*«Había perdido el tiempo, y ahora el tiempo me desgasta».
William Shakespeare
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La energía y el tiempo están íntimamente relacionados. Cuando nos sentimos pletóricos de energía, entusiasmados, aterrados o emocionados, nuestro cuerpo y nuestra mente se inundan de sustancias químicas que los hacen funcionar más rápido y, en consecuencia, a nuestra mente acelerada le parece que el mundo exterior, relativamente, va cada vez más lento. Ciertas dogas, como el LSD o la cocaína, que estimulan el propio sistema de despertar del cerebro, también distorsionan completamente la percepción subjetiva del paso del tiempo, por lo que un "viaje" puede parecer eterno. Cuando conducimos un automóvil y se produce un choque, el mundo parece moverse a cámara lenta, mientras la mente se acelera. Pero cuando nos falta estímulo o emoción, la mente se ve privada de sus drogas de "aceleración" naturales, por lo que el mundo exterior y sus horas, días y años parecen volar rápidamente. Ésta puede ser la razón por la que el tiempo parece transcurrir más rápido a medida que nos hacemos mayores -para un niño todo es nuevo y le produce emoción o miedo, mientras que cuando nos vamos haciendo mayores hay cada vez menos cosas que puedan constituir una nueva experiencia y aprendemos a protegernos de estimulaciones bajo una capa de seguridad. Así, una niña que corre de un lado para otro puede estar gritando de emoción, o con los ojos desorbitados de miedo y fatiga, y para ella una hora es una eternidad y un día se alarga sin fin. Un hombre de edad avanzada puede haber convertido su vida en un conjunto de rutinas inacabables, cerrándose a toda innovación, con lo que en su vida la adrenalina ya no es necesaria. En comparación con los muchos años que ya ha vivido, cada hora parece transcurrir más rápido que la anterior.
La percepción subjetiva del tiempo puede también estar relacionada con la cantidad de recuerdos. Las personas que han perdido la capacidad de conservar recuerdos, como puede ocurrir cuando se han producido ciertos tipos de daños cerebrales, viven en un presente perpetuo. Si recordamos todo, entonces sesenta minutos están llenos de un número infinito de acontecimientos, pero si no recordamos nada, parece que nada sucedió durante aquella hora. Cuando estamos indignados o emocionados, recordamos más, porque la adrenalina y noradrenalina estimulan la formación de recuerdos. Esto explica, en parte, por qué los sucesos importantes o traumáticos se recuerdan con tanto detalle, mientras que los días aburridos son tan fáciles de olvidar. [...] La emoción puede hacer que el mundo exterior se acelere o se frene, en parte porque se refuerza nuestra memoria....
La energía de la vida
Guy Brown
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https://principia.io/2018/07/16/reflexion.Ijc4MSI/
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