jueves, 25 de octubre de 2018

Luis Miguel Ariza: «Mucho cine de ciencia ficción se opone a que la ciencia ocupe el lugar de la religión»

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Estudio Santa Rita
 La ciencia ficción no es inocente, está cargada de significado sobre cómo debemos afrontar los retos y los cambios que trae el progreso y sus consecuencias. Eso es lo que ha analizado el escritor de anticipación científica Luis Miguel Ariza en ¡Vigilen los cielos!, un ensayo derivado de su tesis doctoral que analiza la filosofía y mensaje de los clásicos del cine de ciencia ficción.

Dices en tu libro que Matrix, si la viese el público de los años 50, a nadie le cabría duda de que es una película de doctrina anticomunista.
Matrix es un estado tiránico. Los tiranos son programas informáticos que engañan a la gente, personas que en realidad son pilas de ese imperio de las máquinas. El mejor momento de la película es cuando, al principio, el protagonista se da cuenta de que está viviendo una ilusión, una simulación. Muestra un totalitarismo de estilo soviético, donde el individuo no vale absolutamente nada, llevado al extremo. 

 En su desarrollo argumental, Matrix apuesta por el individuo. Tiene una ideología claramente liberal y presenta al estado como una pesadilla. Al mismo tiempo, es muy conservadora porque reniega de la inteligencia artificial, a la que presenta sometiendo a la humanidad. Lo que es lo mismo que rechazar a la ciencia. La película es de tinte político conservador. 

Algo como Star Wars, donde el argumento, señalas, se sostiene con magia. Es lo único que no puedes quitarle a la historia para que siga siendo igual, dices.
Esta película tiene elementos de ciencia ficción, pero no es de ciencia ficción. Tiene tecnologías, naves, la idea de la conquista de la galaxia… pero plantea una lucha entre el bien y el mal, es una lucha religiosa. Y mueven objetos por telequinesis, paran rayos con la mente, estrangulan a distancia… Esto no es propio de la ciencia ficción, sino de la fantasía. Es una mezcla de géneros.

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Estudio Santa Rita
Contrapuesta a Star Trek.
Que sería pura ciencia ficción. Una serie que constantemente habla de prodigios de la ciencia y la tecnología, con la que resuelven los problemas que son el leitmotiv de cada capítulo. Un ejemplo es la gravedad artificial que hay en la nave. Se molestan en incluir hasta ese detalle. Eso es ciencia ficción. En Star Wars, por ejemplo, Harrison Ford, en la versión original, salía de su nave a un asteroide respirando a pleno pulmón. 

Alien entraría dentro de la categoría de películas que lanzan el mensaje de que no hay que fiarse de las máquinas.
En Alien una cosa está muy clara, las máquinas traicionan a la tripulación. El androide Ash cumple un papel esencial, es el que permite entrar en la nave a la persona infectada. Rompe las normas. Eso es una crítica brutal a las máquinas.

De alguna manera, Alien es conservadora. Muestra cómo dejas de confiar en la máquina, que al fin y al cabo es el resultado del progreso tecnológico y científico. Si no confías en ella, en ese momento, lo que haces es rechazar la ciencia. Te niegas a que llegue a ocupar un lugar que antes ostentaban con mucho éxito la religión y las creencias.

El hecho de que el hombre no tenga poder de decisión sobre su futuro, porque este lo domina un dios, se cae con la ciencia. Con la ciencia, de repente empezamos a dominar el mundo. Admitimos la ciencia como algo que es verificable, que nos permite avanzar en el conocimiento, crear tecnología y expandirnos. Todo esto es lo que rechaza el pensamiento conservador. 

En 2001 Odisea al espacio, que es de 1968, tienes ese ejemplo. El ordenador, que se supone que era perfecto, tiene fallos. Cuando deciden apagarlo, el ordenador se entera y los mata. Esta traición de la máquina dudo mucho que se hiciera antes. 

Las máquinas podrían haber fallado en alguna película, pero no a propósito. Kubrick fue el primero que hizo una película, magistral por otra parte, en la que dice que al hombre no le basta con la tecnología. Tiene un tinte conservador. No al cien por cien, pero es más conservadora que liberal. 

Blade Runner, sin embargo, era ambigua. Recelaba de la ciencia, pero también criticaba el capitalismo.
Tiene una crítica a las grandes corporaciones. Sobre todo a la del científico genético, la del que crea a los replicantes. Este es un poco el científico que juega a ser dios, pero es asesinado. Ahí hay un rechazo implícito a la ciencia. La víctima real en la película es el replicante, que tiene humanidad y sentimientos, Rutger Hauer. El replicante le besa en la boca y luego lo mata, lo que interpreto como un mensaje un poco homófobo. 

Y también hay misoginia. A una mujer que baila striptease se la asesina por la espalda y a la que está diseñada para seducir, que es como una femme fatale de las películas de cine negro, en una escena él la toma, ella se resiste, pero al final cede, lo que hoy en día sería una violación. También otra replicante intenta romperle el cuello a Harrison Ford con las piernas, que es como someterle con su sexo. Le aprisiona básicamente con la vagina, pero él se revuelve y, por supuesto, la mata. 

Pero luego Harrison Ford duda desde el punto de vista moral de lo que está haciendo. Llega a abogar por la convivencia entre distintos. Mientras, la película muestra un Los Ángeles sucio, una ciudad que genera una sociedad hostil a pesar de que está plagada de gente diversa que habla muchos idiomas. Por esos mensajes tan ambiguos creo que fue recibida tan fríamente por el público de su tiempo. Creo que no estaban preparados para una película así. 

En Contact encuentras que hay mensajes neoliberales. La ciencia solo puede avanzar con inversiones privadas, pero luego, se sugiere, no es capaz de encontrar respuestas válidas, porque están en la religión.
La NASA tuvo un programa de búsqueda de vida inteligente que al final fue suprimido porque pensaban que era una pérdida de tiempo. Esto se trasladó al cine con Contact. El estado fracasa rotundamente por no apostar por esta visionaria, la doctora que interpreta Jodie Foster, y la rescata la inversión privada. Le saca las castañas del fuego un millonario. 

Si no es por iniciativa privada, no habría nada, se da a entender. Y cuando ella consigue captar vida inteligente, el representante del estado resulta ser un cínico y un traidor. Hay un palo a la ciencia pública. 

Al final colaboran todos, Estado, militares y ciencia privada, pero solo ella se da cuenta de que se les ha colado un terrorista. Ahí criticarían a las sectas o la extrema derecha, pero todo vuela por los aires porque el Estado falla.
Sin embargo, no pasa nada ¡porque el millonario ha construido una segunda máquina! Ahí ella se acuesta con un sacerdote, lo que sería el maridaje total de ciencia y religión, algo que desde el punto de vista tecnológico es conflictivo, porque la fe nunca ha ayudado al progreso científico.
Pero esta película propone ese matrimonio. Entonces, ella dice que ha visto algo y no la creen ni los militares ni los científicos, solo el cura. Resultado: un misticismo new age donde el que más cómodo está es el sacerdote. 

Interestellar señala a la izquierda universitaria estadounidense. Los niños no estudian el Apolo que llegó a la luna porque supuso un capítulo de la guerra económica contra la Unión Soviética que la llevó a su desaparición, lo han suprimido del libro de texto.
El asesor del guion es un físico que se llama Kip Thorne. Es experto en agujeros de gusano y agujeros negros. Los físicos de la película buscan una ecuación que describa la gravedad a nivel cuántico. La película va de apostar por la ciencia. En el futuro, la NASA ha quedado proscrita y ese vacío de la ciencia se sustituye por pseudociencias, que hoy día están muy vigentes. 

Luego, aquí el robot por fin es una máquina que les ayuda. La tecnología está al servicio de las personas, no las traiciona. Marca la diferencia este detalle. Y, si te fijas, todo se resume en encontrar una ecuación para poder dominar la gravedad. Gracias a eso podremos llevar enormes cantidades de materiales fuera de la Tierra para construir colonias. 

La humanidad, o resuelve una ecuación o no se salva. Es fe en la ciencia. Solo ella nos sacará de este atolladero en el que nos hemos metido nosotros. Por eso es progresista: el desarrollo científico es la única salida posible.

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Estudio Santa Rita
 Independence Day, ¿un ataque frontal al pacifismo?
Absoluto. Hay tres escenas muy reveladoras. Un grupo de personas, pese a que las naves tienen apariencia amenazadora, les dan la bienvenida. Y las naves les lanzan un rayo que las destruye a ellas y al Empire State. En otra escena, que quizá ha pasado más desapercibida, hay un chico cuyo padre es alcohólico y están viendo Ultimatum a la tierra, de Robert Wise. 

En esa película, el alienígena que llega advierte de que no hay que construir armas nucleares. Ahí los buenos son el extraterrestre y el científico; y los malos, los políticos, los periodistas, los militares y el populacho. El mensaje que lanzaban esas naves era pacifista, que por el camino de la guerra nos podemos extinguir. En Independence Day, esta parte de la película la cortan los propios alienígenas interrumpiendo la emisión. 

Y hay una tercera escena en la que el presidente de Estados Unidos les pregunta qué es lo que quieren, intenta negociar con ellos. Busca una solución diplomática, aunque le hayan atacado. Y ellos le mandan un mensaje telepático y se queda alucinado: «Son como langostas, esto es el exterminio». Al final, cualquier gesto pacifista es echado abajo. Como en La guerra de los mundos, donde también hay un predicador que intenta negociar con ellos y acaban con él. No hay negociación posible con los invasores.  

Encuentros en la tercera fase y E.T. ¿están en contra del divorcio y a favor de la familia?
Al niño de E.T. le ha abandonado su padre. Spielberg lo que intenta es decir que la familia es fundamental y que está en crisis. Es cuando Reagan, que era un gran partidario de la familia, elimina las ayudas a las familias desfavorecidas. 

En la película, ese niño sin padre encuentra a un amigo que es más que un amigo de su edad, es como un segundo padre, porque tiene conocimientos de astronomía, del espacio… Hay una escena en la que alza una serie de pelotas en la habitación de Elliot y crea un sistema solar. Eso implica conocimientos planetarios, es un niño con conocimientos de adulto. Queda claro que Elliot no es un apasionado de la ciencia, pero luego con E.T. todo es ciencia. 

En Encuentros en la tercera fase también se da. Los extraterrestres vendrían a solucionar esa crisis de la familia. Richard Dreyfuss es un niño grande, juega con los trenes mientras que a sus hijos les da igual. Es un gran niño incomprendido. Su mujer no le entiende, ni sus hijos, que le consideran, cuando sufre una crisis, un cobarde. Dreyfuss entonces sustituye a su familia por extraterrestres, que son como ángeles.

Se sube a una nave y se va como diciendo ¡que os den! Es escapismo religioso místico extraterrestre, no sé cómo llamarlo, pero deja atrás las complicaciones de la familia y se va al espacio. Ante la crisis de la clase media americana, propone escapar. 

En El planeta de los simios, el mensaje es lapidario: «ni la religión os va a salvar».
Ahí tienes a alguien que sale al espacio con una tripulación para encontrar algo mejor que el hombre. Heston hace una serie de reflexiones en las que se pregunta «¿encontraremos un planeta en el que los hermanos no se maten entre sí?».

Todo antes de llegar a un planeta que es la Tierra y lo que pasa es que no lo saben. Es un mensaje pacifista y antimilitarista, y también antipatriótico. Cuando los astronautas salen de la nave, uno coloca una bandera americana y Heston se ríe de él a carcajada limpia. Menudo subnormal, piensa. Esto ocurre en el año 68. A ti te eligieron por ser el chico perfecto de Harvard, pero lo que eres es un gilipollas. Se ríen de él de una manera tremenda. 

No obstante, luego Heston ve que hay una civilización de simios, se resiste a ellos y saca su lado más belicista. Les dice que fuimos mejores que ellos, que habíamos estado antes. Y el simio Dr. Zaius contesta: «Si fueron mejores que nosotros, ¿por qué se extinguieron ustedes y nosotros no?».
Luego, cuando Heston ve la estatua de la libertad, se da cuenta de que todo fue por culpa de la guerra. Mi interpretación es que fue la nuclear, pero eso está abierto a lo que quiera cada uno, cuando grita: «¡Maldigo todas las guerras!». Fue un exitazo de taquilla, aunque los críticos la vieron como mala. Como siempre, metieron la gamba. 

¿Ahora qué mensajes predominan?
Hay una mezcla de muchas cosas. La evolución de los efectos especiales es tan brutal que ahora te crees las películas. Te crees a Spiderman, los FX han hecho que te puedas creer a los superhéroes, por eso han triunfado. La credibilidad en el cine es esencial. 

En este aspecto, los superhéroes han venido a inyectar dosis de optimismo a un pesimismo creciente desde los 80. La ciencia ficción contemporánea no es muy optimista, siempre está con que nos podemos extinguir, que cuidado con las máquinas, que a ver adonde nos lleva el progreso. Los científicos en los 50 eran héroes románticos, los únicos con conocimientos para neutralizar una amenaza.

En los 80 y 90 se fueron  haciendo más oscuros, marginales e inútiles. Hasta que los científicos dejaron de aparecer para solucionar problemas, su figura se ha oscurecido. El futuro optimista de los 50 se ha diluido. Los superhéroes vienen a salvarnos de ese pesimismo. Ellos son la respuesta. Ahora domina la distopía y la visión de los héroes de que pueden rescatarnos, de que es posible. 

Fuente: https://www.yorokobu.es/luis-miguel-ariza/

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