Hélé Béji (Granada, Abril 2018) | © Ilya U. Topper/M’Sur |
Con una bebida gaseosa en la mesilla – motivada por una molestia estomacal en el viaje que la ha traído a Granada, donde participará en la segunda edición del TresFestival de la Fundación Tres Culturas –, pero sin perder la sonrisa, Hélé Béji pasa revista a las fases del islamismo moderno. En su primer libro, El desencanto nacional, escrito en 1982 para hacer las cuentas con la ideología nacionalista que dominaba Túnez desde su independencia bajo Habib Bourguiba en 1956, aún no había más que una reflexión vaga sobre el islamismo: era algo practicamente inexistente en el país desde el punto de vista político.
Esto ha cambiado. El último libro de Hélé Béji, escrito en 2010, se llama Islam Pride: Derrière le voile (Orgullo islámico: Tras el velo). “Me gustaría que se tradujera al español”, apunta la pensadora, que aparte de numerosos ensayos políticos y sociológicos también tiene en su haber una novela: L’oeil du jour (El ojo del día), un recuento que se intuye medio autobiográfico sobre una mujer tunecina afincada en París que en verano regresa al patio de su infancia en la medina de Túnez… Pero las declaraciones de amor a las raíces tunecinas, que expresa esta narración, solo afloran momentáneamente durante la entrevista, que tiene otro enfoque: ¿Quo vadis, islam?
¿En qué momento, la religión islámica adopta el papel de “orgullo de identidad”?
En los años 70-80, más bien los 80. Se veía venir que no era un fenómeno de moda pasajero, no era solo una crisis mística adolescente…. aunque sí era algo propio de los jóvenes. En Francia se convirtió en un fenómeno social en los años 90.
¿Y en los demás países?
Empezó más bien en Argelia, con el movimiento islamista argelino, luego llegó a Túnez, Marruecos… y como hay muchos inmigrantes en Francia… Hay una paradoja: no tengo estadísticas, pero por lo que he observado en Túnez en los últimos 30 años, cada verano, cuando retornan los inmigrantes para sus vacaciones anuales, había mucho más chicas veladas. Comprendí que en realidad son las jóvenes francesas, las árabo-francesas, las llamadas ‘beur’, quienes comenzaron.
¿Por qué ellas?
Ellas son un fenómeno de importación del islam que se radicaliza en Europa contra un tipo de… se puede decir racismo, capas sociales inferiores, falta de oportunidades… Tienen razones múltiples ligadas también a su propia educación, pero no se reconocen en un marco de laicismo completo, Y han empezado a reivindicar algo, porque durante un tiempo, lo que había de religión en Europa, fuese islam o cristianismo o judaismo, era más bien una irreligión. Ahora vuelve la religión. Hay muchos movimientos en Francia que reivindican el catolicismo, porque dicen que la democracia ha ido demasiado lejos a la hora de despreciar la religión. Hay grandes intelectuales laicos como Régis Debray, que dicen ya desde 2002 que hay que enseñar el hecho religioso en los colegios.
Precisamente en los colegios en Francia se prohíbe el velo; es el único país europeo que ha dado este paso.
En los colegios se ha prohibido a las niñas pequeñas. Para las adultas es distinto, pero a las niñas creo que hay que prohibirles el velo. Porque es una práctica que atenta contra ellas. Es como una violación de la personalidad de la niña, una agresión de una personalidad que aún no está formada. Hay que prohibirlo, al igual que se prohíbe el alcohol: supone un riesgo para un niño. Y es como estar en una secta. Estoy en contra de prohibir el velo en la calle, a las adultas, pero a favor de prohibir el velo en el colegio.
¿Y fuera del colegio, tratándose de las mismas niñas?
¿Velar a las niñas? Estoy en contra, siempre, sea en el colegio o no.
¿Debería prohibirse, pues, que unos padres paseen con una hija de ocho o nueve años con el velo?
Eso no puede prohibirse. Es el problema. A causa de la democracia, gracias a ella, eso forma parte de las libertades privadas. El colegio, sin embargo, es un lugar público.
Mencionó usted el alcohol: Está prohibido que los padres le pongan una cerveza a un crío en un restaurante.
Ya, pero el velo forma parte de la libertad de conciencia. No es lo mismo. Los padres tienen derecho de educar a sus hijos como quieren, de transmitirle esos valores. Sin embargo, en el colegio, el profesor puede equilibrar la influencia de la religión de los padres, el miedo que se le tiene, su rigidez, su severidad. Porque es triste que una niña pequeña… Yo tengo una nieta, sé qué vivaces son, qué bellas, un niño es una imagen de belleza, y es triste, lúgubre, que al crecer se le niegue la libertad de la infancia.
Volvamos a las adultas: las que se lo ponen por “orgullo”.
Sé que las mujeres se re-velan ellas mismas cuando son adultas. Lo viví como una catástrofe. No hablo de las chicas a las que las obligan porque dependen de sus padres, o luego del marido… Eso es una dominación, familiar o masculina, cuando una mujer obedece. Contra eso es más fácil de luchar. Pero hay una apropiación del velo por parte de la propia persona, por su libertad. El velo se reivindica como un estado de libertad, de Islam-Pride. Eso es un fenómeno posmoderno, no arcaico, sino totalmente moderno.
¿Y de dónde surge?
Corresponde a la democracia, porque una democracia también tiene sus peligros.Y lo malo de la democracia es la deriva hacia la exhibición de las cosas privadas. Hoy se mezcla lo público y lo privado: los medios de comunicación rebuscan en la vida privada de la gente, quién se casa o se divorcia de quién… En la democracia hay que expresar posiciones públicas por el bien de la sociedad. Pero la vida privada no. Esa exhibición de la vida privada me molesta. Es casi obscena a veces. Uno exhibe sus preferencias sexuales, sus preferencias místicas… todo. Es una falta de dignidad. La democracia ha caído en una especie de indignidad general, donde todo el mundo habla de sí mismo, es un egocentrismo y un narcisismo general. Y ahí entra el velo.
Cuando dos chicos homosexuales se besan públicamente en la calle, también exhiben algo, pero no pretenden que los demás sean gay. Exhibir la religión ¿no tiene un ánimo también de misión?
No necesariamente. Al principio también lo pensaba, pero tras hablar con muchas mujeres veladas, me parece que no, no me intentan presionar. Dicen que es por ellas mismas: “Yo me siento mejor así”.
No presionarán conscientemente, pero si el 90 por ciento de las mujeres de una zona van veladas, ¿será aún posible salir sin velo?
Pero es que no son el 90 por ciento.
Eso depende del país que usted mire. ¿Egipto?
Esto es verdad, pero es otro tipo de presión… Lo digo a veces: el fascismo viene desde abajo, no desde arriba. Es el fascismo de los débiles. No siempre es un dictador que lo impone. A veces es un sentimiento, un puritanismo. El puritanismo puede extenderse en la sociedad. Pero no sé si las que se velan lo hacen como un acto militante. Algunas sí, en los partidos políticos sobre todo, pero otras que conozco, que trabajan conmigo en Túnez, no hacen proselitismo. No evangelizan. Es verdad que hay una expansión del velo, pero no hay una voluntad individual de dominar a las mujeres emancipadas.
No individualmente. Pero ¿como fenómeno social?
Como colectivo, sí. Porque en ese momento se convierte en una ideología, ese es el problema. La cantidad puede ser aterradora. El número importa. Tener un 10 o 20 por ciento no es lo mismo que tener un 90 por ciento. Pero también tenemos el fenómeno a la inversa, como en Irán, donde se desvelan. Como el cien por cien está velado por obligación, ahora se desvelan, se atreven, pero han tardado: son ya casi cuarenta años.
¿Y qué opinión le merece este movimiento iraní?
Puede ayudar mucho: ellas son pioneras del mundo musulmán. Es una nueva generación. La primera generación era la de mis madres, de mis abuelas, que empezaban a desvelarse, y luego ya no había mujeres veladas en la calle. Era algo que había desaparecido, como la Inquisición en España. Nadie imagina que la Inquisición pueda volver.
¿Y por qué la generación de ahora adopta este nuevo velo, universal, estandarizado?
Es verdad, yo describo el velo como un uniforme. Eso viene a través de los medios: es la publicidad más barata, menos costosa, del mundo. Cuesta cero euros y tiene el mayor impacto mundial. Es un modelo de publicidad. Otras se enganchan a las marcas de lujo; el velo es como una marca. Pero es una marca inventada por una forma de inteligencia colectiva un poco… desviada, pervertida por un mal conocimiento de la religión, una que confunde religión con fetichismo.
¿Fetichismo?
Llevar velo es un fetichismo. El velo es un fetiche que llevas para que te proteja. Es un acto de protección contra la agresión del hombre. Es como las chicas que antes iban al convento: llevaban el mismo velo. No es lo mismo, porque el velo católico no va a volver en Francia, ni en Europa… Pero es como en siglos anteriores: cuando una mujer no quería afrontar la vida, se iba al convento. Una manera de salirse del mundo. Un miedo al mundo, un miedo de afrontar la realidad. El velo es como un pequeño convento portátil. Cada una lleva el suyo. Porque no hay convento en el islam, no hay lugares para un retiro espiritual de las mujeres.
¿No hay órdenes sufíes en Túnez, como en el resto del Magreb?
No hay instituciones en las que las mujeres pueden esconderse, recluirse del mundo exterior, para rezar en relación con el profeta, no.
El velo católico señala que una se retira de la sociedad. El velo moderno islamista, en cada vez más sociedades, Irán o Egipto, es una condición para formar parte de la sociedad.
Eso es verdad. Pero yo he trabajado más sobre la manifestación del velo en Europa. En nuestros países era al principio era una manifestación del movimiento islamista, contra un poder occidentalizado, modernista, no siempre de dictadores, pero sí un poder autoritario. En los países árabes, en Argelia, era político. En Francia, eso es discutible. Ahora también se vuelve político, a causa de la guerra.
¿Qué guerra?
La guerra en Oriente Próximo. Es una manera de decir: Estamos en contra de vuestra intervención militar. El velo está ahora ligado a la política mundial. Ya no es tanto la chica que quiere protegerse, mantenerse virgen para el matrimonio, buscar un marido, porque con el velo se cree más pura, es el símbolo de la pureza, la virginidad, el conformismo social.
¿Y ahora?
Ahora es un fenómeno de resistencia ligado a una forma de rebelión contra la política occidental en Oriente Próximo, el intervencionismo militar permanente, que se asimila a una nueva forma de colonización oculta, en nombre de la democracia. Antes se hacía en nombre de la civilización: iban los colonos a colonizar. Ahora ya no es territorial. Pero si la democracia se impone por la fuerza, arruina lo que tiene de democracia. Propaga un sistema en una sociedad diferente que no vive exactamente en la misma época y no tiene los mismos códigos para relacionarse, para democratizarse. Hay gérmenes de democracia y libertad en todas las naciones, pero se expresan de otra forma, sus tiempos de maduración no son los mismos.
No creo que la intervención de EE UU en Iraq, prohibiendo partidos y reemplazándolos por cuotas religioso-étnicas, pueda considerarse ni remotamente ligada a un concepto de democracia.
¿Piensa que las grandes potencias tienen el derecho de disponer de los pueblos? Un pueblo tiene derecho de disponer de sí mismo como quiere. En Europa, las libertades han salido de sí mismo, no ha venido una gran potencia americana a decir a Francia lo que tiene que hacer. La democracia sale del interior. La libertad no es algo que se puede imponer por la fuerza. Entonces es una dictadura. Eso crea ideologías antidemocráticas, crea nuevas formas de fascismo. Dicen que si esto es la democracia, yo no la quiero. En Iraq, ahora hay más muertos que bajo la dictadura de Sadam Hussein, aunque es terrible calcularlo así. Bagdad,que era el centro de la civilización árabe, ha sido destruida, sus museos saqueados. En nombre de la democracia. ¿Qué sistema se ha impuesto?
Insisto: la democracia no. No creo siquiera que nadie se lo propusiera.
Al Qaeda nació directamente por la invasión de Iraq. Yo no tengo fibra panarabista, yo soy seguidora de Habib Bourguiba, pero hay una sensación de injusticia de que se ha aplastado un gran país como Iraq, con su intelectualidad, con mujeres libres… Es verdad que había un autócrata, pero era más como un patriarca autócrata, no es el tipo de dictador como Mussolini, Stalin o Pol Pot, era más un código familiar, el padre de la nación, un autoritarismo como el de Tito. Los autócratas buscan que el pueblo florezca, aunque luchan contra el fenómeno de la religión.
¿Por qué?
Porque hay un rechazo a la idea de la nación entre los musulmanes. ¿Por qué es tan fuerte el islamismo? Porque dicen que la nación es un invento artificial de Occidente, que ellos son universales, no tienen fronteras, el islam es una religión más allá de las fronteras nacionales. Es a la vez su peligro y su fuerza. Las naciones pequeñas, como Túnez o Iraq, han querido cerrar de alguna forma la frontera a la religión, persiguiéndola. Persiguieron a los islamistas.
En Argelia, el Estado ofreció cierto respaldo a los islamistas para contrarrestar a la izquierda, que consideraba un peligro mayor para la autocracia.
Eso también. Es complejo, un Estado utiliza todos los medios. Pero el problema verdadera era resistir al auge de un islamismo rampante, porque los comunistas eran muy poca gente. El comunismo también cuestionaba la idea de la nación, con la lucha de clases etcétera tenía una doctrina universal, que a Bourguiba no le gustaba, porque cuestionaba la nación tunecina. Pero eran muy, muy pocos, lo sé porque tenía amigos en esos años, eran estudiantes que habían leído a Marx…
¿Y los islamistas?
Los islamistas eran un movimiento para nada alfabetizado en este sentido. Por eso la enemistad es hereditaria: izquierda contra islamistas. En la democracia tunecina, quienes se siguen combatiéndose hasta hoy como perros rabiosos son la izquierda y los islamistas. Nunca se han soportado. Porque se hacen la competencia en el plan de la doctrina de los pobres, los desheredados de la tierra, el proletariado, se llama la religión de los desheredados, Jomeini y todo eso.
Y en eso llegó la revolución. ¿Y ahora?
Ahora hay 200 partidos en Túnez, cada uno compuesto por tres personas. Pero el único que hace frente al partido heredero de Bourguiba, Nida Tunes, sucesor del Neo-Dostour anticolonialista que trajo la independencia, es el partido religioso, Ennahda. Ha cambiado, se ha vuelto más civil, ha renunciado a muchos principios coránicos, ha hecho su reforma para poder gobernar con los nacionalistas. Porque con el ejemplo egipcio se dijeron que iban a ser derrocados, volverían a prisión. Fueron lo suficientemente inteligentes como para adaptado. Son muy inteligentes.
Durante la revolución, estos enemigos irreconciliables, izquierda e islamistas ¿marcharon juntos?
No, no. Jamás. Pero es que los islamistas no estaban presentes en la revolución. Para nada. La han recuperado después. No era en absoluto una revolución religiosa. No era antirreligiosa, pero sí arreligiosa. No había ninguna referencia al Corán, ni a los versos, ni a Alá ni al profeta, en las manifestaciones. Nada. Al lado de las pancartas de dignidad, libertad, libertad de las mujeres… nada. Las mujeres salían con el pelo al aire, habrá visto las fotos.
¿Se intuía que iba a ocurrir esto?
No. La revolución era imprevisible. Nadie la pudo prever, ni los sociólogos. No sabían nada. Nadie. El régimen cayó en pocos días, el 14 de enero, tras dos semanas de manifestaciones en la calle. Ni siquiera eran tan grandes, eran unos jóvenes… Nadie pudo imaginar eso. Y no puedo decir lo que pasará, pero sé que en la Constitución, se ha registrado un artículo, que según este mismo texto no puede cambiarse nunca -bueno, todo se puede cambiar, pero…- y que dice que Túnez es un Estado civil. Es decir, no es un Estado religioso.
Pero sigue mencionando el islam como religión del Estado.
No. Es la religión de la sociedad, del país, no del Estado. Esa es la gran pelea que hubo tras Bourguiba, quien encontró una fórmula muy inteligente: El país es tal, su religión es el islam. La de la nación, no del Estado.
Aún así, otorga a la religión un lugar oficial en la vida del país.
Hay una realidad que los laicos como yo no queremos entender…. Hago cierta autocrítica: hay que separar la religión de la política. Eso seguro. Pero no se puede separar la religión de la sociedad. Este es el problema. En las instituciones, en los colegios, vale: ninguna referencia a la religión.
Pero…
Es un fenómeno general. Ahora el catolicismo y el judaísmo también están haciendo un Christian-Pride y un Judaism-Pride. El islam es más joven, tiene más energía, en el sentido de Stendhal, de la ambición plebeya de Julien Sorel, el hombre del pueblo, o de Bonaparte… Tal vez hasta Macron.
A Macron no lo veo muy plebeyo.
El pueblo en Francia es ahora clase media; Macron no es hijo de los grandes poderes. Quizás no sea el mejor ejemplo. Pero la energía plebeya está ahí, y es más fuerte entre los musulmanes. Son más jóvenes, hay más convivencia, un afecto muy fuerte que falta un poco en la democracia con sus soledades, su individualismo, el hiperindividualismo, que no pega mucho con la transmisión de la familia.
Muchos magrebíes reivindican esto: “Lo único que me gusta de mi país es ese afecto familiar”…
Sí, nunca renunciarán a eso.
…pero si para no rebelarse contra la familia, una chica acepta casarse con su primo, solo para que mamá no llore, no veo qué tiene de positivo ese vínculo. ¿No es puro chantaje?
Totalmente cierto. Es un conformismo muy violento, es cierto. Pero al hacer balance prefieren eso antes de sentirse desarraigados en la sociedad, en el anonimato. Es el precio que pagan. Siempre se paga un precio en la vida. Muchas se escapan: yo, otras, porque tenemos una formación intelectual y creamos otra comunidad. Todo el mundo tiene una: los artistas, escritores… Creamos esa solidaridad fuera de la familia, y aunque siga existiendo, la familia ya no nos presiona. Resistimos. Hay que resistir.
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