domingo, 10 de junio de 2018

Impunidad, asesinatos indiscriminados y violencia sexual contra las mujeres: este es el modus operandi de Rodrigo Duterte

Conocido por patrullar fusil en mano buscando delincuentes, sus exabruptos constantes y sus intenciones de "matar a todos los drogadictos", el presidente de Filipinas promete un futuro autoritario.

Dijo, textualmente, que si ganaba las elecciones, en cuanto hiciera el juramento, se produciría una metamorfosis y él pasaría "de gusano a florecer como una mariposa". No podemos decir que cumpliera esa promesa. Y no se trata de un presidente particularmente mentiroso. Prometió acabar con la delincuencia a sangre y fuego y el año pasado alcanzó una media de 1.000 asesinatos al mes. No se puede decir que haberle entregado un libro a una joven a condición de que le besara en la boca en un acto público haya sido su salida de tono más escandalosa . De hecho, a esta al menos le avisó. Hace dos años, a unas seguidoras las besó en la boca sin permiso, forzándolas.

Su repertorio es escalofriante. Por continuar en materia de género, se separó en 1998 de su mujer Elizabet Zimmerman después de haberle sido infiel de manera constante. Se podría decir que esa podría ser la versión de ella para pedir la nulidad matrimonial, como así hizo, pero él mismo lo confirmó durante la campaña electoral: "Escucharon que soy un mujeriego, es cierto. Es muy cierto". Admitió que tenía varias novias a la vez y agradeció públicamente a los Laboratorios Pfizer la invención de la Viagra. Fue en una convención de alcaldes filipinos. Proclamó: "Antes, cuando nuestros padres y hermanos alcanzaban los 50, solo podían llegar hasta ahí. Pero ahora, incluso cuando llegamos a los 60 y los 70, gracias a la brillantez de Pfizer, la vida se ha alargado. No me puedo imaginar la vida sin Viagra", recogió el diario filipino Inquirer.

Con cerca de 50.000 infectados por el sida en Filipinas, una epidemia que se ha multiplicado por 37 en las dos décadas, el presidente rechazó públicamente el uso del preservativo porque "no dan gusto". Acto seguido, ante una audiencia mayoritariamente formada por mujeres, se metió en la boca un caramelo sin quitarle el envoltorio y les dijo: "Probadlo así, pues así es como son los condones". El vídeo de la boutade lo facilitó la propia oficina de prensa del presidente.

Verdaderamente execrables fueron sus comentarios sobre Jacqueline Hamill, una monja misionera australiana que murió en 1989 en una toma de rehenes por parte de unos presos amotinados. Los reclusos secuestraron a 15 miembros del grupo protestante la Alegre Asamblea de Dios. Durante el motín, nueve de ellos fueron violados antes de ser usados como escudos humanos. Cuando intervino la policía, la monja murió de un disparo en la espalda cuya autoría nunca ha quedado clara. La mujer murió desangrándose durante horas con los brazos en cruz cantando himnos religiosos. Duterte formaba parte del equipo negociador. Al recordar recientemente los sucesos en un mitin, estas fueron sus palabras: "Cuando sacaron los cuerpos, estaban tapados. Miré su cara... ¡qué hijos de puta!, se parecía a una guapa actriz americana. Hijos de puta, qué desperdicio. Solo se les ocurrió violarla. Yo estaba enfadado porque la violaron, eso es un hecho. Pero, ¡era tan guapa!... el alcalde debió haber sido el primero [en violarla]"

No menos primitivos fueron sus comentarios en Malacañang, en referencia al conflicto con la guerrilla comunista del Nuevo Ejército del Pueblo, donde anunció que había un cambio de planes a la hora de tratar con las mujeres guerrilleras: "Decidles a los soldados que tienen una nueva orden. No os vamos a matar. Solo os vamos a disparar en la vagina. Sin la vagina son inútiles". 

¿Un presidente así nace o se hace? Ya hay numerosas investigaciones que lo estudian, como el libro The Rise of Duterte: A Populist Revolt against Elite Democracy de Richard Javad Heydarian. Para contestar a la pregunta, hay que partir de la base de que cuando tenía 16 años, según el mismo relató, asesinó a una persona a puñaladas. ¿El motivo? Le había mirado mal. Encima, empleó esta "anécdota" para avisar a las potencias: "Con más razón ahora, que soy presidente, si jodes a mis compatriotas, no te voy a dejar escapar. No me importan los defensores de los derechos humanos".

Todavía no se ha enfrentado a ningún país extranjero manu militari, pero da la impresión de que le tiene ganas a Estados Unidos. Duterte se hizo adulto durante la guerra de Vietman, eso podría haber alimentado su antiamericanismo y antiimperialismo –Filipinas, tras dejar de pertenecer al Reino de España, fue ocupada por Estados Unidos hasta que declaró su independencia en 1946–. Sea como fuere, al poco de llegar a la presidencia llamó al embajador americano en Manila, Philip Golberg, "maricón hijo de puta", en un discurso ante unos militares. El mismo calificativo fue para Obama, al que advirtió de que su país ya no era una colonia, y se refirió a él también como "hijo de puta".

Insultos que no debieron sorprender a nadie después de que, tras proclamar su candidatura a la presidencia del gobierno, se quejó de que la visita del papa Francisco a Filipinas había causado atascos de tráfico en Manila. Duterte estuvo retenido en uno durante horas y, cuando recordó el incidente en un mitin, dijo sobre el pontífice: ""me habría gustado decirle: Papa, hijo de puta, vete a tu casa, no nos visites de nuevo".

No obstante, al margen de los exabruptos, lo realmente dramático y urgente en Filipinas es el exterminio sistemático de quienes son acusados extrajudicialmente de estar relacionados con la delincuencia. Por sus escuadrones de la muerte y cómo los defiende, fotografiándose con armas, por ejemplo, Duterte ha sido apodado como "Harry, el Sucio".

La crueldad que destila es propia de un niño bien que no ha pasado calamidades en un país con altas tasas de pobreza. En la actualidad, su desarrollo humano es similar al del Vietnam comunista. El padre de Duterte era abogado y su madre, maestra de escuela. A él no le faltó nada. Sin embargo, de niño, fue expulsado de varios colegios por pendenciero. En 2015, denunció que en uno de esos centros, un jesuita cometió abusos sexuales con él, tal vez para justificar su temprana conducta o para explicar sus posteriores enfrentamientos con la jerarquía católica. Aunque al final, pese a que su adolescencia fue descarriada y tuvo antecedentes penales, nada de eso le impidió licenciarse en Ciencia Política y en Derecho.

Llegó a teniente de alcalde cuando cayó el régimen de Ferdinand Marcos y no tardó en hacerse con el consistorio. Según CIDOB, fue un alcalde "hiperactivo, obsesionado con mejorar los estándares de calidad de vida de sus paisanos y muy celoso en la aplicación de ordenanzas, con abundancia de restricciones y proscripciones, sobre el uso lúdico de los espacios públicos y las actividades comerciales".

Esto es: prohibió el alcohol a partir de determinadas horas en los lugares públicos y mantuvo un patrullas parapoliciales para contener la delincuencia. Sin ningún tipo de escrúpulo o reparo, muchas veces él mismo iba al frente de estos grupos con su moto y su fusil como en Mad Max. En sus propias palabras: "Yo iba por Davao con una motocicleta, con una gran moto, y patrullaba las calles buscando dónde había problemas. Lo que de verdad estaba buscando era una pelea para poder matar. Para dar ejemplo. Solía hacerlo personalmente, solo para enseñar a los muchachos que si yo podía hacerlo ellos también".

A los del otro lado, a los policías y políticos corruptos, amenazó con lanzarlos desde un helicóptero. No era un ejemplo rebuscado, ya lo hizo, reconoció sin pudor, con el secuestrador, violador y asesino de una mujer cuyos padres habían pagado por el rescate. Cuando lo cogieron, lo lanzó al vacío desde un helicóptero. "Ya lo hice una vez", manifestó aludiendo a los funcionarios del estado, "¿por qué no podría hacerlo de nuevo?".

Human Right Watch y Amnistía Internacional denunciaron que el modus operandi del alcalde era señalar a presuntos delincuentes en la prensa con su nombre y apellidos que luego, casualmente, aparecían asesinados. Cuando aceptó ser candidato para la presidencia del país, después de que su hija se rapara la cabeza y colgara un selfie en Instagram para rogarle que se presentara, los periodistas le preguntaron en una comparecencia por los DDS (Davao Death Squads). Le citaron la cifra que había dado Amnistía Internacional de 700 ejecuciones entre 2005 y 2008. Y Duterte, mascando chicle, contestó: "¿Que dicen que he matado a 700? Han calculado mal. Son más de 1.700".

Poco después, en televisión, también confirmó sus intenciones sin suavizar las palabras: "Cuando digo que voy a parar la criminalidad, paro la criminalidad. Si tengo que matarte, te mato. En persona", En esa misma campaña lo demostró. El dueño de un bar de Davao le avisó de que un cliente se negaba a apagar su cigarrillo dentro del local, incumpliendo las normativas municipales. El todavía alcalde, según CIDOB, se presentó en el bar y a punta de pistola obligó al cliente a comerse el cigarro.

Ese fue su gran activo electoral, "el plan". Dar orden a la policía y al ejército para que, en sus propias palabras, se dedicaran a: "buscar a esa gente y matarlos a todos". Anunció que las funerarias iban a estar llenas y los peces de la bahía de Manila iban a engordar con los cadáveres que se iban a tirar al mar. Iba a ejecutar "el plan" sin flaquezas: "mataría a mis hijos si fueran drogadictos", avisó. Y no dudó en marcarse un Godwin, pero lo nunca visto, referido a sí mismo. Se comparó con el Führer: "Hitler masacró a tres millones de judíos. Ahora hay aquí tres millones de adictos. Me gustaría masacrarlos a todos".

Con la misma sinceridad, Walden Bello, profesor de Sociología de la Universidad de Filipinas, le dedicó a su presidente un capítulo del libro Critical Essays on Rodrigo Duterte’s Early Presidency titulado "Un original fascista". Ahí establecía la teoría del "cariño brutal" (en castellano en el original), el deseo de un pueblo de la figura de un padre "con personalidad dominante y el encanto de un gángster" que acabase por fin con el "caos" en el que está inmersa la nación. Con esta fórmula, según CIDOB, logró atraer a sectores de extracción humilde, los nostálgicos de la dictadura de Marcos, los maoístas, sectores musulmanes que anhelan un estado federal que dé autonomía a las regiones donde son mayoría y las asociaciones de gais y lesbianas. Porque Duterte no es retrógrado, no es un conservador ni un nacionalista que pretenda restaurar un pasado nacional edénico, solo promete un "futuro autoritario", señala Bello. Y en el camino se ha enfrentado a la jerarquía eclesiástica y ha promovido el uso de anticonceptivos quejándose de que la superpoblación es una de las mayores taras de su país. Eso sí, recomendaba la píldora, no el preservativo, como se ha explicado. Del mismo modo, a las elites, las denomina con el apelativo, también en castellano, de "coños". En realidad, es antiestablishment.

El resultado de su ascenso al poder y de sus políticas populistas de exterminar sin garantías a quienes un grupo de policías y vecinos armados en una patrulla consideren delincuente, se acerca ya a los 10.000 muertos. Ha recibido quejas en todos los foros internacionales, incluida la ONU, a la que también insultó diciendo que es una organización "estúpida". El alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al Hussein, replicó que el presidente filipino necesita "una evaluación psiquiátrica".

Pero con todo en contra, excepto sus votantes, Duterte sí que ha quitado ligeramente el pie del acelerador. Tras el escándalo por la ejecución irregular de un joven captado por cámaras de seguridad, hizo una concesión a la decencia y manifestó: "No puedes matar a una persona que está arrodillada rogando por su vida, esto es asesinato. Cuando digo que hay que coger a esta gente, quiero decir que los arresten y si entonces oponen resistencia de forma violenta, (la policía) tiene que defenderse".

En cuanto a vivir de la injuria, también prometió contenerse. Todo gracias a una conversación con ni más ni menos que Dios en un trayecto en avión: "Estaba mirando al cielo cuando venía hacia acá. Una voz dijo 'si no paras, derribaré este avión. Y yo pregunté: '¿quién habla?' Por supuesto, era Dios. Así que le dije a Dios que no utilizaría umás palabras malsonantes ni palabrotas. Y Una promesa a Dios es una promesa al pueblo filipino".

Entretanto, su sistema se ha está extendiendo a otros países. Las redadas en Bangladesh le costaron la vida a casi un centenar de personas hace dos semanas. Pero la paradoja es que si Duterte tiene un problema con la droga, es en casa. Consume Fentanyl, que es cincuenta veces más potente que la morfina. Ha llegado a reconocer, con su habitual sinceridad, que se ha administrado más dosis de las recomendables porque al hacerlo se sentía "en la nube nueve". Por otro lado, su hijo, que estrena reality, ha sido acusado por funcionarios de aduanas y la oposición de dedicarse al tráfico de metanfetamina, cargos que al final fueron desechados por el Defensor del Pueblo. Sin duda un alivio para su padre, que para seguir con su línea de promesas cumplidas hubiera tenido que meterle cuatro tiros.

Fuente: http://www.revistavanityfair.es/actualidad/politica/articulos/rodrigo-duterte-presidente-filipinas-violencia-mujeres-drogadictos/31570

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