"No podemos ignorarlos, pero no debemos hablar o escribir sobre los partidos ultraderechistas como si fueran partidos normales"
Mark Bray, autor del libro 'Antifa'. Olmo Calvo |
Mark Bray tiene una respuesta sobre lo que hay que hacer desde el campo de la izquierda. La explica en su libro 'Antifa',
publicado en España por Capitán Swing, una historia del movimiento
antifascista a lo largo de varias épocas y países que se lee como un
manual sobre las tareas pendientes. Su mensaje es claro: no es
suficiente con votar en las elecciones.
La conversación se realiza en español. El libro comienza con una cita de Durruti: "Al fascismo no se le discute, ¡se destruye!".
Empecemos con cuestiones prácticas. ¿Está bien pegar a un nazi?
Sí,
pero creo que es importante destacar que la lucha antifascista es mucho
más que eso y cualquier acción tiene su contexto. Creo que hay más en
esta pregunta que un sí o un no. Hubo un artículo en The New York Times hace dos años después de un puñetazo al ultranacionalista Richard Spencer
y que contaba cómo fue el debate en Estados Unidos, cómo había varias
perspectivas. Fue la primera vez que esta pregunta se presentaba de esta
forma en la historia reciente de Estados Unidos.
El
libro da los ejemplos de Noruega y Dinamarca donde se puede apreciar
que la violencia sí ha formado parte de las respuestas eficaces contra
el fascismo en varios lugares del norte de Europa.
Sí,
y antes de responder quiero decir que frecuentemente en la historia del
antifascismo son los fascistas o grupos de ultraderecha los que han
iniciado muchos conflictos. Se puede hablar sobre la batalla de Lewisham de 1977
en Londres cuando el grupo fascista Frente Nacional se manifestó a
través de un barrio inmigrante. Muchos antifascistas, inmigrantes y
feministas se movilizaron para enfrentarse a ellos y tuvieron éxito en
impedir físicamente su marcha. Después de este conflicto, el Frente
Nacional no hizo más intentos de organizarse en ese barrio.
Pero
para mí es importante también hablar sobre la lucha contra el fascismo
en la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil española, porque se puede
ver que si no paramos esas políticas, pueden tener éxito. No estoy
diciendo que necesariamente vayan a tener éxito, pero pueden tenerlo en
el contexto actual. La autodefensa es necesaria.
En
el análisis de épocas anteriores como los años 30 hay varias razones
para explicar el éxito del fascismo en Europa, como la crisis económica y
el aumento del paro en dimensiones gigantescas. Pero el libro también
habla de los errores de los grandes partidos de la izquierda. ¿Cuáles
fueron esos errores?
Por ejemplo, no
entender que el fascismo era un peligro nuevo. Los líderes de los
partidos comunista y socialista pensaban que el fascismo no era otra
cosa que una forma más de la política reaccionaria tradicional. No
cambiaron sus formas de resistencia y estoy hablando del periodo
anterior a la victoria de Hitler, especialmente con la Guerra Civil
española. En Alemania el partido socialista y también el partido
comunista pensaban que era posible oponerse a los nazis solamente en las
urnas, y no organizar una resistencia más amplia. Hubo excepciones,
pero los líderes pensaban así. Era diferente la perspectiva de algunos
barrios socialistas y comunistas que pensaban que era importante llevar a
cabo cuanto antes una resistencia directa.
En
el libro aparece la idea de que el fascismo roba o puede robar a la
izquierda su ideología, su estrategia y su cultura. ¿Qué quiere
decir con eso?
Para empezar, hace cien años
la política popular fue una invención de la izquierda con sus grandes
mítines y sus periódicos. A la derecha tradicional no le gustaba. Era
más aristocrática. Luego, Hitler se hizo llamar nacional socialista.
Mussolini se hizo llamar sindicalista nacional. Fue un intento de usar
la popularidad del socialismo o de la lucha trabajadora y sumarlas al
nacionalismo y los valores tradicionales. Ahora es un poco diferente,
pero hay ejemplos, como la retórica de la igualdad con la que (los
ultras) dicen que si hay un poder negro, por qué no un poder blanco. La
nueva ultraderecha francesa promueve la idea de que los fascistas no
deben hablar de supremacía, sino de igualdad de la raza blanca, por
ejemplo. Y también la retórica de liberación nacional de la gente
blanca.
En el caso de Suecia y otros países
como Francia existe lo que podríamos llamar una extrema derecha
'respetable', entendida como algo diferente a grupos nazis muy
marginales. Y la lucha contra esos partidos es más importante que contra
los neonazis.
Sí, claro.
En esos casos, no funciona la violencia e incluso puede ser contraproducente para la lucha antifascista.
Y
es cierto también en otros países en que los partidos ultraderechistas
en el Parlamento tienen mucho más poder que grupitos fascistas. Entonces
la pregunta es cómo organizarse contra estos partidos, porque no se
puede hacer lo mismo con ellos que con pequeños grupos de skinheads.
Para crear un movimiento antifascista fuerte, se necesita crear grupos,
asambleas, sindicatos y muchas formas de resistir para que cada
persona tenga su opción de participar.
Como ejemplo,
entrevisté a una antifascista de Holanda que hizo investigaciones sobre
vínculos entre el partido de Geert Wilders y grupos explícitamente nazis
y publicó esta información y hubo gente en el partido que fue
despedida.
En Estados Unidos se ha
escrito que es un problema si la violencia fomenta el victimismo entre
dirigentes ultras. ¿Es grave que se presenten como víctimas?
Es
cierto que ante la lucha antifascista la ultraderecha siempre dice que
son víctimas: nos han atacado, atacan nuestra libertad de expresión,
etcétera. Pero también creo que es importante recordar que la
ultraderecha siempre se presenta como víctima y es típico en su
identidad. ¿Víctima de quién? De los judíos, de los musulmanes, de los
inmigrantes, del feminismo, etcétera. Para mí, la pregunta es cómo se
desarrolla un movimiento fascista y creo que no es tan diferente a otros
movimientos. Frente a él, se necesita crear una presencia en la
comunidad, tener mítines, publicaciones, y todo eso. Entonces la
pregunta es cómo frenar esas actividades. Hay muchas maneras de hacerlo.
Antifa es un ejemplo, pero es uno pequeño. Necesitamos mucho más.
Un caso más singular que cita en el libro es el de Milo Yiannopoulos, activista digital norteamericano. Es un provocador,
un payaso, pero sus ideas fortalecen a elementos ultras que pueden ser
más peligrosos. Sus conferencias han sido boicoteadas en varias
universidades y la presión hizo que una editorial renunciara a publicar
su libro.
Hace unos años, escribió un
artículo que se llamaba 'What is alt right?'. Unos activistas hicieron
investigaciones hasta saber que Yiannopoulos se entrevistó con cinco o
seis de los nazis más importantes en Estados Unidos. Usó sus respuestas
para escribir ese artículo que publicó la web Breitbart. Y después
Donald Trump habló sobre ese artículo, que se convirtió en un puente
entre nazis, literalmente nazis, y el presidente de Estados Unidos.
Por
tanto, la reacción en las universidades contra esta persona que no
parecía muy peligrosa, que podía parecer incluso ridícula, fue positiva,
porque en cierto modo él estaba fortaleciendo a esos grupos nazis al ponerlos en contacto con otros públicos a través de un medio como Breitbart que lee mucha gente.
Cierto.
Inicialmente, la respuesta de la prensa fue que si se organizaba una
protesta contra Yiannopoulos, su fama iba a aumentar, iba a ser una
estrella. Pero lo que sucedió fue lo opuesto. Su libro fue cancelado y
ahora no puede organizar conferencias en Estados Unidos y tiene
problemas en Australia también. Estaba trabajando para Breitbart pero
fue despedido.
En algunos medios
de comunicación y 'think tanks' existe la idea de que el sistema
democrático liberal no permitirá que el fascismo vuelva a triunfar, que
no estamos en los años 30. La situación económica no es tan mala y el
sistema aguantará. ¿Le parece ingenuo o demasiado optimista?
Bueno,
todo eso ya ocurrió antes de la guerra. Y si mucha gente vota por un
partido de la ultraderecha, van a estar en el Parlamento y creo que cada
democracia tiene leyes para la centralización de poder en tiempos de
crisis. Históricamente, se ha comprobado que no se necesita que toda la
población tenga ideas fascistas o autoritarias para crear un régimen
autoritario o fascista.
¿Cómo
cree que debe ser la actitud de los medios de comunicación? Ha habido un
gran debate en España por la cobertura periodística de Vox con críticas
a los medios por la acusación de que han blanqueado a Vox tratándolo
como si fuera un partido político normal.
Hemos
tenido el mismo debate en Estados Unidos. Primero, no podemos
ignorarlos, es una perspectiva que existe. Debemos hablar sobre
sus ideas y sus actividades, pero no debemos hablar o escribir sobre
ellos como si fueran partidos normales. No debemos hacerlo sin análisis
crítico. Cuando usamos declaraciones suyas, deben estar dentro de un
contexto y no debemos crear plataformas para la expresión de sus ideas
sin una respuesta. En Estados Unidos, algunos periodistas han escrito
sobre grupos concretos destacando cosas como su pelo, su cara o sus
ropas, y esto es una banalización.
La
extrema derecha es antifeminista y desprecia a las mujeres que luchan
por sus derechos. ¿Qué papel debería tener el feminismo en el movimiento
antifascista?
Creo que es central, porque
históricamente el fascismo es también una reacción contra lo que
considera que son ataques a los valores tradicionales. Lo que los grupos
fascistas y especialmente los nazis hicieron con mucho éxito fue crear
espacios para que las mujeres participaran en la política con un
elemento de respeto reaccionario a su papel como madre. Entonces, es
importante tener una respuesta feminista y también entender que hay
muchas mujeres que apoyan a los grupos de ultraderecha y saber por qué
es así.
El caso de la batalla de Cable Street
en 1936, como el de Lewisham en 1977, demuestra que a pequeña escala
los barrios pueden ser la primera línea de defensa. ¿En un barrio
pequeño de Madrid o París la gente debe saber que pueden parar a los
fascistas?
Creo que sí, pero es difícil. En
el caso de Cable Street, fue un éxito, pero en las semanas posteriores
hubo ataques contra la comunidad judía. Fue un evento importante, pero
es necesario entender todo con una perspectiva más amplia. La lucha
antifascista han tenido en muchos países un enfoque centrado en el
barrio, la comunidad, y creo que esa es una manera de hacer que una
lucha global sea más local promoviendo a grupos como SOS Racismo
y otros.
¿Es demasiado alarmista decir que este es el momento de la historia de Europa desde 1945 en el que el fascismo está más fuerte?
Hemos
visto ejemplos como Italia en los años 70 que fueron muy duros, hemos
visto ejemplos en otros países que fueron horribles, pero a una escala
continental creo que sí, tal vez es el peor que hemos visto desde 1945.
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