VOLCÁN ALCEDO, islas Galápagos — Cuando el cielo se
abre, el sol ecuatorial se cierne sobre el cráter de este volcán
humeante y deja ver el paisaje acuoso donde empezó a concebirse la
teoría de la evolución.
Al otro lado de un mar poco profundo se
encuentra la isla Santiago, donde Charles Darwin alguna vez divisó
iguanas marinas, la única especie de lagarto que busca su comida en el
océano. Por ahí vuelan los pinzones, que son producto de un lento pero
constante cambio generacional. Pero puede que la velocidad de las aves
no sea suficiente para compensar el paso actual del cambio climático.
Darwin vio en la lucha contra la extinción en estas islas los planos del origen de todas las especies, incluida la humana.
Aunque ni siquiera el científico inglés pudo
haber imaginado lo que les esperaba a las Galápagos, donde todo parece
dispuesto para la que probablemente sea la prueba evolutiva más grande.
Las islas son especialmente vulnerables a medida
que el cambio climático provoca que la temperatura de los océanos
aumente. Los científicos están preocupados. Las Galápagos no solo están
en la intersección de tres corrientes oceánicas, también se ubican por
donde pasa uno de los patrones climáticos más destructivos del mundo, El
Niño, que provoca un calentamiento rápido y extremo del Pacífico
oriental tropical.
En un estudio publicado en 2014, más de una
docena de climatólogos advirtieron que el aumento de la temperatura
oceánica estaba causando que El Niño fuera más frecuente y más intenso.
La Unesco, la agencia de las Naciones Unidas para la educación, la
ciencia y la cultura, ahora advierte que las Galápagos son uno de los lugares más vulnerables a los efectos del cambio climático.
Por Jeremy White |
Para darse una idea del futuro para las Galápagos,
conviene observar su pasado reciente, cuando un fenómeno similar amenazó
a estas islas. Las aguas más cálidas provocadas por El Niño impidieron
que los nutrientes subieran a la superficie del océano y hubo una
hambruna generalizada.
Las iguanas marinas grandes murieron, mientras
que otras encogieron su esqueleto para sobrevivir. Las aves marinas
dejaron de poner huevos. Los bosques de árboles de margarita fueron
arrasados por las tormentas y en su lugar llegaron matorrales espinosos
invasivos. Ocho de cada diez pingüinos murieron y casi todos los
cachorros de león marino fallecieron. Un pez del largo de un lápiz, la
damisela de las Galápagos, nunca volvió a aparecer.
Eso ocurrió en 1982. Desde entonces la temperatura de los océanos del mundo ha aumentado al menos 0,5 grados Celsius.
“Ahora nos preguntamos qué tan frecuente será.
Los patrones de El Niño tienen efectos avasalladores”, aseguró. “Y cada
vez suceden con más frecuencia”.
A pesar de que las Galápagos están al centro de
los trópicos geográficos, por ahí fluye una gran corriente desde el sur
chileno, la corriente de Humboldt. Esta mantiene a las islas frescas y
sin lluvia durante la mayor parte del año, una situación inusual debido a
que la línea del ecuador atraviesa el archipiélago. Así, las islas
tienen un clima subtropical y son de los pocos lugares en la Tierra
donde coexisten los pingüinos y los corales.
No obstante, a veces la corriente de Humboldt se alenta sin previo aviso.
En cuestión de meses, las aguas del océano
empiezan a calentarse con rapidez: su temperatura aumenta en hasta 2
grados Celsius. Las tormentas entonces azotan las islas, hay lluvias e
inundaciones repentinas. Casi de la noche a la mañana, las Galápagos se
vuelven más calurosas: es el inicio de El Niño, una referencia acuñada
por los pescadores peruanos ya que el fenómeno ocurre por las fechas
navideñas.
“El sistema marino de las Galápagos es como una
montaña rusa”, afirmó Jon D. Witman, profesor de biología en la
Universidad Brown que realiza investigaciones sobre los ecosistemas
coralinos en las Galápagos. Destacó que a los puntos máximos de las
temperaturas cálidas les siguen periodos de temperaturas más bajas,
conocidos como La Niña.
Witman señaló que el problema con el
calentamiento global es que el punto de referencia a partir del cual
ocurren estas fluctuaciones bruscas se eleva igual que la temperatura
oceánica, así como con la intensidad y la frecuencia de El Niño.
Una anomalía particular de las iguanas marinas
ofrece una pista acerca de lo que podría significar para ellas un
aumento en las temperaturas de los mares de las Galápagos.
Martin Wikelski, un biólogo evolucionista del
Instituto Max Planck de Ornitología, en Alemania, notó algo extraño en
sus cálculos cuado realizaba un proyecto de investigación cerca de la
costa de la isla Genovesa: cuando el mar se calentaba, el tamaño de las
iguanas se reducía.
“’Es obvio que un animal no puede encogerse, es
imposible’”, recordó que pensó en ese momento. “Pero se veían extrañas,
como ranas cuyas patas son demasiado largas para ese cuerpo”.
Resultó que las iguanas sí se estaban encogiendo.
El aumento de la temperatura oceánica provoca que
haya menos algas, la principal fuente de alimento para las iguanas
marinas. Los científicos creen que estos reptiles quizá reabsorben
partes de su esqueleto para reducir su tamaño e incrementar sus
posibilidades de sobrevivir con poca comida. Es posible que se deba a
cambios hormonales por el estrés, aunque aún no se comprende del todo
cómo es que las iguanas se adaptan. No obstante, es posible que esta
adaptación sea clave para su supervivencia a medida que los ciclos de El
Niño se vuelven más frecuentes.
La evolución ha provocado cambios diversos en
otros animales, que bien podrían ser letales a medida que la temperatura
del océano se eleva.
Un día hace poco en las costas sureñas de la
isla Isabela, la más grande de las Galápagos, un león marino macho
aullaba hacia una manada de crías en una poza de marea. Los leones y los
lobos marinos en esta región no tienen una temporada de reproducción
fija, por eso los machos están constantemente a la defensiva ante su
competencia. Esa vigilancia constante les cuesta caro, pues reduce el
tiempo que dedican a la caza de peces.
Cuando aumenta la temperatura de los mares, la
población de sardinas en Isabela se desploma. En 1982, con la llegada de
El Niño, casi todos los machos adultos de los otáridos murieron de
hambre. La mayoría de los cachorros de leones marinos que nacieron ese
año también murieron porque sus padres no pudieron alimentarlos, de
acuerdo con un estudio realizado por Fritz Trillmich, ecólogo del comportamiento.
“Es como si nuestra generación no tuviera
hijos”, señaló Robert Lamb, quien realiza un doctorado en ecología y
biología evolutiva en la Universidad Brown.
En noviembre, las rocas escarpadas de una
caleta cercana a la costa norte de la isla Isabela estaban repletas de
huesos de un atún. De acuerdo con científicos, nunca se había visto que
los leones marinos comieran esta especie antes.
Una mañana reciente, justo después del
amanecer, unos leones marinos persiguieron a un atún enorme hacia esa
caleta, para luego despedazarlo en las aguas poco profundas.
Aún no se ha estudiado si se trata simplemente de
un comportamiento nuevo que surgió porque las poblaciones de peces más
pequeños se volvieron escasas, pero esta dieta podría ser ventajosa para
los leones marinos a medida que el fenómeno de El Niño suceda con más
frecuencia.
A lo largo de la costa habitan los bobos o
piqueros patas azules, un ave conocida por sus llamativas extremidades y
por sus andares cómicos de lado a lado. En el mar, estos expertos en
devorar peces planean elegantemente sobre las olas antes de zambullirse
en el océano, como clavadistas en una competencia, y hacen que los peces
se separen para agarrarlos uno a uno.
Los piqueros patiazules se alimentaron casi
exclusivamente de sardinas hasta 1997, cuando la población de esa
especie se desplomó por razones desconocidas. Aún escasean, así que el
ave ha tenido que buscar otros tipos de peces. Sin embargo, cuando la
temperatura del mar se eleva con la llegada de El Niño, esos otros peces
también desaparecen.
“Básicamente dejan de intentar reproducirse”,
dijo Anderson, el biólogo de la Universidad de Wake Forest, sobre los
piqueros. Afirma que este patrón de conducta se ha vuelto más frecuente
conforme también lo ha hecho el patrón climático de El Niño.
“Dentro de cien años, no me sorprendería que
los bobos patiazules desaparecieran” si esta tendencia se mantiene,
sentenció Anderson.
El cormorán no volador o mancón muere de hambre
en su nido porque no puede volar para encontrar alimento en otros
lugares cuando las poblaciones de peces disminuyen cerca de las islas.
Mientras que el aumento de la temperatura se ha
vuelto la perdición para muchas especies endémicas que evolucionaron en
torno al clima fresco subtropical de las Galápagos, las especies
invasoras han prosperado.
Los bosques del endémico árbol de margarita
(Scalesia) ya se estaban reduciendo debido a la actividad ganadera en
las zonas montañosas. Estos árboles están acostumbrados al clima
templado, así que las tormentas violentas que acompañan a los patrones
extremos de El Niño pueden causar estragos en sus bosques.
Es un fenómeno destructivo, pero antes los
cambios con las tormentas eran parte del ciclo natural de estos árboles
de margarita; permitían que una nueva generación echara raíces.
Pero el cambio climático ha provocado un
cortocircuito en este proceso. Debajo de los bosques de scalesia, hay
semillas de moras invasoras a la espera de que los árboles de margarita
gigantes se derrumben. Ahora, las moras se esparcen rápidamente e
impiden que la próxima generación de árboles se desarrolle.
Según Jäger, una aparición extrema de El Niño
en 1997 y 1998 habría coincidido con la introducción de la primera rana a
las islas, la rana de árbol de hocico aquillado, apodada sapo de
Fowler. Eso podría haber ayudado a que se esparciera tal que ahora es
una amenaza para las poblaciones de insectos y otros invertebrados.
Otra especie invasora que ha preocupado a
muchos científicos es la hormiga roja o de fuego, que prospera en
temperaturas más húmedas y se alimenta de los huevos de las tortugas
gigantes, además de que ataca las piernas y los ojos de las que están en
etapa adulta.
(Irónicamente, Darwin fue un depredador de
estas tortugas mucho antes que las hormigas. “Con las tortugas jóvenes
se hace muy buena sopa”, escribió en sus diarios en 1839).
Sevilla y otros trabajadores del parque están
considerando emprender esfuerzos de mitigación para tratar de proteger a
las especies amenazadas por la creciente frecuencia del fenómeno El
Niño que ha traído el calentamiento global. El parque ya implementó un
programa para criar tortugas gigantes en cautiverio.
Más información: https://www.nytimes.com/es/interactive/2018/12/19/climate/islas-galapagos-cambio-climatico.html
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