martes, 28 de mayo de 2013

"El origen soy yo mismo"


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  La mirada ideal es la que lo ve todo. Y, naturalmente, el ser humano picotea como una gallina las cosas sabrosas, que son naturalmente los defectos. Lo demás no tiene interés. El pico no tendría nada que picar...Lo idiota es que uno se pueda ver tan poco a sí mismo, porque habría que ponerse ante uno mismo y utilizar esa mirada penetrante. Siempre se apartan los ojos de uno mismo, y por eso los seres humanos son tan mentirosos la mayoría de las veces.

¿Usted se mira a sí mismo, o cómo es eso?
 Es muy difícil, porque habría que ponerse ante un espejo, un espejo invisible, que lo reflejara, y se lo arrojara a la cara.

  Y eso no le gustaría tanto?
  ¿A quién le gusta eso? Uno mismo sabe ya cómo es. En ningún caso mejor que otro. Pero lo interesante son los otros. Ellos tienen el mismo derecho, pueden mirarme a a su vez. Sin embargo, la mayoría aparta la vista cuando me ve, y por eso muy pocos se dan cuenta de mis defectos. 

  ¿En qué sentido apartan la vista?
  Cuando voy por Viena y me encuentro con colegas, siempre apartan la vista. Salgo de paseo tranquilamente y veo a alguno, porque tengo buena vista, que ciento cincuenta metros antes se precipita de una forma totalmente absurda en un estanco, aunque no fuma, sólo para evitarme. Es una lástima. Se vive con seres humanos a los que, en realidad, se quisiera abrazar, por lo amables que son. Pero lo evitan a uno todo el tiempo. Cuando estoy ante una librería, mirando el escaparate, y el librero está dentro, al principio sigue ordenando todo muy amablemente, pero luego me ve y se va enseguida, se da la vuelta y se va.

  ¿A qué lo atribuye?
  Bueno, a mí mismo, naturalmente. Uno mismo es el origen de todos los males, se dice, pero gracias a ello se tiene siempre también la vía libre, resulta mucho más agradable. Si a uno lo quisieran, tendría que abrirse paso a través de la muchedumbre, como el Papa, al que le rompen la túnica cada vez que aparece. Eso no me pasa a mí, la mayoría de las veces sólo veo espaldas. En el sentido físico y anímico. Así, con el tiempo, he adquirido realmente una especie de visión de espaldas, conozco las espaldas mucho mejor que la parte delantera de la gente.

  ¿Le ha ocurrido con más frecuencia en los últimos tiempos?
  Bueno, desde hace decenas de años siempre ha sido así. En mi casa ya me pasaba. Cuando me veían, se precipitaban afuera, porque esperaban algo desagradable, aunque yo era el niño más amable que se pueda imaginar, de veras. Era encantador, con rizos grandes largos, bonito de ver y con una voz agradable, pero a uno no le dejan ser feliz. Si hace así y abre los brazos, "venid todos", no viene nadie, y si no quiere ver a nadie, seguro que tendrá a varios delante de la puerta. ¡Todo eso es espantoso, chocante!
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Un encuentro (Conversaciones con Krista Fleischmann)
Tomas Bernhard

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