Descendiente de militares, Bill Maudin
participó en la Invasión de Sicilia y la campaña italiana que llevó a
cabo el ejército estadounidense en la II Guerra Mundial. Sin embargo, su
arma era un lápiz. Estaba enrolado en el diario Star and Stripes, el periódico de los militares, donde dibujaba una viñeta cómica sobre Willie y Joe,
dos soldados arquetípicos. Fue herido en Monte Cassino por un mortero,
pero siguió dibujando, con lo que ganó el Pulitzer al final de la
guerra. Su personaje Willie, llegó a aparecer en una portada de la revista Time el 18 de junio de 1945.
Su
humor político duró muchos años más, pero su trabajo durante la guerra
fue realmente meritorio. Para los soldados, esas viñetas les ayudaban a
mantener una moral elevada mientras luchaban contra los nazis y, además,
no renunció a sus principios libertarios. En esos chistes criticaba la
estúpida disciplina propia del ejército, sobre todo en aquella época, y
el mismísimo Dwight Eisenhower tuvo que salir en su defensa tras un escándalo por un chiste que se burlaba de la orden de Patton
de que los soldados tenían que estar afeitados el día de la batalla. Él
dijo en entrevistas que no quería destruir al ejército, sino
reformarlo. Lo cierto es que sus viñetas, que no gustaron a los
oficiales, le encantaban sin embargo a los soldados, y por eso
sobrevivieron.
Fantagraphics recogió toda su obra sobre estos dos personajes en 2008 en dos tomos titulados Willie & Joe: The WWII Years.
Los dos personajes los creó en tiempo de paz, antes de Pearl Harbor,
pero él ya estaba haciendo la instrucción de la 45 División de
Infantería. Se enroló en las Fuerzas Armadas por la Gran Depresión, veía
que no iba a tener posibilidades de ganarse la vida como ilustrador tal
y como estaba el panorama. Si se metió luego en el periódico de la
división, que acababa de aparecer, fue porque estaba deseando dejar de
limpiar letrinas.
Cuando
participó en la invasión de Italia, vio morir, salir heridos o ser
capturados a la mayor parte de los compañeros de su reemplazo. Eso sumió
al dibujante en un estado de tristeza que se manifestó en sus
personajes. Estaban llenos de arrugas, con caras de viejo en cuerpos de
veinteañeros.
Cuesta entender a veces
los chistes, porque están escritos imitando el acento de los barrios
marginales y muchas palabras son de jerga propia de los militares rasos
de aquel tiempo. Sus "personajes de nariz ganchuda", como él los
describió, representaban a la gran cantidad de nativos americanos que
había en su unidad, una anomalía dentro del ejército. Combatían
segregados, pero en su división no porque era la que más tenía. Maudin
era de Nuevo México. En un chiste sobre la contienda, salían dos
alemanes diciendo que Dios estaba de su lado, como era el lema del
führer, "pero los americanos tienen del suyo a todos los indios".
Gracias
a todos los chistes que dibujó mientras pasaba por una experiencia tan
traumática como la guerra se pueden comprender ahora fenómenos y sucesos
que no ha transmitido la Historia. Por ejemplo, en una viñeta un
fotógrafo le decía a un soldado que felicidades, que era el soldado
número cien que posaba con una botella de Coca-cola. Otro detalle con
intrahistoria lo vemos en una viñeta en la que un soldado alemán hecho
prisionero está contando un fajo de billetes y dice: "100 dólares por la
Luger, 150 por la cámara, 12 por la Cruz de Hierro, qué maravilla que
te capturen los americanos".
Sobre
los italianos, se reía de sus uniformes. En una ocasión, un soldado
detiene a un hombre con una gorra de plato y lleno de medallas pensando
que es un general y resulta que era el jefe de policía. También se
mostraba el enfado de los civiles que habían perdido sus casas en
bombardeos con el ejército estadounidense.
La
campaña italiana no fue en absoluto un paseo para los estadounidenses.
Las tropas alemanas eran expertas, el terreno escabroso y la
superioridad americana fue neutralizada fácilmente por la wehrmacht. Los
soldados llevaron una vida miserable, en unas condiciones
climatológicas adversas, escondidos en agujeros durante días o meses. En
esa situación, una viñeta sobre su suerte, paradójicamente, les subía
la moral.
Los reportajes de la prensa sobre toda esa situación eran cuidadosamente censurados, pero a Star Spalngled Banter,
la viñeta de Maudin, la dejaron. Cuando se cuestionaron si era sano
para la moral que un cómic criticase la vida militar y la disciplina,
hubo oficiales que salieron en su defensa con el argumento de que esos
chistes le servían a la tropa para desahogarse y ventilar sus quejas de
una manera controlada.
En
un momento dado, Maudin tuvo su propio jeep para moverse entre las
líneas y conocer de primera mano la situación en todos los frentes.
Después del desembarco de Normandía, estuvo en Francia, Bélgica,
Luxemburgo y Alemania siguiendo el avance de sus compañeros. Si una
viñeta representó los años que estuvieron aquellos soldados soportando
la guerra fue la de uno de ellos, llorando mientras limpia su fusil, y
diciéndole: "Te he dado los mejores años de mi vida".
Tras
el desembarco, la guerra no fue la misma. Los alemanes dejaron de
combatir como en Italia y los americanos avanzaban en un día lo que
había tardado meses en recorrer en la península. En la biografía de
Maudin que escribió Todd DePastino
viene una anécdota que explica la diferencia. El dibujante se perdió
con su jeep y acabó en un monasterio, donde los frailes le regalaron
botellas de chartreuse. Se quedó muy asombrado, acostumbrado como estaba
a la miseria que había visto en Italia. Eso quedó reflejado en sus
chistes, donde los civiles ya no aparecían malhumorados y arruinados,
sino que se reflejaba un ambiente más festivo y, por supuesto, con
botellas por todas partes.
El dibujo
que desarrolló durante estos años Maudin llegó a tener una calidad
altísima. El agotamiento de los soldados se transmitía perfectamente con
sus gestos y, a la vez, las viñetas no estaban exentas de realismo si
tenía que dibujar vehículos o edificios. En 1945, con 23 años, le dieron
el Pulitzer por todo este trabajo. Nada de eso le ablandó, como civil,
se enroló en asociaciones libertarias y comenzó una etapa de humor
político. Esos chistes también están recopilados en Fantagraphics con el
título de Back Home. La portada es muy elocuente, aparece un
veterano durmiendo en un banco de la calle cubriéndose con una pancarta
que dice "Bienvenidos a casa, héroes" a modo de sábana.
Los chistes políticos le valieron otro Pulitzer. Esta vez en 1959, al retratar a Boris Pasternak -el autor de Doctor Zhivago-
en un gulag. La URSS no le dejó ir a recoger el Nobel a Suecia. Maudin
empezó a colaborar con Sports Illustrated y otros medios acompañando
artículos con sus dibujos. Así fue cómo surgió su viñeta más famosa. En
1963, en el Chicago Sun-Times, dibujó a la estatua de Abraham Lincoln llorando tras el asesinato de JFK. Murió en 2003, en la actualidad, una serie de sellos de correos llevan el rostro de sus personajes de guerra.
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