Los abuelos siempre cuentan buenas historias. Solo hacen falta dos cosas: Saberlos escuchar y que estén vivos. Si le preguntáis al vuestro, os hablará de una época en la que España era una tierra próspera. El Sol brillaba con la fuerza de un Kame-hame, los hombres y mujeres alimentaban a sus crías seis veces al día y el trabajo brotaba de los árboles como manzanas doradas en el jardín de las Hespérides. Fueron días felices, hasta que llegó un ser malvado y cruel. ¿Jorge Javier Vázquez? NO. LA CRISIS.
¿Os gustan los gatitos? Pues os jodéis, porque vamos a hablar de Historia. El Día del Trabajo fue instaurado por la Segunda Internacional hace más de 120 años. El único habitante de la Tierra que puede contar esta historia de primera mano es Jordi Hurtado. Se conmemora la ejecución de cuatro obreros anarquistas que reclamaban la jornada laboral de 40 horas. Hay que decir que las manifestaciones eran algo más moviditas que las de ahora. Días antes, una bomba había provocado la muerte de varios policías. El gobierno arrestó a seis manifestantes y, sin ningún tipo de prueba en su contra, hizo con cuatro de ellos lo mismo que nosotros con los latinos cuando llaman ofreciéndonos cambiar de compañía: Colgarlos. Corría el año 1886. En aquella época tenías dos opciones: Matarte a trabajar o morir asesinado por el Estado.
Las cosas han cambiado mucho. Hoy en día, si le preguntáis a un niño qué es la clase obrera, os responderá que "hacer encofrados vestido de smoking". En cambio, si mañana un capitalista de finales del S.XIX se asomara a la ventana de su despacho, ocurriría algo así:
- Señor, aquí tiene su bourbon. Se lo he preparado como a usted le gusta: Con sangre de bebé
- Gracias, Bernardette. No se retire todavía, quiero hacerle una pregunta.
- ¿Señor?
- ¿Quién es esta muchedumbre maloliente que grita lemas incomprensibles bajo mi ventana?
- Son obreros, señor.
- Obreros... ¿Y qué reclaman esos puercos holgazanes, trabajar menos de 18h diarias?
- No, señor. Son gente sin trabajo. Piden un empleo.
- ¡Jajaja! Me encanta su sentido del humor, Bernardette. Por eso la contraté. Y por su culo.
- Hablaba en serio, señor. En el siglo XXI no hay trabajo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Ni siquiera para los niños?!
- El trabajo infantil fue prohibido, señor.
- ¡¿Cómo?! ¡¿Y quién diablos ha fabricado estas horrendas zapatillas deportivas que calza usted?!
- Bueno... Niños chinos, señor.
- ¡Jajaja! Me encanta su sentido del humor, Bernardette. Por eso la hago trabajar 20 horas diarias. Ahora retírese, que tengo ganas de mirarle el culo.
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