El auto del juez de la Audiencia Nacional recoge cruda y
explícitamente el relato de las torturas que recibieron multitud de
saharauis entre 1975 y 1991
Objetivo: destruir a los saharauis
La madre
de Mohamed Jalil Ayach "escuchó cómo torturaron a su hijo durante 8
días", después murió "en el habitáculo donde iban los prisioneros a
hacer sus necesidades"
Campamento de refugiados saharuis en Dajla (Sáhara Occidental). / Juan Luis Sánchez. |
Quemaduras de cigarros, asfixia con toallas
empapadas en lejía, golpes aplicados con ingenio con el único objetivo
de hacer sufrir lo máximo posible a sus víctimas. El juez Pablo Ruz
recoge en el auto en el que imputa a once altos cargos y militares
marroquíes por un presunto delito de genocidio contra la población
saharahui un manual del horror, con escenas con nombres y apellidos de
las víctimas y los verdugos. Hechos con protagonistas como Hadram
Abderrahman Bada y Mohamed-Buia Hosein, cuyos relatos han permitido este
primer paso para juzgar a los responsables de los abusos que marcaron
sus vidas.
El 15 de diciembre de 1975, Hadram
Abderrahman Bada, de 25 años, estaba amamantando a su bebé en su casa,
"cuando sobre las 15 horas soldados de las FAR marroquíes penetraron
violentamente en la casa", recoge el auto judicial. Llevaron a Hadram al
Cuartel de Smara de las Fuerzas Armadas Reales (F.A.R.) marroquíes y de
la Gendarmería Real, "cuyos máximos responsables eran desde finales de
1975 el Coronel Abdelhak Lemdaour, del Ejército marroquí, y el Teniente
Driss Sbai, de la Gendarmería Real".
En los tres meses en los que estuvo detenida, hasta que
se la liberó sin ningún juicio previo y sin justificarle el motivo de su
arresto, a Hadram "le pusieron una venda en los ojos de manera que no
podía ver nada y a continuación le sentaron en una silla atada de pies y
manos y le golpearon; también le sentaron en un banco en posturas
dolorosas de tal manera que podían golpear las plantas de los pies y los
tobillos con porras". Es solo el inicio de una pormenorizala lista de
abusos, entre los que se encuentran supenderla de una "barra atada del
cuello y espalda mientras la golpeaban y balanceaban", las quemaduras
con cigarrillos, la bebida mezclada con orines y la comida aderezada con
"trozos de cristales" y los abusos sexuales, entre otros.
La mujer recuperó la ansiada libertad después de sufrir todas esas
prácticas, pero entonces no sabía que volvería a ser objeto de esta
maquinaria del dolor. En 1976 los soldados marroquíes le destrozaran la
barraca donde residía y en abril de 1979 "fue nuevamente detenida por
los soldados de las FAR marroquíes y trasladada hasta el cuartel de
Smara, donde fue sometida de nuevo a torturas". Un mes después, volvió a
ser liberada.
Su caso está dentro de los "hechos
investigados en el presente sumario con autor conocido". Hay otras
experiencias, como los tiros que escuchó Abba Ali Said Daf, cuyos
ejecutores carecen de rostro. La noche del 12 de febrero de 1976
quedó retratada con los gritos y las ráfagas que se cobraron la vida de
"Bachir Salma Da (el primo de Abba Said, de 14 años); Salma Daf Sidi
Salec (padre del anterior); Sidi Salec Salma; Salama Mohamed-Ali
Sidahmed Elkarcha; Salama Mohamed y Sidahmed Segri Yumani".
La identificación de estas seis personas,
junto a la de los pastores Mohamed Mulud Mohamend Lamin Maimun y
Mohamed Abdelahe Ramdan, por un equipo de investigación de la
Universidad del País Vasco ha configurado una pieza clave –según el
sumario de Ruz– para la investigación que ha sostenido la imputación de
los responsables marroquíes.
Objetivo: destruir a los saharauis
Relatos como el que siguen permiten a Ruz afirmar que "desde noviembre
de 1975 y hasta 1991, se produjo de una manera generalizada un ataque
sistemático contra la población civil saharaui (...) debido precisamente
a dicho origen con la finalidad de destruir total o parcialmente dicho
grupo de población y para apoderarse del territorio del Sahara
Occidental. Además de las detenciones, se produjeron encarcelamientos
prolongados sin juicio, algunos durante muchos años, y torturas a
personas saharauis por parte de funcionarios militares y policiales
marroquíes en diversos centros oficiales de detención ubicados tanto en
territorio del Sahara Occidental como en Marruecos". La finalidad:
"Ocupar el territorio del Sáhara Occidental y tomar posesión del mismo".
El testimonio de Brahim Mohamed Salem Omar –detenido el 14 de abril de
1976, cuando tenía 22 años, y también el 17 de enero de 1977– da cuenta
de una de las escenas más despiadadas del auto: "Durante el tiempo que
estuvo en el cuartel de Smara (...) presenció como Mariam Mohamed Salem
dio a luz en la cárcel y al recién nacido le cortaron los dedos y se los
trajeron después a la madre entre la comida".
Brahim
también fue torturado y aportó la identidad de tres de sus
maltratadores: el Coronel Lamarti, el Teniente de la Gendarmería Real
Muley Ahmed Albourkadi y el funcionario Lehsan Chaf Yeudan. "El coronel
ordenó que le ataran las extremidades del cuerpo con cuerdas y se las
separaran, aplicándole este sistema de tortura. También le aplicaron
descargas eléctricas en mejillas y lengua y fue sometido a golpes con
cuerdas en una celda".
Allí estuvo dos meses y trece
días. En ese periodo, Brahim también vio cómo "prendieron fuego vivo a
uno de los prisioneros, Mohamed Salem Bamousia, mayor de 70 años, al que
envolvieron en unas mantas, lo rociaron con gasolina y lo quemaron; y a
otro de los prisioneros le clavaron las manos y los pies a una mesa con
hierros".
La identificación de 8 saharauis desaparecidos por la represión marroquí ha sido clave en el auto del juez Ruz. / Foto: Sociedad de Ciencias Aranzadi- |
Algunos lugares tomaron el nombre de su leyenda, fruto los testimonios que definían sus tácticas, como la " Cárcel Negra" de Smara, responsabilidad del Coronel Abdelhak Lemdaour y el Teniente Driss Sbai en El Aaiún.
Víctima de torturas hasta en tres ocasiones
Víctima de torturas hasta en tres ocasiones
Al igual que Hadram Abderrahman Bada, Mohamed-Buia Hosein tuvo que
regresar a las cárceles del terror después de haber logrado salir con
vida de sus muros. Fue detenido hasta en tres ocasiones. La primera, en
1977, estuvo en el cuartel de Bensergau en Agudir. Allí fue torturado "y
durante algunos de tales interrogatorios estaba presente el gobernador
de El Aaiun, Said Ouassou". Dos años después, los marroquíes le
volvieron a privar de libertad y las técnicas no habían cambiado.
"Allí fue torturado durante 11 días: le colocaban atado sobre una tabla
con la cabeza suelta hacia arriba y le ponían en la boca un trapo
mojado con lejía y sal, hasta que le provocaba la asfixia. También le
ataron, con el cuerpo boca arriba, sobre una tabla con los pies atados
fuertes con un alambre (para que la sangre se concentrara en dicha parte
y los golpes dolieran más), golpeándole las plantas de los pies con una
pieza de metal ('falaka')".
En 1981, volvió a ser
detenido y torturado. Esta vez, fue encarcelado en Kalaat Magouna hasta
el 17 de julio de 1991, "10 años y 6 meses después de su detención sin
haberse celebrado juicio ni ser informado de los motivos concretos de su
detención salvo el hecho de ser saharaui", recoge Ruz.
La madre de Mohamed Jalil Ayach "escuchó cómo torturaron a su hijo
durante 8 días", al igual que Aminatu Haidar, presas en la misma celda
del antiguo Batallón de Instrucción de Reclutas español de la costa de
El Aaiún. La madre escuchó los actos que le quitarían a su hijo para
siempre: Mohamed Jalil Ayach "murió como consecuencia de ello, pues
después de haberle golpeado duramente le dejaron en un habitáculo donde
iban los prisioneros a hacer sus necesidades, lugar en el que estuvo
varios días sin ser atendido de sus heridas, agonizando, hasta que
finalmente falleció". Dichas torturas, continúa el texto de la Audiencia
Nacional, "fueron ordenadas personalmente por Hariz el Arbi, quien
estaba en el cuartel".
Por estos y otros hechos
contenidos en el sumario, el magistrado exige además la "busca,
detención e ingreso en prisión" del gobernador de la Administración
Territorial del Ministerio del Interior hasta 1997, Abdelhafid Ben
Hachem; el gobernador de Smara entre 1976 y 1978, Said Ouassou; el
subgobernador de la provincia, Hassan Uychen; los inspectores de Policía
en El Aaiún Brahim Ben Sami y Hariz El Arbi; el coronel de las Fuerzas
Armadas Abdelhak Lemdaour y el teniente de la Gendermaría Real Driss
Sbai.
Otras historias quedan en la oscuridad.
Aquellas en las que no hubo un superviviviente como Aminatu Haidar para
narrar cómo una madre escuchó los últimos días de su hijo, inundados por
el dolor. Otros gritos quedaron ahogados, encerrados en la intimidad
del preso y el interrogador.
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