Gennady Kim |
El sueño de los físicos consiste en lograr explicar el universo a través de una única ley. Al parecer, resulta muy difícil. Suponiendo que yo sea un universo, me rijo por esta única ley: el hambre.
No se trata de tener el monopolio del hambre; es la cualidad humana mejor compartida. No obstante, tengo la pretensión de ser una campeona en este dominio. Hasta donde alcanzan mis recuerdos, siempre me he muerto de hambre.
Pertenezco a un medio acomodado: en casa nunca faltó de nada. Eso me hace entender esa hambre como una especificidad personal: no tiene una explicación social.
Conviene precisar, además, que mi hambre debe entenderse en su sentido más amplio: si sólo se hubiera tratado de hambre de alimentos no habría sido tan grave. ¿Pero existe realmente eso de tener sólo hambre de alimentos? ¿Existe un hambre de estómago que no sea el indicio de un hambre generalizada? Por hambre yo entiendo esa falta espantosa de todo el ser, ese vacío atenazador, esa aspiración no tanto a la utópica plenitud como a la simple realidad: allí donde no hay nada, imploro que exista algo. [...]
-Tengo hambre -le decía a mi madre rechazando sus ofrendas engañabobos.
- No, no tienes hambre. Si tuvieras hambre, te comerías lo que te doy -la oí decir miles de veces.
-¡Tengo hambre! -protestaba yo.
-Es una buena enfermedad -concluía ella invariablemente.
Aquel desenlace de no-recibir siempre me desconcertaba. Una enfermedad. Buena. ¡Lo que hay que oír!
Más tarde aprendí la etimología de la palabra "enfermedad". Era "dificultad para decir"*. El enfermo era aquel que tenía dificultades para decir algo. Su cuerpo hablaba en su lugar en forma de enfermedad. Una idea fascinante, que sugería que si uno conseguía decir, dejaría de sufrir.
...
* Juego de palabras entre maladie, "enfermedad" y mal à dire, "dificultad en decir".
Biografía del hambre
Amélie Nothomb
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