jueves, 20 de diciembre de 2012

El cuaderno de Bento

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   Estoy en una gran superficie de una de las grandes cadenas de supermercados europeas. Tienen más de ocho mil centros. Aquí se pueden comprar artículos -zumo de manzana, por ejemplo- por la mitad del precio al que lo venden en otros supermercados. Está ubicado en el extrarradio de esta ciudad, en una de esas zonas donde empiezan las autopistas.
   Trabajan aquí unas sesenta personas y hay al menos el mismo número de cámaras de vigilancia. Los artículos no están expuestos, sino que están en sus cajas de cartón, apiladas y con los laterales abiertos. La mayoría de los compradores son clientela fija y saben dónde está todo.
Tiene más de sesenta años
   Entre ellos están los ancianos con pocos recursos comprándose su propia comida y muchas jóvenes madres comprando para sus hijos, su compañero (si lo tienen), para ellas y para otras personas a su cargo. Todos compran todo lo que pueden, de acuerdo con sus medios, pues no quieren tener que venir más de una vez a la semana, dos como máximo. Los carritos, en cola para pagar, están llenos hasta los topes e invariablemente tienen varios paquetes del mismo alimento, macarrones, por ejemplo, o tortillas mexicanas o paquetes de hachis parmentier de boeuf. Algunos de los mayores pagan con dinero; pero la inmensa mayoría lo hace con tarjeta. Y no sin cierta ansiedad, pues estamos a final de mes.
   Nadie dice una palabra, salvo algún niño aquí o allá. Todos -clientes y empleados- somos sospechosos y somos observados hasta en nuestros más mínimos movimientos. Empujamos los carritos, cogemos artículos de las cajas abiertas, tecleamos códigos en la caja registradora, pasamos los artículos por el lector de barras, controlamos, pesamos verduras, seguimos una lista, calculamos, cada cual hace lo que le corresponde en este inmenso hangar cuya obsesión es el Robo.
   Es lo opuesto a un mercado callejero, donde el secreto fundamental es el de encontrar una ganga. En los mercados callejeros los unos animan a los otros a creer que acaban de hacer un buen negocio; aquí, sin embargo, se nos considera a todos y cada uno ladrones potenciales.
   Hay poco espacio libre -los palés sobre los que se apilan las cajas de artículos lo llenan casi todo-, y los carritos que hacen cola para la caja están pegados unos a otros en una línea cerrada. ...
   ¿Cuáles son las modalidades de robo que preocupan -hasta casi la exclusión total de cualquier otra consideración- en la gran superficie en la que nos encontramos?
Tilda Swinton 
   El robo de los compradores. De vez en cuando, la empresa envía "falsos compradores" al centro. Su tarea consiste en robar cierto número de artículos e intentar salir sin ser vistos, con lo que se pone a prueba la vigilancia de las cajeras. El robo de los propios empleados, quienes han de pedir al encargado que les firme el tique de caja cuando se compran algo y en cualquier momento pueden ser cacheados. El robo sistemático de horas trabajadas por parte de la empresa a aquellos que contrata. Las cajeras tienen la obligación de hacer al menos dos horas semanales de trabajo no remunerado. Muchas veces, más. Durante su tiempo libre, muchos empleados -desde los rangos más altos a los más bajos- están obligados a estar localizados día y noche por si fueran necesarios en una emergencia. No se permiten bajas por enfermedad. No se respetan las pausas legalmente prescritas entre los turnos ni tampoco los días de descanso semanales que marca la ley. El robo de los derechos de los trabajadores. Y, finalmente, el robo por parte de las grandes empresas agroalimentarias -estrechamente relacionadas con las grandes compañías mundiales de alimentación- de las iniciativas que antaño tomaban quienes trabajaban la tierra: las decisiones con respecto a las cosechas, las variedades, las semillas, los fertilizantes, las especies de animales de cría, etcétera. Antaño éstas eran decisiones locales, pragmáticas; hoy las empresas proveen a los productores y les imponen lo que tienen que producir. La agricultura global se está preempaquetando, con el objetivo de convertir toda la naturaleza en un artículo de consumo.......

El cuaderno de Bento
John Berger

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