viernes, 11 de enero de 2019

La prueba evolutiva de las Galápagos: las temperaturas oceánicas

Nicholas Casey, corresponsal de The New York Times para la región andina, y Josh Haner, fotógrafo del Times, viajaron más de 900 kilómetros desde la costa ecuatoriana para ver de cerca qué efecto están teniendo las mayores temperaturas marinas en el primer laboratorio de Darwin

VOLCÁN ALCEDO, islas Galápagos — Cuando el cielo se abre, el sol ecuatorial se cierne sobre el cráter de este volcán humeante y deja ver el paisaje acuoso donde empezó a concebirse la teoría de la evolución.

Iguanas marinas en la isla Fernandina
Al otro lado de un mar poco profundo se encuentra la isla Santiago, donde Charles Darwin alguna vez divisó iguanas marinas, la única especie de lagarto que busca su comida en el océano. Por ahí vuelan los pinzones, que son producto de un lento pero constante cambio generacional. Pero puede que la velocidad de las aves no sea suficiente para compensar el paso actual del cambio climático.
Darwin vio en la lucha contra la extinción en estas islas los planos del origen de todas las especies, incluida la humana.

Aunque ni siquiera el científico inglés pudo haber imaginado lo que les esperaba a las Galápagos, donde todo parece dispuesto para la que probablemente sea la prueba evolutiva más grande.

Las islas son especialmente vulnerables a medida que el cambio climático provoca que la temperatura de los océanos aumente. Los científicos están preocupados. Las Galápagos no solo están en la intersección de tres corrientes oceánicas, también se ubican por donde pasa uno de los patrones climáticos más destructivos del mundo, El Niño, que provoca un calentamiento rápido y extremo del Pacífico oriental tropical.

En un estudio publicado en 2014, más de una docena de climatólogos advirtieron que el aumento de la temperatura oceánica estaba causando que El Niño fuera más frecuente y más intenso. La Unesco, la agencia de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, ahora advierte que las Galápagos son uno de los lugares más vulnerables a los efectos del cambio climático.

Por Jeremy White
Para darse una idea del futuro para las Galápagos, conviene observar su pasado reciente, cuando un fenómeno similar amenazó a estas islas. Las aguas más cálidas provocadas por El Niño impidieron que los nutrientes subieran a la superficie del océano y hubo una hambruna generalizada.

Las iguanas marinas grandes murieron, mientras que otras encogieron su esqueleto para sobrevivir. Las aves marinas dejaron de poner huevos. Los bosques de árboles de margarita fueron arrasados por las tormentas y en su lugar llegaron matorrales espinosos invasivos. Ocho de cada diez pingüinos murieron y casi todos los cachorros de león marino fallecieron. Un pez del largo de un lápiz, la damisela de las Galápagos, nunca volvió a aparecer.

Eso ocurrió en 1982. Desde entonces la temperatura de los océanos del mundo ha aumentado al menos 0,5 grados Celsius.

Leones marinos en la isla Isabela
David J. Anderson, biólogo en la Universidad de Wake Forest y quien estudia a los piqueros de patas azules, dijo que la devastación a causa de El Niño era inesperada cuando él empezó a trabajar en las islas en los años ochenta.
“Ahora nos preguntamos qué tan frecuente será. Los patrones de El Niño tienen efectos avasalladores”, aseguró. “Y cada vez suceden con más frecuencia”.
A pesar de que las Galápagos están al centro de los trópicos geográficos, por ahí fluye una gran corriente desde el sur chileno, la corriente de Humboldt. Esta mantiene a las islas frescas y sin lluvia durante la mayor parte del año, una situación inusual debido a que la línea del ecuador atraviesa el archipiélago. Así, las islas tienen un clima subtropical y son de los pocos lugares en la Tierra donde coexisten los pingüinos y los corales.


No obstante, a veces la corriente de Humboldt se alenta sin previo aviso.
En cuestión de meses, las aguas del océano empiezan a calentarse con rapidez: su temperatura aumenta en hasta 2 grados Celsius. Las tormentas entonces azotan las islas, hay lluvias e inundaciones repentinas. Casi de la noche a la mañana, las Galápagos se vuelven más calurosas: es el inicio de El Niño, una referencia acuñada por los pescadores peruanos ya que el fenómeno ocurre por las fechas navideñas.

“El sistema marino de las Galápagos es como una montaña rusa”, afirmó Jon D. Witman, profesor de biología en la Universidad Brown que realiza investigaciones sobre los ecosistemas coralinos en las Galápagos. Destacó que a los puntos máximos de las temperaturas cálidas les siguen periodos de temperaturas más bajas, conocidos como La Niña.

Witman señaló que el problema con el calentamiento global es que el punto de referencia a partir del cual ocurren estas fluctuaciones bruscas se eleva igual que la temperatura oceánica, así como con la intensidad y la frecuencia de El Niño.

Una toma aérea de leones marinos y tortugas en la parte baja de la marea, en la isla Isabela
Antes de escribir Moby Dick, Herman Melville navegó por las Galápagos, donde vio las iguanas marinas negras sobre las rocas. Escribió que eran “la anomalía más extraña de la naturaleza estrafalaria”, según un texto publicado en la década de 1850.

Una anomalía particular de las iguanas marinas ofrece una pista acerca de lo que podría significar para ellas un aumento en las temperaturas de los mares de las Galápagos.

Martin Wikelski, un biólogo evolucionista del Instituto Max Planck de Ornitología, en Alemania, notó algo extraño en sus cálculos cuado realizaba un proyecto de investigación cerca de la costa de la isla Genovesa: cuando el mar se calentaba, el tamaño de las iguanas se reducía.

“’Es obvio que un animal no puede encogerse, es imposible’”, recordó que pensó en ese momento. “Pero se veían extrañas, como ranas cuyas patas son demasiado largas para ese cuerpo”.

Una iguana marina nada cerca de la costa de Fernandina.
Resultó que las iguanas sí se estaban encogiendo.

El aumento de la temperatura oceánica provoca que haya menos algas, la principal fuente de alimento para las iguanas marinas. Los científicos creen que estos reptiles quizá reabsorben partes de su esqueleto para reducir su tamaño e incrementar sus posibilidades de sobrevivir con poca comida. Es posible que se deba a cambios hormonales por el estrés, aunque aún no se comprende del todo cómo es que las iguanas se adaptan. No obstante, es posible que esta adaptación sea clave para su supervivencia a medida que los ciclos de El Niño se vuelven más frecuentes.

La evolución ha provocado cambios diversos en otros animales, que bien podrían ser letales a medida que la temperatura del océano se eleva.

Un día hace poco en las costas sureñas de la isla Isabela, la más grande de las Galápagos, un león marino macho aullaba hacia una manada de crías en una poza de marea. Los leones y los lobos marinos en esta región no tienen una temporada de reproducción fija, por eso los machos están constantemente a la defensiva ante su competencia. Esa vigilancia constante les cuesta caro, pues reduce el tiempo que dedican a la caza de peces.

Cuando aumenta la temperatura de los mares, la población de sardinas en Isabela se desploma. En 1982, con la llegada de El Niño, casi todos los machos adultos de los otáridos murieron de hambre. La mayoría de los cachorros de leones marinos que nacieron ese año también murieron porque sus padres no pudieron alimentarlos, de acuerdo con un estudio realizado por Fritz Trillmich, ecólogo del comportamiento.

“Es como si nuestra generación no tuviera hijos”, señaló Robert Lamb, quien realiza un doctorado en ecología y biología evolutiva en la Universidad Brown.

Lobos y leones marinos zambullidos por la isla Fernandina
Las criaturas han estando ideando nuevas maneras de cazar.

En noviembre, las rocas escarpadas de una caleta cercana a la costa norte de la isla Isabela estaban repletas de huesos de un atún. De acuerdo con científicos, nunca se había visto que los leones marinos comieran esta especie antes.

Una mañana reciente, justo después del amanecer, unos leones marinos persiguieron a un atún enorme hacia esa caleta, para luego despedazarlo en las aguas poco profundas.

Aún no se ha estudiado si se trata simplemente de un comportamiento nuevo que surgió porque las poblaciones de peces más pequeños se volvieron escasas, pero esta dieta podría ser ventajosa para los leones marinos a medida que el fenómeno de El Niño suceda con más frecuencia.

Un león marino se come un atún de aleta amarilla.
Otros animales no tienen tantas opciones para cambiar su alimentación.

A lo largo de la costa habitan los bobos o piqueros patas azules, un ave conocida por sus llamativas extremidades y por sus andares cómicos de lado a lado. En el mar, estos expertos en devorar peces planean elegantemente sobre las olas antes de zambullirse en el océano, como clavadistas en una competencia, y hacen que los peces se separen para agarrarlos uno a uno.

Los piqueros patiazules se alimentaron casi exclusivamente de sardinas hasta 1997, cuando la población de esa especie se desplomó por razones desconocidas. Aún escasean, así que el ave ha tenido que buscar otros tipos de peces. Sin embargo, cuando la temperatura del mar se eleva con la llegada de El Niño, esos otros peces también desaparecen.

“Básicamente dejan de intentar reproducirse”, dijo Anderson, el biólogo de la Universidad de Wake Forest, sobre los piqueros. Afirma que este patrón de conducta se ha vuelto más frecuente conforme también lo ha hecho el patrón climático de El Niño.

“Dentro de cien años, no me sorprendería que los bobos patiazules desaparecieran” si esta tendencia se mantiene, sentenció Anderson.

Los bobos de patas azules planean por el agua en busca de pescado.
Se observa un comportamiento similar en otras aves acuáticas en esta zona. Los pingüinos de las Galápagos, que solo habitan en estas islas, dejan de reproducirse cuando el agua llega a los 25 grados Celsius.

El cormorán no volador o mancón muere de hambre en su nido porque no puede volar para encontrar alimento en otros lugares cuando las poblaciones de peces disminuyen cerca de las islas.

Mientras que el aumento de la temperatura se ha vuelto la perdición para muchas especies endémicas que evolucionaron en torno al clima fresco subtropical de las Galápagos, las especies invasoras han prosperado.

Los bosques del endémico árbol de margarita (Scalesia) ya se estaban reduciendo debido a la actividad ganadera en las zonas montañosas. Estos árboles están acostumbrados al clima templado, así que las tormentas violentas que acompañan a los patrones extremos de El Niño pueden causar estragos en sus bosques.

Es un fenómeno destructivo, pero antes los cambios con las tormentas eran parte del ciclo natural de estos árboles de margarita; permitían que una nueva generación echara raíces.

Pero el cambio climático ha provocado un cortocircuito en este proceso. Debajo de los bosques de scalesia, hay semillas de moras invasoras a la espera de que los árboles de margarita gigantes se derrumben. Ahora, las moras se esparcen rápidamente e impiden que la próxima generación de árboles se desarrolle.

Un halcón de Galápagos y los árboles de margarita gigantes o scalesia, en la isla Isabela
“Temo que si no se hace nada respecto a las moras, los bosques de scalesia no puedan recuperarse a largo plazo”, advirtió Heinke Jäger, ecóloga de la Fundación Charles Darwin en las Galápagos, en referencia a los impactos repetidos de El Niño.

Según Jäger, una aparición extrema de El Niño en 1997 y 1998 habría coincidido con la introducción de la primera rana a las islas, la rana de árbol de hocico aquillado, apodada sapo de Fowler. Eso podría haber ayudado a que se esparciera tal que ahora es una amenaza para las poblaciones de insectos y otros invertebrados.

Otra especie invasora que ha preocupado a muchos científicos es la hormiga roja o de fuego, que prospera en temperaturas más húmedas y se alimenta de los huevos de las tortugas gigantes, además de que ataca las piernas y los ojos de las que están en etapa adulta.
Tortugas de las Galápagos en el borde del volcán Alceda en la isla Isabela
“Se ve cómo ponen uno o dos huevos y luego las atacan las hormigas”, explicó Christian Sevilla, conservacionista del parque nacional. “Van soltando el resto de los huevos mientras caminan tratando de escapar, con las hormigas todavía mordiéndoles las piernas”.

(Irónicamente, Darwin fue un depredador de estas tortugas mucho antes que las hormigas. “Con las tortugas jóvenes se hace muy buena sopa”, escribió en sus diarios en 1839).

Sevilla y otros trabajadores del parque están considerando emprender esfuerzos de mitigación para tratar de proteger a las especies amenazadas por la creciente frecuencia del fenómeno El Niño que ha traído el calentamiento global. El parque ya implementó un programa para criar tortugas gigantes en cautiverio.



Más información: https://www.nytimes.com/es/interactive/2018/12/19/climate/islas-galapagos-cambio-climatico.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario