domingo, 30 de diciembre de 2012

Identidades colectivas

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No se trata de "Pienso luego existo". Significa más bien :" Soy humano porque pertenezco, participo y comparto". (El poeta Wystan Auden, como buen occidental, revisa la sentencia cartesiana en un sentido más individualista: "Soy amado, luego existo").
  El reconocimiento social puede llegar bajo la forma de una distinción o como simple pertenencia a una identidad colectiva, la del grupo cuya cultura compartimos. Si la mirada de los otros no gratifica mi excelencia individual, busco la confirmación de mi ser en la comunidad de la que formo parte (sobre todo si es valorada positivamente). Es lo que llamamos necesidad de pertenencia, un sentimiento en absoluto anacrónico, ya que es un rasgo constitutivo de la persona. Y por esta razón, por más que deseemos liberarnos del peso de toda identidad colectiva, jamás lo conseguiremos. Es verdad que en nuestros días las identidades tradicionales suelen debilitarse, en buena medida las de los habitantes de un país que se ven obligados a desplazarse y a mantener contacto con extranjeros, pero todavía más las de los miembros de grupos territoriales o sociales dentro de un país que están condenados a la movilidad y a la flexibilidad si quieren tener éxito en su profesión. En cualquier caso, lo más frecuente es que la reacción a esas dificultades sea constituir o descubrir otras identidades colectivas, aunque sean imaginarias o provisionales, lo que ilustra la necesidad vital que tenemos de ellas. Esta pertenencia no responde necesariamente a nuestro interés inmediato, pero nos aporta una profunda satisfacción y mitiga nuestras inquietudes.
  El ser humano nace siempre en el seno de una cultura, pero eso no significa que esté destinado a quedarse encerrado en ella. No es preciso elegir entre "pertenecer a una cultura" y "actuar como individuo libre", ya que lo uno no excluye lo otro, sino todo lo contrario: dominar la propia cultura facilita la invención individual, aunque "dominar" no significa, como pretenden los integristas de toda obediencia, "seguir ciegamente".
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El miedo a los bárbaros
Tzvetan Todorov

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