El dolor (autorretrato).
Alexandr Kandinsky - DAE |
“Cuando se trata del ser humano, las
fronteras entre la ciencia y las humanidades son absurdas; limitan aún
más la ya de por sí limitada capacidad humana para comprender la
realidad. Todo es conocimiento que se interrelaciona y se complementa.
Es lo que el conjunto de voces que aquí se publican han querido decirnos
al hacernos partícipes de su imaginario colectivo. Una fiesta leerlos.”
Victoria Camps
[fragmento del Epílogo]
En inglés es habitual la expresión “pain suffering”, el sufrimiento del dolor. Ayuda a pensar sobre estas dos dimensiones: el dolor y su sufrimiento. No es un pleonasmo.
Dimensiones estrechamente relacionadas, mas no idénticas.
El dolor y su sufrimiento son tan intransferibles, que muchas personas cuando los viven creen impensable que pueda existir “algo” real similar más allá de su ser. Anonadada en el dolor insufrible –tangible, inasible–, nada parecería más absurdo a la persona postrada que la idea de un imaginario colectivo del dolor, si por azar cayese en ella. Imaginario o real, lo colectivo desaparece ante esa única sensación individual abrumadora, que todo lo invade y aniquila. Hasta uno mismo. Menos uno mismo. Lo colectivo se esfuma, funde, desaparece. O así parece.
Extremos o límites: dolor (in)sufrible, tangible / inasible, imaginario / real, colectivo / individual. Dolor personal (in)explicable. Delimitaciones, fronteras. Esas fronteras sólo parecen incompatibles en ciertos paisajes de la vida. Su experiencia simultánea, su coexistencia lacerante solo parece absurda desde la razón tranquila y el bienestar indoloro. Pero luego uno transita por otros parajes y el dolor le lleva a experimentar íntimamente ese conocimiento: las fronteras difusas, su explosión, la coexistencia de los límites entre dos tomas de tramadol4.
La absurda idea de compartir el dolor que a uno postra, anonada y elimina.
La común experiencia de compartir y así aliviar el dolor que uno sufre, con personas cercanas. Cercanía, afecto. Dolor (in)transferible.
Y sin embargo, sí, en cada cultura existen diáfanas y profundas creencias, símbolos, imágenes, valores y normas sobre las múltiples formas del dolor y sus significados. Las humanidades y las ciencias sociales –de forma destacada, algunos excelentes estudios antropológicos– muestran que esa experiencia individual (in)transferible es a la vez parte de cada cultura. Una parte íntima de cada constelación cultural. Además de una experiencia –individual y colectiva– universal y milenaria.
A la vez individual y colectiva. Personal, universal y milenaria.
Así, por ejemplo, una dimensión nuclear de la educación, aculturación y socialización de los niños, jóvenes y ancianos comprende la transmisión, adquisición e interiorización de creencias, símbolos, imágenes, valores y normas sobre el dolor: sobre sus causas, mecanismos y contingencias, sobre su percepción, la atribución de significados, sus funciones y propósitos, actitudes, reacciones adecuadas y legítimas (emocionales, prácticas... expresiones, quejas, tratamiento...), curso, secuelas... Fascinantes procesos de profundo calado humano, cultural, médico, sanitario, político...
Mucho de todo esto está en la obra de centenares de artistas5,6. Por ejemplo, en la de poetas como Eloy Sánchez Rosillo7,8 (Murcia, 1948). Mucho aunque no todo, claro9.
La poesía es una buena fuente y forma de conocimiento para los trabajadores de la salud pública, la medicina y tantas otras profesiones con fundamentos humanistas y sociales. No lo son menos las otras artes, las humanidades y las ciencias sociales10. Muchos de los textos de este libro son puentes entre unas y otras, en ambas direcciones.
El dolor
La vida pone a prueba constantemente el barro
tan resistente del que estamos hechos.
tan resistente del que estamos hechos.
A cierta edad, apenas llegan días
que no nos traigan junto al don del aire
y a la misericordia de la luz
algún percance oscuro, turbia zozobra al pecho.
Y esto es así. Tenemos ya costumbre.
que no nos traigan junto al don del aire
y a la misericordia de la luz
algún percance oscuro, turbia zozobra al pecho.
Y esto es así. Tenemos ya costumbre.
No hay sobresalto en ello, miedo, lucha;
hay un ceder, un inclinar la frente
al vestirse el atuendo cotidiano
de nuestra condición.
hay un ceder, un inclinar la frente
al vestirse el atuendo cotidiano
de nuestra condición.
Pero la vida
golpea en ocasiones de forma más terrible
con algo que no es hábito: el dolor,
el dolor verdadero.
golpea en ocasiones de forma más terrible
con algo que no es hábito: el dolor,
el dolor verdadero.
De súbito, te encuentras
sumido en un lugar que no sabes decir,
porque no es de este mundo, y desconoces
cómo hasta aquí has venido. Nadie te trajo, a nadie
hallas en las vacías dependencias
de esta casa cerrada a cal y canto. Estás
contigo a solas. Se ha parado el tiempo.
sumido en un lugar que no sabes decir,
porque no es de este mundo, y desconoces
cómo hasta aquí has venido. Nadie te trajo, a nadie
hallas en las vacías dependencias
de esta casa cerrada a cal y canto. Estás
contigo a solas. Se ha parado el tiempo.
No recuerdas, ni esperas, no existe el sueño, todo
es un presente ciego que no avanza
y en el que sólo escuchas tus gemidos
y el ruido que hacen al romperse una a una
las fibras de tu ser.
es un presente ciego que no avanza
y en el que sólo escuchas tus gemidos
y el ruido que hacen al romperse una a una
las fibras de tu ser.
Tal vez suceda
–también sin saber cómo– que regreses,
que como por milagro sobrevivas
a esa nada que has sido.
Mas la tremenda ausencia
te hace volver cambiado.
–también sin saber cómo– que regreses,
que como por milagro sobrevivas
a esa nada que has sido.
Mas la tremenda ausencia
te hace volver cambiado.
Cuesta trabajo respirar de nuevo,
y la imprevista claridad del alba
que mansamente acude a recibirte
te hace daño en los ojos.
y la imprevista claridad del alba
que mansamente acude a recibirte
te hace daño en los ojos.
Lo más hermoso es siempre tan intenso
que nos hace sufrir, aunque también
nos depare alegría, una alegría
única, entremezclada, y que no muestra
ninguna semejanza con el mero placer. (...)
que nos hace sufrir, aunque también
nos depare alegría, una alegría
única, entremezclada, y que no muestra
ninguna semejanza con el mero placer. (...)
* * *
El niño que hubo en mí en un ayer soñado,
ese al que el tiempo desde siempre quiso
desterrar y olvidar
sigue asombrosamente
viviendo en quien al cabo de los años
me he convertido: un hombre
que conoce el dolor y que por eso
ama mucho la vida. (...)
ese al que el tiempo desde siempre quiso
desterrar y olvidar
sigue asombrosamente
viviendo en quien al cabo de los años
me he convertido: un hombre
que conoce el dolor y que por eso
ama mucho la vida. (...)
Eloy Sánchez Rosillo7,8
La fuerza del dolor
La inmediatez terrible del dolor
nos engaña y nos lleva a desproporcionarlo,
a afirmar con la triste soberbia del que sufre
que el dolor que tenemos es el más grande
y que no puede ser que algún día termine.
Después cesa por fin, porque todo en la vida
en un punto comienza y en otro punto acaba,
y vemos que era sólo un dolor, y no el Dolor,
un tenebroso y duro contraste imprescindible
de tanta luz, de tantas alegrías.
en un punto comienza y en otro punto acaba,
y vemos que era sólo un dolor, y no el Dolor,
un tenebroso y duro contraste imprescindible
de tanta luz, de tantas alegrías.
* * *
“Nada concentra tanto la experiencia y clarifica las condiciones centrales de vivir como la enfermedad grave. El estudio del proceso por el cual se crea significado en la enfermedad (...) y las narrativas de la enfermedad nos instruyen sobre cómo los problemas de la vida se crean, controlan y se les dota de significado. [Ese estudio y esas narrativas] también nos hablan de la manera en que los valores culturales y las relaciones sociales moldean cómo percibimos y monitorizamos nuestros cuerpos, etiquetamos y categorizamos los síntomas corporales, interpretamos las quejas (...). En la enfermedad crónica y su tratamiento podemos vislumbrar un puente simbólico que conecta el cuerpo, el ser y la sociedad. Esta red interconecta procesos fisiológicos, significados y relaciones, de modo que nuestro mundo social es recurrentemente vinculado a nuestra experiencia interior. (...) La interpretación de las narrativas de la experiencia de enfermar es una tarea nuclear en el trabajo clínico, aunque esta habilidad se ha atrofiado en la formación biomédica. (...) Cuando tomamos como nuestro punto de partida los significados de la experiencia de la enfermedad, entonces nuestra misma comprensión de la medicina es cuestionada13.”
Buscar, escuchar, aprehender, comprender, asumir, sentir, actuar desde los significados de las experiencias de enfermar (elige tú tus verbos)... es esencial. Al lado de quien tú sabes. En medicina, en salud pública, en tantas profesiones y tareas de la vida.
Y a su vez, para ello la poesía –alguna forma de arte– es necesaria.14
Fuente: https://ctxt.es/es/20190710/Firmas/27090/#.XShktnampm8.twitter
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