Apelando a Podemos, la comunidad zapatista y la experiencia municipalista española de lo que él denomina las “ciudades rebeldes”, Luigi De Magistris ha sido reelegido alcalde de Nápoles.
 Decía uno de los grandes intelectuales 
italianos del siglo XX, que “la Resistencia y el movimiento estudiantil,
 eran las dos únicas experiencias democrático-revolucionarias del pueblo
 italiano. A su alrededor hay silencio y desierto: qualunquismo, 
degeneración estatal, y las horrendas tradiciones borbónicas, saboyanas y
 papales”. No le faltaba razón a Pier Paolo Pasolini, sobre todo, a la 
vista de la cadena de acontecimientos políticos fruto de la segunda 
vuelta de las elecciones municipales italianas del 19 de junio. Tras 
tiempos de declive de los movimientos sociales desde aquel 15 de octubre
 de 2011 en el que la ola de movilizaciones se frenó en seco, estas 
elecciones significan, al menos en la relación de los movimientos con 
las instituciones, la inversión del rumbo de las políticas del PD. 
En ocasiones lo local permite la 
apertura de tendencias de cambio, tal como vivimos a este lado del 
Mediterráneo con las candidaturas de unidad popular el 25 de mayo de 
2015, es por ello estas últimas elecciones en Italia son tan relevantes 
para hacer una cartografía política de coyuntura y para medir la crisis 
de legitimidad que condiciona a Matteo Renzi (Partido Democrático) a 
jugar sus bazas de manera algo distinta. La primera fractura del 
flamante premier llega de la desafección ciudadana a su gestión en las 
grandes ciudades italianas, en una línea algo diversa que la respuesta 
social a su proyecto de liberalización y crecimiento público, en torno a
 infraestructuras, ley educativa y la famosa reforma laboral de 2014 
(Jobs Act). Así lo atestiguan los resultados del ballottaggio (segunda 
vuelta), donde las candidaturas del Movimiento 5 Estrellas se han hecho 
con las alcaldías de Roma y Turín desplazando a las listas apoyadas por 
el partido de Renzi y rompiendo la hegemonía de la que gozaba el PD 
(antes PDS y muy anteriormente PCI). Sin embargo, contradiciendo las 
tendencias del sur de Europa, la concreción del cambio electoral no 
viene precedida por el empuje de un fuerte movimiento de disenso hacia 
los dictados de la Troika, que termine sedimentando un 
partido-movimiento capaz de construir una alternativa a la herencia del 
berlusconismo. Las razones hay que encontrarlas en otras coordenadas, en
 la tensión entre dos modelos reflejados en experiencias distantes: la 
del desafecto difuso del Movimiento 5 Estrellas liderado por Raggi 
(Roma) y Appendino (Turín), y la del proceso antagonista de Nápoles con 
el exfiscal Luigi de Magistris a la cabeza.
Roma, Turín y 17 más. El Movimiento 5 Estrellas y el voto del rencor
Hablar del Movimiento 5 Estrellas es 
hablar de su exponente y fundador, Beppe Grillo. El cómico y actor, ha 
sido uno de los impulsores del clima de frustración contra la élite 
política italiana durante los últimos años, siempre expuesto al 
mecanismo de representación parlamentaria y removilización social que 
tan malas pasadas le jugó. Un Partido resuelto a construirse, tal como 
evidencia su breve desarrollo histórico, como polo de atracción de 
aquellos excluidos del “contrato del bienestar”: jóvenes, capas medias 
urbanas, liberales venidos a menos, que dibujan un neo-proletariado 
urbano cuyo voto masivo hacia el M5S no es por convencimiento sino por 
desafección (aquí una de las diferencias con Podemos) hacia el proyecto 
del PD de Renzi. Sin embargo, “no todo el movimiento es orégano”. La 
contradictoria Virginia Raggi y la activista No Tav Chiara Appendino, 
son precisamente producto de una coyuntura italiana cuya reflexión 
revela la activación de una disidencia hacia las políticas renzianas, 
erosionando una práctica gubernamental que no consolida la propuesta del
 M5S, pero que lo refuerza en ciudades como Roma, donde el ex-alcalde 
del PD fue parte del escándalo de corrupción “Mafia capitale” y más allá
 de iniciativas de los movimientos sociales como la campaña por el 
derecho a la ciudad, no ha encontrado una alternativa política: 
destacados los “flops” de Fassina del partido Izquierda Italiana y de la
 derecha neoconservadora y ex-fascista. Sin duda, los 770.000 votos a 
Virginia Raggi y el 67% de los apoyos la convierten en la vencedora 
parcial, puesto que para los estratos políticos más fuertes de los 
movimientos romanos, es una victoria que permite neutralizar la acción 
de la antigua corporación socioliberal del PD pero no articular un 
proyecto en clave constituyente para la ciudad. En otros términos, hay 
grava pero no hay agua.
Ligeramente distinto es Turín, donde 
otra mujer, Appendino, ha fracturado el poder —con bases sustancialmente
 obreras— de Fassino (PD), haciéndose con la cuarta ciudad de Italia en 
número de habitantes y desplazando al proyecto liberal conservador a una
 tercera posición. Turín, por su composición de clase era un núcleo en 
disputa clave para asentar la proyección pública norteña del M5S. De 
hecho, el carácter genuino del cambio radica en que una activista 
ecologista, apoyada en cierta medida por algunos colectivos sociales y 
fuerzas de la izquierda radical —más o menos públicamente, más o menos 
críticamente— ha podido recoger el excedente de años de lucha contra la 
destrucción de la Val di Susa al norte de Turín por las obras del Tren 
de Alta Velocidad, bajo un paradigma conflictivo: una partido paradójico
 que refleja el malestar ciudadano, que genera al mismo tiempo rechazo 
entre las áreas políticas del movimiento.
En definitiva, se invierte la ruta en 19
 ciudades grandes en Italia donde el M5S tuerce el brazo al PD y a las 
candidaturas de la derecha, que sacan mejores resultados allá donde los 
líderes locales de Berlusconi, la Liga Norte de Matteo Salvini y los 
neofascistas presentan candidaturas unitarias.
La experiencia de una anomalía. De Magistris y Nápoles
Apelando a Podemos, la comunidad 
zapatista y la experiencia municipalista española de lo que él denomina 
las “ciudades rebeldes”, Luigi De Magistris ha sido reelegido al alcalde
 de la tercera ciudad más poblada de Italia. Si bien la distinción 
meridional que corta de raíz la península itálica en dos mitades no lo 
explica todo, es cierto que Nápoles es sin duda un territorio extraño. 
En una coalición construida barrio a barrio, centro social a centro 
social, Napoli in Comune a Sinistra ha doblado el brazo al burócrata 
conservador Lettieri, y no lo ha hecho solamente con el 66% de los votos
 en segunda vuelta. Los fenómenos políticos no puedes explicarse sólo 
aritméticamente. Tanto es así, que el modelo de candidatura, 
autogobierno y perspectiva política de De Magistris se explica en el 
proceso de subjetivación política de amplias capas de ciudadanos 
napolitanos que, siendo conscientes de la desazón que sumió a la ciudad 
durante décadas en la especulación y la gestión neoliberal, articularon 
una propuesta “de gobierno popular”.
En contraste con la “limpieza” política del Movimiento 5 Estrellas, el desafío político al que se enfrenta la experiencia napolitana puede resumirse en dos claves: el modelo napolitano no debe verse arrastrado por la política “gestionaria”, por la gestión de lo existente sino que debe vincular —aún más— los cambios institucionales a los deseos transformadores de la mayoría, y por otra parte, nunca olvidar que el objetivo de construir un modelo de asalto institucional hegemónico, desde abajo y la radicalidad democrática, tiene que relacionarse en el corto plazo con el Movimiento 5 Estrellas y aprovechando los espacios que estos puedan abrir, los movimientos deben consolidarse como actor interlocutor protagonista, siendo conscientes de que sólo desde el conflicto se puede transformar “el movimiento de lo real”.
En la Italia de los comunes, la 
expectativa es enorme, y este primer golpe a Renzi constituye sólo el 
inicio. La relación mediterránea (entre Italia y el Estado español), es 
más, europea, puede ser un bonito comienzo del razonamiento sobre el 
proceso constituyente europeo que tanto deseamos.
 
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