sábado, 18 de mayo de 2013

Inmigrantes en paradero desconocido

Archivo. Un inmigrante explica como la policía marroquí le golpeó los tobillos con una piedra . 2012. (Blasco de Avellaneda)
Nadie sabe exactamente dónde están. Forman parte de una cifra global, ciento cincuenta, que ha ocupado durante un día la portada de medios de comunicación locales y nacionales españoles. Tres días después de que intentarán cruzar la valla, y como es habitual tras un intento de entrada desde el lado marroquí, nada se sabe en la ciudad española de los setenta inmigrantes subsaharianos que no están registrados en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Tampoco es que su destino despierte mucho interés, ya que excepto alguna ONG, nadie pregunta por aquellas personas que se quedan “a las puertas” de pisar la ansiada Europa.

Mucha investigación requiere, y no es para menos, teniendo en cuenta lo que conlleva para cualquier persona que viva en el país vecino denunciar el trato que la policía marroquí da a los subsaharianos que pretenden saltar la valla. Aún así, fuentes muy cercanas al hospital Hassani de Nador nos han informado de que han sido atendidos “diecinueve heridos a consecuencia del asalto a la valla”. Nos aclaran que solamente una de las ambulancias que trasladó a estos inmigrantes venía acompañada por la policía marroquí, y que incluso tres de los afectados llegaron al hospital por otros medios. “Casi sin poder andar y en un estado lamentable se disponían, descalzos, a volver al Gurugú”, nos dicen estas fuentes. Al mismo tiempo destacan la actitud de algunos marroquíes que no dudaron en proporcionarles zapatos, “una ayuda importante para personas totalmente lisiadas y sin ningún recurso”, concluye.

Pero el maltrato a estos subsaharianos no acaba aquí ya que durante la noche del martes al miércoles la gendarmería del país vecino invadió los asentamientos de inmigrantes “no sólo los del Gurugú”, nos insisten. De hecho, nos aseguran que en algunos sitios “quemaron todo, desde plásticos a mantas” y en otros, como donde se encuentra el poblado de los nigerianos, “llegaron a apresar gente”, mientras que algunos inmigrantes, nos dicen “lograron huir”. Las mismas fuentes nos informan de que el miércoles por la mañana dos personas heridas, “una de ellas con aspecto impactante y grave, tras recibir brutales golpes en la cara y la cabeza”, deambulaban por la calle.

La Agencia Marroquí de Prensa (MAP) también ha publicado una noticia relacionada con el intento de entrada de este lunes en la que aseguran que se está investigando la muerte de un inmigrante. Informan de que las autoridades marroquíes “no han especificado que el cadáver encontrado tenga alguna relación con la tentativa de alcanzar la ciudad española”. Además, la agencia afirma que “en el asalto, un total de 54 personas fueron detenidas, entre ellas cuatro heridos que fueron trasladados al hospital Hassani de Nador”. Periodismo Humano, sin embargo, tiene constancia de que fueron diecinueve, y no cuatro, las personas ingresadas en el centro hospitalario.

Otra declaración que hacen las autoridades del país vecino, y que ha sido publicada por MAP, es que “los candidatos a la inmigración ilegal se mostraron particularmente violentos y lanzaron piedras contra las fuerzas del orden marroquíes”. Una afirmación que niegan tajantemente algunos de los vecinos que viven en las inmediaciones del cauce del Río Nano, lugar desde donde se produjo el intento de entrada este lunes. Hemos contactado con algunos de los que cruzan cada día la frontera para venir a trabajar a Melilla y nos aseguran que los subsaharianos que no lograron saltar la valla fueron “maltratados” por la policía marroquí. “No levantaban la cabeza del suelo mientras recibían más y más golpes”, nos aseguran, e insisten en que “lo único que hacían era ponerse las manos delante de la cara para protegerse”.

Cuando les preguntamos si han visto alguna vez a un inmigrante actuar de forma agresiva nos responden rotundamente que no “los habrá violentos, pero desde luego nosotros, en todos los años que llevamos viviendo aquí no hemos visto a ninguno”, sino todo lo contrario añaden, aguantan “el trato inhumano” de la policía marroquí. Definen lo ocurrido el lunes como “una pesadilla”. Nos explican que sobre la una de la noche vio desde su casa cómo dos furgones pertenecientes a la gendarmería marroquí se paraban. “No tengo palabras para describir lo que vi”, nos dice casi sin poder hablar, y añade con lágrimas en los ojos que vio como los mejanis “pisaban y golpeaban sin piedad” a cinco subsaharianos, mientras “a otros ocho los tenían en las furgonetas”, concluye. Una escena, reconoce, frecuente en esta zona y que se volvió a repetir este lunes, “no es la primera vez que no podemos dormir por el trato que la gendarmería da a los inmigrantes”, apunta. También este marroquí nos explica que al día siguiente de un intento de salto se ha encontrado a algunos subsaharianos sangrando y en pésimas condiciones. “Esta vez no he visto a ninguno”, afirma refiriéndose a la mañana del martes, y apunta que “la gendarmería no ha dejado ni rastro”. Una actuación violenta, la de los mejanis, que preocupa y hasta agobia a quienes viven en los alrededores del cauce del Río Nano. “Lo peor es que cuando vemos este tipo de cosas sólo podemos gritar y pedirles por favor que paren”, nos asegura angustiado otro de los vecinos, quien insiste en que “todo el mundo lo sabe y tanto el Gobierno español como el marroquí hacen la vista gorda”. Mientras tanto, ellos atienden en sus casas a algunos de los subsaharianos que llaman simplemente para pedirles agua. “Vienen descalzos, con las manos llenas de sangre y los pies reventados de andar por las piedras y por los pinchos”, afirman apesadumbrados.

Distintas fuentes nos insisten en que la gendarmería marroquí está actuando con mucha más violencia y brutalidad desde hace aproximadamente dos semanas, después de que alrededor de 200 subsaharianos intentaran acceder a territorio español y aproximadamente setenta lo consiguieran. Tres días después de esta entrada, el pasado 25 de abril, el fotógrafo Gianfranco Trippodo junto a otro compañero, sufrió el control de la policía marroquí.

“Queríamos hacer un reportaje sobre los inmigrantes que están en el Gurugú”, nos dice, y nos explica que “era la segunda vez que íbamos y nos recomendaron acercarnos en coche, por lo que alquilamos uno”. Añade que los primeros dos días no tuvieron ningún problema pero que el tercero transcurrió de manera muy diferente “los inmigrantes nos advirtieron de que había llegado la Policía Marroquí, por lo que nos escondimos al lado de los campamentos”, señala. Tras un buen rato decidieron “dar un largo rodeo” para ir a buscar el coche. Cuando fueron a coger el vehículo se encontraron con una furgoneta de la gendarmería del país vecino y con varios agentes de paisanos que iban en otros dos vehículos. “Tras preguntarnos que hacíamos allí y comprobar nuestros pasaportes nos llevaron a Comisaría para escribir un informe sobre nosotros”, detalla. Reconoce que la actitud de los mejanis no fue agresiva, “iban de buen rollo”, apunta, aunque señala que “sabiendo que éramos periodistas nos recriminaron nuestra actuación”. Tras tenerlos dos horas retenidos y revisar todas las fotos, tanto en sus cámaras como en sus móviles, les permitieron marcharse, no sin antes insistirles en que no volvieran. “Lo mismo les ocurrió”, continúa explicándonos, a otros dos profesionales, uno australiano y otro marroquí “a quienes también pillaron”.
Una presión constante que sufre cualquiera que se acerque al Gurugú. “Simplemente vamos a darles comida y agua a los subsaharianos”, nos dice un marroquí que vive en Nador, y añade que “no nos dejan”, ya que las popularmente conocidas como ‘lecheras’ – furgonetas utilizadas por la gendarmería marroquí en las que no se ve el interior y que son utilizadas para trasladar inmigrantes subsharianos a la frontera de Argelia- están a todas horas allí. “No es que no nos importen”, nos aseguran impotentes estos marroquíes, “es que no podemos hacer nada”. Mientras tanto, los días pasan y las agresiones a este grupo de personas, cuyo único delito es buscar un futuro mejor, continúan.

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