resultado con esos datos. Hay otro peligro
que es más serio, que es la forma en que se diseña el sistema, porque
dependiendo de cómo recojamos los datos, las categorías estadísticas y
las preguntas que hagamos, los resultados pueden ser de una u otra
forma, y los partidos pueden tener incentivos para cocinar la
estadística para obtener los resultados que quieran. Habría que
funcionar con un sistema separado en dos partes que suena raro, pero
creo que funcionaría. Antes de que se celebren las elecciones, tenemos
que tener a gente que seleccione qué se va a preguntar en el examen.
Seleccionamos, pongamos, 500 personas de forma aleatoria, con lo que
eliminamos los sesgos. Y estos tienen que encargarse de diseñar el
examen. Muchos de ellos ni siquiera serán capaces de pasar el examen,
pero les podemos preguntar qué creen que tiene que saber la gente para
estar bien informada, y decidirán qué tiene que salir en la prueba.
Puede sonar extraño, pero si vas y preguntas a la gente qué significa
ser un votante bien informado, te darán respuestas muy parecidas: debes
saber quién gobierna ahora, qué ha hecho, ciertos datos de la
economía... Saben qué hay que saber aunque no lo sepan. Podemos confiar
en la gente para diseñar el examen, y esto hará mucho más difícil que
los políticos le metan mano. Es un sistema con dos partes: parte una, se
diseña el examen; parte dos, generamos un Gobierno por oráculo
simulado. De esta forma corregimos la ignorancia y la irracionalidad de
los votantes lo mejor que podemos.
La mayor crítica al
sistema que propone es que, pese a las cautelas, dejaría de facto a las
clases más desfavorecidas fuera del sistema.
Después de que se haya
publicado el libro he reflexionado más sobre esto y me he dado cuenta de
que no es que la democracia este libre de este problema y la
epistocracia no. Es mejor pensar que ciertas formas de epistocracia no
tienen realmente este problema. El Gobierno por oráculo simulado no
tiene el problema de dar demasiado poder a los más favorecidos, porque
la forma en que funciona el sistema, recopilando la información
demográfica, sirve precisamente para corregir la influencia de que haya
demasiados votantes ricos o blancos. El filósofo mexicano Claudio López
Guerra tiene un libro defendiendo un tipo de epistocracia a la que llama
la “lotería del acceso al voto”.
Aleatoriamente seleccionas a 20.000
ciudadanos. Solo ellos pueden votar, pero antes tienen que pasar un
examen al que pueden prepararse para ser mejores votantes, y si no lo
pasan no pueden votar. Al seleccionar a la gente aleatoriamente también
se elimina significativamente los sesgos demográficos. Son los sistemas
menos problemáticos respecto a esta crítica. Pero la democracia también
tiene sesgos demográficos, unas más que otras. Australia tiene voto
obligatorio, vota el 90 % de la gente, pero incluso en Australia la
gente rica, mejor educada, blanca, con mejores trabajos, es más propensa
a votar que los pobres, los jóvenes o los aborígenes. Luego tienes las
democracias con votos voluntarios, en las que también vota más la gente
más favorecida. Luego hay otras formas de epistocracia, como el sufragio
restringido, que tienen un sesgo demográfico mayor. Pero, por resumir,
no es que la epistocracia tenga este problema y la democracia no.
¿No es mejor educar a todos los votantes que seleccionar quién puede votar?
Si pudiéramos deberíamos,
pero no podemos. No se si hay una analogía en español a este refrán
inglés: “Puedes llevar agua a un caballo, pero no puedes obligarle a
beber”. En la escuela primara y secundaria ya se enseña a los votantes
casi todo lo que necesitan para ser buenos votantes. La información es
esencialmente gratis, todo el mundo puede leer los periódicos y ver los
informativos, y los hay relativamente neutrales como para estar
informados, pero no lo están. ¿Por qué? Soy profesor, y veo qué pasa. A
los estudiantes de mi clase que sacan un sobresaliente en un examen si
se lo pongo seis meses después lo suspenden. Lo olvidan. La razón por la
que la gente es ignorante no es porque la información sea cara, no es
porque no exista, no es porque sea difícil estar informado, es que la
gente solo retiene información si le resulta interesante o útil. Hay
gente que consume mucha información política porque le gusta, es su hobby.
Probablemente tú seas así, yo también: nos interesa la información
política. A veces la gente consume información política porque es útil
para impresionar a los amigos. Pertenecen a un grupo de gente que espera
que sepa algo de esto. A mi me da igual el vino, pero a mis amigos les
gusta, así que tengo que saber algo. Eso pasa también con la política.
Si no sabes nada igual te miran mal. Pero esto no ocurre con la mayoría
de la gente. A la mayoría de la gente no le interesa la política, no le
interesa a sus amigos, y solo usarían esa información si la necesitaran,
pero no la necesitan. Y la razón por la que no la necesitan es porque
su voto no importa demasiado, realmente no importa lo que voten. Te voy a
dar un ejemplo extremo para ilustrar esto. Imagina que eres judío, es
1932, vives en Alemania y se van a celebrar las cuartas elecciones
generales, que ganaron los nazis. Para ti que ellos ganen es un
desastre, pero como individuo votar a los nazis, contra los nazis o
quedarte en casa tiene prácticamente el mismo efecto, no habrá ninguna
diferencia desde un punto de vista individual. Aunque sabiendo que el
resultado sea un desastre para ti, votar por un resultado desastre no es
un desastre. De la misma forma, ganar la lotería te hace ganar un
montón de dinero, pero un billete de lotería no vale nada. Puedes pensar
en el voto como un billete de lotería, aunque su valor cambia en cada
país. Aquí en España, con un voto proporcional, tu voto vale más que el
mío, puede marcar algo más de diferencia, pero aun así no mucha.
Brennan en 2013. / Gage Skidmore |
¿Cuál es la diferencia entre la epistocracia y la tecnocracia?
La diferencia tiene que
ver con la concentración del poder y la forma en que se usa ese poder.
Cuando hablamos de una tecnocracia lo que realmente significa es que en
la capital tienes un grupo de burócratas, con una buena educación, con
niveles extraordinarios de poder discreccional, para crear leyes como
creen conveniente. Muchos gobiernos en Europa son teconcráticos, también
las democracias, incluida España o Alemania. Y a veces funcionan
bastante bien, por ejemplo en Singapur. La epistocracia puede ser
también tecnocrática, pero no tiene por qué serlo. Puede ser un sistema
en el que no tienes porque dar a los burócratas demasiado poder, ni
darles la potestad de hacer ingeniería social, en vez de eso tiene que
ver con el momento en que se celebran elecciones hacemos algo para
ajustar el voto de acuerdo al conocimiento
En principio, la
democracia implica que la gente tenga la libertad de tomar decisiones
que otra gente cree que no son correctas. El sistema que propone parte
de la base de que la democracia nos lleva por sistema a tomar malas
decisiones políticas. Pero ¿quién decide qué decisiones son buenas o
malas?
No defiendo el
paternalismo. El paternalismo implica que el Gobierno trate de que no
fumes o no comas demasiado. Yo no soy paternalista. Creo que el
individuo debe hacer lo que quiera consigo mismo, pero creo que la
analogía “prefiero hacerme daño a mi mismo que que me lo haga otro” no
tiene sentido en política. Cuando tomamos decisiones políticas no es que
decidamos por nosotros: unos individuos forman una mayoría y esa
mayoría se impone no solo sobre la minoría, sino también sobre la gente
que no puede votar, que vive en el campo, por ejemplo, o, en algunos
casos, sobre la gente que vive fuera. En el caso de Estados Unidos
tenemos mucho poder sobre otros países y si tomamos decisiones estúpidas
no solo nos hacemos daño a nosotros mismos, hacemos daño al resto.
Podemos incluso borrar un país del mapa. Decidimos por todo el mundo. Y
por esa razón creo que se convierte en una cuestión de justicia. La
gente puede estar en desacuerdo con esto, pero hay ciertas cosas que
todo el mundo considera están fuera de los límites: matar a gente, meter
a personas en la cárcel de forma injusta, dejar a los pobres de lado...
Tiene que haber límites, por esa razón no creo que haya que discutir
quien tiene o no razón, creo que si vamos a tomar decisiones políticas
importantes tenemos la obligación con la gente por la que tomamos la
decisión de ser competentes y actuar de buena fe. Esto es lo que creo
que no se entiende. Y el electorado en su conjunto no actúa de buena fe
ni de forma competente.
Fuente: https://www.lainformacion.com/management/la-democracia-es-un-gobierno-escogido-por-ignorantes-y-hooligans-de-partido/6350206?utm_source=twitter.com&utm_medium=socialshare&utm_campaign=desktop
Fuente: https://www.lainformacion.com/management/la-democracia-es-un-gobierno-escogido-por-ignorantes-y-hooligans-de-partido/6350206?utm_source=twitter.com&utm_medium=socialshare&utm_campaign=desktop
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