sábado, 6 de enero de 2018

La doble partida de la lógica


Desde la nervaduras de las hojas a la estructura del aparato radical: en la planta, todo tiene forma de red.

No es tan fácil admitir que al mayor parte de los seres vivos toman decisiones, resuelven problemas y se adaptan a condiciones en cambio constante pese a no tener cerebro. Y sin embargo, las plantas lo hacen, y lo hacen aplicando mecanismos de inteligencia distribuida tan eficaces que han sido adaptados por la mayor parte de los seres vivientes, incluido el ser humano. El hecho de que tengan o no cerebro no tiene la menor relevancia.
   Puede parecer extraño, pero muchísimas de las decisiones que tomamos no son fruto del razonamiento y de la lógica, como nos gusta pensar. Nosotros los llamamos instintos, y, aunque se encuentren en la base de nuestras decisiones, tendemos a reprimirlos porque no nos gusta reconocer que condicionan nuestros actos. Preferimos imaginarnos como seres puramente racionales, guiados por una inteligencia que no admite más que las leyes cristalinas de la lógica, pero todas las pruebas experimentales apuntan lo contrario. Nos gusta creer que somos atentos, reflexivos y analíticos, y que respondemos a los problemas de manera ponderada, pero en realidad no es así: gran parte de nuestras acciones son inconscientes y tienen su origen en procesos totalmente ajenos a cualquier tipo de racionalidad.
   Una de las aplicaciones más famosas de esta álgebra moral, o doble partida de la razón, la encontramos en los cuadernos de Charles Darwin. El problema que angustiaba a Darwin era si debía casarse o no casarse. El 7 de abril de 1838, un Charles Darwin de veintinueve años traza en un folio de papel dos columnas tituladas "Casarse" y "No casarse" y anota una detallada lista de argumentos a favor y en contra del matrimonio.
 
Casarse
No casarse
-Hijos (si Dios quiere)
-Una fiel compañera (amiga hasta la vejez) que se interese por mí
-Objeto de amor y solaz
-Mejor que un perro
-Una casa y alguien que la cuide
-La música y el parloteo femenino.
Son cosas que hacen bien ala salud, aunque sea una terrible pérdida de tiempo
-Por Dios, es intolerable pensar en dedicar la vida entera, como una abeja obrera, a trabajar, trabajar, trabajar, y al final para nada. No, eso no puede ser. Imaginar una vida en soledad en una sucia casa londinense llena de humo. Piensa mejor en una esposa tierna y dulce, un sofá, una buena chimenea y libros y quizá música.  
-Casarse, casarse, casarse
-Libertad para ir adonde uno quiera
-Conversar con hombres inteligentes en el club
-No tener que visitar a la parentela ni tener que ceder a cada tontería
-No tener preocupaciones económicas ni angustias debidas a los hijos
-No se puede leer por la noche
-Gordura y ocio
-Angustia y responsabilidad
-Menos dinero para comprar libros
-Si hay muchos hijos, obligación de ganarse el pan (aunque también es cierto que trabajar demasiado no es bueno para la salud)
-Quizá a mi mujer no le guste Londres. Entonces la sentencia sería el exilio y la degradación hasta convertirme en un idiota holgazán e indolente 

   ¿Creéis que identificar al detalle los distintos aspectos del problema, catalogarlos en orden más o menos de importancia a ambos lados del folio y calcular el "remanente" ayudó a Darwin a tomar su decisión?¿Y cuál creéis que fue esa decisión? Leyendo ambas columnas se hace difícil defender los motivos a favor del matrimonio. La parte derecha del folio parece contener más elementos, y de mayor peso, que la de la izquierda. Y con todo y con eso, al igual que miles de millones de seres humanos antes que él, a pesar de las dudas y el álgebra racional, menos de seis meses después de atormentarse con esta lista, Charles Darwin se casó encantado con su prima, Emma Wedgwood. Resultado: 10 hijos y un matrimonio que, a juzgar por la correspondencia y los testimonio de la época, fue muy feliz.
   Aunque todos defendamos que las elecciones ponderadas -adoptadas tras haber valorado todos los datos disponibles y sopesado pros y contras- son las mejores porque ofrecen mayores posibilidades de lograr el resultado esperado, lo cierto es que gran parte de nuestras decisiones dependen de reglas muy distintas. Quizá no sean irracionales, pero sí de una racionalidad distinta de la que santificamos a diario cuando idealizamos el pensamiento lógico; una racionalidad que compartimos con las plantas, fruto de la experiencia evolutiva y no del escrutinio atento de nuestra glorificada corteza cerebral.


El futuro es vegetal
Stefano Mancuso

No hay comentarios:

Publicar un comentario