jueves, 2 de abril de 2015

Hablamos con la fotoperiodista de guerra Lynsey Addario sobre el miedo y la resiliencia femenina



Todas las imágenes © Lynsey Addario / Getty Images. 


"Libia era increíblemente violento", empieza diciendo la fotoperiodista Lynsey Addario. Instantáneamente nos transportó a un mundo totalmente distinto al de las conversaciones civilizadas a la hora del almuerzo y de los ruidos de la vajilla del club privado de Londres en el que estamos. Viajamos al 16 de marzo de 2011, cuando Addario y otros tres compañeros del New York Times fueron secuestrados por las fuerzas armadas partidarias de Gadafi. 
 
"Nos ataron, nos vendaron los ojos y nos golpearon", dice ella, tan calmada como cuando pidió un café con leche hace apenas unos minutos. "A mí me pegaron puñetazos en la cara repetidamente y me amenazaron con matarme. Prácticamente todo hombre que se acercó a mí me manoseó una y otra vez, me tocaban los senos o el trasero, o me tocaban por encima de los vaqueros. Nadie me quitó la ropa, no me violaron. Pero como mujer, durante toda la semana que me tuvieron secuestrada temía ser violada. Ese era mi máximo temor". 
 
Desde hace ya unos veinte años, el intrépido trabajo fotoperiodístico de Addario la ha llevado desde Afganistán a Irak, al Congo, a Senegal y a Gaza. ¿Su objetivo? Buscar la experiencia femenina, o, en sus propias palabras, "mirar a las mujeres desde un ángulo más amplio". 
 
Como reza el título de su nueva autobiografía: It's What I Do (es lo que hago). Y también cómo lo hace, razón por la que estamos hablando con ella, para conocer su experiencia en un sector indudablemente dominado por los hombres, a pesar de los múltiples secuestros y experiencias al borde de la muerte, su embarazo y la posterior maternidad. Yo no soy la única que está fascinada por sus historia. Se rumorea que Steven Spielberg dirigirá una película biográfica basada en su libro, protagonizada por Jennifer Lawrence. Ya te puedes empezar a imaginar los carteles de la película. 
 
Mientras hablamos sobre el título completo de la película Es lo que hago: la vida de amor y guerra de una fotógrafa , surge de inmediato la cuestión del amor, especialmente el amor en tiempos de guerra. "Siempre tienes la sensación de que...", dice titubeante antes de corregirse, "que puedes morir en cualquier momento. Me sentí muy vulnerable en esos momentos. También ha sido una lucha durante toda mi carrera para tratar de conciliarr el amor y una vida personal con una profesión tan exigente". 
 
VICE: En el libro, hablas de que los hombres con los que trabajaste estrechamente tenían esposas y novias en sus hogares, mientras que las mujeres habían decidido montárselo de otro modo. Cuéntame un poco acerca de eso.
Lynsey Addario: Pues, no es que lo hayamos escogido así. Yo y mis compañeras tuvimos muchas dificultades para encontrar un hombre que tolerara nuestros horarios, especialmente después del 11 S. Muy poca gente regresaba a sus casas cuando se estaban cubriendo estas guerras: hubo la guerra en Afganistán que después llevó a la guerra de Irak y que fueron increíblemente intensas. Yo estaba fuera de casa casi 300 días al año, y la mayoría de los hombres no van a esperar a una mujer que básicamente nunca está en la casa. 
 
Acerca del tema de la división de género, uno podría asumir, sea correcta o incorrectamente, que ser mujer en una industria notoriamente dominada por hombres, en escenas de conflicto que también están dominadas por los hombres, significa que tienes que trabajar dos veces más duro.
Creo que es una profesión muy competitiva, pero todo el mundo tiene que trabajar muy duro. Creo que he tenido que demostrarme a mí misma y a mis colegas de lo que soy capaz, y no tanto a mis editores, irónicamente. Yo no hacía fotos para complacer a mis compañeros, a mí no me podía importar menos si me aceptaban o no, yo tomaba fotos para contar una historia. Sin embargo, quieres que tus compañeros te acepten porque estás lugares remotos y solitarios y quieres poder estar con ellos. 

  
 
Empezaste tu carrera como fotoperiodista de guerra en el año 2000, cuando viajaste a Afganistán sin un solo encargo de ningún medio. ¿Qué pasaba por tu cabeza cuando compraste ese billete de avión?
A mí nunca me criaron para temer al fracaso. Creo que todo siempre parece peor desde fuera que cuando tú lo estás viviendo. Tenía curiosidad, quería ver cómo vivían las mujeres. Quería ver si la vida realmente era tan mala como se pensaba en Occidente y lo que las mujeres mismas pensaban al respecto. 
 
 

Has escrito que, como mujer, has podido acceder a lugares a los que ningún hombre o talibán ha podido entrar en Afganistán.
Ante todo,un talibán puede entrar adonde quiera, pero, debido a sus creencias de que las mujeres no pueden ser vistas por hombres que no sean parientes suyos, no entran a hospitales de mujeres, por ejemplo, o a hogares solo para mujeres. Esas son el tipo de escenas que pude ver y que mis compañeros hombres no vieron. Para mí, eso me inspiró para cubrir temas femeninos. 
 
 
Has viajado mucho y has visto a mujeres en las circunstancias más extraordinarias. ¿Qué has aprendido sobre la experiencia universal de ser mujer?
He aprendido sobre la resiliencia de las mujeres y lo increíblemente fuertes que son. La mayoría de las mujeres están hechas para sobrevivir. Hay una necesidad biológica y visceral de cuidar de nuestros hijos. He visto a las mujeres más increíbles, en las circunstancias más vulnerables y se han vuelto en modelos a seguir para mí. En cada situación difícil en la que he estado, recuerdo a las mujeres en la República Democrática del Congo, las mujeres de Darfur, las mujeres de Afganistán, y las mujeres de Irak que he entrevistado en mi trayectoria y que han sobrevivido. 
 
Un ejemplo muy poderoso es la fotografía que hiciste a una mujer en Congo Oriental en 2008, con sus dos hijos...
...Bajo la malla contra insectos, sí. Esos niños nacieron de múltiples violaciones colectivas. Y ella los estaba cuidando con todo el amor del mundo. 
 
 
Dices que cuando te enteraste de que estabas embarazada, pensaste que tu vida se había acabado. ¿Realmente pensaste que tu carrera se había terminado?
Sí. Y sabía que recibiría muchas críticas por escribir eso de manera tan abierta, pero estaba aterrorizada. No conocía a ninguna mujer que estuviera haciendo el mismo trabajo que yo, que siquiera tuviera novio, mucho menos que estuviera a punto de tener un hijo. 
 
A pesar de ese miedo, lo hiciste. De hecho, estabas trabajando en Gaza embarazada de siete meses. Las mujeres que trabajan en la guerra tienen que lidiar con muchas críticas respecto a conciliar trabajo y familia, y sin embargo nunca les preguntan a los hombres: ¿por qué decidiste ser padre?
Sí, claro, hay una doble moral total. Cuando estaba embarazada, tenía mucho miedo de perder mi identidad, perder todo aquello que he construido en mi vida con esta vocación que encontré desde que tengo 21 años. Luego, cuando estaba embarazada, quería aferrarme tanto como pudiera a mi identidad. Hice las indagaciones pertinentes hablando con médicos, y yo no estaba en combate, estaba en las mismas situaciones en las que estaban las mujeres en Somalia, en Afganistán y en Gaza, que dan a luz todos los días. No sentía que estuviera asumiendo demasiado riesgo. Una puede controlar su embarazo sin importar dónde esté...
Cuando una mujer se va a la guerra teniendo a niños en casa, la gente le dice "¿cómo puedes hacer eso, cómo puedes dejar a tus hijos solos en casa?" Pero casi todos los hombres que están en el campo de batalla tienen hijos en casa y nadie les pregunta cómo pueden hacer eso. Compañeros míos han muerto dejando a sus hijos sin un padre. Nadie se pregunta, "¿cómo pudo ir a la guerra?" Este es un tema del que se podría hablar mucho. 
 
 
Escribiste en el libro: "hasta que no te hieren, te disparan o te secuestran, crees que eres invencible". En Libia, en 2011, esto se convirtió en una realidad para ti. ¿Qué te pasa por la cabeza cuando te capturan?
En el momento inmediato que me bajaron del coche fue como: ¿qué coño estoy haciendo en Libia? ¿Realmente me importa tanto esta historia? ¿Volveré a ver mi cámara? ¿Qué va a pensar mi esposo? Es todo lo que pensarías en el momento de la muerte. Y luego hay una paz interior muy extraña, te resignas al hecho de que realmente puedes morir. Llega un momento, cuando estás secuestrado, en que no puedes hacer absolutamente nada. Solo puedes escuchar a tus captores y hacer lo que sea que te pidan. 
 
 
¿Cómo ha cambiado el Estado Islámico las cosas para tu sector?
Su presencia ha cambiado por completo las cosas. Ellos están persiguiendo, sobre todo, a los periodistas. Solía haber respeto. Incluso en las guerras civiles, la gente siempre respetaba a los periodistas como observadores neutrales. ISIS no tiene ningún tipo de respeto por el periodismo. De hecho, nos ven como moneda de cambio. No hay manera de negociar con ISIS. No tienes una segunda oportunidad. 
 
¿Alguna vez crees que va a ser demasiado difícil hacer lo que haces?
No. Nunca decidiría tirar la toalla, porque no te puedes alejar de este tipo de trabajos así como así. Es lo que yo soy. 
 
 

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