Depardon es un fotógrafo de culto en cuestiones “psi” para quien esto escribe, pero sin embargo yo mismo me sorprendo al comprobar que todavía no le había dedicado la atención que sin duda se merece. Solo cuando el blog daba sus primeros pasitos, en su entrada tercera, hice de pasada referencia a él al dar cuenta de una pequeña exposición bibliográfica que presenté con ocasión del II Congreso de la Federación Española de Asociaciones de Rehabilitación Psicosocial (FEARP) celebrado en Bilbao en 2008. Y ni siquiera entonces haciendo referencia a sus interesantes trabajos psiquifoteros, sino a una de sus producciones de cine documental, faceta por la que es incluso más reconocido.
Comentemos entonces que, con el sobrenombre de “documentalista de la transparencia”, de Depardon (Villefranche-sur-Saône, 1942) se respeta su capacidad para captar las escenas más crudas de la realidad a través de reportajes fotográficos y documentales de gran riesgo, en situaciones muchas veces extremas. Fundador de la agencia Gamma y posteriormente asociado a Magnum, por su trabajo ha recibido prestigiosos premios, incluido el Pulitzer de 1977 y ser nominado al Oscar en 1982.
En 1980 vio la luz el documental “San Clemente” (al que hacía referencia arriba), rodado junto a Sophie Ristelhuerber en un hospital psiquiátrico cercano a Venecia donde ya antes habían realizado diferentes reportajes fotográficos. En esta ocasión vuelven durante el carnaval, previamente a su cierre definitivo debido a la nueva legislación desinstitucionalizadora italiana, mostrándonos en secuencias rodadas durante 10 días la cotidiana interrelación entre pacientes, médicos y familiares entre sus rancias paredes. En 1984, con ocasión de una exposición en el Centro Nacional de Fotografía en París se publicó un libro/catálogo (que ahora conservo como oro en paño en mi colección), donde se presentaron 42 fotografías en blanco y negro de las ahora reeditadas, mostrando la precariedad y ambiente de desidia extrema en que se encontraban los asilados.
En esta ocasión tenemos más suerte y la edición consta de 219 imágenes que dejan constancia de la aventura documental que un buen día de 1977 se inicia en Trieste, donde Depardon se encuentra con Basaglia y su equipo que habían iniciado el desmantelamiento del hospital y la reubicación de pacientes en la ciudad. Aquí tuvo oportunidad de retratar no solo los primeros escarceos de los asilados extramuros del manicomio, si no acceso pleno a los pabellones más lastimeros y degradados de todos. Una libertad de actuación que sorprendió al fotógrafo, temeroso incluso de algún tipo de reprimenda por su atrevimiento, y que ahora entre las páginas del libro nos explica en palabras del propio Basaglia que durante una invitación a un restaurante triestino le explica: “Aquí fotografiarás pacientes que no verás en ninguna otra parte, pero es exactamente lo mismo en Francia y en América. El hospital psiquiátrico los hizo así; ahora es demasiado tarde, no hay nada más que pueda hacer por ellos. Toma tus fotos, de otra forma la gente no nos creerá”.
A partir de ahí y hasta el año posterior al prematuro fallecimiento de Basaglia, el fotógrafo visita toda otra serie de instituciones psiquiátricas (Trieste, Venecia, Nápoles, Arezzo y Turín) dejando constancia de la situación en la que se encontraban. Una estrategia de actuación ampliamente utilizada en Italia y que seguramente tuvo tanto o más que ver con la promulgación en 1978 de la famosa Ley 180 (que obligó al cierre de los manicomios) que todo el cúmulo de otras evidencias existentes en su contra.
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