Muchos de los niños veían por primera vez el cine y gracias a el descubrían los vehículos, las ciudades, el mar… en definitiva el mundo que había más allá de su pequeño entorno rural |
Ante los sucesivos recortes que desde el gobierno se hizo a las misiones Américo Castro denunció en su artículo, Dinamiteros culturales que: “Por lo visto, llevar a campos y aldeas cultura, arte e ideas españolas es un pecado mortal” |
La imagen de esos hijos contándoles cuentos a sus padres forma parte de
la historia de uno de los proyectos pedagógicos más hermosos que se han
desarrollado en la historia de la humanidad. Explica milimétricamente,
además, lo que fueron los proyectos de transformación social de la
Segunda República y todo el esfuerzo educativo que llevó a cabo para
luego caer en ese agujero de la historia al que el fascismo arrastró a
este país que estuvo durante casi veinte años de la dictadura sin
construir un solo centro de enseñanza.
De camino a Burgohondo (Ávila), julio de 1932; el último en burro es Luis Cernuda. |
Luis Cernuda montado en burro en Burgohondo (Ávila), julio de 1932. |
Cultura para escapar del hambre, para adquirir ciudadanía, para conocer los derechos, para igualarse con los que pontificaban desde los púlpitos y los cortijos de los latifundios. Había tardado en llegar el siglo de las luces, pero cuando el trabajo de la Institución Libre de Enseñanza se convirtió en guía de la política educativa, España inició un periodo de profunda transformación social, construida desde las urnas y el deseo de abandonar el atraso secular con el que los grandes estamentos españoles habían condenado a la ciudadanía.
De pronto el Estado, ese instrumento que
regulaba de forma amañada los grandes intereses, extendió su radio de
acción, se volvió inclusivo, señaló como ciudadanas a millones de
personas que hasta entonces eran insignificantes para las autoridades.
Hacer llegar la cultura a todos los estamentos sociales fue el gran reto de las misiones pedagógicas |
La Segunda República nació de forma pacífica, desde las urnas, pasando
por los ayuntamientos y por el convencimiento mayoritario de que la
monarquía era el principal impedimento para modernizar la sociedad.
Mujeres llamadas a votar, cientos de miles de personas analfabetas que
dejaban de serlo, remodelación de un Estado que hasta entonces estaba al
servicio de la iglesia católica y de los latifundistas; redacción de la
primera Constitución en el mundo que admitió como propio el derecho
humanitario elaborado por la sociedad internacional hasta la época.
Fue un momento hermoso sobre el que la dictadura echó toneladas y
toneladas de difamaciones, de falsificaciones, de generalizaciones,
repitiendo y repitiendo el relato de la violencia, los conflictos
sociales, los brotes revolucionarios, para justificar la necesidad del
fascismo, de filonazismo, de una mano dura que pusiera orden.
Escondieron y sepultaron a los hombres y mujeres que llegaban a los
pueblos más recónditos con bibliotecas portátiles, con gramófonos,
llevando la cultura a toda la ciudadanía como un derecho, sacando el
poder de la enseñanza de las sacristías, de los casinos de los
propietarios, de las instituciones constituidas por y para
privilegiados.
La Barraca de García Lorca |
Contaba un octogenario Agustín Aragón,
en el año 2002, al pie de una fosa común en la localidad burgalesa de
Caleruega que en los años de la república él era pastor y había sido
alcalde de su pueblo, Espinosa de Cervera. Lo explicaba entre bocanada y
bocanada del oxígeno de la bombona. “Eso fue la República, que un
pastor como yo podía ser alcalde”.
Los años de la
Segunda República concentraron el deseo de generaciones y generaciones
de desposeídos, de iletrados, de descalzos, de olvidados, de personas
cuya existencia estaba destinada a servir a señoritos, a trabajar para
señoritos, a dejar su destino en manos de señoritos.
La metáfora más hermosa para explicar el significado de lo que fue la Segunda República está escondida en los pliegues de La lengua de las mariposas,
la película de José Luis Cuerda basada en el relato del escritor
gallego Manuel Rivas. En ella hay una escena en la que el maestro
republicano, cumpliendo el rito de la Institución Libre de Enseñanza de
mantener el contacto del alumnado con la naturaleza, sale a pasear con
ellos a observar las plantas, las aves, los insectos.
Hay un momento en que una mariposa se posa sobre una flor y entonces
uno de los alumnos pregunta cómo consigue mariposa introducir su lengua
en la flor para libar el néctar. Y el maestro para que lo entiendan
todos, les pone un ejemplo extraído de la propia vida de los niños. Le
explica que cuando está en casa y quiere tomar azúcar a escondidas, una
vez que se asegura de que no hay nadie en la cocina, acerca una silla a
la pared de la estantería se sube a ella en busca del bote del azúcar,
lo coge, le quita la tapa y cuando ya lo tiene al alcance de la mano se
chupa la punta de un dedo y pone el dedo sobre el azúcar. En ese
momento, le explica el maestro, cuando el dedo está en contacto con el
azúcar el niño ya está sintiendo el dulzor que tardará unos segundos en
estallarle en la boca. La Segunda República fue para millones de
personas, después de decenas y decenas de generaciones, su primera
oportunidad para poner un dedo sobre el azúcar de la historia.
Los miles de libros que las personas que formaban parte de las Misiones
Pedagógicas repartieron a lo largo y ancho del país, eran el manual de
instrucciones de una sociedad que llevaba siglos siendo esperada. El
valor ético de los hombres y mujeres que llevaron a cabo ese esfuerzo es
un patrimonio sin el que será posible reconstruir el civismo ético y el
compromiso necesario para volver a poner el bote de azúcar de la
historia al alcance de las manos de quienes necesitan de la decencia
democrática para dejar de sufrir.
Fuente: https://www.eldiario.es/zonacritica/abril-Segunda-Republica-lengua-mariposa_6_760533964.html
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