Es la madre, en efecto, la que inscribe al sujeto en el campo del lenguaje a través de los gestos de sus cuidados. La alimentación y el cuidado del cuerpo, al igual que los chillidos, el llanto, la mirada y la sonrisa son ya lenguaje. Eso significa que, en contra de cierta retórica psicoanalítica que pretende excluir a la madre de la génesis del lenguaje es la madre la que lleva al hijo el milagro de la palabra sobre todo a través de su voz cuya densidad trasciende la estructuración puramente gramatical del lenguaje. También en este sentido la lalengua precede al lenguaje como estructura articulada semánticamente. Es la experiencia de una lengua hecha de cuerpo y, al mismo tiempo, la experiencia del cuerpo de la lengua.
Mientras se encarga de cuidar a su hijo, la madre acarrea la palabra, construye, junto a su hijo, la tupida textura de lalengua. Sin esta construcción no hay acceso a lo simbólico. Lo resalta el atroz experimento practicado por Federico II, el gran reformador, cuando en su búsqueda de la lengua originaria, del idioma que precede a todos los demás idiomas, confió unos cuantos recién nacidos a sus amas de cría con la consigna de no dirigirles jamás palabra alguna. De esta manera, para el monarca intelectual, podría observarse en vivo qué lengua hablarían primero los niños. Resultado: todos los niños, privados del alimento de la palabra, se dejaron morir.
Massimo Recalcati
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