miércoles, 28 de noviembre de 2018

Hablar de lo que pasa y de lo que pasó

Hubo una época en la que el ser humano no dudaba de su inteligencia privilegiada como especie sobre las demás. Pero luego fuimos aprendiendo sobre las distintas habilidades de otros animales y esto de la inteligencia única y especial hubo que ponerlo en cuarentena.

Resulta que muchos otros animales pueden comunicarse entre sí a través de distintos sistemas. A las hienas se les da muy bien contar y comparar el tamaño de un grupo invasor con el del suyo. Primates como gorilas y chimpancés saben fabricar y utilizar herramientas para conseguir lo que buscan, casi siempre comida. Los cetáceos se comunican con distintos idiomas según el grupo en el que han crecido, es decir, tienen algo similar a lo que nosotros llamamos cultura. Todo apunta a que los elefantes lloran a sus muertos. Animales tan diversos como urracas y macacos han demostrado tener conciencia de sí mismos y reconocerse ante un espejo.

Los orangutanes también hablan del pasado


 Recientemente, otra habilidad que creíamos exclusiva del ser humano ha demostrado no serlo: la capacidad de hablar del pasado. Los orangutanes también saben hacerlo.

Cuando los orangutanes divisan a un depredador, hacen un sonido, como el chasquido de un beso muy fuerte. Ese sonido hace saber al depredador que ha sido detectado, y avisa a otros orangutanes de que el peligro está cerca. Ahora, un grupo de científicos asegura que ha oído a los orangutanes hacer ese mismo sonido un buen rato después de que el depredador se hubiese marchado, y lo consideran la primera evidencia de que estos primates, además de los humanos, son capaces de hablar de lo que ya ha pasado.

“Una de las características que define a un idioma son las referencias desplazadas, es decir, la capacidad de transmitir información sobre algo que no está presente o sobre un evento ocurrido en el pasado o que ocurrirá en el futuro. Es algo muy raro en la naturaleza [pero que se da en todos los idiomas humanos] y que hasta ahora no habíamos visto en ningún primate no humano, lo cual ha hecho más confuso el estudio de los precursores y la evolución del lenguaje”, explican los autores en el estudio.

Hay que aclarar que muchos otros mamíferos y aves tienen señales de alarma, algunas muy completas que incluyen información sobre el tipo y tamaño del depredador, su posición y distancia y el nivel de peligro que suponen. Pero hasta ahora, nunca se había oído a un animal anunciando el peligro después de que ocurriese. Sí se sabe que los cercopitecos verdes, un tipo de mono que vive en el África subsahariana, emite señales de alarma en ausencia de depredadores, pero estas llamadas se consideran estrategias de engaño y no referencias desplazadas.

Un caso aparte son las abejas, capaces de indicar a sus compañeras la dirección y distancia de un lugar con alimento abundante, algo que también se puede considerar una referencia desplazada. En este caso se considera más el resultado de un proceso de inteligencia colectiva y convergencia de distintos procesos que una representación de la comunicación entre individuos como tal.

Silencio ante el peligro… y señal de alarma después

 
Para llegar a estas conclusiones, los propios investigadores hicieron de depredadores. En la jungla de Ketambe en Sumatra, donde se ha estudiado a los orangutanes durante décadas, el estudiante postdoctoral Adriano Reis e Lameira desarrolló un sencillo experimento para analizar las señales de alarma de estos primates: un miembro del equipo vestido con un traje de rayas como si fuera un tigre debía caminar a cuatro patas por la jungla, justo bajo las ramas de los árboles donde hembras solitarias de orangután se encontraban sentadas, a una altura de entre 5 y 20 metros.

Una vez que sabían que ellas les habían visto, el falso tigre rondaba el lugar un par de minutos antes de desaparecer de la vista. Lameira esperaba oír su señal de alarma en ese momento, pero no fue así. La primera orangután con la que probaron no hizo ni un ruido. “Dejó lo que estaba haciendo, cogió a su cría, defecó (una señal de estrés y miedo) y comenzó a trepar árbol arriba en silencio”.

Esperaron y esperaron… y finalmente, 20 minutos después, llegó la alarma. Pero no fue un solo chasquido. “Estuvo alertando durante más de una hora”.

Esperar ante un estímulo, una señal de inteligencia


Esa fue la ocasión en la que más tuvieron que esperar. De media la alarma llegaba unos 7 minutos después de que pasase el peligro. Lameira explica que no cree que el motivo fuese que estuviesen petrificadas de miedo, porque no habían dudado en agarrar a las crías y trepar a más altura donde se sintiesen a salvo.

El investigador cree que el silencio era una forma de no atraer la atención de lo que creían que era un depredador. Una vez fuera de peligro, la señal de alarma servía no solo para avisar a otros orangutanes, sino también para enseñar a su cría y educarla sobre el peligro que acababan de evitar.
No responder inmediatamente a un estímulo sino desarrollar una estrategia teniendo en cuenta el mejor resultado para sí mismas y para sus crías se considera una señal de inteligencia, un talento que encaja con otras habilidades antes observadas en los grandes simios, como la memoria a largo plazo, la comunicación intencional y el control afinado de los músculos de la laringe, capacidades que eventualmente llevaron a la evolución del lenguaje, argumenta el investigador.


Fuente: https://culturacientifica.com/2018/11/26/hablar-de-lo-que-pasa-y-de-lo-que-paso/

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