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| La activista contra el cambio climático Greta Thunberg (Michael Campanella / Getty) | 
Esta joven de 16 años ha puesto cara y voz al movimiento de lucha contra el cambio climático, empezando con sus huelgas escolares ante el Parlamento sueco el verano pasado –el más caluroso de la historia de Suecia– y lanzando un mensaje amenazador a los líderes políticos y empresariales. “No quiero que tengáis esperanza, quiero que sintáis pánico”, dijo en Davos, donde reprochó la hipocresía de los asistentes: “Me parece increíble que las personas que están aquí para hablar del cambio climático lleguen en jets privados”.
Esta preocupación por el elevado nivel de emisiones 
contaminantes que acarrean los viajes en avión va en aumento en los 
países nórdicos. En Suecia se ha acuñado el término flygskam (vergüenza de volar), acompañado de otros conceptos relacionados, como smygflyga, que se podría traducir como volar en secreto, y tågskryt, que se refiere al hecho de presumir de viajar en tren. 
Según una encuesta de World Wildlife Fund, el 23% de los 
suecos se abstuvo de coger el avión el año pasado para reducir su 
impacto climático, seis puntos porcentuales más que el año anterior, y 
alrededor del 18% escogió el tren en vez del avión. Y las cifras lo 
ratifican. El año pasado fue el primero desde que estalló la crisis 
económica en el 2008 en que el crecimiento de pasajeros se estancó en el
 país escandinavo, y los primeros meses de este año ya dejan ver una 
caída. 
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| Miles de estudiantes participan en una manifestación contra el cambio climático (Jean-christophe Bott / Efe) | 
 Durante casi diez años, los viajeros habían aumentado de forma 
constante, pero en el 2018 esta tendencia se estancó. Mientras que en 
años anteriores el crecimiento era de entre el 5% y el 9%, el año pasado
 fue del 2%, y los pasajeros de vuelos nacionales disminuyeron en más 
del 3%. Y en el primer trimestre de este año se confirma la propensión a
 la baja: el número de pasajeros de los aeropuertos suecos ha disminuido
 un 4,5% en comparación con el mismo periodo del año pasado (378.000 
menos), con especial impacto en el aeropuerto de Arlanda (Estocolmo), 
por el que han pasado 200.000 pasajeros menos, según cifras de la 
Agencia Sueca de Transporte.
 Este estancamiento coincide con las cifras récord de la compañía estatal
 de transporte ferroviario, SJ, que llegó a la cifra histórica de 32 
millones de viajeros el año pasado –los pasajeros de los aeropuertos 
suecos se situaron en 39,3 millones–. Según la compañía, en los últimos 
cinco años la tendencia al alza se ha acelerado, y en el primer 
trimestre del 2019 se ha registrado un crecimiento del 10% respecto a 
los tres primeros meses del año pasado. 
 “Creemos que el cambio climático tiene un efecto importante, pero 
también pensamos que cada vez más gente está descubriendo que el tren es
 una alternativa muy competitiva en medias distancias”, explica a La Vanguardia un
 portavoz de SJ, que resalta que recientemente se ha disparado la 
demanda por los trayectos internacionales, ante lo que la empresa está 
estudiando la posibilidad de ofrecer una solución digital para poder 
comprar billetes para viajar fuera de Escandinavia –con SJ sólo se puede
 viajar dentro de Suecia, con excepción de Copenhague (Dinamarca) y Oslo
 (Noruega)–.
 “Creemos que el cambio climático tiene un efecto importante, pero 
también pensamos que cada vez más gente está descubriendo que el tren es
 una alternativa muy competitiva en medias distancias”, explica a La Vanguardia un
 portavoz de SJ, que resalta que recientemente se ha disparado la 
demanda por los trayectos internacionales, ante lo que la empresa está 
estudiando la posibilidad de ofrecer una solución digital para poder 
comprar billetes para viajar fuera de Escandinavia –con SJ sólo se puede
 viajar dentro de Suecia, con excepción de Copenhague (Dinamarca) y Oslo
 (Noruega)–.
Este fenómeno está extendido también en el resto de los países nórdicos. En Finlandia, por ejemplo, existe el término lentohapea para
 referirse a la vergüenza de volar, y en Dinamarca es uno de los temas 
candentes en la campaña para las elecciones del próximo 5 de junio. 
Por primera vez, las 
cuestiones climáticas se sitúan como la primera preocupación de los 
daneses, pero también salen voces que critican una excesiva 
demonización. “No vueles. No comas carne. Esta no es mi forma de verlo”,
 decía el primer ministro danés, Lars Løkke Rasmussen, al periódico Politiken,
 subrayando la necesidad de avanzar hacia soluciones tecnológicas que 
reduzcan la contaminación y no hacia prohibiciones. Y zanjaba: “No es 
ningún crimen llevar a tu familia a Gran Canaria durante las vacaciones 
de Semana Santa”.
 
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