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Los riesgos siguen siendo muy elevados para mí y para el personal médico del Hospital Panzi y de la Casa Dorcas. Algunos miembros de nuestro personal han sido secuestrados, golpeados y violados. En abril, uno de nuestros colegas —y un amigo muy querido para mí—, el doctor Gildo Byamungu, fue asesinado debido a esta situación.
Estudió medicina y luego se especializó en ginecología. ¿Qué le llevó a escoger este trabajo?
Decidí convertirme en doctor cuando todavía era niño y acompañaba a mi padre, que era pastor pentecostal. A menudo visitábamos y orábamos con los enfermos. Una vez, me llevó con él a visitar a un niño enfermo que tenía mi edad. Cuando nos fuimos, le pregunté por qué él no le había dado la medicina, como lo hacía conmigo. Él me respondió que sólo los médicos pueden recetar medicamentos. Fue entonces cuando le dije a mi padre que sería médico para curar y proporcionar medicina, además de las oraciones.
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Regresé al Congo pensando en practicar pediatría y me sorprendió encontrar tasas tan brutales de mortalidad materna e infantil. Nuestro primer paciente nada más abrir el Hospital Panzi en 1999 tenía heridas horribles fruto de una violación brutal. Fue entonces cuando nosotros nos dimos cuenta de que era una aberración y de que esta violencia no para de repetirse. Además, la impunidad de los perpetradores y un sistema de justicia roto contribuyen a este sufrimiento.
Por eso volví. Hay muchas víctimas. Algunas de ellas mueren por heridas, infecciones o embarazos y nunca llegan a nuestro hospital. Sufren sin poder llegar a nosotros, quizá porque no saben que hay un lugar donde pueden recibir atención.
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Para que nos hagamos a la idea, ¿cuántas víctimas de violencia sexual ha recibido el Hospital de Panzi en su historia? O, si es más fácil, ¿cuántas llegan al día?
Entre el Hospital Panzi, nuestras instalaciones rurales y las clínicas móviles, hemos tratado a más de 50.680 supervivientes de violencia sexual, desde 1999 hasta finales de 2016. Además, hemos tratado a muchas otras pacientes que han llegado con lesiones ginecológicas complejas a causa del embarazo o de otras cuestiones. Aunque la necesidad de mejorar el acceso a la atención de salud materna sigue siendo urgente, ya que cada día llegan nuevas víctimas.
¿Qué les dice a esas mujeres destrozadas? ¿De qué habla con ellas?
Lo que nosotros hacemos es crear un ambiente que les ayude a reclamar su dignidad, restaurar su salud física y mental y ayudarles a comprender que poseen el poder de ser agentes de cambio en sus propias vidas, familias y comunidades. El estigma y la vergüenza deberían ser transferidos a los perpetradores de estos ataques.
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Algunos de los soldados actuales tienen antecedentes de niños soldados. Fueron capturados en su niñez, entrenados y obligados a saquear y a cometer atrocidades indescriptibles contra civiles inocentes, e incluso a sus familias, amigos y miembros de sus comunidades. A menudo, la línea entre el perpetrador y la víctima es muy delgada.
Aunque ha habido algunos criminales traídos a juicio, muy pocos comandantes y altos líderes se enfrentan a la justicia por las atrocidades que se cometen bajo su vigilancia, ya sea porque lo ordenan o por su silenciosa complicidad.
Ha denunciado que la violencia sexual también recae sobre los menores. ¿Qué casos de este tipo ha llegado a encontrarse? ¿Cómo es el proceso de curación?
Cuando abrimos el hospital en 1999, tratamos a una generación de mujeres que sufrieron heridas brutales. Nos preocupamos por ellas y sus hijos. Hoy, tratamos a sus hijas y nietas, que están sufriendo el mismo destino: estar embarazadas por violación. Esto no es justicia.
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Ha tachado de "epidemia" estas violaciones sistemáticas. ¿Son una estrategia de guerra? ¿Es el cuerpo de estas víctimas otro campo de batalla?
Igual que existe un consenso internacional contra el uso de armas nucleares, contra las armas químicas y biológicas y contra la tortura, también debe haber un consenso en contra de la violación utilizada como arma de guerra.
La violación en la guerra es barata, es eficaz y paraliza y desactiva a las mujeres. También a los niños. Hemos tratado incluso a bebés que han sufrido violencia sexual. Pero también paraliza a familias y comunidades enteras, permitiendo a los perpetradores tomar recursos y territorio.
Esta es una crisis de toda la humanidad.
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Es una pregunta difícil de responder cuando uno ve cómo las mujeres sufren durante toda su vida, cuando nunca he conocido a una mujer que haya sido violada y, después, haya sido normal. Sus vidas han sido destruidas y tu lo ves. Ves lo difícil que es ayudarles. Y ya si le ha pasado a niños es aún peor. Cuando las niñas son incontinentes y tienen heridas hechas con una violencia inimaginable... Y me preguntan: "Doctor, ¿cuál será mi futuro? ¿Alguna vez podré ir al baño? ¿Podré casarme alguna vez?". Eso es traumático. Tú estás haciendo tu trabajo, pero es un trauma.
Aún así el trabajo debe continuar. Esta injusticia no puede existir ni ser aguantada siempre.
Fuente: http://www.huffingtonpost.es/2017/10/06/denis-mukwege-debe-haber-un-consenso-en-contra-de-la-violacion-utilizada-como-arma-de-guerra_a_23057588/
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