domingo, 4 de febrero de 2018

“La crisis de los refugiados es una oportunidad para impulsar el desarrollo sostenible en Europa”

<p>Gesine Schwang.</p>
Gesine Schwang.
Olaf Kosinsky
¿Están en crisis los Estados nación? La Gran Recesión ha permitido comprobar que, como afirma Manuel Castells, estos se ven desbordados desde arriba por los flujos financieros y desde abajo, como está sucediendo en España, por otras circunscripciones administrativas que manejan numerosas competencias y que en ocasiones pretenden ir más allá. En un período en el que el populismo de derecha y de ultraderecha, emergente, responde precisamente a esta debilidad de control y de regulación estatal, activistas, dirigentes e intelectuales progresistas se han visto forzados a impulsar soluciones creativas para hacer frente a los problemas más acuciantes de la población. El más representativo quizá sea el fracaso de la gestión de la crisis de los refugiados en Europa. Por esta razón se ha propuesto recientemente la iniciativa de las ‘ciudades refugio’ como entidades administrativas encargadas de la integración y del apoyo a dichos refugiados. Para Gesine Schwan, profesora de Ciencia Política, activista en diversas ONG y candidata por el socialdemócrata SPD a las elecciones de la República alemana en 2004, este tipo de compromiso con los más necesitados puede paradójicamente convertirse en un impulso económico y social para la debilitada Unión Europea. Schwan ha estado presente en el festival ‘Transeuropa’ en Matadero, Madrid, y, considera que esta iniciativa contribuiría, además, a reforzar el sentimiento de pertenencia a una entidad supranacional cada vez más cuestionada.  

¿Cómo puede la red de ciudades comprometidas hacer frente al actual reto de la inmigración y, en especial, al de los refugiados en Europa?
La Unión Europea, bajo el liderazgo de Alemania, no ha sido capaz de arbitrar una solución de carácter solidario para su integración y relocalización. La exministra de Trabajo portuguesa y europarlamentaria Maria Joao Rodrigues se refirió por primera vez a la oportunidad de convertir la crisis de los refugiados en una ocasión para impulsar una estrategia de crecimiento y de desarrollo sostenible en Europa. Dicha estrategia se basa en la creación de un fondo de la Unión Europea para que las ciudades interesadas en alojar e integrar a un número determinado de refugiados puedan contar con la financiación para ello. Pero el trabajo no se detendría solo en el alojamiento y en la integración, sino que iría más allá, con un dinero adicional para poder impulsar el desarrollo de estas personas. De esta última manera, evitaríamos que los refugiados, en precarias condiciones económicas, compitieran con las personas pobres de cada país. Aquí hay un punto fundamental que no debe perderse de vista: el apoyo de los alcaldes de cada ciudad debe venir combinado con el trabajo conjunto con el sector privado y con organizaciones de la sociedad civil. La unión de estos tres tipos de colectivos daría lugar a una propuesta sobre cuántos refugiados integrar, con la ventaja de poder combinar diversos puntos de vista.   

Tratándose de una idea con tanto potencial, resulta extraño que los Estados nacionales, desbordados por estos tiempos, no la hayan propuesto… 
Se trata de una competencia estatal. El problema es que los Estados no quieren ceder su poder. La financiación de los denominados fondos de cohesión está destinada a proyectos muy específicos, mientras que nosotros perseguimos la puesta en marcha de proyectos de carácter más general y holístico para los refugiados. Y lo cierto es que esta financiación de carácter directo es más eficiente que la que hay actualmente: la vía tradicional es muy cara, burocrática y complicada, tanto que en muchas ocasiones las ciudades interesadas pierden la ocasión de solicitar la ayuda porque no cuentan con personal cualificado para realizar los trámites necesarios. La vía propuesta podría ponerse en marcha con el próximo marco de financiación comunitaria que comienza en el 2021.  

Un ejemplo paradigmático de esta perspectiva es el de Polonia: allí y en otros países de Centroeuropa hay muchas ciudades que quieren llevar a cabo este tipo de iniciativas de integración y desarrollo, aun cuando el gobierno central es absolutamente xenófobo. A finales de junio de este año se publicó un manifiesto de once alcaldes de grandes ciudades polacas como Gdansk en el que declaran que la inmigración es un reto que hay que afrontar sea como sea. De llevarse a cabo con éxito, este plan contribuiría a modificar el punto de vista dividido que tenemos sobre este problema.
  
Cuando se refiere a la financiación directa Unión Europea-ciudades, ¿está pensando en escapar de la capacidad de captura de las élites nacionales? 
La rebelión que se está produciendo actualmente contra la democracia viene principalmente motivada por una falta de participación. Este tipo de iniciativas tiene lugar en un ámbito, el local, en el que dicha participación puede ser muy efectiva, ya que los ciudadanos pueden ejercer cierto control y saber lo que está pasando. No se trata precisamente de esquivar al Estado nación. Lo que proponemos desde las municipalidades constituye una manera adicional de solucionar este tipo de problemas. Los políticos nacionales están metidos en tantas luchas por el poder, con los medios de comunicación de por medio, que pierden energías para resolver problemas como estos. Al mismo tiempo, determinadas ciudades han encontrado soluciones nuevas y creativas que involucran, además, a organizaciones de la sociedad civil y a parte del sector empresarial. 

¿Pero no cree que en lo local también se produce un juego político que condiciona también la solución de este problema? 
Depende del sistema electoral; por ejemplo, en Alemania hay mucho poder descentralizado en las ciudades, lo que hace que los alcaldes sean más independientes. Al existir en las elecciones un mayor énfasis sobre su persona que sobre su partido, pueden tener más autonomía; además, están más pegados a la vida del día a día, tienen más libertad y menos sumisión a la disciplina de partido. 

Usted afirma que es el momento de las ciudades. Pero los Estados podrían haberlo conseguido: en 1999, el ministro de Hacienda alemán, Oskar Lafontaine, propuso impulsar el gasto público, los salarios y la demanda en Alemania para potenciar las importaciones a otros países de la Zona Euro, como España y Portugal. El SPD y los organismos internacionales echaron abajo esa propuesta… Y de entonces, los desequilibrios actuales… 
Hay que tener en cuenta que Lafontaine competía con el canciller Shroedder: había también una lucha de poder dentro del gobierno. Schoedder estaba del lado neoliberal y Lafontaine trataba de resistirse a sus políticas. Siempre ha habido un enfrentamiento entre los que defienden que se debe incentivar la demanda y los que dicen que la oferta. El neoliberalismo promovía la segunda opción y una de las razones de la crisis de los partidos socialdemócratas es su énfasis en las políticas de oferta. Y eso que en Alemania esto no ocurre de manera tan clara como en otros sitios, ya que también se impulsó la demanda. Pero se acabó perjudicando a muchos países vecinos. Estoy segura de que la falta de equilibrio entre las exportaciones y las importaciones alemanas fue en detrimento de España y de otros países del euro. Con sus políticas de corte neoliberal, Schroedder se aprovechó de incrementar la demanda de otros países europeos a través de las exportaciones alemanas, lo que hizo crecer la deuda de estos países. Y ahora, Alemania está diciendo que estos países le imiten, cuando la situación es bien distinta: estos países podrán vender, pero Alemania no va a comprar… 

Lafontaine ahora defiende la salida del Euro y la vuelta a las monedas nacionales respaldadas por los Estados. Considero que, si bien la política de la Unión Europea fue errónea, una vuelta a las monedas nacionales no solucionaría los desequilibrios existentes, y estos llevarían a dinámicas que acabarían con la depreciación de muchas monedas, lo que no ayudaría precisamente. Lo que hay que hacer, más bien, es poner en marcha mecanismos de inversiones solidarias en Europa; en esto Emmanuel Macron tiene razón al proponer el incremento de las inversiones europeas para crear empleo y ayudar a los países con elevados nivel de paro. 

¿Puede tener aquí algún papel funcional su propuesta sobre la financiación directa a las ciudades para proyectos de desarrollo e integración?
Exactamente. Hay que tener en cuenta que una gran parte de la inversión comunitaria pasa por las ciudades. Considero que estas son las que están en mejores condiciones de decidir qué hacer con el dinero y si, más allá de construir unas carreteras que apenas van a utilizarse, se puede atender a las necesidades prioritarias de los ciudadanos, por ejemplo, las educativas. La educación no solo necesita infraestructuras físicas, sino también mucho personal, y durante mucho tiempo, no solo los primeros años. Hace falta un nuevo diseño económico que se desmarque del modo neoliberal que, obsesionado ideológicamente con la reducción del Estado, se opondrá siempre al incremento de personal educativo.  
Para solucionar este tipo de problemas hace falta, por una parte, una mayor inversión y, por otra, una compensación o moratoria de las deudas existentes. La denominada mutualización de la deuda en Europa es un asunto controvertido, no sé qué pensarían los ciudadanos alemanes si se les explicara adecuadamente pero el crecimiento de determinados partidos extremistas a la derecha no invita al optimismo… 

¿Cree que las redes de ciudades pueden potenciar el sentimiento europeo en un momento en el que este se debilita desde el punto de vista de las naciones?  
El potenciamiento de las municipalidades y de la conexión entre estas fomentaría un sentimiento paneuropeo de conocimiento y de empatía sobre cómo viven los demás. Incluso habría que ir más allá, colaborando con ciudades del norte de África, lo que nos permitiría generar interés por la vida de sus ciudadanos. Esto permitiría la creación de empleos sostenibles y de calidad y, además, cambiar el punto de vista clásico del Estado nación. 

Una pregunta algo previsible en este momento en España: ¿qué opina a partir de su experiencia como científica social de lo que está sucediendo en Cataluña?  
Una buena parte de mis investigaciones han versado sobre las denominadas ‘políticas de la memoria’. Por ello, lo que me viene a la cabeza es precisamente el larguísimo conflicto existente entre Cataluña y la España franquista. Quien no conozca esta perspectiva no puede entender lo que está sucediendo ahora. A este marco hay que incorporar otro como el de la larga tradición del anarquismo en el movimiento socialista y sindical español. No hay que olvidar tampoco que hace unos once años hubo una propuesta de solución: en el Parlamento español se aprobó un Estatuto de autonomía, pero Rajoy lo obstaculizó, haciéndolo imposible, lo que ha propiciado el actual conflicto. Rajoy pertenece a la derecha y procede de esa tradición franquista a la que me refiero. Y eso se ve en cómo maneja el problema. Creo que Puigdemont no es precisamente el dirigente más inteligente que podrían haber escogido, pero desde luego Rajoy está actuando echando gasolina al fuego.

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