miércoles, 13 de marzo de 2019

Mujeres en la Bauhaus: liberación a medias


Erich Consemüller: ‘El harén de Marcel Breuer’, 1927. Cortesía Bauhaus Dessau
 Hace ahora cien años, cuando la escuela de la Bauhaus abrió sus puertas en la ciudad alemana de Weimar, se permitió el acceso a las mujeres. Y fueron mayoría entre los estudiantes que solicitaron la admisión. Cien años después, cuando se habla de la Bauhaus se cita a Walter Gropius, Vasili Kandinski, Paul Klee o Ludwig Mies van der Rohe. Sí, hubo alumnas, brillantes, que se convirtieron en creadoras, brillantes también. Pero nunca alcanzaron la fama de sus colegas masculinos: la posibilidad de adquirir una educación no es suficiente si después las estructuras y la visión social no acompañan. Y en la Bauhaus no lo acabaron de hacer, aunque fuera y siga siendo sinónimo de modernidad.

 La celebración del centenario de la escuela que tanta influencia tuvo en la cultura del siglo XX pese a su corto recorrido cronológico (1919-1933) ha propiciado la recuperación de las figuras y obras de algunas de sus principales protagonistas femeninas, de aquellas pioneras que creyeron en la igualdad de oportunidades que anunciaba la escuela. Efectivamente, el manifiesto fundacional de la Bauhaus daba la bienvenida a “cualquier persona de buena reputación, independientemente de su edad o sexo”, incluso Walter Gropius, el arquitecto fundador de la Bauhaus, enfatizó que allí no habría diferencias “entre los sexos bello y fuerte”, una declaración que en sí misma ya resulta contradictoria con el objetivo de equidad propuesto. La Bauhaus abrió las puertas a las mujeres en un momento en que estas, y sólo las que disponían de medios económicos, recibían la formación en sus domicilios con profesores particulares. Sin embargo, esta apertura se quedaría a medias.

Desde sus inicios, la escuela de la Bauhaus, con sus sedes sucesivas en Weimar, Dessau y Berlín, se veía a sí misma como un espacio de creatividad que fomentara la interacción entre arquitectos y urbanistas, creativos y científicos, diseñadores e ingenieros, y superara la división entre artistas y artesanos. También entre clases sociales y sexos, pero si la institución partía de un loable idealismo, sus miembros no pudieron abstraerse de las ideologías y formas de pensar que nutrían su tiempo. 

En el ambiente cosmopolita de la escuela inaugurada el 1 de abril de 1919 en Weimar, la ratio de alumnas según los semestres era del 25/50 por ciento, algo asombroso para la época. Allí llegó en 1923 una joven Gertrude Arndt, quien a sus veinte años había conseguido una beca y pretendía cursar estudios de arquitectura. Sin embargo, Arndt fue redirigida hacia otras ocupaciones más femeninas, en este caso los telares. No fue la única: de nuevo y a pesar de sus ideas progresistas, Gropius mostraba el pensamiento generalizado de la época cuando afirmó que las mujeres pensaban en dos dimensiones, mientras que los hombres podían hacerlo en tres. 

Las integrantes del taller de teledoras, dirigido por Gunta Stölz (arriba, con corbata, junto al único hombre). Álbum.
Las integrantes del taller de teledoras, dirigido por Gunta Stölz (arriba, con corbata, junto al único hombre). Álbum.
  Como Gertrude Arndt, otras muchas estudiantes fueron empujadas a actividades más propias de su sexo, como los tejidos, la cerámica, las artes aplicadas en fin, con el hogar como escenario, la industria como máximo logro. Gertrude Arndt completó su formación como tejedora y dejó la Bauhaus en 1927. Nunca más volvió a los telares y se centró en la fotografía: su serie de autorretratos Mask Portraits han sido vistos como un adelanto de la obra de fotógráfos/as como Cindy Sherman.

 La fotografía titulada El harén de Marcel Breuer, que ilustra estas páginas, también hace lo propio con el clima que se vivía en la Bauhaus respecto a la cuestión del género. Breuer, arquitecto y sobre todo diseñador, parece observar de reojo a las mujeres de la imagen, sin saber qué actitud tomar ante el aire de modernidad, emancipación y casi desafío que adoptan estas, mirando fijamente a la cámara, con los cabellos cortos y alborotados y las ropas informales. A la derecha de Breuer, su esposa, Martha Erps, esboza una sonrisa autosuficiente. El matrimonio pronto se divorciaría; Erps se instaló en Brasil y se licenció en el departamento de Genética y Biología Evolutiva de la Universi-dad de São Paulo, donde trabajó el resto de su vida como técnica de laboratorio, en las antípodas de la Bauhaus y sus talleres, y no sólo geográficamente. 

Juguete de Alma Siedhoff-Buscher. Cortesía Design  MUseum  Munich
Juguete de Alma Siedhoff-Buscher. Cortesía Design MUseum Munich (.)
 Resulta significativo que durante los años en que la Bauhaus estuvo en Weimar, sólo seis de sus 45 profesores fueran mujeres, también que buena parte de las figuras femeninas más conocidas de la Bauhaus fueran tejedoras o ceramistas. Los deseos de igualdad entre los sexos de los fundadores de la escuela duraron poco en realidad: en septiembre de 1920, el propio Gropius sugirió al consejo que la selección de entrada se hiciera más rigurosa en el caso de las estudiantes, ya que estas se encontraban “sobrerrepresentadas”. También pidió que no se hicieran “experimentos innecesarios” y que las jóvenes fueran encaminadas a los talleres de lo que denominaríamos arts & crafts. También se aceptaba que pudieran dedicarse a la fotografía, donde sobresalieron.

Algunas estudiantes pudieron escapar a ese encasillamiento; así, Marianne Brandt fue la primera en poder acceder a los talleres de metalurgia, sustituyendo a László Moholy-Nagy cuando este fue nombrado director en 1928. También Lotte Beese consiguió dejar atrás los telares y convertirse en la primera mujer admitida en el departamento de Construcción en Dessau, donde cursó estudios de arquitectura; más tarde se convertiría en una reputada urbanista, e Ilse Fehling (1896-1982)pudo estudiar escultura, pintura y teatro; de hecho, desarrolló un escenario redondo para marionetas que aún se utiliza. 

Tejido de Anni Albers. Cortesía Design Museum Munich
Tejido de Anni Albers. Cortesía Design Museum Munich (.)
 Otras dieron el salto a medias, como Ida Kerkovius (1879-1970), quien consiguió estudiar con Kandinski, destacando por el uso en sus cuadros de un fuerte colorido que también se convirtió en la seña de identidad de sus tejidos, ya que fue tras un primer año en las clases de pintura fue enviada a los talleres de telares. El hecho de que con los años la escuela de la Bauhaus se fuera decantando hacia la arquitectura, cuando la mayor parte de alumnas no eran admitidas para estos estudios, repercutió también en que sus colegas masculinos acabaran destacando más que ellas. 

Muchas creadoras de la Bauhaus tuvieron una carrera en Estados Unidos, donde se instalaron numerosos alumnos y profesores de la escuela cuando esta tuvo que cerrar por el acoso de los nacionalsocialistas, como es el caso de Anni Albers, o en otros países, como Suiza, donde la tejedora Gunta Stölzl fundó una floreciente compañía tras tener que abandonar la Bauhaus por los ataques de los estudiantes filonazis, al haberse casado con un judío. Alumnos y profesores judíos, mujeres y hombres, muy numerosos y destacados, sufrieron la persecución nazi.

Cerámica de Marguerite Friedlander-Wildenhain. Getty
Cerámica de Marguerite Friedlander-Wildenhain. Getty
 Hay muchos nombres a la espera de reconocimiento. Desde hace unos pocos años, el archivo de la Bauhaus en Berlín está dedicando sendas muestras monográficas a sus creadoras mujeres, aquellas que como también Benita Koch-Otte, Lou Scheper-Berkenkamp, Friedl Dicker o Margaretha Reichardt pensaron que todo era posible. Y en gran parte lo consiguieron, Ahora empezamos a saberlo.

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