No le gusta que la llamen viuda, afirma que Saramago aún vive en su obra. Pilar del Río, esposa, traductora, secretaria, amiga del Nobel de literatura portugués abre las puertas a LaVanguardia.com para hablar de su trabajo al frente de la Fundación que lleva el nombre del escritor, de los valores que representa, y de la publicación de La estatua y la piedra, una obra que recoge una conferencia que Saramago profirió en Turín y en la que repasa su trayectoria literaria.
-¿Cómo lleva la presidencia de la Fundación?
-Es difícil porque no es lo mismo que lo haga José Saramago a que lo haga una persona que no presenta más crédito que haber sido periodista, que en los tiempos que corren, por otra parte, es casi un descrédito.
-¿Más allá de la divulgación y del estudio de la obra de Saramago qué defiende la Fundación?
-Tenemos un claro mandamiento de intervención cívica y lo cumplimos organizando actos culturales, generando debates, llamando a las cosas por su nombre, colaborando y recibiendo a los mejores. Para nosotros los mejores son los que mejor defienden el bien común, no los más ricos o los más sabios. Además es importante hacer constar que ni la Fundación ni la casa de Lanzarote, que abre todas las mañanas al público, reciben dinero del gobierno. De hecho, la Fundación mantiene un edificio histórico. La Fundación existe porque tiene valores que defender. Tenemos una línea ideológica muy clara. Y fíjate que la palabra ‘ideología’ no me causa ningún problema. La palabra ‘ideología’ sólo molesta a quien tiene una marcada ideología de ultraderecha.
-Saramago denunció que la crisis económica se debía a una profunda crisis moral. ¿Puede hablar de la vigencia del Ensayo sobre la lucidez?
-El Ensayo sobre la lucidez no se puede entender si no se ha leído antes el Ensayo sobre la ceguera. Si el mundo está así es porque estamos ciegos. Pero ojo, no están ciegos sólo los que mandan. Aquí hay mucha gente que inexorablemente decidió habitar en la caverna, es decir, confundir, como en el mito, la realidad con las sobras que nos proyectan.
-Ceguera moral…
-Ayer leí que tanto en Madrid como en Barcelona han cerrado una serie de cines para hacer centros comerciales. La gente prefiere los centros comerciales porque entre ciudadano y consumidor prefiere ser consumidor. Si olvidamos los grandes valores estamos ciegos. Vivimos en un mundo donde la mayoría de la gente va a terminar siendo excluida, el consumo va a ser sólo para los privilegiados. La respuesta que Saramago propone ante esta situación es la lucidez, que la ciudad se haga cargo. O tú, ciudadano, te das cuentas de que eres protagonistas de tu historia o estás perdido. Si piensas “bastante tengo con trabajar y sacar a mi familia adelante”, estás perdido.
-En junio se va a presentar en la Feria del libro de Madrid La estatua y la piedra con la conferencia que Saramago pronunció en Turín en 1997 junto con textos de Giancarlo Depretis, Luciana Stegagno Picchio y Fernando Gómez Aguilera…
-José Saramago va repasando en La estatua y la piedra una por una sus obras porque tiene la intuición de que ha entrado en una fase nueva de su trabajo. Tiene la intuición de que con el traslado a Lanzarote y el contacto con la Tierra ha entrado en una fase nueva. Una fase que es mucho más directa, a lo mejor sacrificando cierta belleza formal, y esto que digo es relativo. Pero él lo explica de esta manera. Hasta El evangelio según Jesucristo el sintió que estaba escribiendo la estatua y a partir de El evangelio le urgió la necesidad de llegar a la piedra con la que la estatua está hecha.
-¿Describir la estatua?
-Creo que en ese proceso, esto no lo dice él, lo digo yo, fue avanzando hasta que llega a Caín, donde alcanza el corazón de la piedra, donde ya no hay ni una sola concesión a la belleza formal, donde dice lo que quiere decir cómo quiere decirlo. Termina de forma drástica afirmando ‘no hay nada más que contar’, punto. Hace el camino de llegar a la perfección de la línea recta frente a la belleza barroca y majestuosa de la línea interminablemente curva y por eso la frase seleccionada del libro: “siempre nos quedará por delante la ambición de llegar a hacer de la literatura vida”.
-¿Llegó a consultarle sobre los personajes?
-Los autores no hablan, no consultan. Sí que se documentan. Pero jamás en la construcción de personajes. Escribir es un acto solitario. Jorge Amado comentaba una anécdota en que todo el mundo opinaba sobre la creación de uno de sus personajes. Él se veía obligado a seguir los pasos que le indicaban familiares y amigos y al final la novela era fallida.
-¿Qué relación mantenía Saramago con la música?
-Recomiendo Claraboya, libro fundamental en la obra de José Saramago. Todo lo que viene después está contenido en ese libro y aparece la música como un elemento fundamental. Pero no sólo la música sino también la poesía, Pessoa, Shakespeare, la ceguera, la lucidez, la no aceptación de la resignación, la decrepitud de las familias, la fuerza de las mujeres, etc. todo eso está en Claraboya, el núcleo de lo que va a ser su obra posterior. De forma muy general se podría decir que la obra sigue una línea en la que se plasman las ideas de que la religión y la familia son malas para el individuo y buena para el Estado y que el amor y el arte son buenos para el individuo y malos para el Estado.
-Volviendo a los Estados. ¿Qué le parece la situación económica que vive el sur de Europa?
-Lo terrible es que inyectaran en la sangre la necesidad de consumir, de comprar una casa que hipotecaba de por vida. En los ochenta, las ideas por las que habíamos luchado, desaparecieron y volvió la familia como gran hallazgo, la fidelidad, la puesta de largo, el vino de marca… y comprar casas y quemarnos en pagar créditos. Y ahora decimos que son los políticos, pero los políticos son votados por nosotros. Cavaco Silva gobierna Portugal porque ha sido votado por los portugueses y Passos Coelho ha sido votado por los portugueses y si 30.000 funcionarios van a ser despedidos es una decisión del gobierno.
-¿Qué nos enseña La balsa de piedra en este sentido?
-En estos momentos vengo de Colombia donde Portugal fue el país de honor invitado a la feria del libro y a donde también fue el presidente de Portugal. Se han dado cuenta que la vía de salida es América del Sur, entendida como la América que va desde Río Grande a la Patagonia. En La balsa de piedra lo que dice es que no podemos ser ni simplificadores ni ciegos. Si la cuenca del Mediterráneo ha dado mucho, a lo mejor ahora hay que inventar la cuenca del Atlántico Sur. Y en esta cuenca, la Península Ibérica puede ser un nudo de comunicación entre África, América y Europa. Cuando algunos simplificadores dijeron “Saramago va contra Europa”, la respuesta la dio Ernest Lluch al decir en un artículo que Saramago no se quiere ir de Europa, Saramago pretende que Europa entera mire al Sur. Mire y vea.
-Y La balsa de piedra es de 1986…
-Para saber leer hace falta tener cultura. Es necesario no estar ciego. Están construyendo sociedades de consumidores ciegos. Nos quitan los cines para ponernos centros comerciales. Quieren consumidores ciegos que ni lean ni piensen. Ese es el futuro. Se está preparando el terreno para una dictadura. Ya la hay, que es la dictadura del dinero. Cuando en Portugal y España se dice de no pensar en elecciones anticipadas para no crear un clima de desestabilización, ¿eso qué es?
-¿Qué le parece la criminalización de quienes protestan ante la situación?
-Criminalizo a quien le quitó la vida a la gente induciéndola a comprar un piso que le suponía más de la mitad de su sueldo y vivir angustiados. Criminalizo a los que indujeron a gran parte de la sociedad a vivir hipotecados los mejores años de su vida. Estos son algunos de los valores que defendemos en la Fundación, los derechos y los deberes humanos. Uno de los deberes es que se cumplan los derechos. Y me remito al discurso que Saramago dio al recibir el Nobel:
“Alguien no está cumpliendo su deber. No lo están cumpliendo los Gobiernos, ya sea porque no saben, ya sea porque no pueden, ya sea porque no quieren. O porque no se lo permiten aquellos que efectivamente gobiernan, las empresas multinacionales y pluricontinentales cuyo poder, absolutamente no democrático, ha reducido a una cáscara sin contenido lo que todavía quedaba del ideal de la democracia. Pero tampoco estamos cumpliendo con nuestro deber los ciudadanos que somos. Nos fue propuesta una Declaración Universal de Derechos Humanos y con eso creímos que lo teníamos todo, sin darnos cuenta de que ningún derecho podrá sustituir sin la simetría de los deberes que le corresponden. El primer deber será exigir que esos derechos sean no sólo reconocidos, sino también respetados y satisfechos. No es de esperar que los Gobiernos realicen en los próximos cincuenta años lo que no han hecho en estos que conmemoramos. Tomemos entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor.” (Trecho del brindis que Saramago pronunció en la cena conmemorativa del Premio Nobel en 1998)
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