Consumidor autónomo.
Desde sus primeros deseos de niño.
Cuya satisfacción se considera medida del amor que por él sienten.
Los adultos, aunque lo rechacen, no pueden cambiar gran cosa; así es la sociedad mercantil: querer a tu hijo ( a ese niño tan deseado, entre nosotros, que su nacimiento abre en sus padres una insondable deuda de amor) es querer sus deseos que se expresan muy pronto como necesidades vitales: necesidad de amor o deseo de objetos, da lo mismo, puesto que la demostración de ese amor pasa por la compra de los objetos...
Daniel Pennac
El pedagogo y docente francés Philippe Meirieu |
"Los políticos quieren utilizar la escuela para sus fines, pero los maestros deben ser lúcidos y formar para la libertad"
"Las familias más exigentes quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer de izquierdas, pero se convierten en guetos sociológicos que impiden la democratización del colegio"
"Las familias más exigentes quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer de izquierdas, pero se convierten en guetos sociológicos que impiden la democratización del colegio"
El pedagogo francés Philippe Meirieu ha estado esta
semana en España, invitado por el Colectivo Infancia, para dar varias
conferencias sobre democracia y educación. Este docente ha pasado por
diferentes instituciones francesas, dio clase en un instituto en los
suburbios de Lyon, ha dirigido el Instituto Nacional de Investigación
Pedagógica y durante el gobierno de François Mitterrand fue asesor
educativo. En una entrevista con eldiario.es reflexiona sobre políticas
educativas y docencia.
¿Considera que la educación es una prioridad para las democracias occidentales?
Es una prioridad publicitada, anunciada y que cuenta con
un presupuesto muy importante en casi todas las democracias
occidentales. Desde el punto presupuestario, sí que es una prioridad.
¿Es también una prioridad para la sociedad? ahí no estoy tan seguro. En
este caso, cuando hablo de sociedad me refiero a los padres, a la
sociedad civil, al tejido industrial y comercial. Los gobiernos destinan
mucho dinero a la enseñanza pero la sociedad no está muy sensibilizada
con todos los temas educativos, está más atenta al bienestar de los
adultos que a los intereses de los niños.
Está claro
que en las democracias occidentales el Estado le dedica un presupuesto
muy importante a la educación. Al mismo tiempo, el acceso y el derecho a
la educación de forma igualitaria no es realmente una prioridad.
Actualmente estamos viendo un aumento de las diferencias entre los
colegios que forman a la élite y los que acogen a los alumnos con
dificultades. Las democracias actuales se enfrentan a ese problema,
aumentan las diferencias entre las clases sociales que siguen el
recorrido educativo de forma eficaz y las clases populares en las que el
éxito escolar se da rara vez. Es un desafío para las democracias
occidentales. Y ese desafío consiste en la introducción de la justicia
en el sistema educativo.
¿Cómo se puede introducir esa justicia en el sistema educativo?
No hay muchas posibilidades de hacerlo. Los gobiernos no terminan de
demostrar tener el coraje o valor suficiente para poner en marcha
aquello que sería necesario, un sistema proporcional en los
presupuestos. Aquellos colegios en los que los alumnos están en
dificultades y les cuesta más alcanzar el éxito escolar tendrían que
tener más medios. En cambio, los colegios prestigiosos, a los que llevan
las clases burguesas a sus hijos, recibirían menos dinero.
Los gobiernos están empezando de una forma insuficiente a gestionar
esta diferencia creciente entre distintos colegios. De hecho, estamos
asistiendo a un movimiento en la mayoría de los países occidentales, que
fue anticipado en Estados Unidos, que es la degradación de la escuela
pública. Los estados están subvencionando de forma progresiva la
educación en las escuelas privadas para favorecer el desarrollo de
instituciones que se crean de forma paralela a la enseñanza pública y
satisfacer a los padres más exigentes o de clase alta. Estos
progenitores quieren que sus hijos estén en escuelas que pueden parecer
progres, de izquierdas o alternativas, pero que se terminan convirtiendo
también en guetos sociológicos porque no permiten la democratización
del colegio.
La democratización requiere una mezcla
social, eso también lo determina la arquitectura de la ciudad porque
dependiendo de cómo esté creada la sociedad se hará un reparto de
alumnos por colegios. También está ligado a otro fenómeno, el entre-soi.
Una especie de comunitarismo sociológico, como si solo quisiéramos
estar con gente que es como nosotros. Solo se puede conseguir esa
democratización cuando hay una mezcla de clases sociales, cuando niños
de distintos medios están sentados en los mismos bancos del colegio,
trabajando juntos y ayudándose. Para alcanzarla falta que se vea esa
voluntad en las políticas educativas de los países de occidente. La OCDE
dice en su último informe que la mezcla social de los alumnos en las
clases será la bomba de relojería que hará explotar el sistema educativo
occidental.
Usted habla sobre
la degradación de la escuela pública, ¿por qué lo permiten los estados?
¿hay interés en democratizar la educación?
Creo que sí que existe el interés por parte de muchos gobiernos. El
problema es que tendríamos que ir en contra de aspiraciones sociológicas
que están muy enraizadas, que no se dan solamente en el sistema
escolar. Se da también en la vivienda, la salud o la justicia. Aspiramos
a buscar la protección en la comunidad, buscar la proximidad en un
mundo que nos resulta individualista. Es como si en lugar de
interesarnos por el bien común, queremos una comunidad sociológica e
ideológica, una seguridad afectiva y personal en gente que es como
nosotros. Haría falta mucho valor político para que los gobierno dijeran
de forma clara que la mezcla social es una prioridad.
Se ha acusado a la LOMCE, la ley de enseñanza que está en vigor en
nuestro país, de introducir carga ideológica en el currículum. Durante
el conflicto político catalán, también los docentes y la escuela han
sido criticados y acusados de adoctrinamiento. ¿Cómo se consigue que el
sistema educativo no sea un instrumento político y se garantice su
independencia?
Creo que todos los gobiernos
tienen la tentación de utilizar en su beneficio la influencia que
supone el sistema educativo. Es una preocupación constante de los
sociólogos desde el sigo XIX. La cuestión no pasa tanto por pedir a los
estados que no lo hagan, más bien por conseguir que en la escuela el
trabajo pedagógico permita a los alumnos tomar distancia frente al
fenómeno de la propaganda.
Tenemos que enseñarles a emanciparse, hay que
ayudarles a que las cosas conciten su curiosidad y que tengan un
espíritu crítico. Se debe trabajar para que se puedan resistir ante las
influencias, no solo del gobierno, también de la publicidad, de las
teorías del complot o de los radicalismos religiosos.
En definitiva, consiste en formar a los ciudadanos y al final no son
los estados los que les forman, son los maestros. Es un tema central de
la pedagogía. Obviamente los políticos quieren utilizar los colegios
para sus fines, pero los maestros deben ser lúcidos. Es cierto que los
gobiernos les pagan su sueldo pero los maestros se deben a la exigencia
de formar para la libertad y no dejar que caigan en el adoctrinamiento.
Es un desafío en el mundo entero. No solo hablamos de colegios públicos,
la formación a la ciudadanía se tendría que dar en las escuelas
coránicas, religiosas o en colegios en los que se difunden doctrinas
políticas. Por ejemplo, en centros del sudeste asiático donde a los
niños se les mete una ideología muy fuerte y a la que no se pueden
resistir.
La tasa española de
abandono escolar temprano duplica la de la UE y el porcentaje de alumnos
repetidores triplica la media de la OCDE. ¿Contribuye la repetición de
curso a combatir el fracaso escolar?
El
hecho de repetir no garantiza la eficacia escolar, ni tiene un impacto
positivo. Solo en algunos casos permite recuperar el retraso. Según los
estudios es más beneficioso para las niñas que para los niños. También
es más fructuoso para jóvenes que han pasado por situaciones muy
particulares, como problemas de salud, familiares o estudiantes que no
estaban pasando por un conflicto de gran fracaso escolar y que tenían
una base suficiente para continuar. Estadísticamente es complicado que
para los alumnos sea beneficioso, en ocho de cada diez casos penaliza al
alumno porque aumenta su retraso escolar.
La
repetición es un problema que hemos generado para enfrentarnos a dos
adversidades. En primer lugar, los países de Occidente no han explorado
otros métodos de enseñanza. Solo tenemos las clases de nivel y hay otras
propuestas. Por ejemplo, las fórmulas por ciclos de dos o tres años,
los alumnos no estarían en una sola clase, estarían en un circuito de
tres niveles y habría clases de tres niveles diferentes. Se contaría con
distintos métodos de trabajo que nos permitirían que los alumnos fuesen
más rápido en algunas disciplinas y más lento en otras. Para este
modelo podemos usar como ayuda la figura de estudiantes más mayores.
Esto es algo que subestimamos en los países occidentales, no se potencia
una ayuda mutua entre los alumnos.
Otro problema
por el que existe la posibilidad de repetir no tiene nada que ver con el
nivel escolar de los alumnos. Tiene que ver con la autoridad de los
maestros. Hay muchas escuelas y muchos profesores que no tienen
autoridad frente a sus alumnos y el único poder que tienen es el de la
sanción o la amenaza. Amenazando con esta exclusión, diciéndoles que van
a repetir si no les hacen caso, es la única forma que tienen de ejercer
su autoridad.
Usted estuvo
dando clase en un colegio de un suburbio de Lyon, ¿cómo se consigue en
entornos difíciles ganarse el respeto de los estudiantes?
Es un problema con estructura de matrioshka rusa. La primera etapa es
la relación entre el colegio y la sociedad. Si los progenitores no
respetan al colegio, ni al maestro, si el estatus del profesor no es
respetado, no facilita las cosas. Actualmente creo que es así, el
estatus del docente está degradado.
En segundo lugar
está el centro educativo. Dentro de la institución tiene que quedar
claro quién ejerce la autoridad sobre los estudiantes. Cuando entran en
el espacio de la enseñanza tienen que sentir que están en un entorno
dedicado al trabajo colectivo, que hay comportamientos que no son
aceptables.
Pero en los colegios solo hay una o dos personas encargadas
de la disciplina, tendríamos que crear una comunidad de adultos en la
que todos tengan competencias sobre este tema. Los adultos no tienen una
responsabilidad solidaria del comportamiento de los menores. Por
ejemplo, si un profesor ve una pelea en el patio o en el pasillo, aunque
no sean sus alumnos ni sea en su clase, el adulto debe intervenir
porque pertenece a esa comunidad educativa.
Llegamos
al tercer paso, la clase. A muchos profesores no les han han sabido
formar para gestionar grupos de adolescentes que pueden llegar a ser
difíciles, piensan que gritando a los alumnos van a conseguir calmarles.
Al contrario, gritando van a aumentar el estado de excitación del
grupo. No se dan cuenta que igual que hablar con los alumnos es
importante, hay otros factores como organizar el espacio de la clase, de
dar consignas precisas, de saber lo que se dice y ser coherente con el
mensaje lanzado.
En España la
asignatura de religión cuenta para la nota media de sus estudiantes.
¿Qué papel cree que tendría que tener esta materia en la educación
pública?
La religión pertenece al ámbito
privado y no al público. Cada uno es libre de creer lo que quiera, pero
pertenece a la intimidad. El principio de laicidad que defiende la
educación francesa quiere dejar claro que debe existir una separación
entre el saber y la creencia. Los conocimientos se transmiten, las
creencias, no. Hay unas diferencias entre unos y otros. Las creencias
tienden a dividir a los hombres y son las que les han empujado hacia
guerras y violencias. En cambio, el saber nos une a todos en la escuela
pública. Ese es el principio, la escuela pública no debe de tratar de
abolir las creencias, pero deben quedarse en el ámbito privado.
Esto no implica que los colegios deban desconectarse de la educación
cívica y moral, porque estas enseñanzas no son ámbitos en los que deban
caer solo las religiones. Esa es una trampa en la que hemos caído. La
filosofía es muy importante, hay que trabajar en ella como pensamiento,
reflexión y plantearse preguntas sencillas. Por ejemplo, ¿cuál es la
diferencia entre una prueba y un ejemplo? Así entenderemos por qué el
agua de Lourdes no es igual de eficiente que los antibióticos.
Comprender esto sirve para iniciarse en el pensamiento filosófico. La
escuela no debería meterse en la religión pero sí en la historia de las
religiones, que no es para nada lo mismo.
Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/segregacion_escolar-laicidad-educacion_publica_0_738426894.html
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