Un libro innovador que narra por primera vez las operaciones
clandestinas del los servicios secretos británicos desde el final de la
Segunda Guerra Mundial.
Una mujer en el puerto de Portsmouth mirando el portaaviones HMS
Invincible volviendo de la Guerra de las Malvinas. (Hulton Archive/Getty
Images)
Hay momentos en los que la única reacción posible a una noticia
imprevista es que todo el mundo contenga la respiración. Siempre ha sido
un secreto a voces que los dirigentes británicos empleaban a espías y
agentes de las fuerzas especiales para interferir en los asuntos de
otros países –con la mayor discreción y negándolo en la medida de lo
posible–. Pero Rory Cormac ofrece a sus lectores algo más. Un libro
innovador donde explica la primera historia de las operaciones
clandestinas británicas publicada jamás, que abarca las siete décadas
transcurridas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La obra se lee
como un thriller y ayuda a comprender cómo el servicio secreto
británico de inteligencia –el M16– ha difundido durante mucho tiempo
informaciones falsas con el propósito de dividir y desacreditar a
diversos objetivos de Oriente Medio y el Este de Europa.
Reino
Unido no se limita a conspirar contra sus enemigos sino también contra
sus amigos. Pero eso corresponde a la tradición. Tras la Segunda Guerra
Mundial, el país tuvo que ceder cada vez más ante Estados Unidos. Pero
entre sus alfilerazos –como los llama el autor– estuvieron los intentos
de promover una revolución en Albania e instigar golpes en el Congo,
Egipto, Siria, Arabia Saudí e Irán –en este último caso, con éxito y con
unas consecuencias que todavía hoy siguen repercutiendo en toda la
región–. Saboteó buques para impedir la llegada de refugiados a Israel,
canalizó ayuda en secreto para los rebeldes en Afganistán y emprendió
una guerra cultural y económica durante la Guerra Fría contra Estados
comunistas y aliados como Francia.
El Reino Unido libró una guerra
secreta en Yemen, Omán e Indonesia y usó discretamente las fuerzas
especiales para eliminar a sus enemigos de la Malasia colonial y de
Libia durante la Primavera Árabe. Si esto es lo que se entiende por
rendir por encima de sus posibilidades, desde luego a los británicos se
les da muy bien. El autor revela un mundo de intrigas y manejos en los
rincones más oscuros de la burocracia británica que es fascinante, tanto
en los detalles como en un sentido más amplio, porque es al mismo
tiempo la historia de los intentos del país de utilizar, durante
décadas, pretextos y engaños para enmascarar su decadencia como potencia
mundial. Las operaciones clandestinas suelen ir más asociadas a la CIA,
pero Rory Cormac plantea una cuestión crucial cuando dice que “pocos se
dan cuenta de que para el Reino Unido, un Estado aparentemente en
constante pérdida de su condición de gran potencia, las acciones
clandestinas han sido todavía más importantes. Los británicos,
sencillamente, son más hábiles a la hora de ocultarlas”.
A los lectores británicos les interesará la historia de las
operaciones clandestinas del M16 para acabar con el Ejército Republicano
Irlandés (el IRA) a principios de los 70. Utilizando métodos de la
Guerra Fría y la contrainsurgencia colonial, un veterano de viejas
campañas británicas, que tenía fama de ser el último de los magnates
corruptos y estaba encantado con ello, trazó una lista de posibles
operaciones encubiertas. El autor escribe que “la espectacular lista
—tan secreta que seguramente fue destruida hace mucho tiempo— hizo que
los funcionarios británicos contuvieran colectivamente la respiración.
No solo incluía la falsificación de cartas y el sabotaje de armas y
municiones del IRA, sino que llegaba al asesinato. A Dick White, el
coordinador de inteligencia de Gran Bretaña y el agente secreto de más
rango del país, se le demudó el rostro. Aun así, transmitió las
opciones, como era su deber, al primer ministro Edward Heath cada vez
más frustrado”. Pero lo que parecía apropiado contra los soviéticos —o
en algún remoto rincón del moribundo Imperio Británico— lo era “mucho
menos en las calles del Reino Unido”.
Para los lectores
interesados por los asuntos de Oriente Medio, leer sobre el uso de
operaciones encubiertas en Omán, Irán, Yemen y Egipto, antes y después
de la crisis de Suez en 1956, resultará fascinante. Gran Bretaña
contribuyó de manera crucial a derrocar al primer ministro elegido
democráticamente Mohammed Mossadeq en 1953. La estrategia la puso en
marcha Herbert Morrison, el belicoso ministro de Exteriores del primer
ministro laborista Clement Atlee, cuya experiencia en política exterior
era mínima y aún mayor su ignorancia sobre Oriente Medio. Estados
Unidos, al principio, era reacio. Pero Gran Bretaña no, y el primer
ministro en 1953 —nada menos que Winston Churchill— se mostró
entusiasmado. Las grandes compañías petroleras ayudaron de buen grado.
Es digno de mención el hecho de que todos los líderes políticos
estuvieron dispuestos a participar en tan turbia operación, tanto los de
derecha como los de izquierdas. El laborismo nunca había tenido una
política exterior definida, especialmente en relación con Oriente Medio.
El relato de Cormac nos lleva a Egipto y Yemen —donde la injerencia fue
total— y hasta el momento de la campaña para derrocar al coronel Muamar
al Gadafi.
El libro aborda un tema interesante cuando llega a la
época de Margaret Thatcher, una primera ministra que era muy partidaria
de los métodos clandestinos para defender los intereses
británicos. “El sombrío mundo de la inteligencia, las armas y la
economía extendió sus brazos hasta el Banco de Inglaterra, con el que
siempre había tenido vínculos. A mediados de los 80, el gobernador del
banco recibió una denuncia anónima de que el Banco Internacional de
Crédito y Comercio (BCCI por sus siglas en inglés) —que, en teoría,
estaba bajo su supervisión— estaba llevando a cabo actividades
fraudulentas y delictivas, incluida la financiación del narcotráfico y
el terrorismo”. Cuando el BCCI quebró, con una deuda no declarada de
7.000 millones de dólares, hubo “fuertes sospechas de que los servicios
de inteligencia occidentales lo habían utilizado para pagar a agentes
extranjeros, enviar dinero a los muyahidines afganos y
organizar compraventas clandestinas de armas. También hubo sólidas
conexiones entre el BCCI y los que estaban vendiendo armas a Irán y
financiando ilegalmente a la contra nicaragüense —los grupos
contrarrevolucionarios que intentaron el derrocamiento del Frente
Sandinista de Liberación Nacional—”. Los responsables del Tesoro
británico hicieron “todo lo posible para impedir que se entregara a los
acreedores varios documentos del servicio secreto relacionados”.
No
puede haber un comentario más apropiado sobre este libro, la primera
historia de las operaciones clandestinas británicas en la era moderna,
que esta cita de una carta enviada por el primer ministro británico
Harold Macmillan al presidente estadounidense Dwight Eisenhower el 29 de
marzo de 1957: “Esta técnica moderna de actuar siempre a la vista del
público hace nuestra vida casi intolerable”. Esta obra, escrita con gran
elegancia, es de lectura obligada para cualquier estudioso o
profesional de la política internacional.
Disrupt and Deny, Spies, Special Forces, and the Secret Pursuit of British Foreign Policy
"Golden Bridge", así se llama esta nueva colosal creación arquitectónica que nos ha dejado sin pestañear y con pocas palabras.
"Suspendido" sobre dos manos gigantes, emerge entre las montañas de Da
Nang, Vietnam, este impresionante puente. Frente a las colida de Ba Na,
una pasarela de madera franqueada por paredes doradas, salpica de magia y
simbolismo una zona realmente especial gracias a la belleza que le
otorga la naturaleza.
La longitud de 150 metros del puente se divide en ocho tramos. A lo
largo de cada perímetro hay una línea de flores de Crisantemo de
Lobelia, que agrega una capa adicional de color a las balaustradas de
oro. El par de manos gigantes se ha terminado con un efecto degradado,
creando la ilusión de la edad y la antigüedad
El puente está
situado a más de 1.400 metros sobre el nivel del mar y se extiende a lo
largo de 150 metros. Al caminar sobre él, se puede admirar un paisaje
natural infinito, una belleza incapaz de ponerse fin a sí misma.
Uno de los sucesos que más han conmovido a Estados Unidos en toda su historia fue el asesinato de la actriz Sharon Tate y otras tres personas a manos de acólitos de Charles Manson
en 1969. Sin embargo, no fue el primer crimen aparentemente absurdo,
cruel y del que la pareja masculina y célebre de la víctima principal se
librara por casualidad: medio siglo antes, la prensa del país de las
barras y estrellas tuvo suficiente carnaza con el truculento asesinato
de Mamah Borthwick, amante del célebre arquitecto Frank Lloyd Wright, junto a otras seis personas, incluidos sus dos hijos, de 12 y 9 años de edad.
En 1914, Martha Borthwick, más conocida por su apodo de
«Mamah», era todo menos una desconocida para el público de los
tabloides. Nacida en 1869 en una pequeña localidad de Iowa y casada con
un ingeniero eléctrico, Edwin Cheney, había mostrado ya
desde muy joven un espíritu inquieto y poco proclive a aceptar las
convenciones y restricciones que la sociedad de la época deparaba a las
mujeres.
En un momento en el que no era habitual que estas estudiaran, ella se sacó una licenciatura en Letras por la Universidad de Michigan, gracias a la cual había conseguido un trabajo como bibliotecaria.
La vida matrimonial parecía predestinarla a un destino
mucho más acorde con lo que se esperaba de una esposa y madre de la
desahogada alta clase media de la época. Hasta que, en una de las
reuniones del club social al que pertenecía, conoció a Catherine «Kitty» Wright,
casada con un joven arquitecto que comenzaba a despuntar por un estilo
orgánico que buscaba conectar con la presunta alma norteamericana,
encarnada por Walt Whitman o Thoreau, Frank Lloyd Wright, con quien había tenido seis hijos.
El matrimonio Cheney pronto quedó subyugado por el carisma
del arquitecto, y así no es extraño que terminaran encargándole la
construcción de su vivienda familiar. El resultado fue la Edwin H. Cheney House,
en Oak Park (Illinois), construida en 1903. Sin embargo, la
finalización de las obras no interrumpió el romance entre Borthwick y
Wright, que terminaría saliendo a la luz seis años más tarde.
La casa Taliesin (Frank Lloyd Wright Foundation)
En junio de 1909, fue ella quien se separó de su marido y se fue a vivir a Colorado con una amiga. Cuatro meses después, Wright abandonó a su mujer y sus hijos y se reunió con ella en Nueva York, para desde allí tomar un barco hacia Europa. Por entonces, él ya era un nombre famoso, y localizar a los adúlteros se convirtió en uno de los objetivos principales de la prensa norteamericana.
El Chicago Tribune les descubrió en Berlín, y poco
después la pareja se instaló en Florencia, donde pasarían un año durante
el que les fueron llegando los ecos de la formidable polémica de su
país de origen, donde la prensa llegó a informar de que podrían ser
detenidos y extraditados a América. Sin embargo, las autoridades negaron
que hubiera base legal para ello.
El escándalo tuvo una honda repercusión en la carrera del
arquitecto, que vio cómo muchos de sus proyectos se cancelaban. Tuvo que
traspasar la titularidad de su estudio en América, e incluso abandonar
encargos tan jugosos como la construcción de la casa familiar del
industrial Henry Ford, la finca que sería conocida como
Fair Lane en Dearborn (Michigan). Otros, como el encargo del suntuoso
Imperial Hotel, en Tokio, se retrasarían durante años.
Pero los dos fugados no eran personas dispuestas a
doblegarse por escándalos de moral pública. Él ya había manifestado en
numerosas ocasiones su convencimiento de que las normas no estaban
hechas para ser obedecidas por las personas extraordinarias (no es raro
que su amiga Ayn Rand, creyente acérrima en el individualismo capitalista, le tomara como inspiración para el personaje protagonista de su novela El manantial).
Ella, por su parte, era una ferviente feminista, defensora
del derecho de las mujeres a tomar las riendas de sus vidas, y de hecho
se convirtió en la traductora al inglés de las obras de la sueca Ellen Key, a quien conoció durante su estancia en Europa.
En 1911, a pesar de que aún permanecían los rescoldos de
la polémica, ambos decidieron volver a Estados Unidos. Allí,
Wright levantó la que sería una de sus obras más importantes, la casa
Taliesin, situada en un lugar discreto y resguardado de la curiosidad de
los reporteros entre las colinas de Wisconsin.
En ella ambos pudieron vivir con un perfil social bajo,
pues aunque ella consiguió el divorcio, la esposa de Wright seguía
negándoselo (no se lo concedería hasta 1922), lo que les cerraba las
puertas de gran parte de la sociedad norteamericana. Que los tabloides
se refirieran a Taliesin con nombres tan sutiles como «la casa del
amor»” tampoco ayudaba.
Sin embargo, un escándalo bien diferente marcaría el final
de Mamah Borthwick. El 15 de agosto de 1914, mientras el arquitecto se
encontraba de viaje de trabajo para supervisar las obras de los Midway
Gardens de Chicago, un criado oriundo de Barbados y contratado poco
antes, Julian Carlton, sin una causa aparente (aunque
su mujer declararía más tarde que sabían que iban a ser echados de la
casa), atrancó todas las puertas menos una de la casa principal y le
prendió fuego.
La prensa sensacionalista se hizo eco de los sucesos de Taliesin
Armado con un hacha, esperó a que fueran saliendo por la puerta los despavoridos ocupantes, y los fue masacrando uno tras otro.
El balance del crimen fue horroroso: no solo Mamah
Borthwick murió asesinada, sino que también lo fueron los dos hijos que
había tenido con Cheney, los pequeños John y Martha; David Lindblom, un jardinero; dos empleados del estudio de Wright, Emil Brodelle y Thomas Bunker; y Ernest Weston, hijo del carpintero William Weston,
quien logró sobrevivir al ataque. Carlton intentó suicidarse ingiriendo
veneno, pero fue detenido, aunque pocas semanas después se dejaría
morir de hambre.
Mamah Borthwick copó las portadas por última vez, y ni siquiera en un momento tan terrible la prensa desperdició la ocasión de volver a hablar del origen pecaminoso de la casa.
Hubo quien incluso lo consideró el castigo debido que le
correspondía a una adúltera. Sin embargo, poco tiempo después todo quedó
en el olvido: Wright iniciaría casi inmediatamente una relación con la
que se convertiría en su segunda esposa, Maude «Miriam» Wright, a la que conoció cuando ella comenzó a escribirle para consolarle por la pérdida.
La casa Taliesin,
que Wright reconstruyó y mantuvo como su residencia familiar, se empeñó
en volver a arder en 1925, aunque en este caso la causa fue la
deficiente instalación eléctrica. Hoy está considerada Lugar de Interés
Histórico Nacional, y está gestionada por la fundación Taliesin
Preservation.
El 7 de enero de 2015 los hermanos Kouachi entraron en el periódico
satírico ‘Charlie Hebdo’, en París, armados con rifles de asalto. Al
grito de “¡Alá es grande!”, mataron a 12 personas. El escritor y
periodista francés Philippe Lançon sobrevivió a terribles
heridas sufridas en el rostro. Vivió nueve meses en hospitales. Sufrió
18 operaciones. Y volvió a una vida que, admite, “ya no es la misma
porque yo ya no lo soy”. Luego lo contó todo en ‘Le lambeau’: un libro,
un exorcismo
AQUELLA MAÑANA DE invierno de 2015 Philippe Lançon,
que había publicado tres novelas y era uno de los periodistas y
críticos culturales de más peso en Francia, recibió dos tiros de
Kaláshnikov-357 Magnum en el rostro. Fue en la sala de redacción del
periódico satírico Charlie Hebdo, en la calle Nicolas-Appert del distrito XI de París. Varios de sus mejores amigos
—los dibujantes y columnistas Cabu, Wolinski, Charb y Bernard Maris,
entre otros— murieron en el atentado perpetrado por los hermanos Kouachi
al grito de “¡Allahu akbar!” (“¡Alá es grande!”). Él sobrevivió al
ataque yihadista pero se quedó sin cara del labio superior para abajo.
Estuvo ingresado nueve meses en los hospitales de la Salpêtrière y los
Inválidos. Va por la cirugía facial número 18. Los médicos trasladaron
su peroné al lugar que antes había ocupado su mandíbula. El calvario fue
prolongado. La morfina y Bach aplacaban el espanto. Se marchó de París.
Y publicó Le lambeau.
En sus 500 páginas, este hombre valiente que llama a las cosas por su
nombre y que no conoce el adorno relató un compendio de azares,
desgracias, sufrimientos, consecuencias, reflexiones y aprendizajes que
dejan al lector en estado de shock. Al mismo tiempo, al cerrar Le lambeau (Ediciones Gallimard para la versión original en francés, ediciones Anagrama el año que viene para la versión en español) a uno le entran algo
parecido a una irremisibles ganas de conocer a su autor.
Hoy se cumple ese deseo. Es un día de calor asfixiante en las colinas de Roma. Philippe Lançon está sentado en un precioso bar de la capital de Italia. Se retiró aquí junto a su compañera sentimental, huyendo de París y de las zonas menos apetecibles de la memoria. Escribió en Roma gran parte del libro. Que fue, primero, un tímido regreso de la muerte Y después, una vuelta a la vida, una vuelta a medias. Basta con escucharle.
LA CEREMONIA DEL REGRESO “Regreso poco a poco, con distancia, a una vida que ya no es la misma porque yo no soy el mismo”, explica en un perfecto español el escritor y periodista francés. “Hay un bolero cubano que dice ‘Contigo en la distancia’ y yo estoy un poco así. Por un lado estoy con aquel que fui, y por el otro con el que soy, hoy y aquí, en Roma. Hay varios ‘yo’: el que fui antes del atentado, el que fui en el año que siguió al atentado; el de la convalecencia, que arrancó un año después del atentado; el escritor, que es, como decía Proust, el producto de otro ‘yo’. Y por fin está el hombre que estoy volviendo a ser ahora, y que es una persona que todavía no conozco bien”.
El último capítulo del libro se titula precisamente así, Los regresos. En él se entrecruzan el inventario de lo ocurrido y el diagnóstico de lo que vendrá. Y no solo afecta a la víctima. “Es raro. A poca gente le toca renacer a los 50, que es lo que he hecho yo de verdad… y no creo que sea una construcción psicológica. La idiosincrasia del atentado es una irrupción violenta y totalmente imprevista que destruye la continuidad de la vida, a veces hasta la muerte, a veces solo hasta la herida, sea física o psicológica. Y renaces. Porque hay algo que quedó destruido, y aquí no hablo de lo físico sino de lo existencial. Un atentado produce una herida existencial. Es una herida individual pero también colectiva”, cuenta con voz tenue el escritor, que en sus páginas alude a “una violación colectiva”. “Porque está hecho precisamente para eso, y en ese sentido es una acción muy bien diseñada”.
- ¿Ha intentado entender a los terroristas que quisieron matarle y que mataron a sus amigos?
- La verdad es que no me interesan mucho, ni por el bien ni por el
mal. Pienso que quienes nos atacaron eran pobre gente, sin mente.
- ¿Qué puede ocurrir ahí, en una mente, para hacer algo así? ¿Lo ha pensado?
- Creo que en el vacío de sus cabezas entraron monstruos, fantasmas del estilo de los que pintaba Goya pero activados por personas concretas, esas sí, conscientes de lo que hacen, de servir al Estado Islámico y todo eso.
- Y ya nada fue igual…
- Cambiaron mi existencia, me cambiaron. Se acabó el otro Philippe
Lançon. Fue muy duro. No siento odio por los hermanos Kouachi, sé que
son un producto de este mundo, pero sencillamente, no acierto a
explicármelos.
- Su vida dejó de ser aquella vida. Murieron algunos de sus mejores amigos. Y el dolor físico… ¿Pensó en el suicidio?
- Jamás.
- ¿Es usted un titán?
- Nada de eso. El carácter se desarrolla con las circunstancias. LA CIRUGÍA Y LA ESCRITURA Philippe Lançon lleva 17 operaciones. Si todo va bien, la curación total –siempre que ese concepto exista en un caso como el suyo- llegará en cosa de un año. “Todavía me tienen que poner una nueva prótesis y en mi caso eso es complicado. La mandíbula fue completamente reconstruida utilizando el hueso del peroné y los implantes no se agarran tan bien como en una mandíbula normal. Y si no tienes implantes, no tienes prótesis”.
Entre su oficio, el de escribir, y el de sus cirujanos salvadores, el de recomponer, subyace, asegura, un común denominador que habla de procesos tortuosos. “Escribir es un camino muy largo y repararse la mandíbula también. En ambos hay que ser paciente; ahora los médicos me dicen que estoy ya en la recta final, y esto es un poco como afrontar la recta final de un libro. Corriges y corriges, quitas y pones cosas… aciertas y fallas… para mí hay un paralelismo muy evidente y muy íntimo entre la cirugía y la escritura”.
Saber quitar. Desbrozar. Minimizar. Ir recto a la esencia. Eso es
escribir según Philippe Lançon. También lo era para algunos de los
grandes genios que ama, Kafka por encima de todos. Empezó el libro y
tuvo que parar. “No me salía ser sencillo, estaba haciendo estilo,
estaba haciendo literatura, y no era eso lo que quería”, explica. ¿Y
hoy? “Me gustaría escribir cada vez más simple, quitar cada vez más
cosas, a menudo uno no tiene tantas cosas que decir, ¿sabes? O callarme.
Cuando uno se da cuenta de que realmente no tiene tanto que decir, se
calla. Quitar también es escribir. Tendemos a escribir más de la cuenta.
Quién sabe, a lo mejor también en este libro escribí demasiado…”.
LOS VAMPIROS
“El paciente es un vampiro”, escribe Philippe Lançon en Le lambeau,
refiriéndose a la exhaustiva e intensa gama de actitudes egoístas –en
un sentido literal del término- que toda persona sufriente en una
habitación de hospital observa con respecto a personal sanitario,
familiares, amigos… seguramente el egoísmo más justificado y
comprensible que quepa imaginar. Entonces cabe plantearle otro
paralelismo:
- ¿Y el escritor? ¿No es también un vampiro, lo mismo que ese paciente hospitalario del que habla?
- Claro que lo es, pero no en tiempo real. Hay una diferencia. El
paciente intenta nutrirse de todo lo que puede, y de todos, y en todo
momento. Por supuesto, el escritor lo chupa todo, pero se lo guarda para
más tarde. Yo no estaba en esa situación, yo vivía el momento, yo
estaba luchando por sobrevivir. El escritor chupa la vida porque su
misión es restituirla bajo una forma literaria. ¿Si no la chupa cómo la
va a escupir? La creación es eso.
- ¿Y usted pensó en el hospital en transformar esa horrible experiencia en esa forma adecuada de creación de la que habla?
- Ni me lo planteé, para mí era imposible escribir una ficción a partir de eso. Pero a partir de cierto momento sí, surgió en mi cabeza un proyecto bajo la forma de un libro, pero para más tarde. No empecé a pensar en escribir un libro hasta un año después del atentado. Aunque en realidad empecé a escribirlo dos años después… EL PERIODISMO Y LA LITERATURA Le lambeau (que podría traducirse como “el jirón” o “el colgajo” y que Lançon tomó prestado de un texto de Racine -“Jirones llenos de sangre y miembros espantosos/ Que perros voraces se disputaban entre ellos”- no es una novela. Tampoco encaja en lo que podría considerarse un ensayo. Hay cierta poesía –feroz y sin rima aunque poesía- pero desde luego no es un poema. Tampoco una autobiografía ni una memoir en sentido estricto. Puede que a lo que más se acerque este artefacto literario, un auténtico fenómeno editorial en Francia, sea al género de la crónica. Datos, contexto, porqués, interpretación, declaraciones… una crónica, gigantesca, eso sí. Por cierto, así de duro es en las páginas del libro su juicio acerca del periodismo de hoy: “Hay muy pocos cronistas buenos, porque unos se someten a los temas importantes del momento y a la moral ambiente, y los otros lo hacen a un dandismo que les lleva a hacerse los listos y escribir a contracorriente. En resumen, unos se someten a la sociedad y los otros a su propio personaje”.
“Este libro es el producto de alguien que ha sido periodista durante
30 años, y que también es escritor”, zanja su autor. “Todo se mezcla en
él: el periodismo y la literatura. Lo que me ha dado el periodismo para
escribirlo es distancia. Desde que abrí los ojos en la sala de
reanimación, hubo una parte de mí que se convirtió en el periodista de
mi propia experiencia, no solo para contar lo que me ocurría a mí, sino
también a los que estaban a mi alrededor. He intentado brindar a los
lectores la experiencia de alguien que ha vivido desde dentro la
experiencia del terrorismo, pero sin compadecerse a sí mismo, escapando
del sentido de ese verso hermosísimo de Quevedo que dice “el llanto interior crece en diluvio”.
Fiel a su escuela y a quienes le enseñaron, primero, y le permitieron
disfrutar de su oficio, después, este cronista de arte, de libros, de
música y de teatro explica: “Creo que todo esto es el resultado de 30
años de periodismo en un lugar como Libération,
un diario donde puede desarrollarse lo mejor del periodismo: distancia,
precisión, investigación, ningún moralismo, escritura pegada a los
hechos, cierta alegría en la forma de escribir y de vivir, y sobre todo
restituir la vida de aquellos de quien nadie hablaba en los años 80 en
Francia: la marginalidad, los presos, los suburbios, las mujeres
maltratadas, los homosexuales…”.
“De pronto escuché unos ruidos secos, ¡crac!, ¡crac!, ¡crac!, como petardos, y ahí supe que alguien estaba matando a todos mis amigos”
EL ATAQUEComme un enfant que croit que nul ne le verra s’il fait le mort (como un niño que cree que nadie le verá si se hace el muerto).
Philippe Lançon escribe en la página 81 de Le lambeau: “Los
muertos casi se cogían de la mano. El pie de uno tocaba el vientre del
otro, cuyos dedos rozaban el rostro de un tercero, que se inclinaba
sobre la cadera de un cuarto, que parecía mirar el techo, y todos ellos,
así, en esa postura, como nunca y para siempre, se convirtieron en mis
camaradas”. Estas palabras pertenecen al capítulo Entre los muertos. Es el siguiente al titulado El ataque.
Solo un capítulo de los 20 que tiene el libro, solo 11 de sus 500
páginas, se centran en el horror en estado puro del momento del atentado
perpetrado por los hermanos Kouachi. Esto no es del todo exacto. El
horror –aun contado sin hipérboles- inunda el libro entero por la doble
vía del prolegómeno y de la consecuencia. El prolegómeno es terrible:
Lançon reconstruye fría, certera, casi científicamente, esa víspera de
la masacre, esa velada en el teatro viendo Noche de reyes de Shakespeare, esa indecisión acerca de si ir a Charlie Hebdo
aquella mañana o no, esos momentos previos que, leídos y pensados
ahora, se antojan una maldición retroactiva. Uno casi quisiera viajar en
la máquina del tiempo para agarrar del hombro a este hombre y
susurrarle al oído: “A Charlie no, a Charlie no, a Charlie no… no
vayas”. Pero sí fue. La consecuencia, todo el mundo la conoce. Y más que
nadie Philippe Lançon, a medio camino entre la carne violentada y la
psique devastada.
“Hasta el último segundo”, recuerda, “no decidí acudir a la reunión de Charlie Hebdo, tenía dos artículos que escribir en Libération,
no estaba de buen humor, no tenía ganas de ir… pero como era la primera
reunión del año, al final fui. Y claro, eso cambió por completo mi
vida. He pensado mucho en cómo sería mi vida ahora si yo me hubiera ido a
Libération y no a Charlie… es inevitable”.
Y del prolegómeno, al presente de indicativo que nunca debió ser.
Este es el relato que Lançon construye de aquellos escasos dos
minutos. Su voz delicada se entremezcla con los trinos de los pájaros
que revolotean sobre el parque de enfrente y con el ruido de los pasos
sobre la madera de los clientes que entran en el bar romano donde
charlamos. “Fue todo como una película en cámara lenta. De pronto
escuché unos ruidos secos, ¡crac!, ¡crac!, ¡crac!, como
petardos, y ahí supe que había alguien que estaba matando a todos mis
amigos. Y que muy probablemente me iban a matar a mí. Decidí echarme,
pero muy lentamente, curiosamente tenía miedo de lanzarme de golpe y
hacerme daño. En una situación así, uno no se da cuenta de lo que pasa, y
cuando lo hace puede ser demasiado tarde. Yo me di cuenta de que de
verdad pasaba algo serio cuando vi a Frank intentado desenfundar su
pistola [se trataba de Frank Brinsolaro, el guardaespaldas de Stéphane Charbonnier, alias Charb, director deCharlie Hebdo:
ambos murieron en el atentado]. Veía por debajo de la mesa las piernas
de uno de los asesinos, que se acercaban. Yo abría un ojo y cerraba el
otro, estaba esperando el tiro de gracia. Allí se mezclaba lo irreal con
lo absolutamente real. ¿Me matarán? ¿Estoy ya muerto o sigo vivo? Todas
esas preguntas se mezclaban en mi cabeza”. LO QUE QUEDÓ EN EL TINTERO Siempre habrá, ante un libro así, quien piense que se ha ido demasiado lejos. Que hay cosas que no pueden ser dichas. Que ciertos detalles rozan lo insostenible, lo impublicable. Pero ocurre que, al margen del derecho moral que le asistía al hacerlo por razones obvias, Philippe Lançon se atuvo a una regla estricta, innegociable. Eso le obligó a contar ciertas cosas terribles y a dejar otras en el tintero. “Yo no lo he contado todo, básicamente por una razón ética. En el libro relato todo lo que vi directamente cuando estaba en la sala de redacción de Charlie Hebdo, el lugar del atentado, y solo lo que vi. Por eso hablo del cerebro de Bernard [Lançon relata con detalle, en el capítulo dedicado al ataque terrorista, cómo el cerebro de su amigo el economista y columnista Bernard Maris, salía fuera de su cráneo], porque es lo primero que vi y es como la puerta que abre al infierno y luego al purgatorio. Esa imagen, que me acompañó durante días y días, yo no podía no contarla porque es la puerta de entrada al resto del libro. En aquella sala de redacción había amigos míos muertos con las caras totalmente destruidas. Lo sé porque leí el informe policial, pero yo no las vi, y por eso no lo cuento, porque me habría parecido indecente. Tampoco cuento ciertas cosas del hospital porque son cosas íntimas que me confesaron mi cirujana, o las enfermeras, etcétera, y no tengo derecho a contarlas”.
EL SILENCIO Entre el atentado y la publicación del libro, Philippe Lançon solo concedió una entrevista, y de solo diez minutos, a la emisora France-Inter. Quería silencio: “Era esencial estar a solas con mi experiencia, entenderla y buscar la forma literaria de restituirla. No podía gastar mi energía en palabras que hubieran sido superficiales. Y tras la salida del libro apenas di dos o tres entrevistas, y ahora esta. Nada de televisión, por una razón muy concreta que me dio la Policía en 2015: ‘No aparezcas en la tele, no te hagas fotos, vas a vivir más tranquilo’. Y estoy de acuerdo con ellos”. Todo esto último resulta bastante lógico. Él confía en los policías como un ciego en su perro-guía. No en vano cuatro de ellos, armados con subfusiles, flanquearon durante ocho meses 24 horas al día la puerta de su habitación. El superviviente Philippe Lançon seguía siendo, técnicamente, un objetivo para los terroristas.
El silencio. El refugio. “No veía la televisión, ni escuchaba la radio, permanecía como encerrado en una especie de cocoon,
como si fuera un niño. Es que muchos medios de comunicación te dicen
cosas como ‘eres una víctima y tienes derecho a sentirte así, y quienes
te han hecho daño son tal y cual’… y no creo que eso hubiera sido
beneficioso para mí. Compadecerse de uno mismo no es bueno. Una víctima
del terrorismo tiene que ser fuerte, y no puede pensar que el grupo, el
Estado o la familia le van a dar todo. Hay que luchar. Pero es muy
difícil”. Lançon, que habla de “la soledad de estar vivo”, explica: “No
es fácil ser un superviviente; eres alguien dividido entre la felicidad
de seguir ahí y la culpabilidad de haberte salvado”. Sin embargo, nada
más lejos de su voluntad que convertirse en una víctima profesional: “No
tengo ninguna intención de convertirme en una especie de loro posado
sobre el cañón de una kalashnikov”.
Gérard Biard, Luz y Patrick Pelloux, con la portada del número que salió tras el atentado.Yoan ValatEfe
EL HOSPITAL En Le lambeau, el autor califica los hospitales como “lugares darwinianos”. El relato de su experiencia en La Salpetrière y en Los Inválidos estremece: “Yo estaba más armado que otros, pobres diablos sin muchas ideas en la cabeza que llegaban un día al hospital víctimas de lo que fuera, de un accidente, o de una pelea, y se encerraban en su habitación y no salían de ella, días, semanas, meses enteros viendo la tele y consumiéndose. Yo tenía cierta cultura, leía mucho, pensaba, tenía una familia que me ayudaba mucho… y utilizaba la seducción como arma. En el hospital yo seducía a la gente para obtener de ella lo que me interesaba. Trataba de caer bien. Pero para caer bien de verdad hay que querer a la gente. Si quería caerle bien a una jefa de enfermeras tenía que interesarme por ella, por su vida… y entonces la cosa funcionaba. Y de hecho, es gente que quiero, que sigo queriendo LA VÍCTIMA LLAMADA ‘CHARLIE HEBDO’ “La ausencia de solidaridad con Charlie Hebdo no fue solo una vergüenza profesional y moral. También contribuyó a hacer de Charlie, al aislarla y al señalarla, un objetivo parta los islamistas”.
Llegados a este punto, Philippe Lançon acude al título de una obra teatral de Sartre, La puta respetuosa (La putaine respectueuse), para dirigirse a los habituales “profesionales de la moral y el respeto o mejor, las prostitutas del respeto” que, tanto en el caso de los autores daneses de las caricaturas de Mahoma y de Charlie Hebdo, solo tuvieron un objetivo: “Hacernos creer que, para vivir tranquilos y sin problemas, lo mejor es no dibujar a cierto profeta”. Y ahí no hubo, sostiene, distinción de color político: “Tuve la ocasión de comprobar, una vez más, hasta qué punto el mundo de la extrema izquierda está dotado para el desprecio, el furor, la mala fe, la ausencia de matices y la invectiva degradante. En eso, al menos, no tiene nada que envidiar a la extrema derecha”.
Es urgente que las autoridades ucranianas prioricen con urgencia la
creación de las condiciones necesarias para garantizar la seguridad y
protección de la población romaní junto con el cumplimiento de los
derechos humanos
Manifestación en contra del antigitanismo
Carlos Trenor
La violencia antigitana organizada y los desalojos dirigidos por autoridades públicas afiliadas a la extrema derecha azotan las comunidades romaníes en Ucrania. La inacción de las autoridades justifica la impunidad de los perpetradores y niega los derechos humanos más fundamentales a las familias romaníes sólo por una razón: su pertenencia cultural.
El 15 de julio un jardín de infancia y una iglesia romaní fueron quemadas en Zakarpattia. El 2 de julio, una mujer romaní fue apuñalada en la misma región. El 23 de junio, una comunidad romaní a las afueras de Lviv fue atacada por un grupo de jóvenes enmascarados, mataron a un hombre de 24 años e hirieron a otros cuatro, incluido un niño de 10 años. El 7 de junio, otra comunidad romaní asentada en Kiev fue amenazada. La comunidad, compuesta por 60 personas, solicitó protección a la policía y se les denegó. Finalmente, tuvieron que salir huyendo. El 24 de mayo, el abogado que defendía el caso de un hombre romaní asesinado por un funcionario público en Jarkov, fue agredido en su oficina. Tres personas lo instaron a dejar de defender a los "gitanos". Uno de los atacantes era un empleado de Járkov en la Fiscalía Regional. El 22 de mayo, un grupo de 15 hombres armados incendiaron otro campamento de romaníes en la región de Ternopil. El 9 de mayo, 30 personas enmascaradas incendiaron otro asentamiento en Rudne y las familias también se vieron obligadas a huir ante la desprotección policial. El 23 de abril, otro grupo incendió el hogar de una familia romaní en Kiev. El 21 de abril, un asentamiento romaní en Kiev fue desmantelado con violencia por 30 hombres y terminaron por incendiarlo. Después de llegar a la escena, la policía no protegió a las familias y en cambio, les aconsejó que se fueran de Kiev. Estos ataques son perpetrados por grupos de extrema derecha, como 'Sobrio y Angry Youth', 'Nemezida' o el grupo paramiliar de derecha radical C-14, que buscan reparar la corrupción del presidente ucraniano a través de la externalización del odio sobre las comunidades romaníes.
La sociedad civil ucraniana reclama la necesidad de garantizar un contexto de seguridad para la población romaní ucraniana y recuerda que la investigación efectiva de todos los ataques es de gran importancia para el país. Zola Kondur (Fondo de Mujeres Romaníes “Chiriklí”) concluye que “las autoridades deben comprender el peligro que supone la impunidad de las acciones de estos grupos radicales”. Organizaciones como Minority Rights recuerdan que "el silencio de la policía nacional y el hostigamiento que involucra a funcionarios públicos, fomenta una cultura de impunidad”. El Consejo de Europa ha condenado los ataques a campamentos romaníes y el Centro Europeo de Derechos Romaníes junto con el Centro Nacional Romaní llevarán a la Policía Nacional ucraniana ante los tribunales.
Es urgente que las autoridades ucranianas prioricen con urgencia la creación de las condiciones necesarias para garantizar la seguridad y protección de la población romaní junto con el cumplimiento de los derechos humanos. Además de ello, es fundamental implementar mecanismos garantes de la prontitud y transparencia en la investigación de estos ataques, para que los perpetradores sean enjuiciados y la reparación sea inmediata.
En este contexto, la política internacional como relación sociocultural y diplomática cuyo fin es garantizar un contexto de paz que descanse sobre el cumplimiento de los derechos humanos, tiene una gran oportunidad para demostrar el liderazgo español como promotor de culturas democráticas. Sin embargo, a pesar de que Sánchez recibió en Moncloa a Poroshenko en su primer acto como presidente, no ha trascendido ni una sola palabra sobre estos ataques antigitanos, lo que confirma el carácter neoliberal del progresismo socialista. Sálvese quien pueda.
Los derechos humanos son inseparables de la seguridad en cualquier contexto, especialmente cuando son los Estados antigitanos quienes vulnerabilizan a las comunidades romaníes para luego usarlas como diana del odio neofascista. Una cultura democrática, es una cultura de paz, una cultura feminista. Sin embargo, una cultura política que niega la importancia de erradicar las vulneraciones de derechos sobre las comunidades romaníes dentro de las agendas políticas internacionales, es una cultura política payocéntrica y patriarcal. Confirma la debilidad democrática de los estados en la sociedad globalizada del siglo XXI. Es una cultura de guerra.
Si la Tierra fuese una pelota de #baloncesto, la Luna sería una de tenis y estaría a unos 7m de distancia • #LunarEclipse
Pues ya estamos en la antesala de un más que interesante evento,
posiblemente el mejor espectáculo astronómico que tendremos este año.
Nada menos que un eclipse total de Luna. Y el de este año es
particularmente largo, ya que llega a los 103 minutos en su fase de
totalidad, nada menos. El tiempo máximo teórico de un eclipse lunar es
de 107 minutos, así que estamos de suerte, no tendremos otro de tanta
duración hasta... el próximo siglo.
Como vemos en el gráfico, la sombra de nuestro planeta oscurecerá a la Luna. Fuente: Wikipedia
Cabría pensar tras ver el gráfico anterior que se debería producir un
eclipse de Luna cada vez que estuviéramos en Luna Llena, sin embargo,
sabemos que no son fenómenos tan frecuentes. Lo que ocurre es que la
órbita de nuestro satélite tiene una ligera inclinación de unos 5º
respecto al plano de la eclíptica, esto es, el plano donde se encuentra
la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Los eclipses de Luna se
producen sólo cuando la Luna está llena y ésta se encuentra en una de
las intersecciones de su órbita con la de la Tierra. Estos puntos de
denominan nodos (lo mismo pasa con los eclipses de Sol, la Luna Nueva ha
de encontrarse en uno de los nodos).
Visto con más detalle: Fuente: Wikipedia
Centrémonos en el espectáculo de este fin de mes. Cuando la Luna
aparezca por el horizonte, ya lo hará completamente eclipsada, por lo
que habrá que estar atentos para no perdernos el momento.
Afortunadamente tendremos tiempo suficiente para fotografiar y disfrutar
del eclipse, debido a la gran duración del mismo.
Simulación del eclipse, en Tiempo Universal (al estar en horario de
verano, hay que sumar 2 horas para España y 1 para Canarias). Vía EarthSky.org
Aspecto del eclipse de luna en su fase total. Fotografía del autor del eclipse de marzo de 2007 (hacer clic para ver más grande)
Fuente: Fred Espenak
Como vemos en el gráfico elaborado por Fred Espenak,
el conocido especialista de eclipses de la NASA, el eclipse comenzará a
eso de las 18:15 GMT en su fase penumbral. En esta fase apenas se
aprecia un leve oscurecimiento que comienza en uno de los bordes de la
Luna. A las 19:25, toda la Luna se encuentra en penumbra y comenzaría la
fase parcial del eclipse, siendo más evidente la 'mordida' de la sombra
de nuestro planeta sobre la Luna.
Aspecto de la fase parcial de un eclipse de Luna, la sombra de la Tierra es evidente. Fotografía del autor.
A las 20:30 es cuando empieza lo bueno, la fase de totalidad del
eclipse, con nuestro satélite metido completamente en el cono de sombra
de la Tierra y adoptando el característico color rojizo de los eclipses
de Luna. A las 22:15 ya la Luna comenzará a abandonar el cono de sombra,
empezando una nueva fase de parcialidad, y ya el eclipse finalizará del
todo después de medianoche.
Otra imagen de un eclipse total de Luna, también fotografía del autor del post
El característico color rojizo de los eclipses se debe a que la atmósfera de nuestro planeta dispersa muy bien la luz azul (dispersión de Rayleigh), por eso el cielo tiene esa tonalidad. Las longitudes de onda más largas, los naranjas y rojos, atraviesan mejor la atmósfera, dando tonos y matices rojizos a los amaneceres y atardeceres. Es precisamente la luz de los amaneceres y atardeceres de todo el mundo en ese momento la que ilumina débilmente a nuestro satélite durante la fase de totalidad del eclipse, tiñéndolo de ese espectacular color cobrizo.
Este eclipse no será visible en Centroamérica, México, Estados Unidos y Canadá. En el sur del continente americano, tan sólo Brasil y Uruguay (y Tierra del Fuego) podrán disfrutar de los últimos minutos de totalidad. El resto, en esta ocasión tendrán que conformarse con un eclipse parcial de Luna. Afortunadamente en unos pocos meses, el 21 de enero de 2019, habrá otro eclipse de Luna que podrá disfrutarse en todo el continente americano.
La Tierra desde la Luna, en el momento del máximo del eclipse. Se ven
las zonas donde podrán disfrutarlo en todo su esplendor. Fuente:
Wikipedia
Si estás en una zona donde se pueda ver el eclipse ¡buena caza y que disfrutes el espectáculo!
Cerré con llave el rostro, cofre de lo indecible, permaneciendo inmóvil, indiferente al aire. Y quedé reclinado, hermético, interior, de tactos, luz y música, olvidado y ausente.
This is what Donald Trump’s star looked like yesterday. The other photos are today. It’s getting a lot of attention here at Hollywood and Highland. @NBCLA
La estrella de Donald Trump ubicada en el
Paseo de la Fama de Hollywood, se ha convertido en un objetivo
recurrente para algunas personas que buscan desahogar su ira contra el
inefable, arrogante y maleducado presidente estadounidense: lo han
cubierto de graffitis, lo han llenado de cagadas de perros, lo rodearon
con pequeños muros fronterizos, etc, etc.
People are now taking pieces of the rubble from President Trump’s destroyed star on the Hollywood Walk of Fame. @NBCLA
Pero
este miércoles, alguien se decidió a, sencillamente, hacerlo
desaparecer de la faz de la tierra, dándole duro con una pica hasta
convertirlo en un montón de grava y escombros.
https://twitter.com/JonathanNBCLA
Por
lo visto, entre Trump insultando sistemáticamente al mundo entero,
insinuando que va a iniciar tropecientas guerras bombardeando a diestro y
siniestro, amenazando a Irán, engatusado con Putin, separando a
familias, a madres y padres de sus hijos, etc etc, hay motivos para
pensar que 'el joven de la pica' estaba más que harto ya.
So this just happened again... somebody used a pick axe to destroy Donald Trump's star on the Walk of Fame. Still trying to learn more, but we know it's been vandalized multiple times, just never on this level. @NBCLA: Victor Park/Loudlabs
Es
la segunda vez que alguien ha diezmado por completo a la estrella de
Trump en el Paseo de la Fama. Trump fue galardonado en 2007 por su papel
en el programa televisivo The Apprentice. En
2016, un tipo demolió la estrella con una maza, diciendo que quería
subastar las piezas para apoyar a quienes acusan de asalto sexual a
Trump.
President Trump’s star on the Walk of Fame was destroyed again this morning, after police say a man used a pick axe to deface his dedicated chunk of Hollywood Blvd. sidewalk. The suspect turned himself in to Beverly Hills Police. @nbclahttps://ift.tt/2uNG0qC
Si
el acto vandálico del miércoles recibe la misma sanción que su
predecesor, el joven podría enfrentarse hasta a tres años de prisión,
aunque el tipo de la maza acabó siendo condenado a 20 días de servicio
comunitario y una multa de 4.400 dólares, informa NBC LA.
El animal le arranca el látigo al amo y se azota a sí mismo para convetirse en amo, y no sabe que es sólo una quimera originada por otro nudo en la correa del látigo de su amo.
Ricardo García Vilanova y Karlos Zurutuza, en Libia.
Libia es hoy un agujero negro del que apenas sabemos nada, por más que sea la tierra que atraviesan los migrantes
que quieren llegar a la orilla norte del Mediterráneo, por más que de
sus costas parta ese flujo de barquillas que las guerras, la persecución
y el hambre alimentan sin fin. Pocos periodistas tienen los visados,
las fuentes y el polvo en los zapatos que garanticen una información
creíble del país. Entre los más fiables se encuentran los freelanceKarlos Zurutuza (Donostia, 1971) y Ricardo García Vilanova (Barcelona, 1971), redactor y fotógrafo que acaban de sacar de la imprenta Tierra adentro. Vida y muerte en la ruta libia hacia Europa (Libros del K.O.). Frente al apagón informativo posterior a la primavera de 2011, esta entrevista de Zurutuza con ElHuffPost es un destello de luz, la de quien va, ve y lo cuenta, aunque ya no esté de moda.
Una se acerca al libro pensando que es una crónica de inmigración y
se encuentra con una radiografía global de Libia, mucho más profunda.
¿Tocaba hacerle justicia a un lugar tan demonizado?
Sí. Nosotros llegamos en 2011 a Trípoli y luego, de un día para otro,
me di cuenta de que la gente desaparecía, cayó la capital y todo quedó
vacío. Yo llegué como un paracaidista más, aunque generalmente evito
trabajar en sitios de los que no sé nada, como me pasaba entonces con
Libia, pero aparecí allí presionado por la necesidad, porque cuando
empezaron las revueltas árabes
yo estaba en Bagdad intentando vender historias y no había interés por
parte de nadie, así que me dije: "¿Dónde hay que ir en este momento?". Y
la respuesta era: "Libia". Pero vas allí y empiezas a contar una
historia que te engancha y se crean unos vínculos que van más allá de
las historias, a nivel humano. Desde entonces tengo grandes amigos en
Libia, gente a la que quiero mucho. Se crea ese lazo personal con el
país que tienes el gusto de ir destripando, es descubrir una historia a
la que cada vez le encuentras más matices. Eso me resulta fascinante. A
veces pienso que hay un gran trecho entre lo que sabía de Libia cuando
llegué y lo que sé hoy. Produce mucha satisfacción la sensación de que
estoy desentrañando un misterio, en cierta manera.
¿Tan poco sabemos de esa tierra?
Es duro decirlo, pero sí, poquísimo. Hoy en día hay gente que sigue confundiendo Libia con Líbano.
Cuando lo ven en el mapa, ahí abajo, en la otra orilla de Europa, al
lado de Italia, es cuando dicen: "Coño, esto está muy cerca, no es el
lejano Oriente Medio". Esa es otra cuestión, además, que a toda esa zona
se la llama también Oriente Medio o mundo árabe, cuando estamos
hablando del norte de África y de mucha gente que no es árabe. Es una
batalla en la que primero tienes que desmontar clichés, muy enquistados
desde hace mucho tiempo.
¿Cómo definiría la Libia de hoy, sin Muamar el Gadafi?
Como un estado en descomposición progresiva, un estado fallido sin
duda alguna. Hay tres gobiernos sobre el papel y sobre el terreno se
calcula que hay más de 2.000 grupos armados. La renta per cápita de
armas es de cuatro o cinco por cada libio, según datos de Naciones Unidas.
Y luego, además, el problema al que nos enfrentamos es que hemos
intentado analizar la situación con paradigmas de otros lugares que
creemos parecidos, como puede ser el caso de Siria,
pero no, las claves sectarias sunitas y chiítas de Siria no valen para
Libia, donde se calcula que hay unas 140 tribus y miles de subtribus.
Para llegar a entender lo que es Libia tenemos que mirar con un
microscopio el tejido tribal, que es lo que realmente cohesiona a los
libios; lo único posiblemente que lo hace.
PHILIPPE DESMAZES via Getty Images
Un grupo de mujeres enarbolan la bandera nacional,
en la celebración de la liberación de Libia, en Misrata (octubre de
2011).
Explica que los migrantes económicos y los refugiados no
están llegando ahora, sino que llevan décadas en el país. ¿Cómo están
ahora?
Hay que entender que Libia era destino para muchos subsaharianos en
los años 90, cuando el país tiene a Gadafi que se autoproclama rey de reyes
de África, cuando realmente hay trabajo en condiciones para ellos, con
el que pueden sobrevivir y mantener a sus familias, cuando es un país
estable, lo cual no quiere decir que respetara los derechos humanos más
básicos, ni de los de fuera ni de sus propios ciudadanos. Estalla
entonces la guerra y esta gente se ve atrapada en el fuego cruzado y
tiene el dilema de intentar llegar a Europa o volver a casa. A ellos se
suman los que estaban de paso buscando salir, que ya entonces había pero
eran muchos menos, porque antes había oportunidades. Hay gente que se
ha quedado en lugares muy concretos, por ejemplo en Misrata,
una ciudad-estado, probablemente el lugar más estable de toda Libia,
pero ya son excepciones. Los migrantes que quedan de los 90 ya son muy
pocos. Ahora la cuestión es que Libia ya no es destino, sino que es
tránsito, solamente.
¿Cómo es esa "yincana" que explica en el libro? ¿De dónde vienen, cómo sobreviven tierra adentro, antes de tomar una patera?
Hay dos rutas esenciales de acceso: una que llega del oeste y otra del este, el movimiento está en el arco que se forma entre Nigeria y Senegal, a un lado, y Somalia y Eritrea, en el otro extremo. En cualquier caso, tienen que atravesar el África Subsahariana, con lo que ello conlleva. En el caso de la ruta del oeste tienen que pasar por el Sahel
[una zona en la que conviven conflictos tribales, grupos de
delincuencia organizada y yihadistas]. Por ahí pasan en camiones
abarrotados de gente, que se tiene que atar porque sabe que, si alguien
se cae por el camino, el conductor no para. Es una travesía en la que no
sabemos cuántos mueren pero son muchísimos, se dice que incluso más que en aguas del Mediterráneo.
Llegan al sur de Libia, una zona en la que confluyen todos y que está
totalmente fuera de control. El otro día hablaba con un colega de la
zona que me decía que ya no hay ningún líder ahí, es el caos más
absoluto entre milicias de todos los colores, los leales a Gadafi, gente
del Estado Islámico... Y aún así tienen que pasar por ahí todos los migrantes.
¿Y una vez dentro de Libia?
Ahí empieza un proceso en el cual hay generalmente dos opciones: o
acabar secuestrado por una mafia que te maltrata hasta que tu familia
paga un rescate o ir a un centro de detención, que son generalmente
antiguas escuelas, muy precarias, en las que evidentemente se cometen
abusos, aunque creo que muchos menos de los que se denuncian
generalmente. Tenemos que tener en cuenta que Libia es un país de seis
millones de habitantes que está viviendo una postguerra y que según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
acoge a un millón de personas de fuera. ¡Si no tienes medios para
recuperar tu propio país, imagina qué medios vas a tener para alimentar a
esta gente! Hay una narrativa enferma, yo creo, un bucle, generalmente
alimentado por periodistas que necesitan vender historias y van con el
titular en la frente, lo cual no quiere decir, insisto, que no haya
abusos, pero hay que hacer esta distinción, entre lo que son los centros
de las mafias y los de detención oficiales entre comillas.
Entre las personas que ha entrevistado hay gente que prefiere
morir ahogada a que las salven las autoridades libias y tener que
volver al país...
Sí, es que el que se embarca está en la última etapa de un trayecto,
ha sufrido lo indecible y ha pagado lo incalculable para sus estándares.
Por tanto, volver a Libia es volver a empezar de cero, a la casilla de
salida. A ser detenido, a tener que trabajar en la precariedad para
lograr dinero para una patera, a verse expuesto a ser maltratado o a
perder la vida.
Ismail Zetouni / Reuters
Una mujer subsahariana y su bebé, tras haber sido
rescatados por los guardacostas de Libia, el pasado abril.
¿Son tan demoníacos los guardacostas libios como se cuenta?
Hay que entender que Libia tiene un esquema de ciudades-estado. En
las ciudades de la costa que tenían los restos de la antigua flota es la
propia milicia o el propio consejo local el que maneja esas
embarcaciones. Hasta el punto de que yo he estado en una patrulla con la
gente de Zuara
y recuerdo que llegamos a un punto en el que ya eran aguas
jurisdiccionales de Sabratah, la ciudad vecina, y no podías ni avanzar.
Cada puerto tiene sus propias aguas jurisdiccionales.
O sea, que el error para empezar es hablar de "guardacostas libios", porque de eso en realidad no hay.
Eso es, no hay un mando central. He intentado hablar para el libro con el mando de la operación naval conjunta Sophia de la Unión Europea
para que me lo expliquen y valoren, pero no dan entrevistas, sólo
evasivas. Pero sí he podido hablar con gente que había estado implicada
en algo parecido, en 2013, y aquel mando me dijo que ya entonces habían
tenido el mismo problema. Resumiendo: no había un mando único, eran todo
unidades independientes que funcionaban de forma autónoma, con la
diferencia de que entonces todavía llegaban a los libios los sueldos de
rentismo de tiempos de Gadafi, mientras que hoy esos sueldos no llegan,
con lo cual el riesgo de infiltración de las mafias en estas estructuras
de control es mucho mayor. Está más que comprobado que en ciertas
localizaciones de la costa los guardacostas locales dejaban pasar a las
pateras del traficante que había pagado la mordida, mientras que
aquellos a los que detenían eran los barcos de que no habían pagado ese
peaje. Y de toda esta gente se hace un contingente bajo el paraguas
italiano, los que llamamos guardacostas, que al final se trata de una unidad cuando menos controvertida. Es el cordón sanitario que buscaba Italia, básicamente. Querían que se frenara el tránsito y lo están consiguiendo.
¿Los barcos de rescate alientan el efecto llamada, como dicen los críticos con su labor?
No. Eso se demuestra con datos sobre la mesa: cuando concluye la misión de rescate Mare Nostrumde Italia y asume la responsabilidad el Frontex [la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas],
lo que hacen es retirarse hacia atrás, hacia aguas jurisdiccionales
europeas, con lo cual el número de gente que muere en el mar se
multiplica por 30. ¿Deja de llegar la gente porque no haya barcos de
rescate? No, la gente se echa a la mar en la misma proporción, pero lo
que pasa es que mueren muchos más. Esa es la diferencia, porque lo que
sí existe es el efecto salida o huida, de la guerra y de la miseria de
sus lugares de origen.
¿Qué le parece la actitud del nuevo Gobierno de Italia de cerrar sus puertos a los barcos de rescate?
La gente que más personas ha rescatado en la costa son los italianos, nadie ha salvado a más migrantes que la Guardia Costera. Eso hay que decirlo. Italia en su día pidió ayuda a la UE, allá por 2014, para mantener Mare Nostrum,
porque era una operación que costaba nueve millones de euros al mes,
más el coste político que suponía al Gobierno de entonces. Pero no, la
UE le dio la espalda. Por supuesto que me parece fatal que se cierren
los puertos, pero me parece también fatal que se delegue toda la
responsabilidad de la gestión de un drama como este a un solo país.
Entonces, sin justificar lo que hace Italia, creo que esta polémica para
lo que sirve es para poner sobre la mesa que hace falta una estrategia
conjunta a nivel europeo. No se puede deja a Italia que asuma todo. Es
inviable. Yo me pregunto si la situación hoy sería otra si la UE en 2014
hubiera apoyado Mare Nostrum. Hemos llegado a la situación que hemos llegado un poco por culpa de todos.
¿Qué piensan los libios de los centros de detención de inmigrantes que proponen en la orilla del norte?
Lo de los centros es de risa. Para poder abrirlos en la costa
necesitan, primero, una labor diplomática de manual con las milicias que
controlan cada ciudad y, segundo, mucho dinero, por supuesto. Aún así,
sería muy difícil crearlos. El plan de Matteo Salvini
[el ministro del Interior italiano] de abrirlas en el desierto, en el
sur, donde la situación está fuera de control, es imposible,
absolutamente inviable. Hay dos opciones: o Salvini no conoce la
situación en Libia, lo cual me cuesta creer porque los mejores analistas
del país son los italianos, los que más controlan por motivos
históricos ya que fue colonia suya, o simplemente estamos ante un
mensaje populista de cara a su pueblo, como decirle a los italianos: "No
sólo cierro los puertos sino que busco soluciones en suelo libio",
aunque sean soluciones que no tienen ninguna perspectiva de prosperar.
LIBROS DEL K.O.
Portada del libro de Zurutuza, con foto de García Vilanova.
Es todo un despropósito. El Gobierno que respalda la ONU, que salió
del plan puesto en marcha por Bernardino León, no cuenta con el refrendo
de los libios, por ejemplo. Creo que es la primera vez que eso ocurre
desde la creación de las Naciones Unidas, optar un gobierno que no ha
pasado por una elección popular y que se sustenta sobre una milicia salafista
para poder estar sobre el terreno, como es Trípoli. Si esta va a ser la
actitud de la UE también... pues ha perdido toda credibilidad de cara a
los libios. Los ciudadanos no confían en ninguno de los tres gobiernos,
ninguno tiene legitimidad para ellos. Estamos ante un resto de la
visión colonial que seguimos teniendo sobre estos territorios, en este
caso Libia, tratando a esta gente como cosas, como si no tuvieran
derecho a tener una vida como la nuestra. Nosotros disponemos esto y que
se aguanten. Libia es, sin duda, la vergüenza de Europa.
Tras la decena de viajes intensos que ha hecho a la zona, ¿ha
encontrado a algún libio que aún tenga esperanza y, más aún, a corto
plazo?
No. La descomposición es tal que la vida en Libia se ha convertido en
una lucha diaria. Los ciudadanos han dejado de vivir en un país en el
que no había una democracia como la entendemos nosotros ni libertad de
expresión, donde el mismo señor mandaba desde hacía 40 años, pero en el
que había un bienestar porque era un estado rentista, donde te daban
dinero por no hacer nada. Ahora, de repente, ese dinero deja de contar y
vale ocho o diez veces menos de lo que valía en su día, de 2011 a hoy.
Salir adelante es una cuestión de pura supervivencia, por eso hasta los
libios han empezado a saltar a pateras. Antes lo hacían muy pocos y
habitualmente usaban sus propios barcos de pesca para llegar a Europa,
pero ya ni eso. Así que no, no tienen ninguna esperanza, en nadie, no
conozco a ninguno que defienda a los gobiernos de corazón; puede que
alguno lo haga por razones pragmáticas, porque algunos sueldos aún
siguen llegando y punto, los necesitan. Pero ni los libios, ni la ONU ni
los enviados especiales hasta la fecha, nadie tiene ninguna
legitimidad. Es demasiado categórico lo que digo, quizá, pero créame, es
también bastante descriptivo.