A pesar de los ambiciosos nombres y fines de Cesi, la academia de cuatro hombres jóvenes vaciló al principio. El padre de Cesi hizo un vigoroso intento para frenar el disparate de su hijo, y los cuatro Linces se dispersaron a sus ciudades nativas, manteniendo viva su organización únicamente por los medios inseguros del correo y los mensajes. Pero Cesi perseveró y triunfó gracias a diversas habilidades y cirucunstancias. Adquirió más poder y prestigio, tanto porque creció como porque heredó una fortuna. Y, lo que es más importante, se convirtió en un diplomático y facilitador consumado en el mundo laberíntico y repleto de sospechas de la política civil y eclesiástica de Roma durante la Contrarreforma. Los Linces florecieron en gran parte porque Cesi consiguió mantener a raya las sospechas de papas y cardenales, mientras la ciencia se preparaba para facturar viejas visiones del cosmos y para desarrollar teorías completamente nuevas.
(El emblema oficial de la primera soiedad científica europea, la Accademia dei Lincei, fundada en 1603 y que tuvo a Galileo como uno de sus primeros miembros) |
Como brillante administrador que era, Cesi sabía que necesitaba miembros de los Linces que tuvieran más influencia. Por ello reclutó, como miembros quinto y sexto de una organización que acabaría por alcanzar una nómina de treinta personas, a dos de los más prestigiosos pensadores y activistas de la vida de principios de siglo XVII. En 1610 viajó a Nápoles, donde convenció al anciano portavoz de la decadente escuela neoplatónica (Giambattista Della Porta) para que se uniera a un grupo de hombres lo bastante jóvenes para ser sus nietos. Después, en 1611, Cesi hizo su principal adquisición, cuando reclutó a la más atractiva propiedad intelectual del mundo occidental, Galileo Galilei (1564-1642), para que se conviertiera en el sexto miembro de los Linces.
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