Grupos de mujeres se organizan en Andhra Pradesh para localizar
niños trabajadores en situación de explotación y denunciar a los
empresarios
Realizan redadas con el beneplácito del Gobierno para reducir las cifras de empleo infantil: cerca de 28 millones de niños trabajan, según Unicef
“Si no estamos nosotras, ellos no hacen nada; a menudo aceptan los sobornos de los empresarios”, dice una voluntaria
Shueb tiene diez años y durante varios meses ha trabajado en un taller mecánico/ R. Ovalle
La hermana de Shueb, que trabaja como empleada del hogar en la casa de unos vecinos, acude a la redada para interceder/ R.Ovalle
Bashirunisa, trabajadora del gobierno, explica a los menores sus derechos/ R. Ovalle
Comienza la redada
Los responsables del departamento de Trabajo del gobierno registran los datos para denunciar al empresario (derecha) por un delito de trabajo infantil/ R. Ovalle
Realizan redadas con el beneplácito del Gobierno para reducir las cifras de empleo infantil: cerca de 28 millones de niños trabajan, según Unicef
“Si no estamos nosotras, ellos no hacen nada; a menudo aceptan los sobornos de los empresarios”, dice una voluntaria
Shueb tiene diez años y durante varios meses ha trabajado en un taller mecánico/ R. Ovalle
El niño Shueb se levanta temprano. Le cuesta mucho
levantarse, no tiene ganas, pero debe hacerlo. No es que las matemáticas
se le resistan, no es que la ciencia le aburra; es que hace ya varios
meses que no pisa el colegio y cada vez que el sol vuelve a asomar por
el horizonte, sabe que le aguarda una eterna jornada de trabajo. En el
sureño pueblo de Kadiri, en el Estado indio de Andhra Pradesh, la vida
transcurre con el alboroto cotidiano, ajena a la tediosa rutina de Shueb
y a su sueño desvelado. Él no lo sabe, pero en unas horas un grupo de
mujeres intentará despertarle y denunciar al empresario que nubla su
infancia.
Una de cada tres personas de los 1.200
millones de habitantes de la India vive en extrema pobreza. Éste es el
monstruo creado por un sistema global que perpetúa la desigualdad y que
condena a 28 millones de niños y niñas indios, según Unicef, a cambiar
la escuela y los juegos infantiles por unas pocas monedas que sumen a la
economía familiar. La India es el país del mundo donde hay más niños
trabajando, por lo que las medidas que tome este país son determinantes
en la lucha global contra la vulneración de los derechos de la infancia.
El gobierno indio sólo reconoce, sin embargo, cinco millones de niños
trabajadores según la última encuesta nacional de 2010. Este dato,
basado en los casos de los que la policía tiene conocimiento,
invisibiliza a los niños indocumentados y a los que son víctimas de la
trata; sin una correcta definición de la magnitud del problema las
políticas ejecutadas son, por fuerza, insuficientes.
La hermana de Shueb, que trabaja como empleada del hogar en la casa de unos vecinos, acude a la redada para interceder/ R.Ovalle
Todas estas cifras están lejos del minúsculo piso donde Shueb todavía
duerme en un camastro. Se levanta con lentitud, se pone la ropa del día
anterior y se sienta en el suelo frente a un plato de arroz que su madre
ha preparado con mucho cariño y poca salsa, porque el sueldo no da para
más. Tiene diez años, está sucio y muy delgado, pero no es un caso
aislado; como él, 217 millones de personas están desnutridas en la
India, según la FAO. La pobreza causa desnutrición y la desnutrición
afecta negativamente a la productividad de las personas y su capacidad
para mejorar sus ingresos. No es un círculo vicioso: es una ruleta rusa.
El trabajo infantil está comúnmente aceptado por la sociedad, incluidas
las autoridades. "Cuando hablamos con el departamento local de Trabajo
para que hagan algo al respecto, nos dice que en Kadiri no hay trabajo
infantil", denuncia Cheruvu Bhanuja, una activista que desde su pequeña
ONG, Reds, lucha por los derechos de los colectivos más vulnerables.
Cansada de esta inacción, se reunió con el jefe del distrito y de la
policía y les arrancó el compromiso de intervenir; desde entonces, el
gobierno local se coordina con las brigadas de mujeres voluntarias que
Reds ha puesto en marcha para identificar y rescatar a niños en
situación de trabajo.
Bashirunisa, trabajadora del gobierno, explica a los menores sus derechos/ R. Ovalle
Por
la mañana las mujeres se organizan en la oficina de Reds, a las afueras
de la ciudad. "Hemos encontrado a varios niños trabajando cerca de la
estación del tren, reparando bicicletas y autorickshaws. Creo que
deberíamos organizar cuatro equipos y separarnos porque si vamos todas
juntas nos verán llegar y esconderán a los niños", comenta una. "No,
mejor hagamos dos equipos, porque no somos muchas y si no tendremos poca
fuerza para hablar con ellos", responde otra de las mujeres. En cuanto
aparecen los representantes del gobierno, se montan en un jeep y en
varios autorickshaws; al llegar a la zona de intervención, se separan y
caminan con disimulo hasta llegar al taller donde trabaja Shueb,
distraído con una moto y una llave en la mano. Al verlo, las mujeres
corren hacia él y el dueño del negocio, en un intento porque el muchacho
huya, lo empuja, pero éste cae al suelo.
Rápidamente las mujeres agarran al niño, varias más lo
rodean. Está asustado. No sabe qué pasa. Mira a su alrededor con el ceño
fruncido, acongojado; una de ellas revisa su estado de salud –tiene
varias heridas en la cabeza-, le pregunta su edad, le explica que no le
va a pasar nada, intenta calmarlo, pero a pocos metros otro grupo de
mujeres busca a otro menor y el barrio se ha convertido en una algarabía
confusa. Actuar rápido es vital. La representante del gobierno,
Bashirunisa, lo graba todo en su móvil porque el vídeo se utilizará como
prueba para denunciar a los empresarios. "Le di trabajo al niño porque
me lo pidió su madre, yo sólo intentaba ayudarla", se excusa el dueño
del taller.
Luego recogen, se suben a los jeeps y
actúan en otra zona cercana. En esta ocasión, al verlas llegar los niños
huyen. Las mujeres salen detrás de ellos, pero al llegar a la mezquita,
se detienen repentinamente en las puertas: la mujer no puede entrar en
los templos musulmanes. Los niños permanecen inmóviles, escondidos
dentro de la mezquita; habrán de pedir ayuda a dos hombres para que
saquen a los niños de allí. Bhanuja explica que "a menudo los
empresarios amenazan a los niños y sus familias, por lo que si hay algún
problema tienen miedo a represalias".
Los responsables del departamento de Trabajo del gobierno registran los datos para denunciar al empresario (derecha) por un delito de trabajo infantil/ R. Ovalle
Sin protección social
Mayor riesgo para los musulmanes
Varios hombres sacan de la mezquita a un menor que se había escondido en ella, ante la imposibilidad de las mujeres de entrar en ella/ R. Ovalle
En una hora, el equipo de
Reds y del gobierno ha conseguido localizar y llevar al colegio a ocho
niños. "Estamos trabajando muy duro contra el trabajo infantil, las
penas y las multas han aumentado y eso nos ayuda a disuadir a los
empresarios; aún así deberemos regresar a los mismos locales dentro de
unos meses porque es probable que contraten a niños de nuevo", afirma
Bashirunisa.
En la India, hasta 2012 tan sólo estaban
penados los casos de trabajos peligrosos; la enmienda a la Ley de
trabajo infantil de ese año también ha endurecido las penas, que pueden
llegar hasta los dos años de prisión y multas de 50.000 rupias (623€)
para los casos más graves. En la práctica, el Gobierno trabaja de la
mano de ONGS y entidades como la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) para rescatar y rehabilitar a los menores, principalmente gracias a
las escuelas puente y las escuelas residenciales donde los niños y
niñas adquieren el nivel necesario para poder reincorporarse al curso
regular.
Media hora después de la redada, Bhanuja recibe una
llamada: "Era una de las voluntarias. Dice que los representantes del
gobierno las han dejado en la escuela y se han ido. El director del
colegio se niega a admitir a los niños y está pidiendo certificados de
casta, lo cual es ilegal". La activista se enfada y no se muerde la
lengua: "Si no estamos nosotras, ellos no hacen nada; a menudo aceptan
los sobornos de los empresarios".
Mayor riesgo para los musulmanes
La madre de Shueb, una mujer musulmana que se quedó viuda hace dos
años, ha tenido que enfrentarse a la tradición que dicta que las mujeres
de su religión deben permanecer en casa y a la falta de confianza en sí
misma para salir adelante. Nunca había hecho nada sola. Ahora trabaja
liando tabaco, un empleo por el que apenas cobra lo suficiente para
sobrevivir. "En esta zona, las mujeres musulmanas tienen mucho riesgo de
migración debido a sus escasos ingresos, muchas son víctimas de las
redes de prostitución y trata", señala Bhanuja.
La
mujer no vio más opción que poner a su hijo a trabajar como ayudante en
un taller de reparación de motocicletas donde cobra 150 rupias al mes
(1,86 €) por una jornada completa, muy lejos del salario medio de 6.000
(75€). La incidencia del trabajo infantil es un 40% más elevada entre
musulmanes que entre hindúes y también afecta en mayor medida a las
castas tribales. Dos tercios de los niños que trabajan en la India lo
hacen en el campo, pero también en fábricas, comercios, construcción y
minería. Todavía algunos menores son entregados a los terratenientes
para que las familias puedan saldar las deudas contraídas, una solución
extrema que responde a una situación desesperada.
Varios hombres sacan de la mezquita a un menor que se había escondido en ella, ante la imposibilidad de las mujeres de entrar en ella/ R. Ovalle
El
trabajo de concienciación a las familias se queda cojo sin una
protección social que reduzca su vulnerabilidad y sus problemas
económicos, tal y como reconoce un informe de la OIT. La India es uno de
los países en vías de desarrollo que menos ha aumentado su gasto en
protección social desde el año 2000, apenas un 1 %. La tendencia a la
privatización de la sanidad y de la educación también contribuyen a
perpetuar el círculo de la pobreza. Pero toda esta teoría está muy lejos
del taller donde trabajaba Shueb, de su casa, de su plato de arroz. Se
despertó demasiado pronto: le han desahuciado la esperanza.
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