Este viernes 31 de Agosto, la luna llena se volverá de color azul.
Bueno, no realmente. Pero como será la segunda luna llena de agosto, de
acuerdo con el folclore, se la llama Luna Azul. ¿Pero, es realmente
azul? Créalo o no, los científicos dicen que las lunas de color azul
son reales.
De acuerdo con el folclore moderno, una Luna Azul es la segunda
luna llena durante un mes calendario. Normalmente los meses tienen
solamente una luna llena, pero ocasionalmente se cuela una segunda. Las
lunas llenas están separadas por 29 días, mientras que la mayoría de
los meses tienen 30 o 31 días de duración; así que es posible ubicar dos
lunas llenas en un mismo mes. Esto sucede, en promedio, cada dos años y
medio.
De este modo, agosto se convierte en el mes de la «luna azul»,
ya que se produjo una luna llena el pasado día 2, y ahora presenciará la
del próximo 31. Los astrónomos han indicado que no existe relación
alguna entre este fenómeno y la época del año. Se podría producir en
cualquier mes, excepto en febrero, que como sólo tiene 28 días no puede
tener «luna azul».
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Vi por primera vez un avión a la edad de diez años. Se encontraba en un recinto parcialmente cerrado de la Feria Estatal de Iowa, en Des Moines. Era un cacharro de metal oxidado y madera que no parecía en absoluto interesante. Uno de los adultos que me acompañaba lo señaló y me dijo: "Mira, querida, vuela". Miré hacia donde me indicaba, pero debo confesar que me interesaba mucho más el absurdo sombrero hecho con un cesto para melocotones invertido que acababa de comprar por quince centavos.
Desconozco a qué conclusiónes llegarían los psicoanalistas a la luz de mi conducta de los años siguientes. Actualmente, no soporto los sombreros; me los quito a los pocos minutos de llevarlos, y estoy segura de que sería incapaz de fijarme en el modelo más elegante si cerca hubiese un avión.
La siguiente ocasión en que me llamó la antención un aeroplano fue por la época en que finalizó la Gran Guerra. Me encontraba de nuevo en una feria, en esta ocasión en la gran exposición que tuvo lugar en Toronto, Canadá. Una amiga y yo habíamos ido para ver una exhibición de vuelo acrobático que realizaría un destacado piloto que acababa de volver de la guerra. Aquellos hombres eran los héroes del momento y se los contrataba para los eventos sociales con el fin de que entretuvieran a los asistentes con sus acrobacias. Los aviones que con tanta valentía pilotaban eran tan sigulares como ellos porque, por aquel entonces, la aviación estaba en pañels. Lo único que podían hacer los pilotos era volar con unos cuantos clientes temerarios, eseñar a volar a unos alumnos todavía más temerarios y dedicarse a los vuelos de exhibición. La idea de que los aviones pudieran convertirse en medios de transporte, como lo son hoy, no entraba en la cabeza de nadie.
Mi amiga y yo nos situamos en medio de un claro para contemplar el espectáculo. Vimos un pequeño avión que describía giros y rizos en el aire, con su silueta negra recortada contra el cielo excepto cuando el sol de la tarde iluminaba el rojo escarlata de sus alas. Al cabo de quince o veinte minutos de acrobacias, el piloto empezó a descender en picada hacia la multitud. Hoy, al recordar ese momento con la perspectiva de una aviadora experimentada, creo que comprendo por qué lo hizo: estaba aburrido. Había hecho piruetas y tirabuzones y toneles y había agotado su corto repertorio. No le quedaba nada más por hacer que observar cómo la gente corría despavorida mientras él se precipitaba hacia el suelo.
En 1918, para aliviar la monotonía de no ir nunca a ningún sitio. los pilotos hacían deslizar las ruedas de sus aparatos sobres trenes de carga en movimiento, sobrevolaban los barcos a tan baja altura que los ocupantes, aterrorizados, se tumbaban boca abajo en la cubierta, o descendían en picado sobre la gente que estaba en la playa o que había salido de comida camprestre. Hoy día, por supuesto, las autoridades retirarían la licencia al piloto que hiciese tales travesuras.
Estoy segura de que, para el piloto, dos mujeres solas era un objetivo tentador. Apostaría algo a que se dijo: "Mirad cómo las hago huir por piernas."
Después de varios intentos, una de ellas lo hizo, pero la otra se quedó donde estaba. Recuerdo la mezcla de miedo y placer que me invadió mientras contemplaba aquel pequeño aeroplano en el punto máximo de su descendo en picado hacia la tierra. El sentido común me decía que, si algo fallaba en el mecanismo o el piloto perdía el control, él, el avión y yo formaríamos juntos una bola de fuego. En aquel momento no lo comprendí, pero creo que, al pasar zumbando junto a mí, aquel pequeño aeroplano rojo me dijo algo.
Durante la guerra había trabajo en un hospital. A partir de aquella experiencia decidí que lo que más me interesaba era la medicina. Tanto si ésta me necesitaba como si no, me matriculé en la Universidad de Columbia, y empecé a hacer todas la cosas raras que hacen los futuros médicos, como dar zumo de naranja a ratones o diseccionar cucarachas. Desde entonces no he vuelto a ver ninguna, pero recuerdo que tenían un cerebro extraordinariamente grande.
Sin embargo, no podía olvidar los aviones.
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Último vuelo
Amelia Earhart
Colegiata de Stª María de Adina, Iria Flavia (A Coruña)
cornudo abanderado. Aquel a quien le brilla el cornaje con rutilante brillar, suena a cuerna con melodioso sonar, hiede a cornamenta que apesta, sabe a cornija con alimenticio sabor y tiene consistencia cornal percerptible al tacto. Por las carnestolendas se disfraza de cuerno de la abundancia. Es especie patriota y de espléndida figura. ........ cornudo alcoholico. El que bebe para olvidar. Si abusa de la bebida, llega a perder la noción de aquello de lo que quería olvidarse y sigue bebiendo por inercia y sin recordar qué es lo que aspiraba a no recordar jamás. Es especied gorrona y trasnochadora. ....... cornudo bonachón. Para Fourier, es el cornudo cortés. Lo entiendo mejor como el que recrimina dulcemente a su esposa sorprendida en flagrante adulterio, diciéndole: _ ¡Pero, mujer ! ¿Otra vez jodiendo? Es especie de leves inclinaciones faufaus, que se contrapean con piramidón.
....... cornudo democratacristiano. El berrendo de cornudo demócrata y cornudo meapilas, con cierta preponderancia del segundo. Es especie indecisa y, por ende, partidaria de templar gaitas. ....... cornudo gochista. O ácrata o anarquista. No existe, puesto que, para ser cornudo, es preciso admitir las instituciones.
...... cornudo tecnócrata. El que, metido de hoz y coz en la simulación de la política, hace la vista gorda ante la heterofalia (difusa o concreta) de la esposa, con lo que le queda más tiempo para hacer la puñeta al paisanaje desde el Boletín Oficial del Estado. Es especie muy peligrosa por su aplicación, sólo comparable a su capacidad para la coba a calzón quitado
..... cornudo wagneriano. El muy solemne y nada dubitativo; su cuerna suele ser robusta y saludable. En cierto modo, puede entenderse como el antípoda del cornudo descalcificado. Es especie que supone que los españoles somos de segunda.
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No hay que esforzarse demasiado para advertirlo. Cada órgano del
cuerpo humano tiene su biógrafo, un escritor de su devoción que directa
o indirectamente cuenta sus prodigios y tristezas. Al idolatrar al
alcohol, Charles Bukowski, Malcolm Lowry y Ernest Hemingway, a su
manera, glamourizaron la resistencia de sus respectivos hígados.
Chimeneas humanas como Mark Twain, Mijaíl Bajtin y André Gide pusieron a
sus pulmones en un altar y les encendieron velas. La epidemia de
poliomielitis narrada por Philip Roth en Némesis es una
oda encriptada al sistema nervioso. Y no hay cuento en el que los
intestinos ocupen un lugar más central que en el escalofriante “Guts”
(Tripas) de Chuck Palahniuk, publicado en su novela Fantasmas.
En
cuanto al cerebro, no caben dudas. Oliver Sacks, el médico inglés con
cara de Papá Pitufo, es su relator más agudo, su rapsoda (si viviéramos
en la Antigua Grecia). No lo decimos, pero lo sabemos: en el caso de ser
golpeados por una alteración de nuestros sentidos, cualquiera
imploraría ser atendido al menos por diez minutos por este hombre de 79
años, el neurólogo más famoso del mundo.
A diferencia de otros
grandes artistas del bisturí y el estetoscopio, la medicina en su caso
no fue una elección de vida. Fue, digamos, una imposición genética.
Siempre estuvo en su ADN. “Crecí en una casa llena de médicos y en la
que constantemente se hablaba de medicina –confiesa este profesor de
neurología y psiquiatría en la Universidad de Columbia–: mi padre y mis
hermanos eran médicos de cabecera, y mi madre cirujana. El tema de
conversación a la hora de comer era la medicina”.
Quizá sea su
potente empatía, su afán por explorar la conciencia humana y sus
descalabros, la compasión con la que trata a aquellas personas cuyas
vidas fueron partidas al medio por una enfermedad extravagante y casi
siempre sin cura. O su mirada antropológica que lo impulsa en cada uno
de sus once libros a pensar cómo un individuo golpeado por la adversidad
es capaz de, pese a todo, adaptarse a la discapacidad y reconstruir su
mundo, mantener su identidad en los peores momentos. Sea como sea, Sacks
siempre fue algo más que un neurólogo.
No importa que así lo
defina y catalogue Wikipedia. Todos los que alguna vez descubrimos uno
de sus libros sepultado como un tesoro escondido en un rincón inhóspito
de una librería –entre títulos estrafalarios como Cirugía de la obesidad y Medicina anti-aging–,
sabemos que este hombre alérgico a las computadoras, aficionado a la
química, eximio pianista, nadador compulsivo y orgulloso miembro de la
Sociedad Americana de los Helechos es lo que en inglés se conoce como un
storyteller , una persona capaz de encapsular una vida –con sus
contradicciones, sus sufrimientos y esperanzas– en un relato emotivo,
cercano. La vida, para Sacks, es una novela. “Las narraciones de
enfermedades y supervivencias son una necesidad cultural –asegura este
cronista del mal de Parkinson–. Hay que estudiar la enfermedad con la
sensibilidad de un novelista”.
Como a Antón Chéjov, Pío Baroja o a
Céline, a Sacks no se lo puede reducir a la categoría de médico
dedicado a la escritura. Más bien, este narrador que en cada una de sus
historias retoma las figuras arquetípicas de la fábula –el héroe, el
mártir, la víctima, el guerrero– es un híbrido, miembro de una nueva
especie de narradores de estilos contaminados, remixados, sampleados que
acercan los no tan separados continentes de la ciencia y el arte.
Por
supuesto, no es el único. Aunque sí su canciller, el abanderado de una
disciplina exótica –la neuroliteratura– que lo pone al mismo nivel de
popularidad y autoridad de otros cracks científico-literarios como los
biólogos Richard Dawkins y Jared Diamond, el físico Brian Greene, el
psicólogo Steven Pinker y demás discípulos de Carl Sagan que, sin
inclinarse del todo por la ficción (como Michel Houellebecq, Ian McEwan o
David Lodge), convierten a la neurología, la evolución y la física en
epopeyas, historias para escuchar en un fogón.
Sacks nunca ocultó
sus trucos bajo ninguna alfombra. Siempre confesó que la clave de su
éxito (literario) radica en resucitar aquella vieja tradición de relatos
clínicos ricos en contenido humano que tuvo su auge en el siglo XIX y
luego se desvaneció con la aparición de una ciencia neurológica
impersonal, pese a la resistencia de figuras como Alexander Luria (La mente de un mnemotécnico), aquel neuropsicólogo ruso –idolatrado por Sacks– quien apostaba por una ciencia romántica.
“Para
situar en el centro de la medicina al sujeto, el ser humano que lucha y
padece, hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo
narración o cuento –revela Sacks, un hombre solitario y que nunca tuvo
hijos–. Sólo así tendremos un quién además de un qué , un individuo real, una relación con la enfermedad”.
De
esa manera y alejándose de la frialdad estéril del parte médico (ahí
donde el sujeto es objeto), construye sus patografías, o sea, sus
relatos en los que hilvana las biografías de varias personas dolientes y
las enfermedades que las afligen, una diversidad de trastornos
neurológicos que afectan al yo, y casos que nutrieron durante años los
guiones de series médicas como ER y House y neurothrillers como Memento.
Sacks,
sin embargo, no observa a sus pacientes desde afuera como si fueran
insectos gigantes. Sacks se adentra en ellos, busca ver el mundo
patológico a través de sus ojos. Luego de recibir una carta o un llamado
a la puerta de su consultorio, los visita a sus casas, los lleva a un
restaurante o al teatro, da un paseo en coche con ellos, comparte sus
vidas. Sacks así es un médico que en lugar de calzarse aquella bata
blanca que transforma a todo médico en superhombres –al menos ante los
ojos de un enfermo–, se la quita. Hace tiempo abandonó los hospitales
tan familiares para él durante décadas y se dedicó a investigar las
vidas de sus pacientes en el mundo real, como un observador
participante. O como él se define: “Un neuroantrópologo que realiza un
trabajo de campo, un médico que visita a domicilio y atiende casos en
los límites de la experiencia humana”.
Vista a la distancia, su obra va de menor a mayor. Habla de otros para progresiva y tenuemente terminar hablando de sí. En Migraña (1970), por ejemplo, detalla los síntomas y alucinaciones visuales que acompañan estas dolencias. Despertares
(1973), donde cuenta su experiencia personal con pacientes de
encefalitis letárgica –que dejó a miles de personas postradas– y el uso
de la droga L-Dopa como tratamiento, fue su primer hit: Harold Pinter lo
llevó al teatro en 1982 y también saltó al cine en 1990, con Robin
Williams como el célebre neurólogo.
En Con una sola pierna
(1984), describe cómo llegó a perder el control de una de sus piernas
luego de que un toro se la quebrase en un paseo por Noruega. En Veo una voz (1990) analiza la sordera congénita y el lenguaje de signos. En La isla de los ciegos al color (1996) sorprende con el relato de una comunidad indígena cuyos integrantes padecen de acromatopsia, ceguera al color. Y en Musicofilia (2007), investiga las conexiones entre cerebro y música.
El
gran batacazo de este neuroescritor conocido por haber experimentado
con LSD y anfetaminas en los sesenta, sin embargo, lo había producido
poco antes, en 1985, con El hombre que confundió a su mujer con un sombrero,
un clásico de la divulgación científica protagonizado, entre otros, por
el doctor P., un músico afligido por agnosia visual, o sea, la
incapacidad de reconocer caras.
Como si fuera una serie de novelas de detectives, le siguió Un antropólogo en Marte
(1995) con casos aún más desconcertantes: el pintor que después de
perder la visión del color no desea recuperarla; Virgil, el ciego de
nacimiento que recobra la vista a los cincuenta años gracias a una
operación y no puede soportarlo; y Temple Gradin, incapaz de reconocer
emociones en los demás (Síndrome de Asperger).
Hasta que, por fin, el ciclo de este neuroescritor parece cerrarse en su reciente Los ojos de la mente,
donde explora los horrores de la ceguera y demás problemas visuales
(alexia o ceguera a las palabras, alucinaciones, carencia de visión
estereoscópica, prosopagnosia o ceguera de caras) e intercala entre caso
y caso la historia de un paciente especial: Oliver Wolf Sacks.
Como
si Arthur Conan Doyle se convirtiera en un personaje de una novela de
–justamente– Arthur Conan Doyle, el neurólogo inglés realiza en su
“diario del melanoma” una vivisección sobre sí mismo y cuenta cómo en
2005 un tumor en su ojo derecho lo dejó semiciego. Primero vio luces,
destellos. Luego lo invadió la oscuridad. Y después de la paranoia, lo
asaltaron los efectos colaterales, acostumbrarse a ir por el mundo sin
poder reconocer rostros familiares.
Sacks vio las dos caras del
espejo para reconocerse tanto como médico y como paciente. Y así
concordar con William Osler, prócer médico que a principios del siglo XX
dijo con certeza: “No preguntes qué enfermedad tiene una persona, sino a
qué persona elige una enfermedad”.
De nuevo los sectores más débiles de la
sociedad vuelven a sufrir los efectos de la crisis mediante un nuevo
recorte social, dirigido esta vez a los peatones de las vías urbanas.
La portavoz del Gobierno, Sáenz de
Santamaría, ha señalado que los semáforos españoles para peatones podrán
ahorrar cada día más de ochocientos mil millones de segundos a cambio
de que los transeúntes crucen corriendo los pasos. “No se trata de
pulverizar marcas de atletismo”, ha puntualizado la portavoz del
Gobierno, “sino de esforzarse un poco más por España”.
Con el nuevo recorte se estima que la
duración media de la luz verde en los semáforos españoles será ahora de
tres segundos con diecisiete décimas. Incluso algunos semáforos que ya
duraban menos de cuarenta segundos tendrán ahora el tiempo de luz verde
en negativo, lo que significa que los peatones necesitarán efectuar un
bucle espacio temporal para poder cruzar el paso, con todos los riesgos
de desorientación espacial que supone ese tipo de maniobras. Un semáforo
cuyo tiempo de luz verde peatonal sea de menos quince segundos
necesitará velocidad Mach 15 para plegar la ecuación de tiempo y ponerla
al revés. El ministerio de Fomento, además, incorporará en todos los
semáforos con tiempo negativo una placa informativa con la fórmula
E=mc2, a fin de ayudar a los peatones más audaces.
Los ochocientos mil millones de segundos
que se obtendrán diariamente con este ajuste se ofrecerán íntegramente,
según ha declarado el propio Mariano Rajoy, a la Virgen del Rocío.
Nos hallamos extremadamente preocupados ante las noticias que surgen en
relación al llamado “Banco Malo”, que debiera liberar a la banca
española de sus activos tóxicos inmobiliarios para permitirles continuar
con sus operaciones diarias. Este mecanismo obtendrá los recursos
necesarios del dinero de los contribuyentes, un mal necesario sólo
aceptable cuando consideramos sus beneficios potenciales para la
economía española y, consecuentemente, para la credibilidad de la
Eurozona y la Unión Europea.
Desafortunadamente, se aprecia de forma cada vez más evidente que el
gobierno español tiene sus propias ideas respecto a este “Banco Malo”,
ideas que se desvían de lo que debe considerarse de interés para los
ciudadanos de España y Europa. Analizando la información que se publica
sobre la creación de este mecanismo financiero, queda claro que el
gobierno español no tiene ningún interés en permitir una corrección en
el precio de los activos tóxicos inmobiliarios que albergan los balances
de la banca española.
Muy al contrario, el Gobierno parece estar contemplando el usar el
músculo financiero ofrecido por el mecanismo para mantener el nivel de
precios actual de los activos tóxicos. Las consecuencias de esta
perversión del objetivo original son ciertamente de la suficiente
magnitud como para justificar nuestra legítima preocupación y la de
todos los ciudadanos europeos.
En primer lugar, este escenario supondría impedir la necesaria
corrección de precios en el mercado inmobiliario español. Esto atenta
directamente contra el objetivo repetidamente anunciado de restaurar la
competitividad de la economía española, ya que los altos costes
inmobiliarios impiden la movilidad laboral y reducen la renta disponible
de muchos trabajadores españoles a niveles cercanos a cero.
No son sólo los contribuyentes españoles quienes deberían sentirse
preocupados por sus ahorros, sino todos los ciudadanos europeos, dado
que los bancos se desprenderían de sus activos tóxicos a un “valor a
largo plazo” muy superior a su precio actual. En las condiciones de
mercado actuales esto convertiría al “Banco Malo” en un congelador de
ladrillos, puesto que con unos precios tan alejados del mercado no
cabría albergar esperanzas de grandes ventas masivas de activos
inmobiliarios a inversores privados. Por tanto, el esfuerzo de los
contribuyentes españoles y europeos sería en vano.
Para España, este escenario dejaría una población aún más empobrecida,
unas perspectivas sombrías para un sector industrial que habría
encontrado un gran apoyo en un abaratamiento de los costes
inmobiliarios, y un gobierno aún más endeudado.
Para Europa, este escenario supone el gasto de cientos de miles de
millones de euros de los contribuyentes, dinero que iría al sistema
bancario español sin contrapartida significativa alguna. Además,
lastraría la recuperación de la economía española, lo que añadiría dudas
y especulaciones sobre el futuro de la Eurozona como entidad viable.
Nosotros, como humilde colectivo de ciudadanos que aspiramos ver a
España y Europa retomando el camino a la prosperidad, sinceramente
esperamos su ayuda en la reconducción de este plan, que en su presente
configuración atenta directamente contra los intereses de España y sus
amigos y aliados europeos.
Que William Burroughs, uno de los escritores más escandalosos,
escatalógicos y maravillosamente perversos que ha producido los Estados
Unidos, haya bautizado a su compatriota, el cineasta John Waters, como
el “papa de la inmundicia”, da una pauta de cuán indecentes pueden ser
las películas de este elegante hombre flaco con un delgado bigote negro
que no se ha visto en uso desde la época de Errol Flynn. Las primeras
películas de Waters fueron filmadas con su banda de amigos de la
secundaria autodenominados the Dreamland Players. Películas como Mondo Trasho (1969), Multiple Maniacs (1970) y Pink Flamingos
(1972) aún hoy tienen que verse para creerse. Son irreverentes,
iconoclastas y grotescas, con un humor negro que no tiene precedentes en
el cine estadounidense. En la escena más famosa de Pink Flamingos
, por ejemplo, la actriz travesti, Divine –estrella absoluta de la
primera etapa de la obra de Waters– se agacha allí donde un perro acaba
de defecar y se come, lentamente, el producto.
Pero Waters ya ha sido absorbido por la cultura popular de su país. A partir de Hairspray
(1988) comenzó a hacer peliculas todavía bizarras, pero aptas para
todo público, con actores como Johnny Depp, Kathleen Turner y Melanie
Griffith. Waters, además es canónico. Pink Flamingos
es parte de la colección permanente del cine del MOMA. Los papeles
personales de Waters estan archivados en la bibloteca de cine de la
Universidad Wesleyan, junto con los de Martin Scorsese, Frank Capra y
Clint Eastwood. Y su último libro de ensayos, Mis modelos de conducta (Caja Negra), que acaba de ser editado en Argentina, fue un best- séller en los EE.UU.
Para los que no conocen a Waters, Mis modelos...
es una excelente introducción a su estética, a su personalidad, sus
afectos y hábito. Para quienes ya lo aman, el libro es una caja llena de
tesoros en la cual descubrirán cómo mantiene su impecable bigote en ese
estado inmaculado, cuáles son sus bares favoritos en su ciudad de
Baltimore o su obsesión por la ropa de la diseñadora japonesa Rei
Kawakubo.
Hablamos con Waters por teléfono. Se encontraba en su
casa de verano en Provincetown, un pequeño pueblo pesquero en la parte
mas oriental de Massachusetts, que desde los 70 ha sido un lugar de
veraneo para la comunidad gay. Los libros que ha escrito, ¿son tan importantes para usted cómo sus películas?
Sí,
igual de importantes. Porque lo que yo soy es un escritor. Escribí cada
película que hice. Nunca haría una película que no hubiera escrito yo.
He escrito libros. Escribo mis shows unipersonales. Hasta en mis
exhibiciones de arte me imagino una narración antes de armarlas.
Entonces básicamente soy un escritor. Lo que me gusta es contar
historias. ¿Su proceso de escritura imita, de alguna forma, la manera en que filma?
Cuando
escribo un guión o escribo un libro es lo mismo. Soy muy, muy
organizado. De lunes a viernes me levanto a las seis de la mañana, leo
como seis diarios, y después entre las ocho y el mediodía escribo. Todos
los días, de lunes a viernes, no importa dónde esté en el mundo. Y soy
muy estricto con eso. Soy tan organizado que solamente bebo los viernes
por la noche. ¡Mis resacas están planificadas con tres meses de
anticipación! Cuando la gente me dice, “¿Cómo puedes ser tan
disciplinado?”, les digo: “Si no lo fuera tendría que irme a trabajar
para otra persona.” Eso me encanta de usted, porque una persona que
llegara casualmente a su obra podría pensar que no es una persona muy
disciplinada.
Sí, entiendo lo que estás diciendo, pero si
no fuera así, ¿cómo podría haber hecho 16 películas y haber escrito
cinco libros y todo el otro trabajo que hago? Siempre he dicho que no
tengo tiempo para estar enfermo mentalmente. Si no trabajara tendría
demasiado tiempo para enloquecerme. Sé que está en Provincetown
ahora. Aprovecho para hacerle una pregunta que siempre me intrigó,
¿cómo se llevaba Norman Mailer con ese lugar? ¿No era visto como un
bicho raro en una comunidad gay?
Sí, es verdad. Norman
siempre venía a casa a cenar y yo invitaba todos hombres gay y el estaba
de lo más cómodo. Y su esposa, Noris, era encantadora también. Su hijo,
Steven Mailer, hizo el papel del enemigo de Johnny Depp en Cry Baby.
Conozco la familia desde hace mucho tiempo. Pero tienes razón, de alguna
manera es raro. Sin embargo, el asistente de Norman era gay. Norman no
estaba pasando su tiempo en los bares gay, no era un fag-hag . Y nunca me pareció homofóbico. Usted conoció a Gore Vidal también, ¿no?
El
mejor recuerdo que tengo de Gore Vidal es que yo estaba cenando, el año
pasado, con Jean Stein, quien es una escritora fabulosa, y ella invitó a
Gore. Y fue en el hotel Bel Aire en Los Angeles. Yo vine en mi auto y
estaba entrando cuando vi el auto de Gore Vidal acercarse. Su chofer lo
sacó y lo sentó en una silla de ruedas. El me vio y me dijo: “John,
empújame”. Entonces yo estoy empujando a Gore Vidal en una silla de
ruedas pensando: “¿Dónde está el paparazzo cuando lo necesitamos?” Yo quería esa foto. Pero no había nadie allí salvo nosotros dos. En su caso, su persona pública y privada parecen ser la misma. ¿Es correcto?
Sí,
creo que sí. No vivo una mentira. No me puse un conjunto de Comme des
Garçons para hacer esta nota. Aunque ahora mismo no estoy vestido como
“yo”, estoy con un traje de baño y una remera... Pero creo que sí, que
todo lo que digo en Mis modelos de conducta es
completamente lo que creo. No hay nada de ironía en este libro. Cada
cosa que digo, la digo con total seriedad y es parte de mis creencias.
No hay una sola cosa en el libro que sea irónica. Admiro todas las
personas sobre las que escribí. Por más que sean famosas o notorias. Lo
que tienen en común es que han tenido vidas extremas con las cuales
debieron reconciliarse. Eso siempre me fascina. El libro es muy gracioso. Provoca risas, lo cual es difícil lograr mediante la escritura…
Quise que fuera gracioso, pero no morboso. Escribo sobre alguien porque
me interesa genuinamente, no porque quiera tomarle el pelo o ser
irónico. Yo estaba pensando en cosas más absurdas y
escatológicas, como la anécdota del tipo que se indigna en un avión
porque no le dan más para beber y se para sobre el carrito de las
azafatas y defeca…
¡Oh, dios! Yo simplemente intenté de
imaginarme “qué habrán pensado sus hijos”. O su esposa, cuando él llamó a
casa y le preguntó “¿Cómo estuvo el vuelo?”, y él le contestó “No
quieras saberlo...” Bueno, no le voy a hacer la pregunta que ya le han hecho un millón de periodistas…
¿Cuál es? Sobre
la última escena de “Pink Flamingos”, donde Divine se come el sorete
fresco de un perro. Pero sí le pregunto, ¿por qué la mierda puede ser
una cosa tan graciosa?
Porque todo el mundo lo hace y es
desagradable. A mí me enoja tener que hacerlo. Me enoja. Odio todo que
lo tengo que hacer que no ha sido idea mía. Si a mí se me hubiera
ocurrido la idea de cagar, me encantaría. Pero como yo no la inventé,
estoy enojado de tener que hacerlo. Milan Kundera tiene una prueba ontológica en contra de la existencia de dios basada en la mierda.
¿No
se le podría haber ocurrido algo mejor? En realidad, yo no uso la
palabra “mierda”. Me encanta que Patrick White la llama como “la palabra
marrón”. Yo digo, mejor, la gente tiene que “eliminar”. Esa es la única
manera de referirse con clase al asunto. Pero aun así, es un acto
humillante que tienes que hacer todos los días. Es como comer. ¡Comer!
¿Por qué tengo que hacer eso? Me enoja tener que comer. En su
libro menciona su enorme biblioteca. Imagínese que yo quisiera ser
alumno suyo y aprender su filosofía de vida, ¿qué libros me haría leer?
Serían
los libros sobre los que escribo en el capitulo “Ratón de biblioteca”.
Esos serían los primeros cinco. Pero yo te dejaría solo en la
biblioteca. No te obligaría a leer nada. Por eso yo nunca leía de niño,
porque me obligaban a leer libros que odiaba. No comencé a leer hasta
que fui adolescente y descubrí los libros prohibidos que no me dejaban
leer. Eso me llevó a ser lector. Por lo tanto yo no te obligaría a leer
nada. Te dejaría buscar por tu cuenta y descubrir lo que quisieras. Hay
algunos escritores que envidian a los cineastas porque el proceso
artístico no es tan solitario. Cómo cineasta, ¿hay algo que envidia de
los novelistas?
Nunca escribí ficción, aunque el libro que
estoy escribiendo ahora tiene partes que son ficción. No envidio a
nadie. He tenido mucha suerte en mi vida. A mí me pone contento que
cualquier persona pueda ganarse la vida y especialmente si es en algo
que siempre quiso hacer. Lo que me gusta de escribir un libro es que
estoy solo. Soy sólo yo. No necesito ochenta personas. No necesito cosas
técnicas. Puedo escribir un libro si está nublado o lloviendo, si es de
noche o de mañana. No es el caso con una película. Pero una película es
excitante porque tomas el control del mundo. Cuando haces una película
no vives en la vida real por todo el tiempo que estas rodando. Desde el
momento en que te despiertas hasta el momento en que te vas a dormir,
estas haciendo una película. Para mí, eso es agotador, porque no puedes
tener una vida real al mismo tiempo. Pero es excitante porque puedes
tomar control el sobre las calles. Es increíble que te dejen hacerlo. En
los viejos tiempos ni siquiera pedíamos permiso. Lo hacíamos nomás y
nos llevaban preso. En el libro menciona que el uso de drogas
fue importante para usted, en particular el LSD. ¿Sin las drogas hubiera
podido hacer las películas de la misma manera?
El LSD me
dio la confianza en mí mismo para llegar a ser quien soy hoy. Mi madre
siempre me dice: “No le cuentes eso a las personas”. Si yo tuviera un
hijo y me dijera que está tomando LSD, me sentiría incómodo. Pero yo
nunca fui un adicto a las drogas. Nunca fui un alcohólico. Sí era adicto
a los cigarrillos. De todas formas, hay personas con las que consumía
LSD que luego se convirtieron en adictos a la heroína y están muertas.
Yo usé drogas en la que considero que fue la mejor manera. Siento que
me mostraron un mundo diferente, me dieron una manera diferente para ver
las cosas. No me pasó nada malo por las drogas, excepto que me echaron
de la universidad. ¿Ya no consume?
Una o dos veces por año me fumo un porro, en la playa, si alguien tiene. Tengo marihuana para mis visitas, pero yo no la fumo. Me sorprende que dijo que lo que le dieron las drogas fue confianza en si mismo. Un neófito pensaría las drogas dan visiones...
Las
visiones fueron mi confianza. Creo que vi otro mundo, otra forma de
abordar las cosas, lo cual me dio el coraje para no sentir la obligación
de ser parte del grupo, aunque nunca me haya importado eso. No sabía
sobre la bohemia cuando era joven. Entonces, una vez que me enteré que
había un mundo diferente, bohemio y descubrí la realidad alternativa del
LSD, noté que había muchos mundos y muchas formas de mirar las cosas.
Eso me liberó, me dio, de verdad, confianza en mí mismo. Recuerdo
pensar: “Yo puedo hacer esto”. Pero a mi madre le horroriza que cuente
esto. Una de las cosas que se ve en el libro es el apoyo
continuo que sus padres le han dado. Es hermoso eso, considerando cuán
diferente era usted de ellos. Su padre hasta financió “Pink Flamingos”.
Bueno, estaban horrorizados. No sabían qué decir. Pero a mi padre le devolví el dinero y eso lo dejó en shock
. Pero sí, mirando hacia atrás, mis padres me apoyaron mucho. No es que
no existieran grandes batallas cuando fui adolescente. Mis padres eran
muy conservadores y tenían un hijo que era muy público. Hasta tenían
miedo de preguntarme si era gay porque pensaban que eso podría ser peor.
No sabían qué hacer, pero hicieron un gran trabajo como padres, porque
me hicieron sentirme seguro y eso es lo único que un padre tiene que
hacer: incluir el niño en su vidas y hacerlo sentirse seguro. ¿Piensa que su obra ha tenido un impacto significativo en la cultura estadounidense?
Oh, soy demasiado modesto para decir eso. Lo que siempre digo es que he hecho que el trash
fuera un 1% más respetable. Al mismo tiempo, creo que he sido
comprendido. Ya son como casi cincuenta años desde que hice la primera
película. Y creo que también he logrado ser respetado. Y también ha hecho esa improbable trayectoria desde el underground hasta el mainstream.
Sí,
y de vuelta hacia atrás. Créeme, no consigo hacer una película en estos
días. Mi última película recibió una calificación de NC-17 (no apta
para menores de 17 años), que es la más restrictiva que existe. Entonces
creo que he terminado mi carrera cinematográfica en el mismo lugar
donde la comencé: con batallas contra la censura. Pero por otro lado,
Mis modelos de conducta fue un best- séller en los Estados Unidos.
Nunca se sabe qué va funcionar y qué no. Pero sí, he sido aceptado. El
mundo ha cambiado mucho hacia mi dirección. No por mí, sino por la
dirección en la cual el humor americano ha ido. Hoy, el tipo de humor
que está en Pink Flamingos está en la televisión, lo hace Hollywood. No
estoy enojado. Siempre he dicho que un hombre enojado de 20 años es sexy y un hombre enojado de 60 años es un idiota. Y
con las dificultades que ha tenido en conseguir financiación para sus
películas, ¿volvería a una forma guerrillera de hacer cine?
No. Eso ya lo hice. No puedo ser un revolucionario faux . Yo vivo en cuatro casas, tengo gente trabajando por mí. Tengo que ganar dinero. Ya hice eso, no tengo deseo de volver. Finalmente, sé que admira a Isabel Sarli.
¡Hablé con Isabel Sarli por teléfono este año! Fue fantástico. Soy un fan
enorme de ella. Un día me encantaría hacer un festival con todas sus
películas con subtítulos en inglés. Ella es increíble, realmente.
Armando Bo era como el Russ Meyer argentino… Tengo un libro sobre las
películas de Armando Bo que es una de mis posesiones más atesoradas. La
película Fuego es difícil de superar.
Yo vi todas sus películas
por primera vez en Times Square de Nueva York, en los años 70. El mejor
recuerdo que tengo de ver sus películas fue en el Festival de San
Sebastián, donde tuvieron una función de tributo de medianoche donde
mostraron Carne . Era con traducción simultanea. Pero
la traductora era una feminista y estaba furiosa con la película. Sarli
decía cosas como “Violame, violame” y la traductora traducía
escandalizada. Fue desopilante. Hacía la traducción, pero gritaba
exclamaciones de protesta. Fue una experiencia mágica.
"El blues es como el diablo viene y te lanza un hechizo", Lonnie Johnson en 'Devil's got the blues'.
El blues es un lamento íntimo, solitario. Los lugares de los hombres del
Delta estaban impregnados de esa soledad: estaciones de tren nocturnas,
cabañas de madera perdidas en la plantación o caminos recónditos por
donde apenas pasaba gente. No necesitaban a nadie. Su espíritu libre y
vagabundo solo les pertenecía a ellos. Como mucho a su guitarra, en el
caso de que no fuera robada, claro. Siempre conseguían esfumarse como
sanguijuelas de todos los sitios. Unas copas, una discusión o una pelea y
se alejaban de las poblaciones para adentrarse en la noche con decisión
y misterio. Cerca de la medianoche, en un cruce de caminos cualquiera,
aguardaban. Primero unos acordes de su desvencijada guitarra, unas notas
de blues para llamar su atención. La espera podía alargarse, pero no
había tregua para los temerosos... De repente, como surgido de las
profundidades del averno, aparecía él, en forma de sombra nocturna.
Les arrancaba la guitarra, la afinaba y empezaba a tocar. Después de un
tema se la devolvía. El pacto se había consumado. A partir de ese
momento ningún guitarrista podría superarle. El bluesman había vendido
su alma a cambio de la genialidad musical.
En la mitología de Mississippi existen muchas leyendas, pero tal vez el
ritual de vender el alma al diablo sea uno de los que más haya calado en
la cultura popular. Aunque para muchos historiadores y biógrafos sea un
episodio anecdótico, testimonial, irrelevante o incluso sonrojante, lo
cierto es que para muchos seguidores del blues supone uno de sus grandes
atractivos y se producen devotos peregrinajes hacia los supuestos
lugares donde estos bluesmen negociaron con Satán. Uno de ellos, tal vez
uno de los mayores reclamos turísticos de Mississippi, se encuentra en
Clarksdale en la intersección entre la Autopista 61 y la Autopista 49. Allí, se dice, vendió Robert Johnson su alma. Sin embargo, el pacto con el diablo no es ni mucho menos algo solo propio del sur de Estados Unidos...
Ya en el paganismo
que prosiguió a la caída del Imperio Romano, en plena expansión del
cristianismo, a partir del siglo IV de nuestra era, venían recogidas una
serie de rituales considerados maléficos, entre los que se encontraba
el pacto con el diablo. En la imaginería cristiana encontramos el mito de Teófilo,
un clérigo insatisfecho y desdichado que decide vender su alma al
diablo para prosperar. En la Alemania del siglo XVI aparece el mito de Fausto,
personaje legenderario - inspirador de multitud de novelas, óperas y
películas- que ante la insatisfacción en su vida decide tratar con el
diablo. Derivado del mito de Fausto encontramos al diablo Mefistófeles,
que según cuenta la leyenda popular alemana era el subordinado de
Satanás que se encargaba de capturar almas. En el siglo XIX el famoso
violinista italiano Niccoló Paganini pactó con el diablo para convertirse en el mejor músico de todos los tiempos.
Generalmente, la naturaleza del pacto siempre es la misma: se vende el alma al diablo
para conseguir un poder fabuloso o habilidades sobrenaturales. Pero según la Demonología cristiana,
el pacto -que podía ser oral o escrito- consistía en aquelarres,
sacrificios, conjuros o invocaciones donde para perpretar el cambio era
necesario ofrecer al diablo niños recién nacidos o relaciones sexuales.
En la música esa naturaleza carnal se transforma y la recompensa es el
virtuosismo musical. Aún así tan importante resultaba el demonio
-protagonista del pacto- como el lugar donde se pertrechaba...
Los cruces de caminos y la magia hoodoo
En un cruce de caminos (crossroads) la carretera se bifurca. Es un
lugar fronterizo, alejado de la ciudad, que no pertenece a nadie, el
escenario ideal para llevar a cabo todo tipo de hechizos y rituales
mágicos. Es precisamente en estos cruces de caminos donde la tradición
africana se funde con la europea. Los dioses Hermes, en Grecia, y
Mercurio en la antigua Roma eran los guardianes de los caminos. Para Ted
Gioia, los cruces de caminos son un remanente del universo de creencias
africanas que se extiende mucho más allá de los confines del Delta.
Allí moran los demonios. Por ello encontramos ofrendas en cruces de
caminos entre los devotos del candomblé en Brasil o en la santería cubana, como un punto de encuentro entre lo terrenal y lo divino.
Cuando los esclavos negros se asentaron en el sur instauraron la práctica del hoodoo,
un tipo de magia de herencia africana, desarrollada a través de la
combinación de esas tradiciones del continente negro con las propias
indígenas y criollas. Los cruces de caminos son tradicionalmente el
lugar más popular para la práctica de hoodoo. El ritual consiste en todo
tipo de encantamientos, muy arraigados en la cultura popular
afroamericana. De hecho la figura del hoodoo man -hechicero
creador de conjuros de amor, desamor, fortuna o desgracia- aparece en
las letras de muchos blues de los años 20 y 30.
Este tipo de creencias se mezclaron también con las historias europeas
del diablo y con referencias a la Biblia, procedentes de la tradición
misionera española. Según apunta Leroi Jones, las manifestaciones
artísticas derivadas de esta tradición (devil songs, fiddle sings o canciones del maíz ) fueron consideradas pecaminosas por
la jerarquía eclesiástica. Incluso en algunos lugares del sur los
conjuros, las maldiciones o los diálogos con el diablo se castigaban con
pena de muerte o como mínimo con azotes.
De la verosimilitud de estas historias y de cómo llegaron a pasar al
blues existen multitud de interrogantes. Quizá fueran invenciones de las
comunidades afroamericanas sureñas, surgidas durante la primera mitad
del siglo XX, para dar una respuesta a su condición de inferioridad con
respecto a los blancos. El Diablo, como símbolo del mal, generaba
simpatías en el oyente negro que necesitaba un agente de oposición
para vivir en un mundo dominado por blancos. Para otros es la
resonancia americana de un relato intemporal africano. En todo caso, la
dicotomía entre lo sagrado y lo infernal es una constante en el blues y
ya hablamos de ella cuando nos referimos a Son House.
Tommy Johnson
El yerno del diablo
Aunque el primer blues que hace referencia en la la letra al diablo data
de 1924 'Done sold my soul to the devil' de Clara Smith, el primer bluesmen en vender su alma y difundir la historia fue Tommy Johnson.
Nacido en 1896 al sur de Jackson, Johnson destacaba del resto de
cantantes del Delta por su versatilidad. Bebedor errante firmó clásicos
como 'Canned heat blues' o 'Cool drink of water blues' donde muestra una
majestuosidad vocal propia de los field hollers.
En realidad la historia del pacto con diablo se debe a su hermano, el
reverendo LeDell Johnson, que la difundió espontáneamente a un
investigador que profundizaba en el blues del Delta. El efecto
escandaloso que esta historia provocaba en el público ocasionó que
muchos bluesmen potenciaran el componente demoníaco al hablar de su
música.
Sin ir más lejos, un contemporáneo de Johnson, Peetie Wheatstraw se jactaba de ser 'el yerno del diablo' en su blues 'Devil's son in law'
y en ocasiones se promocionaba como el 'sheriff del infierno' con la
intención de crear un personaje solemne con el que el público negro
pudiera identificarse. Estas estrafalarias historias también constituían
una gran estrategia de marketing. El cazatalentos del Delta H. C. Speir publicó un retrato de Skip James donde se le veía con cola, cuernos y tridente, para publicitar el lanzamiento de su 'Devil got my woman', pieza, por cierto, que tiene más que ver con un desengaño amoroso que con el propio Lucifer.
Algunos han querido ver en los bluesmen la encarnación de los poetas
románticos del siglo XIX. Hombres brillantes y autodestructivos que se
rebelaron contra las convenciones y murieron jóvenes debido a los
excesos de una vida entregada a los placeres satánicos. Vida y
arte son inseparables en ese caso. Sin embargo aunque esos bluesmen
creyeron estar tocando la música del diablo, ninguno pudo asumir el
desafío demoníaco de llegar a una verdad más elevada -máxima
ejemplificada en la frase de William Blake "el camino del exceso conduce
al palacio de la sabiduría"-, ya que esa deificación romántica es
totalmente ajena a la cultura afroamericana. La proyección de un
personaje byroniano sobre el cantante de blues, principalmente la figura de Robert Johnson, responde más a una visión occidentalizada que
a la propia realidad del Delta. Es como si los intelectuales blancos
quisieran recrear la música blues del diablo a su propia imagen y
semejanza.
Robert Johnson y el blues del diablo
Y llega el momento en que debemos acercarnos (someramente por ahora) a
Robert Johnson, sin duda el bluesmen que ha pasado a la historia como el
más famoso de todos los pactantes con Satán. Nació en 1911 en el
poblado de Hazelhusrt, Mississippi. Seguir con cierta fidelidad los
hechos que marcaron su vida no es tarea fácil. Muchas veces parece
imposible disociar la visión de ese personaje romántico con la verdadera
historia. Algunos autores han querido ver en la vida de Robert Johnson
una parábola religiosa: el joven miserable y atormentado, inmerso
en una vida de excesos que en su lecho de muerte se arrepiente y
renuncia al camino oscuro. A este misterio contribuye también la escasez
de fuentes -apenas unas fotografías reales- y testimonios
contradictorios de sus coétaneos. De hecho, en la época en la que vivió
Robert Johnson uno de cada diez mil hombres negros de Mississippi se
llamaban así. Eso teniendo en cuenta que el propio Johnson, en su huida
vital constante, en muchas ocasiones se cambiaba el nombre. En una
localidad podía ser conocido como Robert Sax, y en otra cercana emplear
el nombre de Robert Moore, Robert James o incluso intercambiaba su
nombre de pila.
Los detalles de su carrera (apenas grabó 29 canciones) y sus andanzas
personales (tuvo varias mujeres, le perseguían amantes despechados) son
amplios y estimulantes. Excelsas biografías como 'Escaping the Delta: Robert Johnson and the invention of blues' o 'Searching for Robert Johnson'
aportan algo de luz a los aspectos más importantes. Sin embargo el caso
que nos ocupa aquí es el episodio del cruce de caminos. Aunque no tiene
ningún vínculo familiar con Tommy Johnson, sí que pudo tomar de él la
historia del pacto con el diablo. De hecho, Tommy le sirvió de
inspiración en la guitarra. Al ser preguntado por sus influencias Robert
Johnson mencionó a Lonnie Johnson y "otro Johnson" que era una reputado guitarrista de la época (Tommy Johnson).
Durante la etapa de su desarrollo musical, se cree que Robert Johnson
recibió la tutela de un enigmático guitarrista de Alabama llamado Iker
Zinermon quien afirmaba que había aprendido a tocar la guitarra en un
cementerio, de noche, sentado sobre una tumba. Puede que el pacto con el
diablo también se deba a una interpretación de Johnson de ese
aprendizaje a altas horas de la noche. Sin embargo parece que en las
letras de algunos de sus blues es donde se aprecia esa influencia
demoníaca. Tan solo escuchando temas como 'Crossroads', 'Preaching the
blues (up jumped the devil)' o 'Hellhound on my trail' se advierte la
imagen de un hombre poseído por el demonio. Aunque el testimonio
revelador es su explícito 'Me and the devil blues' donde canta abiertamente: "Hola Satanás, creo que es la hora de irse. El diablo y yo íbamos caminando de un lado a otro".
No hay ningún dato que demuestre la relación entre Johnson y el diablo,
parece más una historia inventada por biógrafos o él mismo. Lo que sí
está claro es que después del episodio del cruce de caminos se convirtió
en un reputado guitarrista de la época. Ya no era el 'pequeño Robert'
del que se habían burlado otros bluesmen como Son House. Puede que la
respuesta simplemente esté en el entrenamiento y la práctica. Si entregó
su vida al diablo nunca lo sabremos con certeza. Robert Johnson murió
en 1938 a los 27 años de edad envenenado por un marido celoso.
Curiosamante en otro cruce de caminos...
Muchos otros bluesmen que han hecho referencia al diablo están la lista Spotify: Devil's blues, recomendada para la lectura.
'Me and the devil blues' el tema emblemático donde Robert Johnson alude directamente a su relación con Satanás.
'Big Road Blues', de Tommy Johnson es una de las obras maestras
del lenguaje del Delta donde despliega un virtuosismo vocal inusitado e
introduce crescendo y disminuendos en una misma frase, quién sabe si influenciado por el diablo.
El yerno del Diablo, Peetie Wheatstraw interpreta su demoníaco blues 'Devil's son in law'.
"Si quieres aprender a tocar lo que sea y a hacer tus propias
canciones, coge tu guitarra y vete a un cruce de caminos. Ve e intenta
estar un poco antes de las doce para asegurarte de no llegar tarde.
Coges la guitarra y te pones a tocar un tema ahí sentado. Solo. Entonces
un gran hombre negro llegará caminando, te cogerá la guitarra y la
afinará. Después tocará un tema y te la devolverá. Así es como aprendí
todo lo que quisiera", Tommy Johnson en palabras recogidas por su hermano el reverendo LaDell Johnson.
Así arde la Tierra ahora mismo. Es una imagen para reflexionar. Los
incendios devoran medio planeta. Algunas zonas arden por motivos
naturales, otras por descuidos humanos y otras, demasiadas, por manos
codiciosas o hambrientas que buscan convertir terrenos arbolados en
lugares que aporten dinero a corto plazo.
En España
los incendios forestales desde el 1 de enero hasta el 12 de agosto han
arrasado 139.886 hectáreas, la cifra más alta de los últimos 10 años. Siberia
lleva meses ardiendo. La temperatura del área central de Rusia ha
aumentado por encima de su media habitual y se sitúa en los 6 ºC. Se ha
quemado ya más superficie que la que se quemó en la ola de calor de 2010
por la que murieron 55.000 personas. En Indonesia
nadie pone freno a los fuegos intencionados para abrir espacio en la
selva para cultivar aceite de palma. Sudamérica y África son un
infierno. Australia más de lo mismo.
La desoladora imagen está compuesta a partir de datos recogidos entre
los días 8 y 17 de agosto por el instrumento MODIS (Moderate Resolution
Imaging Spectroradiometer) que va a bordo de los satélites Terra y Aqua
de la NASA.
En 1603, Federico Cesi, duque de Acquasparta, fundó una organización que creció desde unos inicios inseguros hasta convertirse en la primera sociedad científica de la historia europea moderna. Cesi (1585-1630), un noble adolescente, invitó a tres amigos algo mayores (todos ellos en la vientena) a establecer la Accademia dei Lincei, dedicada a la investigación científica, y que reicibía su nombre de un carnívoro elagante y taimado que por aquel entonces vivía todavía en los bosques de Italia y cuya aguda vista, sin parangón entre los mamíferos, era comentada en canciones y textos.
A pesar de los ambiciosos nombres y fines de Cesi, la academia de cuatro hombres jóvenes vaciló al principio. El padre de Cesi hizo un vigoroso intento para frenar el disparate de su hijo, y los cuatro Linces se dispersaron a sus ciudades nativas, manteniendo viva su organización únicamente por los medios inseguros del correo y los mensajes. Pero Cesi perseveró y triunfó gracias a diversas habilidades y cirucunstancias. Adquirió más poder y prestigio, tanto porque creció como porque heredó una fortuna. Y, lo que es más importante, se convirtió en un diplomático y facilitador consumado en el mundo laberíntico y repleto de sospechas de la política civil y eclesiástica de Roma durante la Contrarreforma. Los Linces florecieron en gran parte porque Cesi consiguió mantener a raya las sospechas de papas y cardenales, mientras la ciencia se preparaba para facturar viejas visiones del cosmos y para desarrollar teorías completamente nuevas.
(El emblema oficial de la primera soiedad científica europea, la Accademia dei Lincei, fundada en 1603 y que tuvo a Galileo como uno de sus primeros miembros)
Como brillante administrador que era, Cesi sabía que necesitaba miembros de los Linces que tuvieran más influencia. Por ello reclutó, como miembros quinto y sexto de una organización que acabaría por alcanzar una nómina de treinta personas, a dos de los más prestigiosos pensadores y activistas de la vida de principios de siglo XVII. En 1610 viajó a Nápoles, donde convenció al anciano portavoz de la decadente escuela neoplatónica (Giambattista Della Porta) para que se uniera a un grupo de hombres lo bastante jóvenes para ser sus nietos. Después, en 1611, Cesi hizo su principal adquisición, cuando reclutó a la más atractiva propiedad intelectual del mundo occidental, Galileo Galilei (1564-1642), para que se conviertiera en el sexto miembro de los Linces.
........
Las piedras falaces de Marraqueck
Stephen Jay Gould
Parece que la ola de paro va alcanzando poco a poco a países como
Francia. Aunque en Alemania estas cifras se maquillen con eso de los
contratos temporales y los minijobs de supervivencia, tampoco
parecen invulnerables a un aumento del desempleo que el propio FMI
relaciona en un informe directamente con los recortes:
"La
evidencia de los datos de los últimos 30 años muestra que la
consolidación no sólo reduce los ingresos en el corto plazo, sino que también eleva el desempleo,
especialmente de larga duración. Otros
factores que contribuyen a la acumulación de deuda fueron los costos de
los rescates financieros de los bancos y las empresas y el estímulo
fiscal previsto por muchos países para evitar una depresión. En
las economías avanzadas la deuda pública ha aumentado del 70 por ciento
del PIB en 2007 a alrededor de 100 por ciento del PIB, su nivel más
alto en 50 años.
Resumiendo: los recortes suponen más paro, menos PIB y mas desigualdad. Aquí, el mapa:
Si es el propio FMI el que emite un informe tan negativo sobre las
políticas de austeridad, ¿por qué continuar? O la realidad es tan
evidente que ya no la pueden negar ni ellos mismos, o simplemente se
trata de puro descaro... O tocar todos los palos: que no diga nadie que
nada de lo que está pasando no lo advirtieron de antemano.
Para un escritor de éxito, más aún si el éxito es también crítico,
no es fácil proveer su obra de nuevos desafíos. A Daniel Pennac
(Casablanca 1944), autor de Como una novela y Mal de escuela
(Anagrama y Mondadori, en castellano; Empúries, en catalán), se le
ocurrió explorar una terra incognita de la literatura, la fe del cuerpo.
Diario de un cuerpo (Mondadori/Empuries) emplea la forma del
falso diario, el que el protagonista deja a su hija al morir, en el que
da cuenta de cuanto le ocurre desde la perspectiva sensorial. Los cinco
sentidos, y no la pisque, son la forma en que la biografía del
protagonista llega hasta el lector. El falso diarista no trata de
comunicar emociones, sino sensaciones, y así el autor habla de cuanto la
narrativa apenas explora. Una cuestión casi previa: uno de los términos que no se usa
en el libro y que ni siquiera en las notas de prensa se menciona es el
pudor, que planea sobre toda la novela, tanto desde la perspectiva del
autor como la del lector. Todo el libro versa sobre lo habitualmente
sobreentendido, lo no dicho. ¿Estuvo presente ese concepto de pudor
durante la escritura?
Vamos a denominar el pudor de otro modo: hablemos del silencio.
Porque en el fondo el ámbito del pudor es el campo inmenso de todo eso
que no se dice. Y cuando buscamos, cuando levantamos ese manto de
silencio, nos damos cuenta de que las palabras que cubre
fundamentalmente están relacionadas con lo físico, con el cuerpo. De
hecho, ya Montaigne decía que hablamos alegremente de robar, mentir,
matar, engañar, pero no pronunciamos ninguno de los verbos relativos al
cuerpo sin ruborizarnos. Y a Montaigne le parecía muy sorprendente. Así
que desde ese punto de vista este libro está escrito sobre el silencio,
como si cada página fuera un pequeño rectángulo de silencio. ¿Y eso le supuso problema, el temor de convocar el pudor del público?
Como autor no me planteó ningún problema porque el cuerpo era el
sujeto y el objeto del libro. En cuanto al lector, en mi veterana
experiencia, he visto a menudo que no sabemos nunca en qué momento vamos
a producirle un shock al lector, las reacciones del lector son siempre
inesperadas. Y por tanto es algo sensato no preocuparse de ellas porque
de todos modos nos vamos a confundir. En un 75% de las veces reacciona
de forma diferente a como habíamos pensado. Uno de los juicios más chocantes del libro, no por motivos de
pudor, es un pasaje muy corto en el que el personaje se indigna ante
quien dice que no quiere visitar a un amigo en el lecho de la enfermedad
porque prefiere guardar el recuerdo de cuando estaba bien, de su
vitalidad. Este escrúpulo es muy propio de las ciudades, donde la
enfermedad y la muerte son invisibles.
Esto es extraordinario. Hace un mes, perdí a un amigo, que era como
un hermano, lo conocía desde 1969. Y mi mujer y yo lo habíamos acogido
en casa durante los últimos meses de su vida. Casi hasta el final,
porque los últimos días, a pesar de haber medicalizado una habitación,
tuvo que trasladarse al hospital. Pues cuando lo trasladamos a casa,
todo el mundo nos decía, "pero cómo es posible, no os dais cuenta de lo
que estáis haciendo…". Pero es muy extraño porque está casi dentro del
campo de los prejuicios, es como si prejuzgáramos la incapacidad de los
demás de curarse los unos a los otros. Es un prejuicio absoluto. Cuando
tienes en casa a alguien muy enfermo, después de tres días, sigues
siendo consciente de que es alguien grave, muy enfermo, pero es una
compañía como cualquier otra. Es mi viejo amigo, al cual conozco desde
hace cuarenta años, él no ha cambiado, la enfermedad no ha modificado su
naturaleza. Los cuatro o cinco cánceres que lo invaden no lo han
modificado, es el mismo amigo con el cual he pasado cuarenta años de
complicidad intelectual, de diversión, de lecturas, de enfados por
razones políticas… es mi amigo, mi amigo del alma, y es normal que, si
me ha abierto en tantas ocasiones las puertas de su casa, yo le acompañe
a la puerta en el momento en que se va. Y esto se aplica a él como se
aplica para mis padres, para otros amigos... Si no, es como si sólo
pudiéramos vivir la vida con aquellos con quienes es agradable. Es como
si me invitaras a cenar y sólo tomara el vino, o el postre. Y quiero
añadir algo más.....
Free Pussy Riot Three members of the seven
Russian member Art Performance/punk band Pussy Riot have been sentenced
to two years in prison over anti-Putin protest
Libertad para las Pussy Riot
Tres de las siete miembros de la banda rusa de arte y performances punk
Pussy Riot han sido condenadas a dos años de prisión por una protesta
contra Vladimir Putin
............
Durante los tres años que pasé en Cambridge, perdí el tiempo, en lo que respecta a los estudios académicos, tan completamente como en Edimburgo y en el colegio. Probé con las matemáticas, y durante el verano de 1828 fui a Barmouth a recibir clases de un profesor particular ( un hombre muy aburrido), pero progresé con mucha lentitud. El trabajo me resultaba repugnante, sobre todo porque no era capaz de descubrir ningún sentido en las primeras fases del álgebra.
.........
Aquella impaciencia constituía una gran necedad y en años posteriores he lamentado profundamente no haber ido lo bastante lejos como para entender al menos, algo de los grandes principios rectores de las matemáticas, pues las personas que poseen ese talente parecen estar dotadas de un sentido adicional. Sin embargo, no creo que pudiese haber ido más allá de un nivel muy bajo. En mi último año repasé un poco de álgebra y del sistema de Euclides, que me propocionó un gran placer, como me había ocurrido en el colegio...pero ninguna de mis dedicaciones en Cambridge fue, ni de lejos, objeto de tanto entusiasmo ni me procuró tanto placer como la de coleccionar escarabajos.
........
El sabio hace un breve resumen sobre su vida, sus ideas, su asombro por
la hondura de Hegel... Colaboran otros sabios en habitaciones llenas de
libros hasta el techo...
La crisis del euro refleja el fracaso de una política carente de
perspectiva. Al Gobierno alemán le falta el valor para superar un status quo que se ha hecho insostenible. Esa es la causa de que, a pesar de amplios programas de rescate
y cumbres sobre la crisis que a estas alturas ya son casi incontables,
la situación de la Eurozona haya empeorado continuamente a lo largo de
los dos últimos años. Sobre Grecia, tras la debacle económica, pende la
amenaza de la salida del euro,
que iría vinculada a una imprevisible reacción en cadena en el resto de
los Estados miembros. Italia, España y Portugal han caído en una grave
recesión que constantemente empuja al alza el paro. El desfavorable
desarrollo coyuntural de los países con problemas empeora la situación
—de todos modos inestable— de la banca, y la creciente inseguridad
respecto al futuro de la unión monetaria hace que los prestamistas cada
vez sean más reacios a conceder crédito a los países con problemas. Los
intereses crecientes de la deuda pública, pero también la difícil situación económica, dificultan a su vez los procesos de consolidación, que en cualquier caso no son sencillos.
Esta desestabilización que se potencia a sí misma se puede atribuir,
en lo esencial, a que las estrategias para la superación de la crisis no
han traspasado el umbral de profundizar las instituciones europeas. El
hecho de que no haya hecho más que agudizarse —durante estos años en los
que se han ensayado soluciones graduales mal concebidas— pone de
manifiesto la falta de capacidad para fijar el rumbo político.
No obstante, la justificación de dar un gran paso hacia la
integración no deriva únicamente de la crisis actual de la Eurozona,
sino también, y en igual medida, de la necesidad de, mediante una
autocapacitación de la política, volver a meter en cintura el desorden
del fantasmal universo paralelo que los bancos de inversión y fondos de
riesgo han construido al lado de la economía real, productora de bienes y
servicios. Las medidas que se requieren son patentes. Pero no se ponen
en marcha porque, por un lado, su implementación en el marco de los
Estados nacionales tendría consecuencias contraproductivas y, por otro,
porque las intenciones regulatorias acordadas en 2008 en la primera
cumbre del G-20 en Londres
requerirían una actuación coordinada en un nivel mundial que hasta el
momento ha fracasado por la fragmentación política de la comunidad de
Estados......Más información
A nadie deberían extrañarle los recortes
en Educación, Y quien se extrañe es que no entiende demasiado de qué va
la película o bien tiene una visión altamente poética de la realidad en
la que andamos inmersos. Me explicaré:
Siempre que se impone una Oligarquía, y
esta Democracia “de pega” que tenemos en España ha demostrado
sobradamente que lo es, su primera y principal preocupación es el
control de la Cultura y de la herramienta que la propaga, la Educación.
Esto no es así por un mero capricho del
grupo oligárquico. Tiene un significado profundo y estudiado, que ha
sido utilizado hasta la saciedad a lo largo de la Historia; y en España
con grandiosos resultados que, aún hoy en día, seguimos sufriendo.
La primera intención, y la principal, es que un
pueblo que permanece inculto es fácilmente manipulable, ya que la falta
de criterio que deriva de su incultura le impide darse cuenta de la
realidad que le envuelve. Una prueba de ello es dar un somero
repaso a qué cosas mueven realmente a la ciudadanía hispana en general.
Unos pocos ejemplos pueden ser: el futbol, al que se llega a vincular
con patrias y banderas y por el que se llega a matar; la televisión, en
donde los programas de más audiencia no son sino meros escaparates de
putas y macarras (la mayor parte de las veces) o chafardeos y envidias
diversas; o altas dosis de beatitud de salón en forma de fiestas
patronales, procesiones y proclamas de la milagrosidad de santos,
mártires y Cristos varios. Todo ello aderezado con cervecitas en la
terraza de un bar y un lacónico “esté yo bien, los demás que se jodan”.
La segunda, que ya tiene que ver con la utilización práctica del populacho, es de tipo económico. Esto es, cuanta
menos cualificación o mayor cantidad de individuos para efectuar el
mismo trabajo, los salarios tenderán a ser cada vez más bajos; con el
consiguiente beneficio de las clases dirigentes.
Sobre esto último se podría argumentar
que ¡No! Que eso no interesa, ya que a la Economía le conviene que haya
personal cualificado dado que de ese modo la Industria mejorará. Es
razonable, no lo dudo, pero solo en países que fueron capaces de superar la primera intención o que pretenden ser punteros y pioneros en cualquier empresa.
Pero no olvidemos que hablamos de España, un país al que yo definiría
brevemente como de “albañiles y camareros” y en el que la visión del 90%
de los empresarios, los primeros incultos, no va más allá de la
filosofía, también española, del “pan para hoy y hambre para mañana”.
Somos, mal que nos pese, la pescadilla que se muerde la cola. Y con los
recortes lo único que haremos es ir a peor, si ello es posible.
La contrapartida de todo esto vendrá,
potenciando los centros concertados, esa vergüenza privada pagada con el
dinero de “todos”, y que mayormente estará gestionada por escuelas
pertenecientes a tal o cual orden religiosa católica. A esos el dinero
que no les falte que se deben muchos favores los unos a los otros.
La culminación estará en una carísima y
elitista enseñanza privada que se encargará de adoctrinar, que tampoco
educar, a los retoños de la Oligarquía, preparándoles para ser los
futuros dirigentes de una población cada vez más inculta, más dócil, más
maleable, más conformable y, por supuesto, más fácil de engañar.
Pero el hecho de que la Oligarquía desee esto no implica, obligatoriamente, que nosotros debamos agachar la cabeza y aceptar. Ni podemos ni debemos eximirnos de nuestra responsabilidad.
Hay actuaciones necesarias al margen de las escuelas y los institutos
para echarle una mano al profesorado y a los niños y jóvenes que serán
nuestro Futuro.
Debemos preocuparnos más por nuestros
hijos: Leer para que ellos lean, aprender de las lecturas y comentarlas
con ellos para que aprendan también; aprender el manejo mínimo necesario
de la Informática para movernos por la Red y filtrar lo que de bueno
tiene, para contrastarlo luego con lo que nos cuentan los medios de
información que están vendidos al sistema y ofrecerles esa “otra”
verdad.
Es nuestra obligación, no la de la
escuela, transmitirles que deben ser personas honestas, críticas y
pensantes. Decirles que las verdades absolutas no existen, que lo que
cuenta la Tele no es necesariamente la verdad (casi nunca lo es).
Explicarles que no es tan importante “tener” como “ser”. Decirles que
“hipotecar la vida por adquirir cosas no va a hacer sino esclavizarlos”.
Acumular conocimientos debe ser tarea
conjunta de las escuelas y los padres, esos seres olvidadizos de la
responsabilidad que adquieren al reproducirse. Pero la tarea de educar,
Educar de verdad para que nuestros retoños no comulguen con ruedas de
molino, esa, recae exclusivamente en los padres y en las cualidades
humanas que sean capaces de transmitirles.
Termino con el enlace a una breve biografía de Bertrand Russell, alguien al que tal vez convendría compararse, más incluso que con todos esos macarras mediáticos de los medios del sistema.