Michael Lowy
Adrián Estévez / Wikimedia Commons |
A cien años del asesinato de Rosa Luxemburgo, ¿qué aportes de su obra son más relevantes en la actualidad?
En primer lugar, su comprensión de que el capitalismo no puede existir sin expansión imperialista, militarismo, guerras de conquista, conflictos interimperialistas por la hegemonía, opresión brutal de los pueblos de la periferia, imposición a todo el planeta de las implacables exigencias de la acumulación del capital. Esto es muy actual, y lo mismo para la necesidad de organización internacional de los explotados y oprimidos: para Rosa Luxemburgo, sin un movimiento internacional, sin la unidad internacionalista de los proletarios –en el sentido amplio, el conjunto de las clases y grupos subalternos– no será posible vencer al sistema imperialista mundial.
Se puede criticar su posición hacia la cuestión nacional –contrariamente a Lenin, rechazaba el derecho a autodeterminación de los pueblos como “ilusión pequeñoburguesa”. Pero su crítica intransigente a la ideología nacionalista burguesa, como instrumento de dominación de las masas, y su rechazo categórico a las guerras imperialistas en nombre de la “defensa nacional” siguen siendo muy actuales.
Polemizando con el reformismo socialdemócrata, Rosa Luxemburgo insistía que los marxistas son favorables a todas las reformas que mejoran la situación de los oprimidos, pero no es posible acabar con el capitalismo por una acumulación gradual de reformas: es necesario el golpe de martillo de la revolución para romper con la dominación de la clase burguesa y establecer una verdadera democracia socialista. Es una discusión que sigue presente hasta hoy en el campo de la izquierda y de los movimientos sociales.
Le faltaba, como a prácticamente todos los marxistas de su época, una percepción de la cuestión ecológica. Pero, por su interés por el “comunismo primitivo” de los pueblos colonizados, como fuente de inspiración de su resistencia al imperialismo, ella nos permite entender mejor la formidable movilización socioecológica (anticapitalista) actual de las comunidades indígenas de las Américas, desde Canadá hasta la Patagonia.
En 1916 Luxemburgo escribió desde la cárcel La crisis de la socialdemocracia alemana, conocido como el Folleto de Junius por el pseudónimo que utilizó. Allí aparece el lema “socialismo o barbarie”. Usted sostiene que este texto representó un giro en la historia del pensamiento socialista…
Hasta la Primera Guerra Mundial, prácticamente todos los marxistas creían en la “inevitabilidad” del triunfo socialista. Karl Kautsky es el más típico representante de una especie de “radicalismo pasivo”, que proponía a los socialistas esperar por la crisis revolucionaria. Pero también Rosa Luxemburgo, en sus primeros escritos, insiste en el inevitable “derrumbe” (Zusammenbruch) del capitalismo. Contrariamente a Kautsky ella no quiere “esperar de brazos cruzados” que maduren las condiciones, sino propone acelerar el proceso histórico, hasta el necesario triunfo del proletariado. La diferencia se refiere solo al ritmo, no a la dirección del proceso.
La capitulación de la socialdemocracia alemana y europea frente a la guerra imperialista –votación de los créditos militares en 1914– va a producir un profundo cambio en el pensamiento de Luxemburgo. En su folleto redactado en la cárcel en 1915, La crisis de la socialdemocracia, firmado con el seudónimo “Junius” –que denuncia tajantemente esta capitulación– aparece, por primera vez en la literatura marxista, la palabra de orden “socialismo o barbarie”. Ya no se trata de “acelerar” un proceso inevitable, sino de decidir su dirección. El socialismo es solo una de las formas posibles del futuro: la barbarie es una otra posibilidad muy concreta, en una disyuntiva histórica que depende, en gran medida, de la consciencia de clase y de la iniciativa política de los explotados. El “factor subjetivo” gana ahora un peso histórico mucho más importante que en los análisis anteriores que veían al proceso económico objetivo –el derrumbe del capitalismo, víctima de sus contradicciones– como el aspecto decisivo. Rompiendo con el “fatalismo optimista” de corte economicista de la Segunda Internacional, la fórmula “socialismo o barbarie” del Folleto Junius inaugura una nueva comprensión dialéctica de la historia como proceso abierto, sin garantías, ni resultados inevitables.
Inspirado por las ideas de Rosa Luxemburgo, el pensador marxista heterodoxo Lucien Goldmann veía al futuro socialista de la humanidad no como un hecho inevitable, “científicamente” demostrable, sino como una apuesta (en el sentido que le da Blaise Pascal a este término), implicando el riesgo de derrota, pero también la esperanza de una victoria en contra de la barbarie; una apuesta en nuestra acción colectiva, que implica en cada uno un compromiso permanente.
El concepto de barbarie en Rosa Luxemburgo se refería a una perspectiva futura pero también a una presente en ese momento en el capitalismo: la guerra. ¿Cómo podría pensarse en la actualidad?
A pesar de una referencia equivocada a ejemplos del pasado –la caída del imperio romano, la regresión de la civilización– la barbarie en el Folleto Junius no es una regresión al pasado, sino una forma moderna: la guerra, con su cortejo de destrucciones y masacres. Su planteamiento fue profético, pero con el nazismo y la Segunda Guerra Mundial, esta barbarie moderna –resultado de la derrota del socialismo en Alemania– ha llegado a niveles inimaginables para Rosa Luxemburgo. Con el espectacular ascenso actual de fuerzas de extrema derecha en todo el planeta, muchas veces con formas semifascistas o fascistas de xenofobia, racismo y autoritarismo, tenemos una amenaza muy concreta de barbarie moderna –si la izquierda antifascista y anticapitalista no logra ganar las masas populares para una alternativa socialista.
Con el cambio climático y la dramática crisis ecológica de nuestra época aparece una nueva disyuntiva histórica, un poco distinta de la planteada por Rosa Luxemburgo: socialismo –o mejor, ecosocialismo – o destrucción de las condiciones de vida en el planeta.
Ha escrito que Rosa Luxemburgo tenía una visión dialéctica de la praxis que le permitió superar el tradicional dualismo entre “programa mínimo” y “objetivo final”. ¿Cómo se relaciona esto con el debate sobre la huelga de masas?
Para Karl Marx, fundador de la filosofía de la praxis (para retomar la definición propuesta por Antonio Gramsci), el cambio de las condiciones materiales y la autotransformación de la consciencia coinciden en la praxis revolucionaria (Tesis sobre Feuerbach, 1845). Las ideas de Rosa Luxemburgo participan de esta visión dialéctica.
En cuanto militante del socialismo revolucionario de Polonia, Luxemburgo participó directamente en la experiencia de la huelga de masas en el Imperio zarista en 1905. En su folleto del 1906 (Huelga de masas, partido y sindicato) analizando este evento, ella va a proponer la huelga de masas como una estrategia de lucha para Rusia, Polonia, Alemania y otros países: una estrategia que tiene por punto de partida reivindicaciones económicas, sociales y políticas concretas –algunas de ellas “mínimas”– pero se transforma en un enfrentamiento global con las clases dominantes y el Estado. Como lo demuestran los sucesos de 1905 en Rusia, la consciencia de clase de las grandes masas proletarias resulta de su propia experiencia directa de lucha, mucho más que de los folletos o discursos de propaganda de la socialdemocracia.
En la Huelga de Masas se supera dialécticamente la rígida separación tradicional entre el “programa mínimo “y el “máximo”, entre lucha económica y política, entre teoría y práctica, entre sindicato y partido.
Rosa Luxemburgo había señalado que algunos textos de Marx se descubrían o se olvidaban de acuerdo con los diferentes momentos históricos. Usted decía que lo mismo ocurría con los textos de Rosa Luxemburgo. ¿Es hoy un momento propicio para rescatar su obra?
En el 68 surge una nueva generación que se interesa por las tradiciones revolucionarias suprimidas por el estalinismo y la socialdemocracia: Rosa Luxemburgo, León Trotsky, el anarquismo, Che Guevara, así como por los pensadores marxistas heterodoxos: Georg Lukacs, Ernst Bloch, Herbert Marcuse, Henri Lefebvre, Guy Débord. Algo parecido ocurre hoy. Las obras completas de Rosa Luxemburgo son publicadas no solo en Alemania, sino también, por primera vez, en Francia, Brasil y Estados Unidos (¡pero no en Polonia!). Sus escritos son leídos y discutidos por jóvenes militantes y por intelectuales, por activistas obreros o campesinos, por estudiantes y académicos, desde Shanghai hasta Buenos Aires, desde Londres hasta São Paulo.
Entre sus ideas “olvidadas” que habría que “redescubrir” hoy en día se encuentra, como he sugerido antes, su interés por el “comunismo primitivo”, por las tradiciones comunitarias de los pueblos indígenas, fuente inagotable de su resistencia al imperialismo y a la “modernización” capitalista. Es una temática muy actual hoy en día, especialmente en las Américas.
Creo que un comunismo del siglo XXI no puede prescindir de las ideas revolucionarias, democráticas, libertarias e internacionalistas de Rosa Luxemburgo. Sin transformarlas en dogmas, por supuesto, porque tenemos que enfrentar nuevos desafíos –como la crisis ecológica– que exigen nuevos paradigmas marxistas.
Fuente: https://ctxt.es/es/20190109/Politica/23901/rosa-luxemburgo-michael-lowy-marxismo-socialismo-o-barbarie-josefina-l-martinez.htm
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