Para ello, propone dejar de mirar obsesivamente indicadores económicos y “rehabilitar valores” como el jom (dignidad), vivre-ensemble (sentido de comunidad), teraanga (hospitalidad), kersa (pudor, escrúpulos), ngor
(honor), humanismo de las culturas. Apuesta por elaborar un relato
propio que tenga en cuenta lo que África tiene, y no solo lo que le
falta.
Sarr, profesor de la Universidad Gaston Bergeren de Saint Louis (Senegal), está en Madrid invitado por Medialab Prado para participar en una charla en el marco del programa Grigri Pixel, que busca conectar experiencias colaborativas de creación de ciudad entre África y Europa.
Pregunta. La comunidad internacional se ha marcado una agenda de aquí a 2030 (los Objetivos de Desarrollo Sostenible) para construir un mundo mejor, pero en su libro dice que en África no es útil.
Respuesta. Creo que la idea de
sostenibilidad es muy importante porque tenemos un reto ecológico enorme
que afrontar. Y en África, el continente que menos ha contribuido al
cambio climático, es donde más se va a notar. Tenemos la oportunidad de
no cometer el mismo error, de avanzar en una industrialización verde.
Pero, más allá de eso, que sean las Naciones Unidas las que tengan que
definir los criterios, las políticas; que te digan: ‘Tienes que hacer
esto así, cómo lidiar con la sostenibilidad, con el reto ecológico…’.
Eso para mí es problemático. Los países africanos han visto cómo todas
estas políticas han venido desde fuera, han sido tratados como menores.
No niego los retos, pero sí la forma en la que hay que encararlos, que
se debe ajustar a cada contexto. Deberíamos analizar un problema y
decir: vale, aquí la mejor forma de solucionarlo es esta, y a lo mejor
no es la que nos dictan los ODS. No estoy en contra de la idea, pero sí
de la forma de implementarlo y de la imposición de soluciones que quizás
no se ajustan a nuestras realidades.
P. ¿Debería entonces existir algo así como los Objetivos de Desarrollo Africanos, una agenda hecha desde dentro?
R. Exacto. Hemos hecho en la Unión
Africana la agenda de 2063, pero está copiada y pegada de la ONU. No hay
innovación. Siempre está la idea de llegar al nivel de, hay falta de creatividad y de autonomía intelectual.
P. ¿Sería mejor para África no recibir ayuda internacional?
R. Nunca hemos visto a un país que se desarrolle
sobre la base de la ayuda extranjera. No existe. La ayuda es útil cuando
llega y se integra en las dinámicas existentes y puede apoyar planes
que los países han liderado. Tenemos el ejemplo de Haití, que recibió
enormes cantidades de dinero de fuera. Se abre un hospital, se da ayuda y
medicamentos gratuitos y cuando el programa se va no hay capacidad para
sostenerlo. Si la miras a largo plazo, la ayuda internacional no
permite que la gente construya sus propias capacidades. No es
sostenible. Cuando los programas se marchan la gente ha perdido sus
habilidades previas y el tiempo para construir nuevas para afrontar
problemas. A veces puede ser útil, cuando fortalece programas que ya
existen. También hay un efecto psicológico de la ayuda, que es poner en
la cabeza la idea de carencia, de no habilidad, de no capacidad; de que
necesitas ayudas, ser asistido. Se fomenta la mentalidad de ser una
persona que necesita siempre ayuda. Y hay una asimetría. El que está
ayudando sabe mejor que tú cuáles son tus problemas, su visión de qué es
una mejor vida. Algo que no es verdad.
P. ¿Entonces cree que la ayuda estructural no es positiva?
R. No, no funciona, de verdad.
P. ¿Preferiría cancelar la llegada de fondos internacionales?
R. Sí. Si tuviera que elegir una opción
radical, diría: tomen su dinero y váyanse. Déjennos construir nuestras
soluciones. Y si quieren ayudar con ellas, en la forma que nosotros las
hemos diseñado, pueden venir. Pero si no, cojan su ayuda. En Ruanda, por
ejemplo, dijeron a todas las organizaciones que se marcharan y que si
querían volver, sería para sumarse a programas ya en marcha. Y hay una
autoridad que revisa las propuestas de las ONG; si se ajustan a los
planes y respetan lo que tenían previsto, las aceptan. Y si no, no. Y
funciona. Hay muchos países de África que no tienen una política pública
en educación o salud… y hay muchas organizaciones que están haciendo
cosas aquí y allí con su propia visión. No es una dirección global, en
cada localidad hacen lo que creen oportuno con sus propios calendarios. Y
esto lo que está haciendo es desresponsabilizar a los africanos, que no sean los dueños de su futuro.
P. Pero en muchos países no hay una suficiente institucionalidad y gobernanza para liderar estos proyectos globales.
R. Es cierto, pero si respondes a la falta
de gobernanza con programas de ONG nunca vas a tener institucionalidad y
un gobierno fuerte. No vas a construir una respuesta.
P. Los expertos en desarrollo sostienen con datos que el mundo está mejor que hace 50 o 15 años. ¿Es una narrativa de la que usted difiere?
R. No, no es eso. El mundo ha hecho
progresos: en salud global, en economía, en seguridad… existen muchas
áreas en las que se ha mejorado, si nos comparamos con siglos
anteriores. Pero este progreso no está ligado a una mejora en la calidad
de las relaciones entre grupos humanos, lo que trae inequidad y otros
problemas. Así que no niego el progreso, pero digo que no está
distribuido de forma justa.
P. Más allá de la economía, usted habla de
lo que la gente vive, comparte… no se puede medir, pero está ahí y eso
es parte del bienestar
R. Es parte del bienestar, es importante y
no en la escala de cantidad. Muchas variables inmateriales son
importantísimas para la vida de la gente en comunidad, donde el sentido
de la vida es más profundo que todas las mediciones. Que algo no esté en
las estadísticas no significa que no tenga sentido y que no sea
importante. Necesitamos un análisis de la realidad más profundo.
P. ¿Y uno de los problemas es que estamos midiendo el bienestar de África con parámetros occidentales?
R. Exacto. Es parte de este problema, no
ser capaces de ver la sociedad en su faceta social, histórica, de
producción cultural. Siempre nos estamos comparando. Se suele describir
África con un discurso de carencias. Nunca hablamos de lo que tenemos.
No puedes comparar las dinámicas sociales de distintas realidades porque
tienen etnicidades diferentes, geografía diferente. Pero se mira la
realidad occidental como un ejemplo a seguir, y se intenta afrontar los
problemas como hicieron ellas. No miras las sociedades como son, sino
como crees que deberían ser.
P. ¿Esta es una de las razones de las migraciones, esta esperanza de ir a este supuesto mundo mejor?
R. Sí, porque nos han vendido un
imaginario de progreso, de modernidad, un discurso a través del cine, la
literatura, los medios… No solo nos han enseñado que debemos aspirar a
eso, sino que la única forma de sentirnos realizados es buscar ese sueño
americano, tener todas esas cosas que son importantes en los países
occidentales. No es que no tengan cosas buenas, pero es un error pensar
que las aspiraciones en todas las sociedades son iguales.
P. ¿Después de la colonización europea hay un riesgo de colonización china en África?
R. No estoy seguro de eso. Los chinos
están en África por nuestras materias primas, nuestros recursos, etc. La
diferencia con los europeos, es que los chinos son más cínicos. Si
quieres una carretera, la construyen, si quieres un puente, lo hacen. No
te dicen que tienes que cambiar las leyes, los valores, la calidad de
la democracia… Por supuesto hay una asimetría. Tiene más poder, más
dinero… Pero los gobiernos están en una situación en la que no escogen
la mejor solución, sino la menos mala. Les dan materias primas baratas a
los chinos, pero a cambio obtienen carreteras y puentes, que se hacen
rápido. Mientras, la Unión Europea tardaría años, condicionaría la ayuda
a ciertos requisitos: cambia la ley, bla, bla, bla… Para mí lo
importante para los países africanos es que sean capaces de construir la
capacidad de negociar para sus propios intereses.
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