lunes, 24 de junio de 2013

Introducción al salvaje dadísmo berlinés


El nacimiento oficial del Dadaísmo se sitúa en Zurich en 1916, punto neutral en mitad de la I Guerra Mundial; sus fundadores, los rumanos Marcel Janco (1895-1984) y Tristan Tzara (1896-1963) y los alemanes Hans Arp (1866-1966), Richard Huelsenbeck (1892-1974) y Hugo Ball (1886-1927), que frecuentaban el Cabaret Voltaire, un tugurio fundado por este último en 1915. Todos ellos habían abandonado sus respectivos países de origen debido a la guerra, aunque Arp, que por aquellos entonces era un artista de proyección internacional, había vivido su inicio en Francia. La postura de todos ellos era de rechazo frontal al conflicto, pero con el tiempo, el criterio de unos y otros hizo les hizo divergir en cuanto a la decisión de acercarse o no a una determinada opción política. Desde el inicio del movimiento, los primeros dadaístas ejercieron una encomiable labor de documentación y contaron con su propia revista, en la que, desde 1918, llegaron a publicar hasta tres manifiestos diferentes. Todo el material que iban editando era además de una enorme utilidad a la hora de extender las bases del movimiento, que desde el principio fue saludado por intelectuales y artistas en Europa y América.

El Dadaísmo dio nombre a una actitud de búsqueda del absurdo en la realidad y de desprecio por completo del arte y la literatura que se había producido en Europa hasta el comienzo de la I Guerra Mundial. Su actitud deliberadamente provocadora y nihilista aprovechaba el hecho de que, al haber surgido en mitad de la guerra, sus impulsos subversivos no podían ser canalizados hacia ningún otro movimiento, evitando así el ser absorbidos e insertados en la “normalidad” del espectro social. Era la vanguardia cuyo principio se basaba en el rechazo de todas las manifestaciones de la vida moderna, incluidas el resto de vanguardias. La Gran Guerra fue además su sustento ideológico, como apuntaba Tristan Tzara en el pasaje que reproducíamos a comienzos del anterior post. El primer gran logro del Dadaísmo fue agrupar bajo la misma etiqueta a las manifestaciones que se venían produciendo ya antes de la fundación del movimiento en puntos diferentes de Europa y que tenían en común la voluntad de provocación y puesta en cuestión del modelo existente, sea cual fuere, empleando para ello la ironía en unos casos y el ataque directo en otros, pues como Tzara apuntaba, era la respuesta natural que el sinsentido de la guerra causaba. Y fue la guerra objeto de crítica y a la vez de inspiración, como ocurre en el caso de Georges Grosz y sus dibujos del Berlín de posguerra:

Siendo un movimiento que por su propia naturaleza negaba a todos los demás, su filosofía partía de los conceptos fundamentales sobre los que el Expresionismo se había sustentado, a saber, su actitud de confrontación frente a la realidad, más que la aceptación y reinterpretación de esa realidad con el objetivo de superarla. Por decirlo de otro modo: la concepción del proceso creativo sólo como una parte de una postura ante la vida, de una moral absoluta, de una actitud.

El Dadaísmo llegará a Alemania en 1917 de la mano de Richard Huelsenbeck, quien tras una temporada alejado del círculo y las ideas dadaístas de Zúrich, retomará oficialmente su actividad en favor del movimiento tras una charla dadaísta en la galería I. B. Neumann a principios de Febrero de 1918. Atraídos por su carácter polémico y crítico con la realidad social alemana, muy pronto se le unirán George Grosz (1853-1959), -figura decisiva para el desarrollo posterior del arte alemán-,Raoul Hausmann (1886-1971) -uno de los introductores de la novedosa técnica del fotomontaje-,Johannes Baader (1875-1955) -un excéntrico visionario a quien prestaremos atención en el siguiente post- y John Heartfield (1891-1968) -quien junto a Grosz produjo la mayor parte de la obra de este período que ha llegado hasta nosotros-, entre otros. En Abril de ese mismo año, Huelsenbeck publicó el manifiesto dadaísta de Berlín en el que sus firmantes se posicionaban desde el principio contra el Expresionismo y sobre todo contra la abstracción. Pese a ello, es evidente que la impronta expresionista siguió siendo clara sobre todo en la obra de Grosz, de ahí su importancia como figura que enlaza el lenguaje expresionista de vanguardia con las innovadoras técnicas dadaístas -fotomontaje, fotocollage- y el realismo objetivo que impregna el arte alemán mediados los años 20.

Más informacción: http://innerselves.wordpress.com/tag/berlin/


No hay comentarios:

Publicar un comentario