lunes, 24 de junio de 2013

"En El Salvador vas del hospital a la cárcel"

Sin una ley que priorice el principio de inocencia y con el sistema penitenciario más violento de América Latina, más de 49 mujeres que han sufrido un aborto se encuentran detenidas con una condena entre 30 y 50 años a sus espaldas. Sonia Tabora fue una de ellas y aquí su historia


Sonia Esther Tabora tiene 28 años, pero siente que ha vivido como 40. Es delgada, tímida y de poco hablar. Estuvo 7 años en la cárcel, y condenada a una pena de 30. Su delito fue sufrir un aborto involuntario, que la Fiscalía calificó como homicidio agravado.

“En El Salvador vas del hospital directo a la cárcel. Yo entré en el hospital, me trasladaron al penal y no regresé a casa sino siete años y medio después”, así resume Sonia toda una etapa que ha trastocado su vida.

En la madrugada del 20 de febrero de 2005, Sonia sintió dolores de barriga, por lo que su padre le ofreció una infusión de hojas de naranja. Ella descartó el remedio casero y se fue a dormir.

“A medianoche no aguanté el dolor”, por lo que fue a un terreno ubicado a 50 metros de su casa, en una zona rural a 60 kilómetros de San Salvador. Sonia caminó hasta que paró “justo al lado de la mata de limón” porque tenía ganas de ir al baño. En la zona no cuentan con inodoros, sino con letrinas, y en el caso concreto de su familia “con la tierra cercana”.

A partir de allí perdió el conocimiento. “Es que me quedé…” y no termina la frase pese a que han transcurrido 8 años. Su hermana Maritza preocupada por lo que tardaba, salió a buscarla hasta que la encontró en estado de shock, y la ayudó a caminar hasta la casa, donde con la luz de un foco vio que la falda estaba llena de sangre. “Nadie sabía que estaba embarazada, tenía vergüenza” es lo único que Sonia comenta del tema.

La familia solicitó ayuda a los vecinos porque no contaban con transporte público. “Mi hermana dice que no hablaba ni una palabra, cuando llegué al hospital, el médico me dijo: ‘te voy a sacar la verdad de lo que hiciste’, no respetó como estaba ni respetó el secreto profesional”.

La policía fue hasta el lugar donde Sonia había tenido el aborto involuntario, y encontraron al feto (de siete meses de gestación). Hicieron el levantamiento del cadáver “y enseguida vino una policía a decirme que quedaba detenida, que al tener el alta médica me iba a los calabozos”.

“A partir de ese momento no confié en nadie, vi pocas veces mi defensor público, a los seis meses la Fiscalía me acusó de homicidio, y el juez dictó 30 años de condena, toda una vida, toda una vida metida en una celda”.

En la cárcel conoció a Karina Clímaco, otra joven que fue condenada por abortar en El Salvador. Ambas fueron atendidas por la Agrupación Ciudadana, el Movimiento por la Interrupción Legal del Embarazo por la Salud de las Mujeres (MILES) y las irregularidades de sus casos fueron denunciadas en el plano judicial y público.

“En El Salvador antes eres culpable que inocente”, dice con total resignación. La principal prueba en contra de Sonia fue la palabra del médico, quien desde el primer momento la acusó de abortar, un hecho penalizado como delito en este país centroaméricano.

Los tres mil días encarceladas “fueron tristes y en completa soledad. Mi familia por falta de dinero no podía venir siempre a verme. Te hacen sentir una asesina, no era la única detenida por la misma situación, cada vez más”.

El abogado Denny Muñoz asumió el caso de Sonia después de cinco años olvidada en una de las cárceles del sistema penitenciario más peligroso de América Latina, como es el de El Salvador.

“Yo no creía ni en mi sombra, pero el abogado me demostró que sí importaba. Él me explicó todas las irregularidades que tenía mi caso, por ejemplo que no había pruebas directas, ni siquiera se le hizo la autopsia al cuerpo para determinar si nació vivo o muerto. El juez me acusó de asesinar a mi hijo, sin comprobar si había sido un aborto involuntario, sin investigar lo que de verdad ocurrió”.

La denuncia que hicieron las organizaciones sociales tuvo su efecto. El pasado 14 de agosto del 2012, el colegiado de jueces del Tribunal de Sentencia reconoció que su condena por el delito de homicidio agravado, tras el aborto, fue un error y ordenó la libertad inmediatamente.

“A las dos de la tarde salí y me recibió mucha gente, me aplaudían y me dieron abrazos de apoyo. Me sentí bien, sentí que la pesadilla había terminado luego de casi 8 años. Me siento muy feliz y doy gracias primero a Dios por mi libertad”.

Hoy Sonia sigue su propia lucha: readaptarse al mundo que la aisló por siete años. “No es un camino fácil, nada fácil, nada… Aún muchas chicas en El Salvador viven lo que yo viví, y esto el mundo debería saberlo”, se lamenta Sonia.

Leer más: http://www.lavanguardia.com/vida/20130624/54376872898/el-salvador-aborto-prision.html#ixzz2X9n5ZNLX

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