"Brasil está en la ruta de una lógica de extrema derecha internacional en la que no se opera más en el espacio abierto sino en el espacio oscuro, virtual, utilizando datos de Cambridge Analytica"
El filósofo Vladimir Safatle. Caio Castor / Agência Pública |
En una entrevista con Agencia Pública, el filósofo habló sobre la desaparición del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, del ex presidente Fernando Henrique Cardoso), la latente necesidad de ruptura política de la gente, el ascenso del fascismo en el mundo y sobre el espectro de una dictadura militar escondida en los sótanos de las estructuras de poder: "Brasil es la prueba más cabal de que cuando no se hacen bien las cuentas con la historia, la historia vuelve para acechar".
¿Cuál es su análisis de la primera vuelta en Brasil? ¿Los resultados le sorprendieron?
Hablamos no sólo del 46% de Jair Bolsonaro sino también de la
composición de la Cámara y del Senado, donde el Partido Social Liberal
[PSL] de Bolsonaro llegó a 52 diputados.
Creo que la
gran sorpresa se produce después de las manifestaciones del sábado
anterior, cuando Bolsonaro comienza una línea de ascenso muy fuerte. Y
estaba claro que ese desprendimiento de la extrema derecha en relación
con la derecha tradicional rompía con la derecha. El MDB [Movimiento
Democrático Brasileño, de Michel Temer] y el PSDB se convirtieron en
partidos del montón. El MDB y el DEM [Demócratas], que eran la base de
la derecha brasileña, perdieron relevancia brutalmente. Lo que es
curioso desde el punto de vista de los votos en la Cámara es que los
partidos de izquierda no tuvieron impacto negativo.
El PT [Partido de los Trabajadores] mantuvo su bancada, el PSOL [Partido
Socialismo y Libertad] casi duplicó, el Partido Comunista de Brasil y
el Partido Demócrata Laborista [PDT] aumentaron sus bancadas. Incluso
hubo un crecimiento. Lo que ocurrió fue un fortalecimiento de una
extrema derecha que hasta ahora sólo tenía una representación ridícula
en el Congreso. Pero quedó claro que esta campaña fue una anticampaña
total, montada para que los espacios públicos de debate implosionaran.
Desde el punto de vista de las garantías que la democracia liberal daba
para cierto juego democrático, todo acabó. La campaña fue montada
alrededor de un candidato que, cuando la campaña efectivamente comenzó,
desapareció, porque recibió una cuchillada y lo aprovechó para quedarse
un mes sin mostrarse en público, hasta el punto de hacer lo que hizo en
el último debate: no concurrió e hizo una entrevista aparte, para
demostrar su desprecio al espacio de debate.
Otra característica fue la organización de la campaña a partir de fake news. Fue una campaña digna de un Goebbels tropical. Durante las manifestaciones [ #EleNao]
la gente estuvo días sin entender lo que estaba pasando. Porque no es
posible que haya habido una manifestación popular fuerte, con mucha
gente en la calle, que el mundo entero vio y únicamente los medios
brasileños no vieron, y que él subiera.
Ahí vinieron
esas explicaciones absurdas, tipo "ah, pero ese movimiento de las
feministas despertó una reacción fuerte", como si estuvieran
culpabilizando al movimiento feminista por el simple hecho de que ellas
tomaron la vanguardia de un proceso de rebelión y resistencia. Una cosa
completamente insana.
Pero ahí comenzó a aclararse lo que pasaba. Brasil está en la ruta de
una lógica de extrema derecha internacional en la que no se opera más en
el espacio abierto sino en el espacio oscuro, virtual, utilizando datos
de Cambridge Analytica, por poner un ejemplo, para dirigir mensajes de
manera muy específica, para crear vídeos. Vi vídeos en los que mezclaban
imágenes de las manifestaciones con imágenes de mujeres que profanaban
símbolos religiosos, imágenes tomadas para impresionar a la clase media
brasileña. Por supuesto, la izquierda no estaba preparada para eso,
nadie está preparado para eso. Fue una lógica de otro tipo de campaña
que la gente nunca había visto, una hecha sobre el desprecio a la
presencia en el espacio público.
Usted ha dicho que tenemos un golpe militar en marcha y que no tendríamos elecciones. ¿Puede hablar un poco sobre eso?
Cuando el impeachment estaba claro como la luz del día y la gente decía
"va a haber impeachment, el gobierno va a caer", varios sectores de la
izquierda decían: "No, nuestra democracia es sólida, es resistente, el
PSDB no entrará en esa aventura", y no fue la primera vez que
confundieron sus deseos con la realidad. Ahora, la idea del golpe está
en marcha: Brasil va a vivir los próximos meses y los próximos años con
esa espada de Damocles en la cabeza, puede suceder en cualquier momento.
Él [Bolsonaro] es alguien que, si es elegido presidente, es enormemente
probable que dé un autogolpe en cuanto tenga la primera dificultad con
el Congreso. Él ya habló, nadie puede decir que no expresa lo que
piensa, está todo muy claro.
Tenemos, por primera vez desde la apertura, a los militares acercándose a la presidencia. ¿Qué significa eso?
Creo que en el fondo estamos regresando al horizonte de 1964, porque no conseguimos terminar con la dictadura. La dictadura se acomodó a un horizonte de democracia formal pero por debajo siguió allí, bien conservada. Los policías continuaron como policías militares, los torturadores siguieron en las policías, las Fuerzas Armadas continuaron intactas, ningún torturador fue arrestado, no se obligó a los sectores fascistas de la sociedad a culpabilizarse por el apoyo que dieron, se preservó a los grupos políticos vinculados a la dictadura. Claro que eso era una bomba de tiempo, que iba a estallar en algún momento. Cuando el pacto de la Nueva República se agotara, todo eso iba a volver. Brasil es la prueba más cabal de que cuando no se ajusta las cuentas con la historia, la historia acecha, y ahora está acechando a Brasil como a ningún otro país de América Latina, una situación en la que nuestras libertades van a ser completamente diezmadas. La izquierda tuvo oportunidades muy claras de retirar del escenario político brasileño a todos aquellos que de cierta forma eran cachorros de la dictadura. El gobierno de Lula llegó a tener 84% de aprobación; nunca más en la historia de este país alguien va a conseguir 84% de aprobación. Y, sin embargo, no se hizo nada. Ahora la gente paga ese precio.
Usted ya venía hablando de la
desaparición del PSDB, que se concretó, relacionándola con un
desplazamiento de la derecha hacia la extrema derecha. ¿Puede hablar un
poco sobre eso?
La derecha brasileña, debido
al peso de la dictadura, sólo podía aparecer dentro de un consorcio en
el que el gestor fuera un actor transformista del PSDB. El PSDB no venía
de los grupos ligados a la dictadura. Eran sectores socioliberales,
sociales demócratas, que fueron paulatinamente ocupando esa nueva
función, pero que no estaban orgánicamente vinculados al programa
conservador, tanto que eran conservadores en la economía y liberales en
las costumbres. Pero vino la polarización, y hoy hace casi diez años de
que percibimos que la política mundial va hacia los extremos. La
cuestión es muy simple: la gente percibió que el centro es incapaz de
transformación, entonces va hacia los extremos. Y hace años que la gente
dice: "El problema no es que haya una extrema derecha, es que no hay
extrema izquierda, entonces no se puede equilibrar".
Dentro de ese proceso, un partido como el PSDB pierde su
función. Pero el dato es que Brasil va a pasar por una catástrofe
económica. Usted va a imponer un plan de ajuste híper neoliberal que va a
perjudicar a todas las capas populares que lograron un cierto ascenso.
El carnet de trabajo verde amarillo [que propone Bolsonaro como
alternativa al carnet tradicional], por ejemplo, quita el FGTS [fondo
para despidos injustos], el aguinaldo y las vacaciones. La gente no va a
tener dinero para gastar. Vamos a tener un mercado interno en colapso
en una situación en la que el mercado externo también está en colapso.
Va a haber un poco de dinero porque va a vender todas las empresas
estatales, pero ese dinero no va a ser utilizado para hacer políticas de
combate a la desigualdad, va a ser entregado directamente al mercado
financiero, porque ellos son los tenedores de la deuda pública. Pero se
va a abatir 20% de la deuda pública y no va a tener nada más que vender,
entonces habrá que negociar esa deuda pública. Y, más que eso, el
Estado no va a tener más capacidad de inducción de ascenso social. En
resumen, tendremos un estado brutalmente pauperizado. Si esos
empresarios tuvieran un mínimo de inteligencia no serían suicidas en ese
nivel; lo máximo que ellos van a conseguir es tomar lo que tienen e ir a
vivir en Miami, porque aquí va a ser insoportable.
Hay una idea de que los electores de Bolsonaro votan por él por una
especie de falta de claridad, una manipulación, una imposibilidad de ver
sus contradicciones o sus verdaderos objetivos. ¿Usted cree que los
votantes de Bolsonaro están siendo engañados?
Hay 20% que ya estaba con él antes de esa subida, que es el electorado
protofascista. Los vemos manifestarse con violencia, con agresividad.
Hoy una persona fue asesinada por haber hecho una defensa de un
candidato opositor, entonces imagina lo que va a suceder cuando estén en
el poder. Entonces hay un sector fascista, y si hay una persona en el
mundo hoy que podría ser analíticamente clasificada como fascista es el
señor Jair Bolsonaro.
No hay ningún otro político en
el mundo –tal vez el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte– que pueda
tener un discurso clasificado como fascista. Todas las características
están allí: culto a la violencia, un sujeto cuya señal de la campaña es
un arma apuntando, un culto al nacionalismo paranoico en un país como
Brasil, fundado a partir del genocidio indígena, del genocidio negro;
ser nacionalista en Brasil, entonces, es realmente mostrar su carnet de
identidad. Y en un desprecio explícito a grupos vulnerables de la
sociedad, como fue con los judíos un día, con las mujeres, con la
población LGBT. Estos tres elementos son fundamentales para la
clasificación de cualquier discurso como fascista.
Esto sin contar a su vínculo continuo con un universo religioso
completamente ridículo, constituido por pastores con prontuarios
policiales, de la peor especie, y su carácter de racionalidad cínica. Él
es capaz de decir todo lo que dice y luego, como hizo ayer, manifestar:
"No hay que tomar muy en serio lo que digo, yo soy un comediante".
[Theodor] Adorno, cuando analiza al fascismo, dice que su núcleo de
adhesión es que en realidad nadie creía en lo que se estaba anunciando.
Uno ironiza la violencia mientras destroza a todo el mundo. Porque si se
asumiera una ética de la convicción, nadie lo soportaría. Esta cara
cómica es constitutiva de todo discurso autoritario.
Hoy en día se percibe la comicidad de Berlusconi, de Trump, de Sarkozy, y
ahora de Bolsonaro. Esto está lejos de ser una cosa que humaniza,
simplemente muestra el carácter autoritario del poder.
Entonces tenemos
una porción de la población que es fascista y debe ser nombrada como
tal. Y tenemos otra porción, que debe ser más o menos la mitad, que
entró porque quiere una ruptura y está dispuesta a pagar el precio que
sea por esa ruptura. Ese fue el drama, ese fue el problema: permitir que
las personas que querían esa ruptura, que tiene un discurso
antiinstitucional, fueran a la derecha.
¿Entonces cree que está sucediendo más o menos como dice que sucedió en
2013, que en una hora muy crítica la izquierda no se radicalizó y fue
la derecha la que lo hizo?
Desde El 18 de
brumario de Luis Bonaparte, de [Karl] Marx, sabemos que toda revuelta
popular produce un sujeto político emergente capaz de ser actor de
transformaciones sociales y un sujeto reactivo. Siempre fue así. No hay
una revuelta popular en la que no se abra la posibilidad de
transformación y una de reacción. 2013 fue el único momento en la
historia brasileña en que la población mostró su energía negativa contra
el poder.
Tuvimos momentos en que la gente en
Brasilia fue al Congreso, casi se rompe el Congreso, la Policía empujó a
las personas y ellas prendieron fuego en el Palacio Itamaraty. Mira qué
curioso: después de eso comenzaron a surgir discursos de orden. ¿Por
qué? ¿Porque querían orden o porque hubo un sector de la población que
tuvo miedo de esta revuelta popular? Comenzaron a pedir orden, puño
fuerte, mano dura, y ahí vuelven todos esos fantasmas que acechan a la
sociedad brasileña desde su instauración. En ese horizonte la respuesta
posible de la izquierda era mostrar a la población que había otro
destino para ese rechazo radical del poder, que era tomar el poder para
sí; no era entregar el poder a alguien "honesto", "correcto" y "fuerte".
Que "va a acabar con todo eso"...
Que va a acabar con todo eso, exactamente. Y que normalmente terminará
contigo, termina siempre así. Pero la izquierda no fue capaz de
transferir el poder a la soberanía popular. La izquierda, con su
patología dirigista, no fue capaz de entender que eso era necesario. ¿No
quieren representación? Todo bien, uno puede defender un tipo de
democracia cada vez más directa y más cercana, pero eso nunca apareció
en el programa de la izquierda en Brasil.
¿Cuál es el papel de la izquierda ahora y de aquí en adelante?
Bueno, primero ganar las elecciones. Hay 20 días para ganar, no es una
operación imposible; el rechazo a Bolsonaro es enorme y tiende a no caer
y la izquierda ya demostró algunas veces en estos últimos días que
tiene la mayoría dentro de una segunda vuelta. Es claro que eso implica
un tipo de movilización y trabajo que se ha perdido. Reanudar el trabajo
de base; ir a la calle a conversar con las personas, en lugar de estar
peleando con su tía en Facebook. Y si pierde, que pierda por muy poco;
eso tenemos condiciones de garantizarlo. Que sea de 48% a 52% va a ser
muy importante porque permite un grupo de resistencia mucho más fuerte.
Al menos garantizar que sea una derrota por muy poco, que es la
tendencia natural. Y eso va a ser importante porque su violencia va a
ser inmediata, ya en el primer día. No cabe esperar un gobierno de
conciliación, ya Trump lo mostró. Todo el mundo decía que él decía
muchas bravatas pero después iba a ser mejor, y fue mucho peor de lo que
se decía. Tener la mitad de la población brasileña movilizada y en
vigilancia va a ser fundamental para sobrevivir.
Usted habla de que la política está
ante todo relacionada con los circuitos de afecto. ¿Qué significa eso y
cómo se relaciona con el momento actual?
Yo
lo desarrollé en un libro que en el fondo era sobre la situación
brasileña. Había una discusión sobre la política marcada por el odio y
yo estaba tratando de insistir: "Vean, ellos también piensan que la
gente está marcada por el odio", empieza por ahí. Entonces algo como
"pero son irracionales" es una pésima descripción. La cuestión era saber
qué tipo de afecto los mueve y crea formas de vida. Porque el embate es
sobre formas de vida, eso es muy claro.
No es sólo
sobre el programa económico, no es sólo sobre cuestiones relacionadas
con la seguridad, es sobre formas de vida. Usted tiene grupos para los
que nuestra forma de vida es un insulto, tanto que mezclan cuestiones
relacionadas con la sexualidad, aspectos vinculados con formas de
trabajo, modelos de sociedad, acogida de refugiados; es todo un tipo de
vida social que se está poniendo en cuestión, y eso significa que esas
visiones sociales son apoyadas por ciertos afectos y es claro que un
elemento decisivo para alguien como Bolsonaro es el miedo como afecto
político central. No es alguien que va a garantizar que usted tenga un
futuro mejor, más próspero, más libre. No. Es algo así como "voy a estar
seguro" y "no va a haber nadie corrupto", que son dos ideas
completamente equivocadas.
Alguien como él no garantiza una sociedad menos
corrupta, porque la corrupción viene siempre de la mano del
autoritarismo. ¿Cómo alguien que endulza a un régimen corrupto puede
estar en contra de la corrupción? ¿Cómo alguien que habla sobre el
sector militar como un horizonte ideal puede estar en contra de la
corrupción? La dictadura militar fue uno de los regímenes más corruptos
que haya conocido Brasil.
Todas estas grandes
empresas que corrompieron al estado de la Nueva República se formaron en
el régimen militar, que está lleno de casos de corrupción: Corona
Brastel, Capemi, Proyecto Jari, Petropaulo; podría pasar el resto de la
entrevista hablando de esos casos. Fue un régimen que se alimentó de los
políticos más corruptos que hayan existido; Antônio Carlos Magalhães,
José Sarney, Paulo Maluf fueron herederos de la dictadura. Y el señor
Bolsonaro se alió a figuras corruptas, empezando por el pastor Edir
Macedo, que fue a parar en la cárcel por corrupción, o el pastor Silas
Malafaia.
Son figuras que están más para la página
roja que para otra cosa. Sin contar los casos propios de Bolsonaro. Por
otro lado, es alguien que promete seguridad pero no va a dar seguridad
alguna porque va a crear un país de conflicto social abierto, de
pauperización, que va a aumentar la violencia social, porque esa
violencia no viene de la nada, viene del hecho de que la desigualdad en
Brasil es un insulto a la humanidad. Entonces la rabia contra esa
situación puede generar algún tipo de violencia directa. Hay quien dice
que el régimen militar tuvo paz social; claro, sólo para quien vivía en
los barrios ricos. Pero ¿y qué sucedía en las favelas? Los escuadrones
de la muerte, la brutalización absoluta, están los números. Todo esto es
una ficción, una falacia que rápidamente se va a demostrar en su
inversión.
¿Qué podemos esperar si Haddad es elegido?
No se puede decir que no va a ser turbulento, pero eso es incluso
irrelevante ante la posibilidad de impedir que Brasil entre en una noche
sin fin. Porque Bolsonaro es alguien peor que la dictadura militar. En
el gobierno dictatorial, ellos no precisaron movilizar de manera
explícita todo ese sistema de violencia social contra grupos vulnerables
que Bolsonaro moviliza en todo momento. Entonces sólo se puede imaginar
el nivel de violencia que vendrá.
Él tiene ese
elemento extra: necesitó movilizar. La dictadura militar no tenía
asociación con grupos evangélicos, religiosos. La participación de la
iglesia católica no era directa, no había sacerdotes alcaldes,
parlamentarios. Y, además, en aquella época la iglesia católica era más
progresista que conservadora. Entonces es aun peor. Cualquier cosa que
venga ya es insuperablemente mejor que una victoria de Bolsonaro.
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