Desde la cubierta de un buque de investigación en
aguas del golfo de Arta, en Grecia, Joan Gonzalvo avistó una hembra de
delfín mular en una situación angustiosa. Con la ayuda del hocico y las
aletas pectorales empujaba contra la corriente a una cría recién nacida,
seguramente suya, con la pretensión de alejarla del barco. Parecía como
si quisiera animarla a moverse, aunque sin ningún fin aparente: la cría
estaba muerta. Bajo el sol radiante de aquel día cálido, el cuerpo a
flote había comenzado a descomponerse con rapidez y la madre arrancaba
jirones de piel y carne del cadáver.
Gonzalvo y sus compañeros comenzaron a inquietarse al día siguiente cuando comprobaron que la hembra seguía empeñada en su inútil esfuerzo: zarandeaba obsesivamente a la cría y había renunciado a alimentarse con normalidad, lo que ponía en peligro su salud dado el metabolismo acelerado de estos cetáceos. Tres delfines de la población de la zona, compuesta por 150 individuos, se acercaron; pero ninguno interrumpió ni secundó su actitud.
Gonzalvo, biólogo marino del Instituto de Investigación Tethys en Milán, decidió no recuperar el cadáver para practicarle la autopsia, como solía hacer con fines científicos. A principios de este año, me confesaba: «Lo que hizo mantenerme al margen fue el respeto. Teníamos el privilegio de presenciar una manifestación del vínculo entre madre e hijo en los delfines mulares, una especie que he estudiado durante más de una década. Me interesaba más observar ese comportamiento que interrumpir bruscamente y molestar a la madre en ese momento de dolor. Si tuviera que describir lo que vi, diría que se trataba de una demostración de duelo».
Fuente: http://www.investigacionyciencia.es/investigacion-y-ciencia/numeros/2013/9/el-duelo-en-los-animales-11372
Gonzalvo y sus compañeros comenzaron a inquietarse al día siguiente cuando comprobaron que la hembra seguía empeñada en su inútil esfuerzo: zarandeaba obsesivamente a la cría y había renunciado a alimentarse con normalidad, lo que ponía en peligro su salud dado el metabolismo acelerado de estos cetáceos. Tres delfines de la población de la zona, compuesta por 150 individuos, se acercaron; pero ninguno interrumpió ni secundó su actitud.
Gonzalvo, biólogo marino del Instituto de Investigación Tethys en Milán, decidió no recuperar el cadáver para practicarle la autopsia, como solía hacer con fines científicos. A principios de este año, me confesaba: «Lo que hizo mantenerme al margen fue el respeto. Teníamos el privilegio de presenciar una manifestación del vínculo entre madre e hijo en los delfines mulares, una especie que he estudiado durante más de una década. Me interesaba más observar ese comportamiento que interrumpir bruscamente y molestar a la madre en ese momento de dolor. Si tuviera que describir lo que vi, diría que se trataba de una demostración de duelo».
Fuente: http://www.investigacionyciencia.es/investigacion-y-ciencia/numeros/2013/9/el-duelo-en-los-animales-11372
No hay comentarios:
Publicar un comentario