Brasil juega mejor que España. Sus jugadores no especulan ni marean al personal con interminables jugadas que no conducen a nada. No esconden la pelota como aquí. No son tan marrulleros ni pegan tantas patadas ni golpes bajos. No entran por detrás para hacer daño. Y si cometen faltas, están dispuestos a rectificar. Están dispuestos a replegarse cuando se equivocan en el ataque. No tratan de colar goles ilegales. Cuando la grada les abuchea, terminan escuchándola. Saben que juegan para el público, no para su beneficio y fama. Son mejores que los nuestros, juegan para el equipo, no para su propio lucimiento. No hablo de fútbol, claro, hablo de política. Qué diferencia entre los políticos españoles y los brasileños. El equipo de políticos españoles y sus palmeros mediáticos, han despreciado, desoído, criminalizado y reprimido todas las protestas ciudadanas de los últimos años.Los diputados brasileños han cedido a los pocos días de manifestaciones y han puesto en marcha la reforma que les pedía la calle. Brasil juega mejor a la política que España.
En Brasil la calle pide lo mismo que aquí llevamos pidiendo años: que termine la impunidad de la corrupción política. En solo unos días, los ciudadanos brasileños han conseguido que los políticos rectifiquen una ley que limitaba las investigaciones de tramas corruptas. Lo hicieron mal, como lo hacen los nuestros, pero por lo menos ahora han dado marcha atrás. Este ha sido el mejor gol desde que empezó la Copa Confederaciones.
Puede que lo hayan hecho porque el mundo entero mira a Brasil estos días. Pero toda Europa conoce ya la podredumbre de la política española y aquí no hay reacción ninguna de nuestras instituciones después de años de presión popular. Ninguna. Ni siquiera cuando se presentan un millón y medio de firmas en el Congreso ni después de las miles de manifestaciones, de los millones de personas que han salido a la calle en estos años. A todos ellos, este y el anterior gobierno les ha regateado, los ha tratado a patadas y les ha metido un gol tras otro por debajo de las piernas.
En Brasil, los políticos rectifican y derogan leyes injustas. Aquí no se mueven y decretan leyes injustas. Aquí el ministro de Educación se ha visto obligado rectificar pero ni se ha planteado dimitir después de un año y medio de escándalos y errores. Aquí el ministro de hacienda no da explicaciones de errores flagrantes de su cartera y encima dice con chulería que “ya ha pedido perdón”. Aquí nos roban el partido. Lo tengo claro: yo voy con Brasil.
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