sábado, 20 de octubre de 2018

Paul Mason: "En primer lugar, hemos de comprender que el neoliberalismo es insostenible, que la globalización se está viniendo abajo y que tenemos que dejar de profundizar en sus lógicas"

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Paul Manson. Foto: Ekaitz Cancela
Paul Mason (Lancashire, 1960) es un escritor y comentarista británico cuyas intervenciones públicas rara vez pasan desapercibidas. Recientemente acudió a Barcelona en el contexto de la Bienal del pensamiento para participar en un simposio sobre soberanía digital organizado por Francesca Bria y Evgeny Morozov en colaboración con el proyecto DECODE. En una mesa sobre automatización, inteligencia artificial y nuevas estrategias industriales cargó impasible contra las bases de lo que llama “capitalismo de la información”. Según Mason, que acudirá a Madrid a finales de noviembre para participar en un ciclo de conferencias impulsado por el museo Reina Sofia, este modo de producción degenera en prácticas de fijación de precios monopolísticas, precarización de los trabajos, búsqueda corporativa de rentas financieras o enormes asimetrías en el conocimiento. “Es más fácil imaginar el fin del mundo que ver a Mark Zuckerberg enseñando su algoritmo”, llegó a bromear parafraseando al filósofo Frederic Jameson.

Pese a que sus anuncios sobre el derrumbe del capitalismo se remontan a 2015, fecha de publicación de su último libro, Postcapitalismo: hacia un nuevo futuro (Deusto), y algunas cuestiones teóricas sobre esta idea fueran puestas en duda durante la ronda de debate por Morozov, no cabe duda de que Mason posee una capacidad oratoria extraordinaria para trasladar a los movimientos sociales que existe la posibilidad de imaginar un horizonte distinto al que sueña Silicon Valley, cuya función es llevar a nuevos límites el proceso de neoliberalización, y movilizar a una enorme cantidad de personas, concretamente a las juventudes laboristas, en torno a una de las luchas más importantes de nuestro siglo: la propiedad de las infraestructuras tecnológicas.

Su libro termina de esta manera: “La fe en sí mismos de los miembros del ‘1 %’ corre el peligro de consumirse y de ser reemplazada por una burda e indisimulada oligarquía. Pero tengo buenas noticias para ellos. El 99% va a rescatarlos. El postcapitalismo los hará libres”. ¿Sigue pensando que las fuerzas sociales se mueven en esa dirección?
Desafortunadamente, para el 1%, las dinámicas del capitalismo han cambiado. Desperdiciaron los últimos 10 años tratando de mantener vivo un capitalismo que no puede consentir ser gobernado democráticamente. Como resultado, nos enfrentamos al auge del nacionalismo autoritario y al resurgimiento del fascismo. Además, al igual que en los años treinta, la burguesía liberal se está olvidando muy rápidamente de cómo ser liberal. Así que solo tienen una opción: aliarse con la izquierda para derrotar a la extrema derecha o rendirse a ella.

Entonces, ¿cómo canalizar la ira contra las élites económicas y políticas en una dirección emancipatoria, al contrario de como ha ocurrido con el Brexit? Concretamente, ¿cuáles son las oportunidades del líder laborista Jeremy Corbyn para afrontar dicha tarea?
El voto en favor del Brexit se basó en una mezcla de xenofobia e inseguridad económica, al igual que el voto que convirtió a Donald Trump en presidente de los Estados Unidos. Ambos casos debemos comprenderlos como una reacción contra la élite que si bien dice preocuparse sobre la difícil situación de las ciudades desindustrializadas, en realidad nunca hace nada para paliar sus consecuencias. Un tercio de los votantes del partido laborista de Gran Bretaña votaron a favor del Brexit. También los 50 distritos electorales que necesitamos ganar para poder gobernar en las próximas elecciones. Por lo tanto, no podemos ser el partido que trata de permanecer en Europa a toda costa. Hemos adoptado la estrategia del Brexit más suave posible –y yo recomendaría una solución al estilo de Noruega, con nuevos controles internos para disuadir a los migrantes europeos con bajos ingresos–. El gran problema es que con Trump en el poder ha cambiado el juego. Hay una Internacional reaccionaria en marcha, que utiliza el dinero de los millonarios estadounidenses para alentar el fascismo y distribuir noticias falsas fuertemente orientadas hacia la extrema derecha. Ante este coyuntura, Corbyn ofrece una perspectiva muy distinta. Es la siguiente: el neoliberalismo está muerto, vamos a reemplazar este sistema por otro mucho mejor. A lo largo y ancho del mundo, la izquierda –los verdes, los socialdemócratas y la izquierda radical– tiene que escuchar atentamente las quejas de las personas empobrecidas y contar una historia mejor. Se trata de imponer la narrativa de la esperanza.

Me gustaría que mencionara cuáles son las primeras decisiones políticas para comenzar ese viaje hacia un futuro diferente, es decir, los primeros pasos para esa “transición” de la que usted hablaba durante su intervención.
En primer lugar, hemos de comprender que el neoliberalismo es insostenible, que la globalización se está viniendo abajo y que tenemos que dejar de profundizar en sus lógicas: no más TTIP, no más liberalización de los mercados, no más privatización y deslocalización. En segundo lugar, se trata de establecer una meta para llevar a cabo una transición hacia un futuro sin trabajo, es decir, aprovechar la automatización y tomar medidas políticas concretas para promoverla. El ingreso básico universal tal vez sea una buena idea, pero de la mano de servicios básicos universales: salud, universidad, escuelas, sistemas para el transporte en la ciudad o el derecho garantizado a un hogar asequible. Todo esto debe pagarse mediante impuestos a las grandes corporaciones. Además de eso, debemos darnos cuenta de que la democracia popular es una parte fundamental y básica para que funcione cualquier cambio económico. Gastar 1.000 millones en una ciudad, por ejemplo, para construir una gran autopista a través de ella tal vez no sea la mejor idea. Hemos de financiar proyectos numerosos y a pequeña escala que aumentan la capacidad de las personas para tomar el control de sus propias vidas.

Desde su punto de vista, ¿qué pueden hacer la clase desposeída hispana para que los partidos de la izquierda politicen la tecnología, diseñen e implementen medidas acordes con el siglo XXI? Por ejemplo, Corbyn propuso crear una red social como Facebook a nivel nacional. Incluso si esta no es la mejor manera de romper dichas empresas, al menos han iniciado un debate.
Propongo que rompamos las grandes empresas de tecnología, ya sea de manera vertical u horizontal. En privado saben que esto puede llegar. Como Barcelona está tratando de implementar, cada ciudadano debe tener garantizado como derecho especificar y revocar qué compañías pueden usar sus datos y con qué fin. Debemos crear registros públicos, no necesariamente estatales, para que plataformas privadas no utilicen nuestras identidades con fines comerciales. Una vez llevado a cabo esto, las grandes empresas tecnológicas pueden ofertarse para proveer servicios, como ocurre con las redes sociales, de citas, u otras tantas. Se trata de experimentar con alternativas a los monopolios de los datos, por ejemplo dividiéndolos verticalmente: deben existir cuatro o diez compañías que compitan entre sí y que ofrezcan un servicio como el de Facebook. Tal vez, una lo ofrezca a cambio de una tarifa, otra se mantengan gracias a ingresos procedentes de la publicidad, otra ofrezca una visión total de los algoritmos que utiliza para monetizar las conductas y tal vez otra sea propiedad del Estado. Si esto puede ocurrir en cualquier otro sector, ¿por qué no en el tecnológico? En España, como mínimo, el gobierno de Pedro Sánchez debería comenzar a cobrar impuestos a las grandes corporaciones, respaldar el impuesto GAFA [Google, Amazon, Facebook, Apple] que ha propuesto la Unión Europea e implementar lo que se está haciendo en Barcelona para que los datos se conviertan en un bien común, pero a nivel nacional.

En este sentido, si Podemos y otros partidos que compiten por el electorado de la izquierda entienden su rol histórico para avanzar en las políticas que menciona, ¿cree que existe una oportunidad política real para volver a pensar en un bloque que resista el choque neoliberal y revierta este proceso, al menos a nivel regional?
Sí, absolutamente, al menos en Europa occidental. Pero seamos claros. Cuando la gente me pregunta “¿cómo puede la socialdemocracia europea emular a los laboristas, es decir, conseguir una afiliación masiva a sus filas y despertar un gran entusiasmo?”, suelo responder: rompan ustedes con la copia en miniatura del Tratado de Lisboa que tienen dentro de su cabeza, piensen en una Europa donde los tratados de Lisboa y Maastricht sean reemplazados por regulaciones progresistas, pro-estatales, pro-trabajadores y diseñen un banco central agresivamente pro-crecimiento. Hasta que eso no ocurra, no puede darse la libertad de imaginar las políticas necesarias para este tiempo. Es una tragedia que mientras el gobierno de Matteo Salvini en Italia desafía a Europa, Sánchez designe a una tecnócrata que cargará todo el gasto extra a los contribuyentes españoles: grava a las grandes empresas, desafía al BCE [Banco Central Europeo] y pide prestado de forma agresiva.

Usted habla de tener coraje y durante su conferencia también mencionó que la gente en Europa quiere algo diferente a lo que propone la socialdemocracia alemana. Desde su punto de vista, ¿cuáles son las bases para lo ha llamado una “socialdemocracia radical”?
En este momento, la socialdemocracia radical debería entenderse de una manera muy sencilla: cobra impuestos a las grandes empresas para que tus hijos vayan a la universidad gratis; entiende la propiedad de manera distinta para desplazar a los vampiros que solo buscan rentas, como Uber; de-financiariza la economía para que la fijación de precios monopolista se vuelva imposible; formula regulaciones para alentar la innovación social, no la especulación y, por último, empodera a la gente para que tome decisiones a escala local.

Al respecto de esta última idea, ¿cuál cree que debería ser el papel de los municipios y poderes locales a la hora de impulsar desde abajo esta reacción contra lo que en el marco de este simposio se ha denominado capitalismo de la vigilancia?
En mi visión a largo plazo, para una transición hacia el post-capitalismo, la ciudad es una entidad extremadamente importante, tal como lo fue durante el surgimiento del capitalismo mercantil en el siglo XVII. Y esto se debe a que la ciudad es una versión analógica de la red digital. Quiero que de aquí a 20 años, el proyecto de ciudad inteligente de las élites sea capturado por los verdes y la izquierda para orientar las ciudades hacia objetivos sin fines de lucro y ecológicamente sostenibles. Además, las corporaciones globales van a chocar con los gobiernos municipales mucho antes que con los nacionales. Si bien en la Unión Europea pueden tratar de pasar por alto a estos últimos gracias a la “brecha de soberanía” entre Madrid y Bruselas, los gobiernos municipales que sean fuertes aún pueden hacer muchas cosas para moldear el ecosistema de las ciudades: que este se vuelva hostil a la búsqueda de rentas o a la especulación y de la bienvenida a una innovación que favorezca el bienestar.

Fuente: https://m.lamarea.com/2018/10/15/paul-mason-el-gobierno-de-sanchez-deberia-cobrar-impuestos-a-las-grandes-corporaciones-tecnologicas/

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