La ley de
publicaciones (2006) se ha convertido en una eficaz herramienta para
silenciar el conocimiento y decretar una feroz represión
Tres mujeres portan pancartas en señal de protesta en la manifestación convocada contra la censura en la Feria del Libro de Kuwait. FRAN CARRIÓN |
Las primeras muestras de indignación tomaron la calle el pasado septiembre y desde entonces el número de participantes ha ido creciendo, convocados a través de mensajes de WhatsApp. Kuwait es uno de los escasos países de la península Arábiga donde el derecho de reunión es respetado, aunque vigilado y controlado por las autoridades. "Celebramos la última manifestación la semana pasada, con motivo de la feria del libro, pero la lluvia evitó que cosecháramos una alta participación", arguye la académica, dispuesta a seguir librando batalla. La ley de publicaciones, promulgada en 2006, se ha convertido en una eficaz herramienta para silenciar el conocimiento y decretar una feroz represión en uno de los países más progresistas del golfo Pérsico. Entre las ofensas punibles con la confiscación, figuran "insultar al islam o la judicatura kuwaití", "amenazar la seguridad nacional", "incitar a la rebelión" o "cometer actos inmorales". "También se han censurado libros de autores locales como Saud al Sanousi, Bozaina al Essa y Abdalá Al Bosais y de célebres autores árabes como Gibran Khalil Gibran. El Ministerio ha prohibido obras de ciencias, literatura, filosofía, poesía, teología, historia, política e incluso obras infantiles como La Sirenita alegando que la fotografía de portada era demasiado explícita", relata Al Matar.
'La Sirenita', censurada por su portada "demasiado explícita"
Manifestantes contra la censura literaria en la Feria del Libro de Kuwait. FRAN CARRIÓN |
El grupo de funcionarios encargados de aplicar la legislación no descansa. En la feria del libro, que concluye este próximo fin de semana y una de las citas con más solera del mundo árabe tras las de El Cairo y Beirut, 948 obras fueron retiradas tras su revisión de rigor. El ente parece trabajar a las órdenes del conservadurismo y los clanes tribales que han triunfado en las bancadas del Parlamento de un país que durante las décadas de 1970 y 1980 llegó a ser refugio para los escritores árabes exiliados y gozó de una vibrante escena cultural. "Algunos autores han presentado ante el hemiciclo una propuesta de reforma de la ley de publicaciones pero no ha sido sometida a votación aún. Desde el Ministerio de Información se han negado a poner en circulación las ediciones secuestradas y sustituir al comité de censores porque aseguran que se limitan a cumplir la ley", se queja Al Matar. Por las redes sociales, a modo de protesta, se han propagado instantáneas de lectores que muestran los libros prohibidos, guardados a buen recaudo en sus bibliotecas privadas, y volúmenes en blanco o exhiben su rechazo empuñando carteles con citas de escritores como Virginia Woolf: "Puedes cerrar todas las bibliotecas si quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente".
"No entiendo lo que está sucediendo", maldice Ghazi, con otras dos novelas previas. "Respeto la ley y no voy a protestar. Sigo vendiendo mi libro fuera de Kuwait y he habilitado una web en la que se puede solicitar por correo", desliza. La mensajería internacional se ha convertido en un aliado de quienes quieren continuar disfrutando de lecturas libres. Los ataques contra la imaginación no resultan, sin embargo, nuevos en suelo kuwaití donde el rey patrocina el teatro y la danza pero no así la literatura. En 2012 el gigante Virgin Megastore cerró sus tiendas en el país por culpa de una censura que había vaciado sus estantes de música. "El Gobierno no puede inmiscuirse en lo que leemos porque es una libertad sagrada pero si se salen con la suya y acaban creyendo que prohibir libros está bien, mañana se crecerán y nos usurparán otros derechos y libertades", murmura Al Matar.
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