viernes, 24 de agosto de 2012

El blues, el diablo y los cruces de caminos



Ilustración: Neil Harpe
"El blues es como el diablo viene y te lanza un hechizo", Lonnie Johnson en 'Devil's got the blues'. 

El blues es un lamento íntimo, solitario. Los lugares de los hombres del Delta estaban impregnados de esa soledad: estaciones de tren nocturnas, cabañas de madera perdidas en la plantación o caminos recónditos por donde apenas pasaba gente. No necesitaban a nadie. Su espíritu libre y vagabundo solo les pertenecía a ellos. Como mucho a su guitarra, en el caso de que no fuera robada, claro. Siempre conseguían esfumarse como sanguijuelas de todos los sitios. Unas copas, una discusión o una pelea y se alejaban de las poblaciones para adentrarse en la noche con decisión y misterio. Cerca de la medianoche, en un cruce de caminos cualquiera, aguardaban. Primero unos acordes de su desvencijada guitarra, unas notas de blues para llamar su atención. La espera podía alargarse, pero no había tregua para los temerosos... De repente, como surgido de las profundidades del averno, aparecía él, en forma de sombra nocturna. Les arrancaba la guitarra, la afinaba y empezaba a tocar. Después de un tema se la devolvía. El pacto se había consumado. A partir de ese momento ningún guitarrista podría superarle. El bluesman había vendido su alma a cambio de la genialidad musical.
En la mitología de Mississippi existen muchas leyendas, pero tal vez el ritual de vender el alma al diablo sea uno de los que más haya calado en la cultura popular. Aunque para muchos historiadores y biógrafos sea un episodio anecdótico, testimonial, irrelevante o incluso sonrojante, lo cierto es que para muchos seguidores del blues supone uno de sus grandes atractivos y se producen devotos peregrinajes hacia los supuestos lugares donde estos bluesmen negociaron con Satán. Uno de ellos, tal vez uno de los mayores reclamos turísticos de Mississippi, se encuentra en Clarksdale en la intersección entre la Autopista 61 y la Autopista 49. Allí, se dice, vendió Robert Johnson su alma.  Sin embargo, el pacto con el diablo no es ni mucho menos algo solo propio del sur de Estados Unidos...
Ya en el paganismo que prosiguió a la caída del Imperio Romano, en plena expansión del cristianismo, a partir del siglo IV de nuestra era, venían recogidas una serie de rituales considerados maléficos, entre los que se encontraba el pacto con el diablo. En la imaginería cristiana encontramos el mito de Teófilo, un clérigo insatisfecho y desdichado que decide vender su alma al diablo para prosperar. En la Alemania del siglo XVI aparece el mito de Fausto, personaje legenderario - inspirador de multitud de novelas, óperas y películas- que ante la insatisfacción en su vida decide tratar con el diablo. Derivado del mito de Fausto encontramos al diablo Mefistófeles, que según cuenta la leyenda popular alemana era el subordinado de Satanás que se encargaba de capturar almas. En el siglo XIX el famoso violinista italiano Niccoló Paganini pactó con el diablo para convertirse en el mejor músico de todos los tiempos.

Generalmente, la naturaleza del pacto siempre es la misma: se vende el alma al diablo para conseguir un poder fabuloso o habilidades sobrenaturales. Pero según la Demonología cristiana, el pacto -que podía ser oral o escrito- consistía en aquelarres, sacrificios, conjuros o invocaciones donde para perpretar el cambio era necesario ofrecer al diablo niños recién nacidos o relaciones sexuales. En la música esa naturaleza carnal se transforma y la recompensa es el virtuosismo musical. Aún así tan importante resultaba el demonio -protagonista del pacto- como el lugar donde se pertrechaba...
Los cruces de caminos y la magia hoodoo

En un cruce de caminos (crossroads)  la carretera se bifurca. Es un lugar fronterizo, alejado de la ciudad, que no pertenece a nadie, el escenario ideal para llevar a cabo todo tipo de hechizos y rituales mágicos. Es precisamente en estos cruces de caminos donde la tradición africana se funde con la europea. Los dioses Hermes, en Grecia, y Mercurio en la antigua Roma eran los guardianes de los caminos. Para Ted Gioia, los cruces de caminos son un remanente del universo de creencias africanas que se extiende mucho más allá de los confines del Delta. Allí moran los demonios. Por ello encontramos ofrendas en cruces de caminos entre los devotos del candomblé en Brasil o en la santería cubana, como un punto de encuentro entre lo terrenal y lo divino.
Cuando los esclavos negros se asentaron en el sur instauraron la práctica del hoodoo, un tipo de magia de herencia africana, desarrollada a través de la combinación de esas tradiciones del continente negro con las propias indígenas y criollas. Los cruces de caminos son tradicionalmente el lugar más popular para la práctica de hoodoo. El ritual consiste en todo tipo de encantamientos, muy arraigados en la cultura popular afroamericana. De hecho la figura del hoodoo man -hechicero creador de conjuros de amor, desamor, fortuna o desgracia- aparece en las letras de muchos blues de los años 20 y 30.

Este tipo de creencias se mezclaron también con las historias europeas del diablo y con referencias a la Biblia, procedentes de la tradición misionera española. Según apunta Leroi Jones, las manifestaciones artísticas derivadas de esta tradición (devil songsfiddle sings o canciones del maíz ) fueron consideradas pecaminosas por la jerarquía eclesiástica. Incluso en algunos lugares del sur los conjuros, las maldiciones o los diálogos con el diablo se castigaban con pena de muerte o como mínimo con azotes.

De la verosimilitud de estas historias y de cómo llegaron a pasar al blues existen multitud de interrogantes. Quizá fueran invenciones de las comunidades afroamericanas sureñas, surgidas durante la primera mitad del siglo XX, para dar una respuesta a su condición de inferioridad con respecto a los blancos. El Diablo, como símbolo del mal, generaba simpatías en el oyente negro que necesitaba un agente de oposición para vivir en un mundo dominado por blancos. Para otros es la resonancia americana de un relato intemporal africano. En todo caso, la dicotomía entre lo sagrado y lo infernal es una constante en el blues y ya hablamos de ella cuando nos referimos a Son House.

Tommy Johnson
El yerno del diablo

Aunque el primer blues que hace referencia en la la letra al diablo data de 1924 'Done sold my soul to the devil' de Clara Smith, el primer bluesmen en vender su alma y difundir la historia fue Tommy Johnson. Nacido en 1896 al sur de Jackson, Johnson destacaba del resto de cantantes del Delta por su versatilidad. Bebedor errante firmó clásicos como 'Canned heat blues' o 'Cool drink of water blues' donde muestra una majestuosidad vocal propia de los field hollers. En realidad la historia del pacto con diablo se debe a su hermano, el reverendo LeDell Johnson, que la difundió espontáneamente a un investigador que profundizaba en el blues del Delta. El efecto escandaloso que esta historia provocaba en el público ocasionó que muchos bluesmen potenciaran el componente demoníaco al hablar de su música.
Sin ir más lejos, un contemporáneo de Johnson, Peetie Wheatstraw se jactaba de ser 'el yerno del diablo' en su blues 'Devil's son in law' y en ocasiones se promocionaba como el 'sheriff del infierno' con la intención de crear un personaje solemne con el que el público negro pudiera identificarse. Estas estrafalarias historias también constituían una gran estrategia de marketing. El cazatalentos del Delta H. C. Speir publicó un retrato de Skip James donde se le veía con cola, cuernos y tridente, para publicitar el lanzamiento de su 'Devil got my woman', pieza, por cierto, que tiene más que ver con un desengaño amoroso que con el propio Lucifer.
Algunos han querido ver en los bluesmen la encarnación de los poetas románticos del siglo XIX. Hombres brillantes y autodestructivos que se rebelaron contra las convenciones y murieron jóvenes debido a los excesos de una vida entregada a los placeres satánicos. Vida y arte son inseparables en ese caso. Sin embargo aunque esos bluesmen creyeron estar tocando la música del diablo, ninguno pudo asumir el desafío demoníaco de llegar a una verdad más elevada -máxima ejemplificada en la frase de William Blake "el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría"-, ya que esa deificación romántica es totalmente ajena a la cultura afroamericana.  La proyección de un personaje byroniano sobre el cantante de blues, principalmente la figura de Robert Johnson, responde más a una visión occidentalizada que a la propia realidad del Delta. Es como si los intelectuales blancos quisieran recrear la música blues del diablo a su propia imagen y semejanza.


Robert Johnson y el blues del diablo

Y llega el momento en que debemos acercarnos (someramente por ahora) a Robert Johnson, sin duda el bluesmen que ha pasado a la historia como el más famoso de todos los pactantes con Satán. Nació en 1911 en el poblado de Hazelhusrt, Mississippi.  Seguir con cierta fidelidad los hechos que marcaron su vida no es tarea fácil. Muchas veces parece imposible disociar la visión de ese personaje romántico con la verdadera historia. Algunos autores han querido ver en la vida de Robert Johnson una parábola religiosa: el joven miserable y atormentado, inmerso en una vida de excesos que en su lecho de muerte se arrepiente y renuncia al camino oscuro. A este misterio contribuye también la escasez de fuentes -apenas unas fotografías reales- y testimonios contradictorios de sus coétaneos. De hecho, en la época en la que vivió Robert Johnson uno de cada diez mil hombres negros de Mississippi se llamaban así. Eso teniendo en cuenta que el propio Johnson, en su huida vital constante, en muchas ocasiones se cambiaba el nombre. En una localidad podía ser conocido como Robert Sax, y en otra cercana emplear el nombre de Robert Moore, Robert James o incluso intercambiaba su nombre de pila.
Los detalles de su carrera (apenas grabó 29 canciones) y sus andanzas personales (tuvo varias mujeres, le perseguían amantes despechados) son amplios y estimulantes. Excelsas biografías como 'Escaping the Delta: Robert Johnson and the invention of blues' o 'Searching for Robert Johnson' aportan algo de luz a los aspectos más importantes. Sin embargo el caso que nos ocupa aquí es el episodio del cruce de caminos. Aunque no tiene ningún vínculo familiar con Tommy Johnson, sí que pudo tomar de él la historia del pacto con el diablo. De hecho, Tommy le sirvió de inspiración en la guitarra. Al ser preguntado por sus influencias Robert Johnson mencionó a Lonnie Johnson y "otro Johnson" que era una reputado guitarrista de la época (Tommy Johnson). 
Durante la etapa de su desarrollo musical, se cree que Robert Johnson recibió la tutela de un enigmático guitarrista de Alabama llamado Iker Zinermon quien afirmaba que había aprendido a tocar la guitarra en un cementerio, de noche, sentado sobre una tumba. Puede que el pacto con el diablo también se deba a una interpretación de Johnson de ese aprendizaje a altas horas de la noche. Sin embargo parece que en las letras de algunos de sus blues es donde se aprecia esa influencia demoníaca. Tan solo escuchando temas como 'Crossroads', 'Preaching the blues (up jumped the devil)' o 'Hellhound on my trail' se advierte la imagen de un hombre poseído por el demonio. Aunque el testimonio revelador es su explícito 'Me and the devil blues' donde canta abiertamente: "Hola Satanás, creo que es la hora de irse. El diablo y yo íbamos caminando de un lado a otro".
No hay ningún dato que demuestre la relación entre Johnson y el diablo, parece más una historia inventada por biógrafos o él mismo. Lo que sí está claro es que después del episodio del cruce de caminos se convirtió en un reputado guitarrista de la época. Ya no era el 'pequeño Robert' del que se habían burlado otros bluesmen como Son House. Puede que la respuesta simplemente esté en el entrenamiento y la práctica. Si entregó su vida al diablo nunca lo sabremos con certeza. Robert Johnson murió en 1938 a los 27 años de edad envenenado por un marido celoso. Curiosamante en otro cruce de caminos...

Muchos otros bluesmen que han hecho referencia al diablo están  la lista Spotify: Devil's blues, recomendada para la lectura.

'Me and the devil blues' el tema emblemático donde Robert Johnson alude directamente a su relación con Satanás.



'Big Road Blues', de Tommy Johnson  es una de las obras maestras del lenguaje del Delta donde despliega un virtuosismo vocal inusitado e introduce crescendo y disminuendos en una misma frase, quién sabe si influenciado por el diablo.




El yerno del Diablo, Peetie  Wheatstraw interpreta su demoníaco blues 'Devil's son in law'.



"Si quieres aprender a tocar lo que sea y a hacer tus propias canciones, coge tu guitarra y vete a un cruce de caminos. Ve e intenta estar un poco antes de las doce para asegurarte de no llegar tarde. Coges la guitarra y te pones a tocar un tema ahí sentado. Solo. Entonces un gran hombre negro llegará caminando, te cogerá la guitarra y la afinará. Después tocará un tema y te la devolverá. Así es como aprendí todo lo que quisiera", Tommy Johnson en palabras recogidas por su hermano el reverendo LaDell Johnson.

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