viernes, 13 de julio de 2018

Paisaje infantil

Sería bueno reflexionar mucho para decir un poco
de lo así perdido, de aquellas largas tardes de la
infancia que jamás regresaron... ¿y por qué?

RILKE
 
Resultado de imagen de Klaus mann     Habría que escribir un gran y difícil capítulo sobre el miedo que ataca al niño por las noches, y no sólo por las noches. Estoy seguro de que en esos terrores profundos y escalofriantes subyace el recuerdo atávico de los estados de espanto que en tempranas épocas de la humanidad alternaban con los estados de alegría y codicia. La masa del miedo que probablemente forma, por así decirlo, la capa más inferior de todo espíritu infantil, reacciona no tanto ante la idea de la muerte -que para el niño es más incomprensible, y sencillamente inverosímil, que terrible- como ante el secreto de la vida misma, que nos llama y aterra, por ejemplo, desde la oscuridad, tan clara y sigilosamente. Ningún naufragio y ningún espectro podían hacer que nuestro miedo fuera tan abismal como el que sentíamos, a los seis, ocho o diez años, al escuchar los rumores de la oscuridad cuando nos íbamos a dormir. ¿No ha crujido algo? La angustia que contrae nuestro corazón al oír ese crujido proviene de profundidades de nuestro ser mayores que todas las protestas de angustia o de amor que hemos balbuceado desde entonces. Porque esa angustia significa que estamos indefenso en una creación de la que nada sabemos; que el capricho de una terrible tormenta puede destruir el planeta en el que nos movemos; que de la oscuridad puede salir un espíritu maligno y extinguirnos o arrastrarnos; no somos nada, estamos solos con el secreto..., solos con el secreto..., sólo el miedo está con nosotros: y nosotros, a solas con el miedo....
   También era terrible el susto ante la propia imagen en el espejo, especialmente cuando no nos miraba desde la claridad de un espejo enmarcado sino, turbia y borrosa, desde el cristal de una ventana en el crepúsculo. El miedo al desdoblamiento forma parte del miedo a la soledad y a la oscuridad. Toda esquizofrenia tiene su origen en la infancia. Cuando, al dibujar o escribir, levantaba la vista y veía de pronto mi propia frente, mi propio pelo, mi propia boca silenciosa en el cristal oscuro..., una mano gélida apretaba mi pecho, y oía que mis dientes rechinaban de miedo. ¿Quién es ese? ¡Pero si soy yo! Pero ¿quién soy yo? ¿Dónde estoy? Entonces soy dos... De niño, a solas con su imagen en el espejo en un cuarto en penumbra, el ser humano conoce todos los grados de desesperación de un manicomio. 
   Naturalmente también había miedos más palpables, más comprensibles, pero me parecen inofensivo si los comparo con lo inaprensible. El miedo a las tormentas era a veces serio, o el miedo a los hombres malos...También los sueños podían ser espantosos, pero nunca tan terribles como el miedo a la oscuridad cuando yacíamos despiertos.....


Hijo de este tiempo
Klaus Mann

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