Renos en Laponia |
Las frías tierras de Laponia suelen ser percibidas desde aquí con un punto de nostalgia e incluso de envidia. Los paisajes helados, de prístina pureza, resultan conmovedores y parecen querer retrotraernos a tiempos pretéritos en los, algunos creen, el hombre vivía en comunión perfecta con la naturaleza. Sin embargo; vivir cerca del polo norte supone asumir muchos inconvenientes, entre ellos, las dificultades para llevarse un plato caliente a la boca, cada día, con el que cubrir las necesidades calóricas y proteicas en un clima tan hostil.
La dieta tradicional sami es mayoritariamente de origen animal. La dificultad de producir o encontrar verduras y frutos durante el largo invierno condujo a la domesticación de los renos que, adaptados al terreno, son capaces de escarbar en la nieve y nutrirse de los pocos hierbajos o líquenes que serán la base de su alimentación y que transformarán en proteína de alta calidad para que los pobladores locales puedan sobrevivir. Domesticado en la edad de hierro, su carne y piel siguen siendo muy populares en toda Escandinavia.
Criar animales, y más en un ambiente tan duro, presenta no pocas dificultades. Aunque domésticos, los renos no se crecen en granjas sino que son trashumantes, es decir, migran por la tundra en busca de comida. Manejar los rebaños no resulta sencillo. Entre las muchas dificultades que deben superar los pastores no es menor la de controlar a los machos cuando están en celo. Al llegar la época reproductiva, las peleas son frecuentes y hacerse con el rebaño resulta muy difícil. Lo más preocupante de las continuas riñas entre los astados es que tanto machos como hembras pierdan peso y cada kilo de carne perdida en la heladora tundra es un riesgo para la supervivencia de los pastores y sus familias.
Para atenuar las consecuencias de la pasión primaveral, los samis tienen un método, que, si bien nos resulta chocante, ha sido utilizado hasta épocas no muy remotas para sobrellevar esta época de conflictos: una semi-castración a base de mordiscos conocida localmente con el nombre de “gaskit”.
El procedimiento –véase vídeo- consiste en atar al macho para, una vez inmovilizado, uno de los pastores se aplique a morderle los testículos con el objetivo de disminuir su vigor masculino sin eliminar totalmente la producción hormonal de la gónada. No hay incisión de la bolsa escrotal ni se extirpa la glándula. El mordisco y masticado parcial la hacen parcialmente disfuncional.
La práctica debe de ser eficaz puesto que se ha usado durante milenios. Posiblemente los bocados, dados con precisión en los vasos que irrigan los órganos, disminuyan el aporte sanguíneo con la consiguiente disminución de testosterona en sangre o bien sea la propia glándula la que se daña, sintetizando así menos hormonas, o quizá sea al propio dolor el que atenúa el deseo sexual.
Sea como fuere, se consigue de este modo que el macho deje de mostrar interés por las hembras, pero la síntesis de cierta cantidad de hormonas –recordemos que los testículos no han sido extirpados- permite que el animal engorde y gane peso a la vez que conserva la energía necesaria para hacer largas marchas en la tundra. Esto último no sería posible con una castración total.
Por otra parte, al evitarse la apertura de la bolsa escrotal, el riesgo de infecciones se minimiza también. Se pueden, por tanto, conseguir varios objetivos de forma simultánea:
- Control del comportamiento y de las agresiones debidas al celo
- Que los machos por estar menos inquietos, y las hembras al no ser molestadas, sigan aumentando de peso, con lo que no sólo se obtendrá más carne, sino que los animales, al tener una masa mayor, serán más eficaces para el tiro del trineo y escarbarán con mayor facilidad en el frío hielo para acceder a los líquenes que constituyen la base de su dieta
- Se evitan infecciones ya que no hay una práctica quirúrgica que suponga la apertura de la piel.
A día de hoy, la ley noruega de bienestar animal prohíbe el “gaskit” y ordena que la castración, si necesaria, sea practicada por un veterinario y con una anestesia adecuada.
Algún estudio apunta que los animales a los que se les aplica la técnica del “gastkit” se comportan de manera diferente a aquellos sometidos a otros métodos de castración, por lo que, hay voces que demandan el retorno a la técnica tradicional.
Pintura rupestre sita en Argelia en la que se observa la práctica del soplado vaginal en una vaca. |
Dejamos el gélido norte y trasladémonos al África tropical, aquí hallamos otra costumbre ciertamente llamativa. Pero antes de adentrarnos en más detalles debemos hacer un brevísimo recordatorio sobre la fisiología de las vacas:
Las vacas, como todos los mamíferos, dan leche cuando tienen una cría. La producción láctea comienza poco antes del parto, de tal suerte que el ternero pueda tener alimento cuando nazca. En las razas vacunas primitivas esto sigue siendo así, por ello, cuando un ternero muere la vaca se seca. Pero la leche que deja de dar puede que sea imprescindible para la alimentación de una familia así que hay que estimular como sea a la glándula mamaria para seguir obteniendo este rico y completo alimento.
Para ello se utilizan dos métodos: por una parte, se puede optar por presentar a la vaca con la piel de un ternero relleno con trapos o paja de tal modo que la vaca se sienta estimulada por la presencia de un ternero falso o bien practicar lo que se conoce como phooka y que no es otra cosa que soplar fuertemente en el interior de la vagina del animal para, supuestamente, reiniciar la producción láctea, tal y como puede verse en este vídeo
Aunque he intentado encontrar una explicación fisiológica que relacione esta costumbre con un aumento de la producción, no he sido capaz de encontrar nada en absoluto, así que invito a algún lector a que lo haga si tiene la información. Y resulta llamativo que se haya practicado durante milenios –algunas pinturas rupestres así lo atestiguan- y se siga practicando, cuando nada indica que sea efectiva.
Visitemos para terminar, la frontera entre Kenya y Tanzania, allí tienen sus tierras los guerreros maasai, un pueblo de pastores nómadas cuya alimentación se basa fundamentalmente en la leche, la carne y la sangre del ganado bovino que crían. Para esta etnia, las vacas son sagradas así que no consumen su carne salvo en ocasiones muy contadas. Sin embargo; ingieren con fruición, a diario, su leche y su sangre –muchas veces combinadas- Tanto es así que la dieta maasai ha llamado la atención de muchos expertos en nutrición pues, si bien se compone en su práctica totalidad de sangre, leche y carne de tanto en tanto, los maasai gozan de una envidiable salud cardíaca.
No es casual que esta tribu evite sacrificar vacas en la medida de lo posible puesto que, más allá de sus creencias, la leche y la sangre pueden obtenerse mientras el ganado está vivo y se desplaza en busca de los mejores pastos. Mucho más práctico que transportar piezas carne, con el coste de energía que supone y que se estropea rápidamente, resulta que sean los propios animales los que se desplacen mientras los maasai pueden obtener de ellos alimento sin sacrificarlos. No sólo eso, la posesión de reses tiene un fuerte componente social ya que es un referente de status y prestigio en la comunidad.
El proceso de sangrado, como puede verse en el vídeo adjunto, se practica mediante la sujeción del animal y el insertado de la punta de una flecha. El objetivo es extraer una cantidad de sangre que no sea excesiva porque interesa que el animal siga fuerte para que siga dando leche y que se le pueda tomar más sangre en el futuro.
Ya ven pues los lectores que hayan llegado hasta aquí que obtener alimento de los animales es complejo, incluso hoy, en algunas áreas menos favorecidas que la nuestra. Algunas prácticas extremas, como las aquí descritas, resultan imprescindibles para algo tan importante como comer cada día.
Fuente: https://naukas.com/2019/05/08/bebedores-de-sangre-sopladores-de-vaginas-y-mordedores-de-testiculos-practicas-ganaderas-extremas/
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