El activista Benjamin Ladraa - PÚBLICO |
Suecia. Alemania, República Checa. Austria. Eslovaquia. Eslovenia. Croacia. Serbia. Bulgaria. Grecia. Turquía. Líbano. Benjamin Ladraa ya ha dejado 11 países y miles de kilómetros a sus espaldas. Hace 10 meses, este joven sueco lanzó el proyecto WalkToPalestine, una iniciativa personal en forma de marcha en solidaridad con el pueblo palestino.
Ladraa admite que él mismo no tenía idea de la situación en los territorios ocupados hasta hace tres años. Cuando conoció a varios activistas propalestinos en su país, empezó a informarse obsesivamente, y a principios del año pasado decidió visitar Cisjordania, donde pasó varias semanas colaborando con la Cruz Roja y tocando música en los campos de refugiados de Nablús y Hebrón. "Ver ese apartheid instaurado en la vida cotidiana, la segregación en las calles, los soldados con sus armas de gran calibre campando a sus anchas, las expulsiones de palestinos de sus casas... Había leído mucho sobre lo que allí ocurría, pero cuando lo ves con tus propios ojos se hace real".
Al regresar a Suecia, "decidí que la gente debía saber
del sufrimiento que provoca la ocupación", explica. Para costearse el
viaje, vendió todo lo que tenía, incluidos sus preciados instrumentos, y
el 7 de agosto de 2017 se lanzó a la carretera. La idea de caminar en
lugar de desplazarse por otros medios "era una excusa para despertar la
curiosidad de la gente, que me parasen y me preguntasen por qué hago lo
que hago", señala. No fue hasta su llegada a Turquía cuando empezó a despertar la atención de medios internacionales:
ahora, gracias a esa difusión, cuenta con decenas de miles de
seguidores en las redes sociales, donde su gran estatura, su amplia
sonrisa, una kefia, y la gran bandera palestina que hace ondear allá
donde llega se han convertido en sus señas de identidad.
En su macuto, afirma, lleva apenas una tienda de
campaña y un saco, algo de ropa, un ordenador, una cámara para
documentar la experiencia, un dron ("a la policía le encanta", bromea),
los regalos que la gente ha ido entregándole por el camino y recuerdos
que le han pedido lleve a Palestina.
Ladraa explica que recorrer a pie tantos países le ha permitido reflexionar sobre su "situación de privilegiado como ciudadano sueco y europeo".
"Cuando cruzas el espacio Schengen, apenas te das cuenta del paso de un
país a otro. Y ahí entiendes que las fronteras son ficticias, líneas
imaginarias impuestas por gente con armas. Si no estuvieran allí, te
preguntarías qué hace una valla cortando por la mitad un campo o un
bosque".
Benjamin Ladraa en Belgrade durante el proyecto 'WalktoPalestine' - Facebook |
Su andadura no ha sido sencilla: aunque hay personas que le han abierto generosas las puertas de sus casas, en ocasiones también ha debido dormir al raso o en edificios abandonados. Ha sufrido las gélidas temperaturas del invierno en los Balcanes -hasta menos 25 grados bajo cero, recuerda con escalofríos- y ha tenido numerosos desencuentros con la policía de varios países. En Praga, el recorrido marcado por Google Maps le hizo pasar por casualidad pasó por delante de la embajada israelí y al verlo llegar con la bandera palestina y el carrito en que carga su mochila, creyeron que era un terrorista. "Me rodearon la policía, agentes israelíes e incluso un comando de desactivación de explosivos", explica. En Bulgaria fue detenido en la frontera, y en el aeropuerto de Beirut le dieron la bienvenida con seis horas de interrogatorio.
Tampoco se ha librado del racismo: "Por mis rasgos,
la gente a veces cree que soy un refugiado o un emigrante; otras, al ver
mi barba piensan que soy musulmán, y al llamarme Benjamin algunos
asumen que soy judío, así que en distintos momentos del viaje he sufrido
xenofobia, islamobia y antisemitismo por parte de gente intolerante".
Pero la tensión o los insultos, muchos llegados a través de las redes
sociales, se ha visto superados por los gestos de agradecimiento, solidaridad y empatía recibida.
"Palestinos de todas partes me han escrito cientos de mensajes diciendo
que están felices de que haya alguien luchando para que que no sean
olvidados. Se sienten silenciados y desposeídos, y gestos así les dan
(algo) de esperanza", relata.
Durante su travesía, Ladraa ha sido recibido por las
embajadas de los países que sí han reconocido el estado de Palestina, y
ha multiplicado los encuentros, conferencias y debates con todo tipo de
audiencias. "Está siendo un gran aprendizaje para mí gracias a la gente
que he conocido en el camino", sostiene. Como el policía turco que en lugar de interrogarlo lo invitó a comer y le entregó una larga carta de apoyo a los palestinos.
O la familia israelí que lo acogió en Alemania y le explicó que habían
dejado Israel porque no querían ver a sus hijos crecer en un ambiente
fascista. "Me contaron que en una ocasión, al cruzar Cisjordania en
coche, la gente empezó a tirarles piedras y les rompieron las ventanas
del coche. Cuando llegaron a un checkpoint del ejército israelí, uno de
los soldados les ofreció una ametralladora y les dijo: '¿queréis volver
allí?'. Son esa clase de historias las que el mundo necesita conocer".
Despertar conciencias
Ladraa confía en que la brutal represión de las fuerzas israelíes de las últimas semanas contra las manifestaciones en Gaza, con más de cien muertos y miles de heridos,
esté sirviendo para despertar conciencias y aumentar la solidaridad,
tanto hacia quienes viven en los territorios ocupados como hacia los
refugiados.
Ladraa a la entrada de la República de Serbia - Facebook |
Desde su llegada a Líbano, Ladraa ha visitado varios
campos palestinos, abiertos en 1949 tras la creación del Estado de
Israel. Dentro una diáspora estimada de millones de personas, el pequeño
país mediterráneo es uno de los que concentran un mayor número de
desplazados, 175.000, según el renovado censo oficial. "La situación que
viven aquí es terrible", apunta el activista. "Ayer conocí a un
bioquímico, a un doctor y a un abogado.. y ninguno puede trabajar,
porque tienen vetadas 72 profesiones. Tampoco pueden votar, heredar o
poseer vivienda. Setenta años sin derechos ni futuro, sólo
discriminación y racismo. Sienten que viven en una prisión", denuncia.
Fuente: http://www.publico.es/internacional/viaje-benjamin-ladraa-000-kilometros.html
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