Joven sin formación, sin trabajo, sin esperanzas y sin futuro. Ese es el perfil de los protagonistas de los disturbios que se están produciendo en Estocolmo. Durante cinco noches seguidas, los barrios periféricos de la cívica ciudad sueca se han visto inmersos en el caos, en el fuego, en la violencia. Grupos de violentos salen cada noche a la calle para protagonizar actos vandálicos que terminan con vehículos calcinados, mobiliario urbano destrozado y comercios y sedes de instituciones seriamente deterioradas.
El detonante de los disturbios fue la muerte de un inmigrante con problemas psíquicos por disparos de la policía en su apartamento en Husby, uno de los barrios marginales de la capital sueca y uno de los primeros en los que surgieron los conflictos. La policía alegó que los disparos se produjeron en defensa propia, al esgrimir el sospechoso un hacha contra ellos.
Sin embargo la versión oficial no evitó que varios barrios de la ciudad, Tensta, Kista, Rinkeby, Jordbro y el propio Husby, bastante alejados del centro, se produjeran protestas antirracistas que acabaron en enfrentamientos entre la policía y algunos manifestantes. La mecha prendió. Y algunos testigos aseguran que los policías han reprimido las revueltas al grito de "negros", "ratas" o "monos" y que han cargado contra ancianos y niños.
La crisis y los recortes acentúan el problema
Estos barrios de clase baja son los más afectados por la crisis. En ellos se concentra una mayoría de población inmigrante que ha quedado relegada a la exclusión social. Además, el paro es la tónica general y el Gobierno conservador sueco ha recortado en prestaciones y ayudas sociales, acrecentando el problema y el descontento entre las clases más bajas.Alejandro Navas, profesor de Sociología de la Universidad de Navarra, explica que estos problemas se producen cuando se da una masa de juventud sin futuro, atrapada en un sistema político, económico y social que les excluye. Así, "vuelcan su frustración saliendo a la calle. Suelen ser ciudadanos del país, o inmigrantes de segunda o tercera generación", hace ver el profesor
Los disturbios dan además voz y supuestas razones a los grupos de derechas más radicales en la asamblea legislativa del Reino de Suecia. Demócratas por Suecia, con una amplia representación en la cámara, contrapone los derechos de los suecos al mantenimiento de políticas sociales destinadas a la inmigración.
Una problemática que se da en mayor o menor medida en todos los países que tradicionalmente han recibido una gran afluencia de inmigración. "Suecia fue la campeona del multiculturalismo. Ha habido épocas en las que se ha impartido enseñanza pública hasta en 100 idiomas diferentes y era un ejemplo de estado del bienestar", rememora Navas.
Sin embargo, al enfrentarse a una crisis económica, a los recortes en prestaciones sociales, ayudas y planes de integración, se puede comprobar que "es un sistema fracasado que no logró la integración real".
"Ante los recortes hay mucha gente que queda excluida y eso se traduce en violencia", razona el profesor Navas, que intuye cuál puede ser la solución. "Cuando se recupere el gasto social se facilitará que las cosas mejoren, que se mejore la convivencia".
Frustración, guetos y desarraigo
Los disturbios, además, tienen una de sus raíces en las políticas urbanas y de vivienda de las grandes ciudades. Tal y como explica Carmen González, investigadora del Real Instituto Elcano, "en algunos países se adoptó una política de vivienda pública que llevó a construir grandes núcleos de vivienda barata, que poco a poco fue siendo ocupada por la población inmigrante, que al ser el tramo más bajo económicamente, era quien tenía derecho a la vivienda social. Eso fue desplazando a la población local, dando lugar a enormes guetos en la periferia y cerca de las grandes capitales". "La concentración de grupos étnicos crea un sentimiento de exclusión muy grande", explica González. "En España no existen esos grandes guetos", tranquiliza la investigadora.
Paralelamente se da la circunstancia de que la sociedad se encuentra en un "impass político" en el que "los gobiernos no consiguen afrontar los problemas ni ilusionar a la ciudadanía" y de eso resulta "un terreno abonado para los populismos" que se está traduciendo en una proliferación de partidos de derecha radical, que hacen discursos en los que "identifican culpables de forma demagógica y simplista, atrayendo a la gente más descontenta, que sólo entiende su mensaje simple y populista", según Navas.
Y el sistema se retroalimenta, porque esos partidos acceden al poder o toman peso en las decisiones políticas, por lo que "se toman decisiones que pueden agravar el problema, excluyendo aún más a las clases más bajas", dice Navas. Carmen González apoya el argumento al asegurar que "los partidos radicales amplifican y divulgan la resistencia al contacto con los grupos étnicos minoritarios, aumentando la sensación de rechazo para la población inmigrante y su exclusión".
El problema no tiene visos de solucionarse a corto plazo si no se produce un cambio en los modelos sociales. "Podrían ir a más, porque las causas siguen estando ahí. Con una Europa en declive demográfico se va a necesitar la llegada de más inmigrantes". Eso es "una bomba de relojería que va a someter a Europa a tensiones demográficas y sociales si no hay un cambio radical de las políticas", vaticina Navas.
"Son grupos violentos, no solo inmigrantes"
Eva Jusdado es una trabajadora española del Instituto Cervantes de Estocolmo y lleva viviendo en un barrio cercano a los de los disturbios cerca de 14 años. Asegura que en la capital la ciudadanía está "consternada porque los grupos violentos que promueven los disturbios están yendo contra la población más vulnerable y destruyendo sus posesiones: sus coches, sus guarderías...". Recientemente conoció el caso de un modesto electricista que vio cómo la furgoneta con la que trabajaba, fuente del sustento de su familia, amanecía calcinada por culpa de las revueltas.Eva desliga a la población de los barrios más pobres de los disturbios. "Son grupos violentos, y no los inmigrantes de esas zonas, los que ejercen la violencia. Son gente joven, desarraigada, que aprovecha cualquier ocasión para salir a la calle a hacer destrozos".
A la trabajadora, que dice no sentir miedo y que vive con calma la situación en la ciudad, tampoco le parece que haya una motivación racista real detrás de las algaradas en las calles. "No creo que protesten por la muerte del joven", dice Jusdado, sólo quieren "reventar las manifestaciones", ya que "la gente de los suburbios se ha levantado diciendo que no quieren violencia en sus barrios".
Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/1823508/0/estocolmo-suecia/disturbios-desigualdades/exclusion-suburbios/
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