Querida Paula,
Otro Lunes más, me presento delante
de unas hojas carcomidas por la humedad. Pero solo por ti, solo para
escribirte querida, busco el mínimo hueco que me dejan libre los
malditos comunistas y dejando al lado el fusil, cojo la vieja pluma de
mi difunto padre. Hoy estamos a las afueras de Salamanca, en un pequeño
pueblecito, ni tan siquiera sé como se llama, imagínate su pequeñez al
lado de la grandeza de mi querido Madrid. Al cual espero volver con
rapidez después de este frío invierno, y por fin afincarnos para formar
esa familia que siempre tanto he querido. Llevo ya meses escribiéndote
Paula, pero no quiero perder la esperanza de que recibas mis cartas pese
no recibir correspondencia alguna por tu parte, quiero pensar que
tus chispeantes ojos verdes me siguen leyendo desde tu amada Galicia con
sentimiento. Espero que estés bien, tu padre me juró que te cuidaría
como a su bien más preciado. Que te alejaría de aquella calaña
republicana con la que te juntabas, que haría de ti una mujer de bien.
Esta melancolía últimamente me
sobrepasa. No hay una noche en la que suenen las alarmas y mi corazón no
dé un vuelco pensando que he pasado mi última noche, y que no ha sido
contigo… Pero supongo que el vacío que tengo en el corazón, se equilibra
con el peso de la artillería que llevo todos los días sobre mis
costados. El jueves pasado tuve que matar a un padre de familia, como
sabes, no ha sido el primero, pero si el primero al que mato delante de
la mirada inocente de un crío de apenas 10 años. Se me partió el alma al
ver su rostro. Por muchos días que pasen nunca me acostumbraré a esto,
nunca me llegaré a meter totalmente en mi papel. Deshacerme de la
escoria que formaba este país. Pero todo ha de ser por la unidad de esta
nueva España que está resurgiendo, gracia a Dios.
Esta noche a la hora de la cena,
escuché como el coronel hablaba de que a lo largo de este mes era
posible que nos trasladásemos a las tierras de Aragón. También decía que
allí no solo había soldados, ¡Sino que había mujeres! ¿Qué clase de
locura es esta? Mujeres en pleno campo de batalla. Si no saben escribir a
penas las pobres desgraciadas, ¿Cómo pretenden coger un fusil? Santa
María. Como puede haber países avergonzándose de nuestra sublevación,
con una situación así. ¡Habrase visto cosa igual en cualquier otra parte
del mundo! Lo que necesita España es mano dura querida. La alevosía la
carcome. Y tú mejor que nadie lo sabes.
Paula, ni te imaginas cuanto me
haces falta, las ganas que tengo de estrecharte contra mi pecho… Si
pudieses conseguir algún tipo de permiso para hacerte una pequeña
visita… Tu padre siempre ha sido un hombre con muchas influencias, no
creo que una pequeñez de este tipo supusiese ningún problema para él. Y
menos para hacer a su primogénita feliz. Es casi la una de la madrugada,
y como cada día nuestro descanso nocturno no excede hasta mucho más de
las seis mañana, así que querida, pese a que me quedaría horas aquí
escribiéndote, tengo que despedirme de ti una vez más. Mañana le daré
otra pequeña parte de mí al cartero esperando con ansia e ilusión que la
recibas, es más, deseo que llegue contestación por tu parte.
Besos de tu esposo que te ama con locura.
Jaime.
Fue la última carta que recibí de un
desconocido al que creí haber querido. Años después supe, que el día que
lo mataron los republicanos, los míos, yo me hallaba teniendo mi primer
orgasmo entre la hojarasca de algún monte perdido en Ourense con el
último anarquista de verdad que conocí, que no me miró raro por llevar
el pelo más corto que él. En algún instante hasta me sentí sucia, mala.
Pero supongo que arrepentirse de lo que fue el primer y mejor orgasmo
que había tenido en mi vida, no era la solución. Aquel día solo me había
traído buenas noticias.
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