sábado, 25 de agosto de 2012

El rey de la inmundicia


Fuentehttp://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/John-Waters-rey-trash_0_757724257.html

Que William Burroughs, uno de los escritores más escandalosos, escatalógicos y maravillosamente perversos que ha producido los Estados Unidos, haya bautizado a su compatriota, el cineasta John Waters, como el “papa de la inmundicia”, da una pauta de cuán indecentes pueden ser las películas de este elegante hombre flaco con un delgado bigote negro que no se ha visto en uso desde la época de Errol Flynn. Las primeras películas de Waters fueron filmadas con su banda de amigos de la secundaria autodenominados the Dreamland Players. Películas como Mondo Trasho (1969), Multiple Maniacs (1970) y Pink Flamingos (1972) aún hoy tienen que verse para creerse. Son irreverentes, iconoclastas y grotescas, con un humor negro que no tiene precedentes en el cine estadounidense. En la escena más famosa de Pink Flamingos , por ejemplo, la actriz travesti, Divine –estrella absoluta de la primera etapa de la obra de Waters– se agacha allí donde un perro acaba de defecar y se come, lentamente, el producto.
Pero Waters ya ha sido absorbido por la cultura popular de su país. A partir de Hairspray (1988) comenzó a hacer peliculas todavía bizarras, pero aptas para todo público, con actores como Johnny Depp, Kathleen Turner y Melanie Griffith. Waters, además es canónico.
Pink Flamingos es parte de la colección permanente del cine del MOMA. Los papeles personales de Waters estan archivados en la bibloteca de cine de la Universidad Wesleyan, junto con los de Martin Scorsese, Frank Capra y Clint Eastwood. Y su último libro de ensayos, Mis modelos de conducta (Caja Negra), que acaba de ser editado en Argentina, fue un best- séller en los EE.UU.
Para los que no conocen a Waters, Mis modelos...
es una excelente introducción a su estética, a su personalidad, sus afectos y hábito. Para quienes ya lo aman, el libro es una caja llena de tesoros en la cual descubrirán cómo mantiene su impecable bigote en ese estado inmaculado, cuáles son sus bares favoritos en su ciudad de Baltimore o su obsesión por la ropa de la diseñadora japonesa Rei Kawakubo.
Hablamos con Waters por teléfono. Se encontraba en su casa de verano en Provincetown, un pequeño pueblo pesquero en la parte mas oriental de Massachusetts, que desde los 70 ha sido un lugar de veraneo para la comunidad gay.
Los libros que ha escrito, ¿son tan importantes para usted cómo sus películas?
Sí, igual de importantes. Porque lo que yo soy es un escritor. Escribí cada película que hice. Nunca haría una película que no hubiera escrito yo. He escrito libros. Escribo mis shows unipersonales. Hasta en mis exhibiciones de arte me imagino una narración antes de armarlas. Entonces básicamente soy un escritor. Lo que me gusta es contar historias.
¿Su proceso de escritura imita, de alguna forma, la manera en que filma?
Cuando escribo un guión o escribo un libro es lo mismo. Soy muy, muy organizado. De lunes a viernes me levanto a las seis de la mañana, leo como seis diarios, y después entre las ocho y el mediodía escribo. Todos los días, de lunes a viernes, no importa dónde esté en el mundo. Y soy muy estricto con eso. Soy tan organizado que solamente bebo los viernes por la noche. ¡Mis resacas están planificadas con tres meses de anticipación! Cuando la gente me dice, “¿Cómo puedes ser tan disciplinado?”, les digo: “Si no lo fuera tendría que irme a trabajar para otra persona.” Eso me encanta de usted, porque una persona que llegara casualmente a su obra podría pensar que no es una persona muy disciplinada.
Sí, entiendo lo que estás diciendo, pero si no fuera así, ¿cómo podría haber hecho 16 películas y haber escrito cinco libros y todo el otro trabajo que hago? Siempre he dicho que no tengo tiempo para estar enfermo mentalmente. Si no trabajara tendría demasiado tiempo para enloquecerme.
Sé que está en Provincetown ahora. Aprovecho para hacerle una pregunta que siempre me intrigó, ¿cómo se llevaba Norman Mailer con ese lugar? ¿No era visto como un bicho raro en una comunidad gay?
Sí, es verdad. Norman siempre venía a casa a cenar y yo invitaba todos hombres gay y el estaba de lo más cómodo. Y su esposa, Noris, era encantadora también. Su hijo, Steven Mailer, hizo el papel del enemigo de Johnny Depp en Cry Baby. Conozco la familia desde hace mucho tiempo. Pero tienes razón, de alguna manera es raro. Sin embargo, el asistente de Norman era gay. Norman no estaba pasando su tiempo en los bares gay, no era un fag-hag . Y nunca me pareció homofóbico.
Usted conoció a Gore Vidal también, ¿no?
El mejor recuerdo que tengo de Gore Vidal es que yo estaba cenando, el año pasado, con Jean Stein, quien es una escritora fabulosa, y ella invitó a Gore. Y fue en el hotel Bel Aire en Los Angeles. Yo vine en mi auto y estaba entrando cuando vi el auto de Gore Vidal acercarse. Su chofer lo sacó y lo sentó en una silla de ruedas. El me vio y me dijo: “John, empújame”. Entonces yo estoy empujando a Gore Vidal en una silla de ruedas pensando: “¿Dónde está el paparazzo cuando lo necesitamos?” Yo quería esa foto. Pero no había nadie allí salvo nosotros dos.
En su caso, su persona pública y privada parecen ser la misma. ¿Es correcto?
Sí, creo que sí. No vivo una mentira. No me puse un conjunto de Comme des Garçons para hacer esta nota. Aunque ahora mismo no estoy vestido como “yo”, estoy con un traje de baño y una remera... Pero creo que sí, que todo lo que digo en Mis modelos de conducta es completamente lo que creo. No hay nada de ironía en este libro. Cada cosa que digo, la digo con total seriedad y es parte de mis creencias. No hay una sola cosa en el libro que sea irónica. Admiro todas las personas sobre las que escribí. Por más que sean famosas o notorias. Lo que tienen en común es que han tenido vidas extremas con las cuales debieron reconciliarse. Eso siempre me fascina.
El libro es muy gracioso. Provoca risas, lo cual es difícil lograr mediante la escritura…
Quise que fuera gracioso, pero no morboso. Escribo sobre alguien porque me interesa genuinamente, no porque quiera tomarle el pelo o ser irónico.
Yo estaba pensando en cosas más absurdas y escatológicas, como la anécdota del tipo que se indigna en un avión porque no le dan más para beber y se para sobre el carrito de las azafatas y defeca…
¡Oh, dios! Yo simplemente intenté de imaginarme “qué habrán pensado sus hijos”. O su esposa, cuando él llamó a casa y le preguntó “¿Cómo estuvo el vuelo?”, y él le contestó “No quieras saberlo...” Bueno, no le voy a hacer la pregunta que ya le han hecho un millón de periodistas…
¿Cuál es?
Sobre la última escena de “Pink Flamingos”, donde Divine se come el sorete fresco de un perro. Pero sí le pregunto, ¿por qué la mierda puede ser una cosa tan graciosa?
Porque todo el mundo lo hace y es desagradable. A mí me enoja tener que hacerlo. Me enoja. Odio todo que lo tengo que hacer que no ha sido idea mía. Si a mí se me hubiera ocurrido la idea de cagar, me encantaría. Pero como yo no la inventé, estoy enojado de tener que hacerlo.
Milan Kundera tiene una prueba ontológica en contra de la existencia de dios basada en la mierda.
¿No se le podría haber ocurrido algo mejor? En realidad, yo no uso la palabra “mierda”. Me encanta que Patrick White la llama como “la palabra marrón”. Yo digo, mejor, la gente tiene que “eliminar”. Esa es la única manera de referirse con clase al asunto. Pero aun así, es un acto humillante que tienes que hacer todos los días. Es como comer. ¡Comer! ¿Por qué tengo que hacer eso? Me enoja tener que comer.
En su libro menciona su enorme biblioteca. Imagínese que yo quisiera ser alumno suyo y aprender su filosofía de vida, ¿qué libros me haría leer?
Serían los libros sobre los que escribo en el capitulo “Ratón de biblioteca”. Esos serían los primeros cinco. Pero yo te dejaría solo en la biblioteca. No te obligaría a leer nada. Por eso yo nunca leía de niño, porque me obligaban a leer libros que odiaba. No comencé a leer hasta que fui adolescente y descubrí los libros prohibidos que no me dejaban leer. Eso me llevó a ser lector. Por lo tanto yo no te obligaría a leer nada. Te dejaría buscar por tu cuenta y descubrir lo que quisieras.
Hay algunos escritores que envidian a los cineastas porque el proceso artístico no es tan solitario. Cómo cineasta, ¿hay algo que envidia de los novelistas?
Nunca escribí ficción, aunque el libro que estoy escribiendo ahora tiene partes que son ficción. No envidio a nadie. He tenido mucha suerte en mi vida. A mí me pone contento que cualquier persona pueda ganarse la vida y especialmente si es en algo que siempre quiso hacer. Lo que me gusta de escribir un libro es que estoy solo. Soy sólo yo. No necesito ochenta personas. No necesito cosas técnicas. Puedo escribir un libro si está nublado o lloviendo, si es de noche o de mañana. No es el caso con una película. Pero una película es excitante porque tomas el control del mundo. Cuando haces una película no vives en la vida real por todo el tiempo que estas rodando. Desde el momento en que te despiertas hasta el momento en que te vas a dormir, estas haciendo una película. Para mí, eso es agotador, porque no puedes tener una vida real al mismo tiempo. Pero es excitante porque puedes tomar control el sobre las calles. Es increíble que te dejen hacerlo. En los viejos tiempos ni siquiera pedíamos permiso. Lo hacíamos nomás y nos llevaban preso.
En el libro menciona que el uso de drogas fue importante para usted, en particular el LSD. ¿Sin las drogas hubiera podido hacer las películas de la misma manera?
El LSD me dio la confianza en mí mismo para llegar a ser quien soy hoy. Mi madre siempre me dice: “No le cuentes eso a las personas”. Si yo tuviera un hijo y me dijera que está tomando LSD, me sentiría incómodo. Pero yo nunca fui un adicto a las drogas. Nunca fui un alcohólico. Sí era adicto a los cigarrillos. De todas formas, hay personas con las que consumía LSD que luego se convirtieron en adictos a la heroína y están muertas. Yo usé drogas en la que considero que fue la mejor manera. Siento que me mostraron un mundo diferente, me dieron una manera diferente para ver las cosas. No me pasó nada malo por las drogas, excepto que me echaron de la universidad.
¿Ya no consume?
Una o dos veces por año me fumo un porro, en la playa, si alguien tiene. Tengo marihuana para mis visitas, pero yo no la fumo.
Me sorprende que dijo que lo que le dieron las drogas fue confianza en si mismo. Un neófito pensaría las drogas dan visiones...
Las visiones fueron mi confianza. Creo que vi otro mundo, otra forma de abordar las cosas, lo cual me dio el coraje para no sentir la obligación de ser parte del grupo, aunque nunca me haya importado eso. No sabía sobre la bohemia cuando era joven. Entonces, una vez que me enteré que había un mundo diferente, bohemio y descubrí la realidad alternativa del LSD, noté que había muchos mundos y muchas formas de mirar las cosas. Eso me liberó, me dio, de verdad, confianza en mí mismo. Recuerdo pensar: “Yo puedo hacer esto”. Pero a mi madre le horroriza que cuente esto.
Una de las cosas que se ve en el libro es el apoyo continuo que sus padres le han dado. Es hermoso eso, considerando cuán diferente era usted de ellos. Su padre hasta financió “Pink Flamingos”.
Bueno, estaban horrorizados. No sabían qué decir. Pero a mi padre le devolví el dinero y eso lo dejó en shock . Pero sí, mirando hacia atrás, mis padres me apoyaron mucho. No es que no existieran grandes batallas cuando fui adolescente. Mis padres eran muy conservadores y tenían un hijo que era muy público. Hasta tenían miedo de preguntarme si era gay porque pensaban que eso podría ser peor. No sabían qué hacer, pero hicieron un gran trabajo como padres, porque me hicieron sentirme seguro y eso es lo único que un padre tiene que hacer: incluir el niño en su vidas y hacerlo sentirse seguro.
¿Piensa que su obra ha tenido un impacto significativo en la cultura estadounidense?
Oh, soy demasiado modesto para decir eso. Lo que siempre digo es que he hecho que el trash fuera un 1% más respetable. Al mismo tiempo, creo que he sido comprendido. Ya son como casi cincuenta años desde que hice la primera película. Y creo que también he logrado ser respetado.
Y también ha hecho esa improbable trayectoria desde el underground hasta el mainstream.
Sí, y de vuelta hacia atrás. Créeme, no consigo hacer una película en estos días. Mi última película recibió una calificación de NC-17 (no apta para menores de 17 años), que es la más restrictiva que existe. Entonces creo que he terminado mi carrera cinematográfica en el mismo lugar donde la comencé: con batallas contra la censura. Pero por otro lado, Mis modelos de conducta fue un best- séller en los Estados Unidos. Nunca se sabe qué va funcionar y qué no. Pero sí, he sido aceptado. El mundo ha cambiado mucho hacia mi dirección. No por mí, sino por la dirección en la cual el humor americano ha ido. Hoy, el tipo de humor que está en Pink Flamingos está en la televisión, lo hace Hollywood. No estoy enojado. Siempre he dicho que un hombre enojado de 20 años es sexy y un hombre enojado de 60 años es un idiota.
Y con las dificultades que ha tenido en conseguir financiación para sus películas, ¿volvería a una forma guerrillera de hacer cine?
No. Eso ya lo hice. No puedo ser un revolucionario faux . Yo vivo en cuatro casas, tengo gente trabajando por mí. Tengo que ganar dinero. Ya hice eso, no tengo deseo de volver.
Finalmente, sé que admira a Isabel Sarli.
¡Hablé con Isabel Sarli por teléfono este año! Fue fantástico. Soy un fan enorme de ella. Un día me encantaría hacer un festival con todas sus películas con subtítulos en inglés. Ella es increíble, realmente. Armando Bo era como el Russ Meyer argentino… Tengo un libro sobre las películas de Armando Bo que es una de mis posesiones más atesoradas. La película Fuego es difícil de superar.
Yo vi todas sus películas por primera vez en Times Square de Nueva York, en los años 70. El mejor recuerdo que tengo de ver sus películas fue en el Festival de San Sebastián, donde tuvieron una función de tributo de medianoche donde mostraron Carne . Era con traducción simultanea. Pero la traductora era una feminista y estaba furiosa con la película. Sarli decía cosas como “Violame, violame” y la traductora traducía escandalizada. Fue desopilante. Hacía la traducción, pero gritaba exclamaciones de protesta. Fue una experiencia mágica.

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